Despertares
Creo que mi despertador se ha encariñado conmigo. Antes me chirriaba como histérico y sin contemplaciones, pero últimamente se ha vuelto muy considerado y acaricia mi oído con un delicado susurro.
Esta semana ha permanecido callado, cosa que es de agradecer si no fuera porque me han echado del trabajo.
Esta semana ha permanecido callado, cosa que es de agradecer si no fuera porque me han echado del trabajo.
Sólo valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos. Lo que daría tu protagonista por volver a escuchar los timbrazos de un despertador para ir al trabajo, por mucho que la sobresaltasen. Pero no escarmentará, cuando suceda de nuevo, volverá a sucederle lo mismo. En el fondo, no tenemos remedio.
ResponderEliminarLa historia de un pequeño drama, demasiado frecuente, a partir de un detalle cotidiano.
Un abrazo, María Jesús
MªJesús, opino como Ángel, cuanto daría tu protagonista por volver a oír ese despertador cada mañana.
ResponderEliminarY la verdad es que cada día cuando suena uno querría estamparlo contra el suelo y que no volviese a sonar más.
Me gusta esa frase que dice "chirriaba como histérico" que bien has definido ese sonido. Y muy buen título, acertado.
Buen relato, MºJesús.
Besos.
¡Cuántos despertares diferentes dentro de una vida! Que van asociados a la situación que estamos viviendo en cada momento.
ResponderEliminarHas sacado una gran historia de un pequeño objeto que nos acompaña a diario, el despertador. Para contarnos que tu protagonista ya no trabaja y no tiene que madrugar.
Excelentemente narrado, como es habitual en ti.
Un beso grande, querida Mª Jesús..
Malu.
Qué bien has planteado el relato, con ese principio, para culminarlo magistral. Una historia real, dura y contada con la maestría que ya conocemos que tienes.
ResponderEliminarMagnífico.
Un beso.
Pablo
Nos muestras un ejemplo de la realidad que muchos vivimos en estos últimos años envuelta en tu simpático, aunque triste, relato. Suerte, María Jesús. Un saludo.
ResponderEliminarMuy bueno María Jesús. Una realidad cotidiana desde un punto de vista positivo.
ResponderEliminarM. Jesús, cómo cambian los despertares. Lo que antes se agradecía cuando no sonaba el despertador, ahora ya no es tan agradable al ser el motivo la pérdida del trabajo.
ResponderEliminarMuy bien contado. Enhorabuena.
Besos.
Nada tan molesto como ese sonido que nos recuerda la obligación diaria. ¡Quién pudiera acallarlo! O no, porque vistas las consecuencias, mejor que siga sonando, aunque me ponga histérico y me parezca chirriante.
ResponderEliminarNo podías haber elegido adjetivos más adecuados, ni final más agridulce para darle chispa al relato.
Saludos, Mª Jesús.
Muy imaginativa y divertida manera de contarnos cómo alguien se estrena de parado, a pesar de lo duro del tema. Esperemos que encuentre pronto trabajo y escuche de nuevo el ahora deseado "chirrido como histérico" del despertador. Un beso, Mª Jesús.
ResponderEliminarPara una persona que entra en el estado de "parado laboral", el mundo se le viene encima y comienza a echar de menos aquello que, antes, le torturaba, como el sonido del despertador... Muy buen relato, María Jesús. Felicidades.
ResponderEliminarBesos.
Qué bien has resumido las contradicciones de la vida, Mª Jesús. A veces, lo más placentero no es lo que más nos conviene, y viceversa. Estupendo micro.
ResponderEliminar"El polvo del despertador". Es un síndrome agridulce, pues puede ocurrir cuando desgraciadamente lo observa un desempleado. Ocurre felizmente en unas largas vacaciones y también lo experimenta con cierta confusión, con nostalgia y alegría, el jubilado.
ResponderEliminarDepende del cristal con que se mire.
Buen relato.
Un abrazo, Mª Jesús.
Todo un mensaje para recordar la próxima vez que el desgraciado me chirríe histéricamente cuando aún no están puestas las calles. Buen relato, enhorabuena.
ResponderEliminarSiempre pensé que el sobresalto del despertador era una bomba de infarto para el corazón.
ResponderEliminarPero cuando no suena, como en este caso, es el silencio de la inanición.
Una narrativa amable, para un drama cotidiano.
Enhorabuena, tocaya
Besito virtual.
Un susurro delicado de cariño que pedía a gritos un cambio de pilas, ja, ja, ja. Muy bueno, Mª Jesús. Un abrazo.
ResponderEliminarGrandísimo micro, Mª Jesús. Con un sutil flashback, nos transportas a un pasado en el que el protagonista libraba batallas contra el despertador, cuyas armas estaban hechas de ruido, para luego llegar a un presente en el que el protagonista aparece vencido, finalmente...,por el silencio. La paz de los desempleados, podría decirse.
ResponderEliminarUn beso y enhorabuena.
¿¡Un despertador cariñoso!? Podría ser (en la imaginación de María Jesús todo es posible y creíble), pero también un inconsciente que no calculó las consecuencias de ese cariño. ¡La que lió el «relojito»!
ResponderEliminar¡Genial, amiga María Jesús, tu cincuenta, como ya nos tienes acostumbrados! Me ha encantado tu planteamiento y tu, triste, resolución.
¡Enhorabuena! Nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
Moraleja: Más vale malo conocido... Al menos eso debe de pensar el protagonista de tu última entrega. Buen relato, María Jesús.
ResponderEliminarUn abrazo.
Antes el chirrido del despertador le despertaba para ir a trabajar, ahora su silencio no le dejará dormir. Muy bueno, María Jesús. Un beso.
ResponderEliminarCoincido con la interpretación de José Antonio (y no sé si alguno/a más por ahí arriba). Me refiero a la observación de que entre ese chirriar del principio y el silencio del final hay un hecho que cambia la situación del personaje, y que es la actitud demasiado complaciente del artefacto con su dueño, algo que acarrea que sea despedido del trabajo.
ResponderEliminarIngeniosísimo y sutil relato, María Jesús. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo.
Con el primer párrafo quería que mi despertador aprendiera del tuyo. Pero con el último, no.
ResponderEliminarSupongo que se tiene que aplicar eso de "zapatero a tus zapatos", y el despertador a fastidiarnos cada mañana.
Un abrazo.
Carme.
Yo lo entiendo de esta manera: el despertador en ese afán bondadoso de no molestar a su dueño, ha dejado de sonar. Pero las consecuencias han sido nefastas, el dormilón ya no tiene trabajo. La paradoja es que teniendo ahora todo el tiempo del mundo para dormir,le resulta complicado conciliar el sueño.
ResponderEliminarBuen relato, María Jesús, con miga, como de costumbre.
Un saludo.
Como siempre, os agradezco vuestros comentarios e interpretaciones dispares que siempre enriquecen el relato. La interpretación puede ser ambivalente, como tantas cosas en la vida. En cualquier caso, quién no ha padecido en algún momento de su vida el insoportable pitido de un despertador.
ResponderEliminarUn saludo, amigos.