El autobús
Subí al autobús. Estaba lleno. En la plataforma central un hombre en silla de ruedas me pidió por favor que le sacara el billete.
Accedí.
Sólo a la vuelta el hombre se dio cuenta de que yo llevaba desplegado mi bastón de ciego, ante lo que se deshizo en excusas.
Sólo a la vuelta el hombre se dio cuenta de que yo llevaba desplegado mi bastón de ciego, ante lo que se deshizo en excusas.
En un autobús, como en la vida, hay que actuar sin tener en cuenta las "discapacidades" todos somos iguales, lo único que hay que hacer es ayudar y facilitar la vida a los demás, no hay que poner barreras ni físicas, ni mentales que en ocasiones son las peores.
ResponderEliminarRelato reflexivo.
Un abrazo.
Javier yo no quería hacer pensar a la gente, pero sino, ¿para que sirve escribir?
EliminarLo descubrí por casualidad. Gracias por tus palabras.
Un abrazo de los dos.
Por fortuna, en nuestra sociedad se ha avanzado en temas de integración de personas discapacitadas y tanto autobuses como otros medios disponen de accesos adecuados. Este encuentro singular, puede ser incluso habitual en un día cualquiera, lo que dice, a mi modo de ver, cuánto se ha avanzado en integración de personas discapacitadas y cuánto nos queda aún por avanzar, frenados como estamos por recortes y falta de inversión.
ResponderEliminarUn encuentro cortés y singular, bien contado. Saludos, Gil
Muchas gracias Manuel por tu comentario. Saludos doe los dos, y es que somos dos.
EliminarEscribimos a fuo o a salgto de mata la hija del ferroviario y yo.
Yo siempre digo que la integración es una forma de exclusión. Me explico: la integración es la OPORTUNIDAD de participación parcial o condicionada de un miembro al resto, mientras que la inclusión es la PARTICIPACIÓN TOTAL de un miembro con el resto, en el que todos se benefician. Siempre debemos luchar por la inclusión total. Se habla mucho de los pasos que se han conseguido, pero son solo palabras, humo. Hace poco fui a un teatro municipal donde niños de la asociación de mi hijo fueron invitados a entregar unos premios y mientras los representantes del ayuntamiento se vanagloriaban del gran teatro que habían construido, les tuve que decir que al no haber una rampa para subir al escenario, o los premiados bajaban o no los podrían entregar. Resultado: nadie bajó del escenario, que la foto era lo importante, y los niños quedaron en un segundo plano. Los transportes públicos están mal acondicionados: generalmente tan solo hay una plaza para personas con discapacidad motora y si está ocupada y hay otra esperando en la parada, ahí se queda a esperar que tenga suerte de que en el siguiente la plaza esté libre. Para colmo, y como bien se refleja en el relato, no hay un sitio adecuado para que la persona pueda picar o comprar su billete, sin necesidad pedir el favor a otra. También creo que en una sociedad normalizada, en el caso que nos plantea el micro no caben las excusas: una persona le pide un favor a otra, se lo hace y se agradece. Las excusas solo acentúan, bajo mi punto de vista, la visión que tiene el señor que va en silla de la persona que le hace el favor, en la que ante todo ve a un invidente, en vez de a un ser humano como cualquier otro y como debería verse él.
ResponderEliminarInteresante relato que, como ves, hace reflexionar bastante. Y más a los que luchamos por normalizar el mundo, a pesar de que no se acaba de dejar.
Un abrazo, Gil.
Pablo.
Gracias, Pablo por tu comentario sevillano. Un abrazo de los dos.
EliminarDespués de leer el comentario de Pablo, que conoce como nadie este asunto y su problemática, poco se puede añadir. Es innegable el hecho de que la accesibilidad debería ser algo corriente y no excepcional, no puede costar tanto facilitar que cualquier ser humano pueda llevar la vida normal a la que tiene derecho. Como sucede con tantas cosas, es cuestión de voluntad.
ResponderEliminarCiñéndome más al relato, en concreto a estos dos personajes, uno ha logrado ser autosuficiente, en contraste con el otro, algo que podría ser extrapolable a todos nosotros. A veces las limitaciones se enquistan porque no hacemos nada por superarlas.
Un abrazo, José María y recuerdos a quien tú sabes
Angel pareces un cirujano semántico. Has logrado descifrarlo y di seccionarlo. Espero verter el 21
EliminarUn abrazo de los dos
Después de la lectura del relato y de los comentarios precedentes no apetece bromear, que es lo que iba a hacer yo. Se ve que tu texto da para mucho. Enhorabuena. Suerte y saludos.
ResponderEliminarJesus, espero esa broma. Yo soy el primero en reirme demi mismo. ya que sio no dominas la situación esta acaba por aplastarte. Espero la broma.
Eliminarun abrazo de los dos
Todos somos discapacitados o muy capacitados, según para que. Los límites a veces están en la mente, y otras veces no los vemos aunque sean muy evidentes. Nos dejas una buena reflexión.
ResponderEliminarUn saludo
¿Y a tí que te digo? Pensar es un palcer,nos hacde infelices, pero sabios.
EliminarUn abrazo de los dos.
La solidaridad exige ayuda, sin distinción de capacidades, y tu prota así lo ha hecho, dando buen ejemplo.
ResponderEliminarHas creado una situación que puede darse en cualquier momento.
Suerte, y un abrazo.
A ti, madrileña también te quiero ver el 21
EliminarGracias por tus palabras pero es un relato real como la misma vida
Nos vemos antes. Un Abrazo de los dos.
Está claro que un autobús (el transporte público en general), da para muchas historias y has dejado una que llama muchísimo la atención.
ResponderEliminarNos hace reflexionar sobre solidaridad e inclusión, que ya no digo integración, porque Pablo lo ha explicado divinamente.
Así que solo me queda decir que ojalá la INTEGRACIÓN sea posible en el día a día de todas las personas, trabajemos y luchemos por ello.
Un beso Jose Mari y dile a Dori que no se haga la remolona, la estamos esperando.
Besos mil a repartir.
Malu.
Los besos me los pienso quedar todos. Muchas gracias por tus comentarios, pero sabes que no me gusta hacer pensar
EliminarNo sabia que eras vecina. Espero verte el 21 sin excusas.
En este autobús se relacionan dos personas con diferentes discapacidades. Y la segunda puede ayudar a la primera sin ningún problema. Pablo nos ha explicado muy bien en qué consiste la inclusión, que es a lo que se aspira, y cuáles son los principales obstáculos diarios con los que se enfrenta.
ResponderEliminarGracias, José María, por elegir este tema y gracias a Pablo, por poner los puntos sobre las íes.
Abrazos.
A veces nos vemos afectados por la realidad y escribimos fantasiosas. Un abrazo de los dos Carmen.
EliminarLo importante y fundamental es ayudar, sea quien sea el que ayude y a quien se le ayude. Ese tendría que ser el elemento clave de nuestra vida en común, en sociedad.
ResponderEliminarDespués del sesudo comentario de mi amigo y paisano Pablo, que suscribo en su integridad porque también conozco de primera mano esas circunstancias a las que él se refiere, solo puedo añadir que este cincuenta es de los que nos hace reflexionar. Y espero y deseo que también sirva para que mejoremos como personas.
¡Enhorabuena, Gil, por tu historia, tan real como la vida misma y de un día cualquiera! Nos seguimos leyendo.
Abrazos.
Claro que nos seguimos leyendo y me gustaría verte en la presentacion de mi libro. Gracias por tus palabras. Si no os leo , de quien iba a aprender?
EliminarRelato con moraleja, a la antigua usanza. Qué bonita es la generosidad y qué importante el civismo y la educación. Como necesarias son tus palabras cada mes, Gil. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias Fernando, pero creo que eres un poco exagerado.
EliminarSi estas por madrid me gustaria verte el 21 aunque solo sea para aprender a escribir.
Hay un detalle en el relato que me llama poderosamente la atención. el momento en el que precisa que el autobús está lleno. Pero a pesar de este hecho, el hombre de la silla de ruedas pide ayuda, de lo que se infiere que a ninguna de las personas allí congregadas se le ha ocurrido echarle una mano. Por supuesto, el invidente queda libre del pecado de la no ayuda espontánea, porque no ha podido verlo. Y es ahí, en mi opinión, donde el relato adquieire su grandeza, en esa manera de poner de manifiesto que ese otro personaje colectivo que es la gente que viaja en el autobús (que podría ser la propia sociedad) pasa olímpicamente del tipo de la silla de ruedas.
ResponderEliminarMe ha parecido un relato sensacional, José María. Abrazos.
Muchas gracias, Carlos, eso era precisamente lo que quería destacar, has acertado de pleno, perdona que no te haya contestado antes, estamos muy liados.
EliminarUN ABRAZO DE LOS DOS