De profesión: verdugo
Al ver que Su Majestad tamborileaba los dedos, supe que me encomendaría otra ejecución. Hinqué la rodilla en el suelo, esperando sus instrucciones.
—El Príncipe es un bastardo. Debes deshacerte del muchacho y de su adúltero padre.
Por vez primera, desobedecí. No tuve valor para anudarme la soga al cuello.
Escrito por Carles Quílez - Web
—El Príncipe es un bastardo. Debes deshacerte del muchacho y de su adúltero padre.
Por vez primera, desobedecí. No tuve valor para anudarme la soga al cuello.
Carles, genial frase final con la cual nos descubres que es el propio verdugo el padre del Príncipe, suficiente motivo para dejar de ser tan profesional en su trabajo y no ahorcarse a si mismo.
ResponderEliminarBuen relato , Carles, me ha gustado.
Un abrazo.
Y quién no dejaría de ser profesional en una situación así. Me alegro de que te haya gustado, Javier. Otro abrazo para ti.
EliminarO sea, que a su hijo sí que lo ajustició... No hay sueldo que pague esto, no.
ResponderEliminarAbracicos, Carles.
No sé si le tenía mucho cariño al chico, después de todo.
EliminarBesos, Patricia.
Ocurrente y genial micro, Carles. Cuentas una historia que da mucho de sí, con tan solo cincuenta palabras. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias , Fernando. En este bosque de las cincuenta palabras, hay historias escondidas por todos lados.
EliminarJarrll!! Y no nos dices qué hizo con el hijo!!!
ResponderEliminar(Patricia cree que se lo cargó, pero...)
Por cierto, parece que además de verdugo ha de ser el investigador del tema, pues de lo contrario ¡sería el rey quien mataría a tu protagonista! ;-)
Un petó.
Carme.
Humm, yo creo que el Rey le encomendó esta misión al verdugo porque le dio la real gana...y porque alguna cosa debía de saber.
EliminarPetó, Carme.
Pues me he quedado preocupado con la suerte que corrió el bastardo del príncipe, dicho sin acritud alguna. ¿El verdugo cumplió la orden? Si no lo ahorcó, sería esa la primera vez que desobedecía al rey y, al no anudarse la soga a sí mismo (como padre adúltero), esta sería la segunda. Así que coincido con Patricia en que no tuvo agallas para ahorcarse él, en cambio sí las tuvo para con su hijo espurio. ¡Ten padres (y verdugos) para esto! Y que vaya preparando una buena excusa para justificar ante Su Majestad que no ha sido capaz de encontrar al padre de la criatura.
ResponderEliminar¡Genial cincuenta, Carles! ¡Qué buenas historias nos dejas siempre y, en esta serie, nos vas descubriendo profesiones de cierto «riesgo» (el pastor tenía lo suyo, el astronauta también y lo de este verdugo, queda dicho).
Un abrazo y mi enhorabuena. Nos seguimos leyendo.
Gracias, José Antonio.
EliminarTú mismo has respondido a la pregunta que formulas sobre el príncipe. Por lo que respecta a lo que le ocurrirá al verdugo después, sinceramente, no lo sé.
Abrazo, amigo.
Me encantan los cambios de expectativas. Parece ser que el karma le ha pasado factura al justiciero por profesión 😉
ResponderEliminarGracias por compartirlo, Carles.
Salut.
Ajá, como cantaba Rubén Blades en su inolvidable "Pedro Navaja", quien a hierro mata, a hierro termina.
EliminarSalut, Dipandra.
Esta vez no cumplirá órdenes ajusticiando al padre del bastardo, pues se trata de él mismo. Pero, si es la primera vez que desobedece, ¿qué ha ocurrido con el príncipe, su propio hijo? La historia no acabará aquí y se derramará sangre en palacio.
ResponderEliminarUn gran cincuenta, Carles. Enhorabuena y un beso.
Alguna cabeza rodará, eso es seguro.
EliminarMuchas gracias, Carmen, y un beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVaya con el verdugo, parece que no perdía el tiempo. Lo mismo obedecía las órdenes del rey que cumplía con los deseos de la reina.
ResponderEliminarMuy original, Carles. Enhorabuena.
Muy bien, Asun, has dado en el clavo. El verdugo tanto cumple órdenes como deseos, todos muy regios, eso sí.
EliminarYa lo dice el refrán: "En casa del herrero, cuchillo de palo". He conocido a profesores en ejercicio con serias dificultades para enseñar a su propio hijo en casa. Aparte de ello, matar es una actividad que quizá pueda llegar a convertirse en rutina, pero suicidarse es algo muy distinto y único. Pienso que tu protagonista tampoco ha tenido valor para acabar con su hijo. Lo que me pregunto es si el rey, astuto, conocía todos los detalles y daba por hecho que la lealtad de un súbdito que antes le había servido bien acabaría con él, sin tener que dar la orden de ejecutarle.
ResponderEliminarBrillante y sorprendente. Sólo siento que este trío de profesiones bien escogidas haya llegado a su fin. Seguro que, si preguntas, tus lectores clamarán por otra trilogía tan genial como ésta.
Un abrazo grande, Carles
Muchas gracias, Ángel, por tus palabras. Yo me imagino al verdugo como a un hombre rudo, y a su manera, leal.
EliminarEn relación a tu último comentario, te diré que termina aquí la serie, y, en honor a tu profesión, te avanzo, en exclusiva, que el próximo relato, versará sobre el mundo del fútbol.
Abrazo, amigo.
Quería decir que NO termina ahí la serie.
EliminarCarles, me parece que el verdugo tiene los días contados, si el Rey lo sabe...
ResponderEliminarNo nos dices si ha matado al hijo. Espero que no haya sido capaz.
Muy buen micro. Enhorabuena.
Besos apretados.
Que cada cual imagine lo que quiera sobre la suerte del príncipe, pero yo no creo que se llegue a comer los turrones este año, y ni siquiera ver florecer los almendros
EliminarBeso, Pilar.
No me extraña que desobedeciera... jajaja... Genial relato, Carles. Muy acertados tanto el título como la frase final. Hacen que el relato sea redondo.
ResponderEliminarMil gracias, Alma.
EliminarLa verdad es que, en este caso, el título permite contextualizar el relato y...todo eso que me ahorro después.
Saludos cordiales.
La última frase, Carles, de tu magnífico micro, me hace salir de tu historia y pensar en que "anudarse la soga al cuello" es algo que nadie hace de buen grado, salvo los casos de suicidio, claro está. Ya tenemos a las personas que no nos aprecian intentando anudárnosla, aunque, por suerte, no lo consigan. (Perdona esta disquisición pseudofilosófica, jajaja).
ResponderEliminarBesos.
Pero, cómo, en tu cuello sólo puedo imaginar pañuelos de seda. Un beso grande, María José .
EliminarQué pillín, verdugo de día, distracción de la reina de noche. Muy bueno, Carles, felicidades. Un beso grandote.
ResponderEliminarAy, y si el verdugo también fuera, a su vez, la víctima de una reina con tendencia a "distraerse".
EliminarBeso, Matri.
Muy bueno, Carles, con ese sorprendente giro final. Que se cargue al Rey, después de decirle que el Príncipe no es bastardo, y todo arreglado.
ResponderEliminarAbrazo.
¡Esa sí que es buena, Rafa!
EliminarAbrazo.
¿Quién en semejante paradoja no actuaría tal que el verdugo? Uno puede llegar hasta hacerle el amor a la reina por fidelidad al vasallaje debido al rey, pero ser tan fiel como para ser verdugo de uno mismo por infidelidad real, sería de gilipollas, majestad. Ande su señoría con su cornamenta y deje en paz a la descendencia.
ResponderEliminarUn micro lleno de chispa y en tan buena línea como los anteriores. Un abrazo.
Ah, Don Manuel, me temo que la traición es un plato demasiado amargo para los paladares de los reyes.
EliminarAbrazo.
La lealtad del príncipe tenía dos pilares, como su rey y, en teoría, como padre. Evidentemente, el padre se ha desvanecido, y el rey ha descubierto su venganza. La lealtad ha sido ajusticiada, ha muerto. Muy bueno, Carles. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarLa lealtad, Salvador, como bien señalas, es el tema principal del relato. La Justicia, sin embargo, es otro cantar. Muchas veces, simplemente, la confundimos con la autoridad.
EliminarAbrazo.
¡Glups! Pobre príncipe... ¡Genial, Carles!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Fina.
EliminarBeso.
ResponderEliminarTu verdugo me ha enganchado y la curiosidad me ahoga por saber a que victima puso en el lugar del padre, para mostrar los dos cuerpos a su Majestad, y seguir manteniendo el puesto y la vida.
Esto daría para mucha saga.
Interesante, muy interesante.
Saludos virtuales.
Ah, muy bien, María Jesús, imaginando el día después.
EliminarMuchas gracias y un beso.
Creo que durante ese repiqueteo digital, el sádico monarca ya sabía quién era el padre del bastardo e ideó una venganza perversa, digna de un rey.
ResponderEliminarMenuda joya de 50 quilates la que nos dejas, amigo Carles. Una buena historia, bien desarrollada y perfectamente contada. Con un gran final que la deja cerrada pero no tanto para el que prefiera dejar volar la imaginación.
un relato para disfrutar mientras se toman apuntes.
Enhorabuena, Carles, por tan extraordinario micro.
Un fuerte abrazo, compañero.
Ahora que no nos ve nadie, yo ambién creo, Antonio, que el Rey ya sabía que le estaba encomendando al verdugo su propia muerte, pero no sé si calibró debidamente la respuesta de éste.
EliminarAbrazo, compañero.
Líos familiares, adulterio, negligencia en el cumplimiento de las obligaciones laborales, falta de remordimientos, cobardía, filicidio... Eso y mucho más en cincuenta palabras. Suerte, Carles. Saludos.
ResponderEliminarY lealtad y traición, Sr. Garabato, que, aunque no lo parezca, también pueden ir de la mano.
EliminarMuchas gracias por comentar y un saludo.
Por cierto, ¿qué paso con la Reina? ¿O no tiene vela en este entierro? Muy ingenioso y divertido, Carles. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Juana.
EliminarImagino que la reina también tendrá su condena, en forma de ausencia..., y quien sabe si un deseo de venganza.
Besos.
Carles, haces fácil lo difícil. El relato me ha encantado, con ese final tan tuyo. Original, fresco e ingenioso. Vivan las "Notincsagas".
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
¡Viva tú, amigo Pablo!
EliminarLa verdad es que las sagas me ayudan en el proceso creativo, en el sentido de que el tema o consigna del que parto me dan un soporte, o mejor dicho, un trampolín desde el que me lanzo a escribir.
Abrazo.
Qué bueno, Carles. Esta vez has puesto tu pícara mirada en una de las profesiones más singulares y llamativas, y lo has hecho colocando has personaje en una situación extrema, algo así como si un ministro de economía tuviera que recortarse el sueldo, y cuyo desenlace me ha recordado a una frase que dice un amigo mío, y que es: "Quien con sus manos se castra buenos c****** se deja".
ResponderEliminarInquietante ese amenazador tamborileo de dedos, magnífica la puesta en escena y muy ingenioso y simpático el argumento. Más que una serie esto es un Master Series.
Enhorabuena, Notinc.
Un abrazo.
Un ministro de economía bajándose el sueldo...eso sí que es imaginación.
EliminarMuchas gracias por tus generosas palabras, Enrique. Estoy contento por tener la oportunidad de seguir leyéndote.
Abrazo.
El trabajo de los verdugos debía de ser aterrador. Hemos visto el tamborileo de los dedos sentenciando. Entiendo que el verdugo es el padre el príncipe bastardo.
ResponderEliminar¡¡Lógico!! No puede ser su propio verdugo...
Muy buen final. Me ha gustado, Carles. Besos
Así es, Olga, no se puede ser víctima y verdugo al mismo tiempo.
EliminarBesos.
Y digo yo, ¿quién le manda a él ser verdugo? Es que luego, pasa lo que pasa, claro.
ResponderEliminarDesde luego, bien difícil es esta profesión de verdugo. Siempre obedeciendo órdenes con las cuales no creo que esté nunca, o casi nunca de acuerdo, y menos con esta última, la de matar a su propio hijo y matarse a sí mismo. Actualmente creo que hay también profesiones en las que los súbditos tienen que acatar órdenes de "mier#a" y sin rechistar. Bueno, no quiero irme por las ramas...
Me encanta ese tamborileo de dedos, que nos pone en situación para lo que se avecina y el gesto de hincar la rodilla en el suelo, símbolo de sumisión absoluta.
Lo único que veo a favor de este pobre hombre es que, por lo menos, se llevó algo más que un buen revolcón con la Reina. Y quién sabe si, con suerte o, con la venia de la señora, conserve su vida.
Muy potente esta serie sobre las profesiones, Mr. Notinc. Esperando la próxima sobre periodistas. Cuidado que por aquí moran unos cuantos...
Un beso grande y toda mi admiración.
Malu.
Aunque no pretendía ir por estos derroteros, si estiras el hilo de tu reflexión acerca de las profesiones de "mier#a" de hoy en día, es verdad que éstas también te obligan a hincar la rodilla y a sacrificar parte de tu vida (y, por ende, también de la de los tuyos).
EliminarMuchas gracias por tus palabras, carísima Malu.
Por cierto, que en la próxima entrega el protagonista será un futbolista.
BESO MAYÚSCULO.
Vaya, vaya... ¡¡¡Pues, que le corten la cabeza!!! Ah claro... hay que buscar otro verdugo. Esto me va a llevar un rato Jijiji :)
ResponderEliminarUn abrazo Carles
Quien sabe. Hoy en día en la red se puede encontrar de casi todo...
EliminarAbrazo, Raquel.
Vaya profesión la de verdugo, ha de ser muy bien pagada si son pocos los "profesionales", aunque pensándolo, ahora si sería una profesión muy popular (hasta trabajarían gratis).
ResponderEliminarQuiero aprovechar de agradecer tu dedicatoria en mi copia del libro "El Bosque de las Palabras", muy agradecido por tomarte la molestia de escribir y de saber que lees todas las mañanas mis tuits.
Un abrazo enorme con admiración y cariño.