Desdoblamiento
Oleg Ivánovich Grishenko come pan mientras observa pasar una larga fila de prisioneros alemanes. Uno de ellos se le acerca.
—Brod, towarisch, bitte.
El ruso le grita, le insulta. Sin embargo, le entrega el pan que le queda. Oleg maldijo al enemigo, pero compartió el pan con el ser humano.
—Brod, towarisch, bitte.
El ruso le grita, le insulta. Sin embargo, le entrega el pan que le queda. Oleg maldijo al enemigo, pero compartió el pan con el ser humano.
Uniformes y circunstancias condicionan, pero han de quedar aparte e imponerse siempre la humanidad, es lo que hace grandes a las personas.
ResponderEliminarUn saludo, Juan Pedro
En este desdoblamiento de la personalidad ha vencido la parte humana.
ResponderEliminarBuen relato Juan Pedro, un abrazo.
Es bueno que en la guerra siempre pierda el odio y acabe ganando la misericordia.
ResponderEliminarUn micro para hacer pensar. Saludos, Juan Pedro
Bueno, en el fondo acaba haciendo una buena obra.
ResponderEliminarDa para pensar este desdoblamiento.
Un beso.
Malu.
Juan Pedro, nunca hay que olvidar que en cualquier guerra, debajo de un uniforme hay un ser humano, que se debate entre lo humano y lo inhumano. Menos mal que en esta ocasión ha ganado la batalla el humano.
ResponderEliminarBuen micro.
Besos.
Debajo de las circunstancias extremas (guerras ominosas y otras perlas del exterminio humano) late la segunda piel, la verdaderamente humana y sensible de los uniformes. Esa que tu has sabido revelar en cincuenta palabras. Saludos, Juan Pedro.
ResponderEliminarEn una guerra a veces sólo eres un hombre que luchas en el lado que te ha tocado ,eres un peón.
ResponderEliminarMe encanta, hay un ser humano.
ResponderEliminarEn uno de los Relatos de Kolimá que escribió Varlam Shalámov –quien pasó por el gulag y contó sus experiencias en esas narraciones-, hay una escena parecida a la de tu microcuento, aunque en ella, si no recuerdo mal, los protagonistas son una mujer aldeana y un preso. La mujer se apiada de uno de esos hombres despojados de toda dignidad y derechos y le pasa un trozo de pan a través de la alambrada.
ResponderEliminarTambién en tu historia un ruso se apiada de un soldado alemán y, a pesar de sus maldiciones, a pesar de que en esas circunstancias, tras el daño y el dolor que los nazis les infligieron a los rusos, lo más lógico sería que les tuviera un odio irracional y que no se detuviese en consideraciones acerca de la culpabilidad que podría tener en concreto ese soldado, decide hacer un acto de caridad, lo cual denota que en su interior quedan restos de eso que nos hace humanos.
Esas son las ambigüedades y ambivalencias de las guerras, y resulta realmente desconcertante y decepcionante que no seamos capaces de acabar con ellas, que ese espanto continúe hoy en día en varios lugares del planeta.
Un saludo afectuoso, Juan Pedro.
Las contradicciones del ser humano. Un torbellino constante de destrucción y construcción, con el hambre como denominador común.
ResponderEliminarSuerte, Juan Pedro