Fórmula mágica
Por fin, con la ayuda de su ayudante Sharapova, había conseguido la piedra filosofal, el elixir, la panacea, la ambrosía que la humanidad había perseguido a lo largo de la historia. Allí estaba: en la mezcla de los fluidos esparcidos por las sábanas. Solo era cuestión de trabajar en equipo.
Si la ayudante, Sharapova, tiene algo que ver con la tenista, esa fórmula mágica antes de usarla tendrá que pasar el control antidoping. Y además sea quien sea, al científico en cuestión le espera una gran trabajo con esas sábanas.
ResponderEliminarBuen relato Luis, un abrazo.
qué pícaro
ResponderEliminarTanto buscar la dichosa piedra, una quimera esquiva, esa leyenda mítica, y siempre estuvo ahí. Sólo era cuestión de llevar a cabo una actividad que la Humanidad conoce bien desde el principio de los tiempos y antes. Lo bueno de este experimento es que, si sale mal, no debe de dar pereza repetirlo. Seguro que tampoco habrá problema en buscar voluntarios, nunca la ciencia habrá tenido tantos conejillos de indias. Tus relatos son una caja de sorpresas.
ResponderEliminarUn abrazo, Luis, pillín
No sé yo si los fluidos esparcidos en las sábanas pasarían un control de dopaje.
ResponderEliminarSaludos, Luis
Tanto tiempo y esfuerzo, tantas combinaciones frustradas en busca de la piedra filosofal y la respuesta estaba en nuestros genes, en la libido, en el roce de piel sobre piel. Originalísimo, Luis. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarMira que era fácil de hallar la fórmula. Tan antigua como la humanidad.
ResponderEliminarUn relato muy original con su punto picarón. Un abrazo, Luis.
Así de simple y así de fácil, a la vista y alcance de todos desde el principio de los tiempos...
ResponderEliminarEres único Luis.
Un beso.
Malu.
Bien dice Malu, así de sencillo. Es perfecto.
ResponderEliminarMi sonrisa picara para tu "formula mágica" de conseguir las propiedades filosofales.
ResponderEliminarSuerte, Luis