La vida castrense ya no es lo que era
Al poco de telefonear, el centinela escuchó lo siguiente: "Ha llamado usted al cuerpo de guardia. Si ha visto fuego marque uno. Si está indispuesto marque dos. Si se le ha disparado el fusil marque tres. Si se acerca el enemigo marque cuatro. En caso contrario, manténgase a la espera".
¡Qué bueno!, me ha gustado mucho, tu irónico tono inteligente.
ResponderEliminarSaludos
Me alegro que te haya gustado, María Jesús, eso al menos me compensa de los cabreos que llevo encima últimamente por culpa de ciertos buitres que han aprovechado las nuevas tecnologías para hacernos la vida más complicada y, en cuanto pueden, meternos la mano a la cartera.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Pues espera a la renovación del D.N.I. Lograrlo significa cientos de llamadas, esperas de tiempo indefinido. y cabreo por la eternidad, de "No le entiendo"
EliminarSaludos virtuales.
Yo creo que últimamente andan muy hermanadas la estupidez y la codicia y eso es un cóctel mortal.
EliminarQue bueno, Enrique, si es que parece una historia de las que contaba Gila al teléfono.
ResponderEliminarLa verdad es que hoy en dia son pocos los sitios a donde llamas y no hablas con un ordenador, siendo en ocasiones imposible hablar con una persona física. Yo he llegado a decir "me quiero dar de baja" y así ha sido la única forma de hablar con alguna persona, aunque no sé que es peor.
Un relato original y con crítica a una realidad que nos rodea y que era lógico que el ejército se viera también afectado.
Buen relato, Enrique.
Marca uno si quieres un abrazo, dos sí solo un saludo y tres si es hasta la próxima.
Un abrazo, Enrique.
Desde luego, el inmenso Miguel Gila, ha estado presente a la hora de escribir este microcuento. A mí es un cómico que no me cansa, me sé de memoria casi todos sus monólogos y, cada vez que los oigo, vuelvo a reírme.
EliminarPero el microcuento nació como desahogo de una situación real que he vivido con Movistar y en la que aún estoy implicado.
Así que, agitando en la coctelera a Miguel Gila, al servicio militar que, en mi caso, al ir voluntario me duró tres años, una vivencia personal y Kafka, pues las situaciones que vives con estos buitres son kafkianas, me ha salido este parto.
Si supiese hacerlo, hubiera grabado un vídeo y lo hubiese colgado en Youtube, pues los diálogos que mantienes con la gente que te atiende son surrealistas.
Muchas gracias por tu comentario, Javier, un abrazo.
Jajajaja.
ResponderEliminarMuchas gracias por esa risa, Dipandra, ante la prepotencia y abuso de los poderosos, muchas veces, sólo nos queda el humor, la ironía, la risa.
EliminarUn abrazo.
¿Es el enemigo?... pues deje de disparar, por favor, que tengo que cruzar el campo de batalla; ¿sabe?, es que se me ha acabado la leche... ¡No, la mala leche no se me ha acabado! Se me ha terminado de la otra leche... ¡Vale!... esperaré... ¿oiga?... ¡ya me han vuelto a colgar...
ResponderEliminarGila trataba con humor lo que era algo terrible, la guerra, él, precisamente, que la había vivido y que la había perdido. Creo que el humor nos hace ver con más claridad los disparates que cometemos los humanos, y hasta dónde podemos llegar en nuestro absurdo y crueldad.
EliminarSin que el pitorreo actual de las grandes empresas llegue al nivel de una gran tragedia, sí demuestra el desprecio hacia los demás y la codicia de quienes están al frente de esos monstruos inmensos ávidos de dinero.
Por eso, decir aquello de “el rey está desnudo”, nos sirve para desahogarnos y tomarnos una pequeña revancha.
Muchas gracias por tu comentario, Luis, un abrazo.
De mi época de mili en Ventas de Irún recuerdo que la mayoría del tiempo lo perdíamos esperando. También recuerdo que de telefono nada de nada. Como te pasara algo en una garita apartada y oscura lo llevabas claro hasta que vinieran a relevarte. Metes, irónicamente, el dedo en la llaga al mostrarnos el desprecio que muchas grandes empresas tienen por sus clientes. Me ha gustado, Enrique. Saludos.
ResponderEliminarSupongo que el microcuento también habrá hecho recordar a alguno el cómic y la posterior película tituladas Historias de la puta mili.
EliminarEn la mili que yo hice sí que había un teléfono en algunas de las garitas, principalmente, en las más alejadas del cuerpo de guardia. Pasarse dos horas, en invierno y en plena noche en una de esas garitas era una experiencia nada agradable; como compañía, estaban el paquete de tabaco y el transistor, pero una rata que saliese corriendo cerca de ti te daba un susto de muerte.
En cuanto a lo del desprecio de las grandes empresas por sus clientes creo que es generalizado, lo cual no es nada extraño en un mundo en el que, como le oí decir una vez a Antonio Gala, ya no se adora al becerro de oro, sino al oro del becerro.
Muchas gracias por tu comentario, Jesús, un abrazo.
Divertido e irónico 50. Siempre la espera se hace larga y más en tiempo de guerra cuando la respuesta tiene que ser inmediata y en esta ocasión de da que no va a llegar a tiempo.
ResponderEliminarMe encanta el tono desenfadado y acertado de tu micro.
Genial siempre Enrique.
Un beso.
El microcuento puede ser divertido, Belén, pero las circunstancias que lo inspiraron no lo fueron en absoluto, y tendrías que haberme visto echando pestes contra la empresa de telefonía de marras por haberme robado, por no solucionarme nada y por hacerme perder el tiempo, quedándose ya sólo la opción del arbitraje, la cual, conlleva unos cuantos engorros de papeles, fotocopias, gastos e, igualmente, pérdida de tiempo, algo de lo que todos esos buitres parecen que pueden disponer a su antojo, y yo considero que mi tiempo es valiosísimo como para andarlo perdiendo con semejante gentuza.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un beso de vuelta.
Bravo, Enrique. Marco un 10.
ResponderEliminarAbrazos.
Rafa, el 10 que, generosa y exageradamente me das, lo convierto en un 0 –no sé si patatero o puñetero- para todos los responsables de las grandes empresas que nos complican la vida y, al menor descuido, nos meten la mano en el bolsillo, como me ha pasado a mí recientemente.
EliminarLo cual conlleva dos situaciones irritantes: 1) No hacer nada y dejar que su robo sea efectivo. 2) Pleitear contra ellos y perder tiempo y energías para obtener –en el caso de que lo obtengas- un escaso beneficio económico, aunque sí moral.
Muchas gracias por el comentario. Abrazos, igualmente.
Excelente metáfora cargada de ironía que es válida para cualquier aspecto de la vida moderna, Enrique. Ni el mundo castrense es lo que era, ni los servicios mal llamados «de atención al cliente» de cualquier gran empresa, léase banca, telefonía, suministro eléctrico o grandes almacenes. Excelente.
ResponderEliminarComo muy bien dices, Fernando, la metáfora vale para cualquier aspecto de la vida moderna, en mi microcuento, quizá por influencia de Gila y por los tres años de mili que me chupé, la he trasladado a un cuartel, pero se está imponiendo en todo, resultando exasperante, hasta las oenegés funcionan así.
EliminarLas personas mayores han quedado excluidas totalmente, y tales engorros les causan trastornos e irritaciones gratuitas. Hace poco, mi suegro se cogió tal enfado con el banco, porque le obliga a sacar número en una máquina, con su correspondiente pantalla, para que lo atendiesen, que quería sacar todo el dinero. Le convencimos para que no lo hiciera diciéndole que al que lo llevase le haría otra faena igual o peor.
Muchas gracias por tu acertado comentario, Fernando, un abrazo.
Me he ido, inevitablemente, también a Gila.
ResponderEliminarDesde luego, querido Enrique, que las cosas no son lo que eran. Dichosas maquinitas... yo siempre pido la opción "hablar con un humano", ja, ja, ja...
Muy buena crítica con tono irónico, señor Angulo.
Un beso grande.
Malu.
Malu, no te has ido en vano a Gila, pues ha sido uno de los inspiradores de este microcuento, o como quieran llamarlo los especialistas y estudiosos literarios.
EliminarMuchos de los chistes que contaba Gila en sus monólogos son perfectamente aplicables a situaciones que vivimos hoy en día, por eso me parece el mejor, o una de los mejores humoristas de nuestro, un imprescindible, como reza el programa homónimo de TV2.
En cuanto a la opción esa de hablar con un humano, creo que el truco está en decir un palabro inexistente cuando la máquina en cuestión te da opción a ello, entonces, los chips del sistema se deben de volver medio gilipollas y te dicen eso de: “No se retire, le va a atender un comercial”.
Muchas gracias por tu comentario, un beso grande de vuelta.
Es que la crisis ha llegado a todos los lados y en todos los sentidos. Bueno, a tu imaginación, no. Muy divertido, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarYo creo que con la disculpa de la crisis hay muchos ‘listos’ que se están aprovechando para forrarse, la prueba está en que durante ella ha crecido el número de ricos, no hemos visto, como dicen que ocurría en la crisis del 29, a los millonetis arrojándose desde lo alto de los rascacielos neoyorquinos porque habían perdido hasta las pestañas.
EliminarLo cierto es que los empleos son cada vez peores y se gana menos y los clientes en muchas de nuestras compras hacemos todo o parte del trabajo que antes hacía una persona.
Lo de las máquinas clama al cielo, es una tomadura de pelo en toda regla y, para mí, hay un aspecto sangrante en todo esto, y es que los políticos les dejan hacer lo que les place a las grandes empresas, es como si el árbitro de un partido le permitiera todo al equipo más fuerte que, muchas veces, casi suele ser así.
Muchas gracias, Juana, por tu comentario. Un abrazo de vuelta.
Y qué quieres. Con una ministra en diferido, tecnología punta...
ResponderEliminarA la interfecta en cuestión, la he apodado Lady Finiquito, tengo otras ladies en mi colección, pero no viene ahora a cuento mentarlas.
EliminarPero sí, los políticos con sus complacencias, sus bajadas de pantalones y sus puertas giratorias son los grandes culpables de tantos males como nos aquejan a los ciudadanos, y ante los que uno se siente impotente, pues resolver la menor de las nimiedades supone sumergirse en un océano de engorros y de papeles que te dejan el cerebro laminado, por no hablar de lo temblorosa que se queda a veces la cartera.
Muchas gracias por tu comentario, Patricia, un abrazo.
La mecanización y el mundo globalizado, en el que todo se parece, puede conducir a situaciones como las que describes, nunca imaginadas por el humorista del absurdo más lúcido. A saber cuál era la urgencia que motivó la llamada del soldado. Quizá se desangra el pobre, o ha comenzado la Tercera Guerra Mundial sin que nadie, más que quienes la han provocado, se entere. Si además, ese astuto enemigo y, sin duda, hábil estratega, ha atacado en coincidencia con un fin de semana, vacaciones estivales o una final de fútbol de gran rivalidad, las consecuencias del efecto sorpresa serán insalvables.
ResponderEliminarUn relato que, bajo un halo de comicidad, que siempre se agradece, pone el dedo en la llaga de uno de los males de nuestro tiempo, demasiado dependiente de la tecnología. Hay funciones en las que los seres humanos no deben ser sustituidos, por mucho que digan que una máquina no se equivoca.
Un relato, en suma, con la virtud de divertir y evidenciar una realidad susceptible de mil debates.
Un abrazo fuerte, Enrique
Desde luego que los inventos tecnológicos cada vez más acelerados no sabemos hacia dónde nos llevan, pero mucho me temo que quienes pueden controlarlos y apropiárselos no los van a poner al servicio de la humanidad, sino al servicio de sus intereses de poder y de dinero, y todo eso da pie a imaginar toda clase de distopías.
EliminarPuede parecer una cuestión menor o un pequeño engorro lo de hablar con máquinas, pero creo que tiene mayor trascendencia, a mí muchas veces me hace sentirme como el agrimensor K, el protagonista de la novela de Kafka El castillo, que por más que esfuerza no logra aclarar su situación en la aldea a la que ha llegado y que la gobiernan unos misteriosos señores, una burocracia siniestra y hasta absurda.
Pero, al menos, sabes el nombre de alguno de ellos, sobre todo el que lleva el caso del agrimensor, un tal Klamm, porque la sensación que tienes cuando te atienden en uno de esos teléfonos es que, cuando consigues traspasar la barrera de las máquinas, la persona con la que hablas es un simple peón con un poder mínimo de decisión, y que tras él hay todo un entramado que no te puedes ni imaginar, cuya misión es envolverte en una tela de araña exasperante que, al final, te deja ahíto, y, en ese momento, se lanzan sobre ti para chuparte la sangre con avidez.
Es entonces cuando tienes que echar mano de Gila para luchar contra esa pesadilla con el humor, aunque Kafka también tenía su humor, al parecer, cuando les leía a sus amigos sus relatos y novelas, todos se partían de risa.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, y un abrazo, al menos, igual de fuerte.
Yo soy de la época en la que en el cuartel solo había un teléfono con una cola de veinte soldaditos a la espera, así que no llamaba nunca a casa. En fin, pasamos por La cabina, de José Luis López Vázquez, con su nave cementerio, y ahora las nuevas tecnologías nos arrollan, quién sabe si no seremos robots los que leemos estos maravillosos 50's.
ResponderEliminarUn abrazo y un bip doble.
En el cuartel donde presté mis servicios a la patria, los teléfonos que había eran para comunicarse con el cuerpo de guardia. Supongo que suboficiales y oficiales tendrían algún teléfono a sus disposición para las llamadas externas, pero la tropa teníamos que buscar cabinas en la jungla urbana, no sé si en alguna estaría el fantasma de José Luis López Vázquez, lo que sí que es cierto que entonces la Telefónica, ya te chupaba el dinero no devolviéndote lo que no habías gastado en la llamada y hasta tragándose alguna moneda sin darte nada a cambio. O sea, que de casta le viene al galgo.
EliminarEn cuanto a lo que nosotros mismos seamos robots, pues no diría yo que no, ni tampoco a que nos estuviesen manipulando entre bastidores, vistas las salvajadas y estupideces que hacemos en esta vida, igual cualquier día nos descubrimos un chip en cualquier parte de nuestro cuerpo, igual cualquier día nos enteramos de que sólo somos un robocop o un terminator.
Gracias, Pepe, por tu amable comentario. Y un abrazo similar al que me has dejado.
Mis reverencias, señor Angulo. Para hacer humor del bueno, pienso que hay que tener la chistera muy bien amueblada, porque reír, lo que se dice reír, se puede uno reír de cualquier cosa haciendo mofa fácil, buscando el recurso agradecido de los que condescienden con lo grosero y lo insustancial, con el chiste de marras que pone lupa al defecto de los demás: si eres inmigrante, al color; si eres mujer, al tópico; si eres homosexual, a la pose afectada y mariquitil y etc.
ResponderEliminarPero tu humor se descuelga del palo mayor de la ironía, que no es solo risa y carcajada, sino que en su cesta convergen la crítica y la reflexión de tal manera, que arrojan sobre el mundo y sus hechos una nueva visión que nos permite, de un lado, relativizar nuestro punto de vista y salvaguardarnos del dramatismo y, por otro, afilar la perspectiva sobre los asuntos al distanciarlos; también, por si no fuera suficiente, cultivar inteligencia y estilo a la vez que nos permitimos gozar y reírnos no de este o de aquel, sino de los vicios y deformidades del nosotros social como colectividad organizada .
En alguna entrevista, Bryce Echenique dijo que el humor era un pararrayos vital. Y tu afilada forma de escribir lo despliega no solo para ampararnos bajo su radio de acción, sino que aplaude al maestro Gila creando una genial controversia telefónica a modo de batalla en campo enemigo.
Un abrazo, Enrique, con la amplia sonrisa que me deja la chispa de su ingenio.
Decía Woody Allen que por muy buena que sea una comedia nunca la pondrán a la misma altura que un drama, probablemente sea verdad, pero yo también valoro mucho la capacidad para hacer humor inteligente, y a los genios del humor los coloco, por lo menos, al mismo nivel que a los genios del drama.
EliminarShakespeare, para muchos el escritor más grande de todos los tiempos, tuvo la capacidad de hacer grandes tragedias y grandes comedias, algo que está al alcance de muy pocos. ¡Y qué decir de la sutil ironía de Cervantes!
Así que si a este microcuento he conseguido añadirle una pizquita de ironía y de humor, me siento congratulado con ello, y si he conseguido alguna sonrisa y hasta alguna risa, pues miel sobre hojuelas.
También me satisface que Gila haya salido tanto a colación en los comentarios, pues le tengo un gran predicamento. Oigo monólogos del club de la comedia, y que me perdonen, pero, para mi gusto, ninguno le llega a la suela del zapato, es raro que alguno de ellos me haga reír, sin embargo, escucho a Gila por enésima vez y me parto en la primera frase.
En fin, muchas gracias, Manuel, por tu generoso y preciso comentario, son estas pequeñas cosas, que diría Serrat, sobre todo esa amplia sonrisa, las que te dan grandes satisfacciones.
Un abrazo.
Desde el título, un relato irónico y socarrón. Cincuenta palabras que trivializan a un ejercito que no tendría sentido simplemente si hiciéramos justicia a nuestro adjetivo antropológico, "racional". Me ha encantado, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarLo de racional no sé a quien se le ocurrió, pues de racionales, la mayoría de las veces, tenemos muy poco. En cuanto a la ironía y el humor hay ciertas instituciones que carecen de él en absoluto, y si lo tienen es un humor burdo y faltón.
EliminarCuando hice el servicio militar, usar el humor me costó más de un disgusto, el mayor de ellos fue pasarme un mes y un día en el calabozo por hacerle una observación irónica a un teniente.
Tampoco las grandes empresas en las que está inspirado el microcuento tienen sentido alguno del humor, si lo tuviesen, verían lo ridículas que son las triquiñuelas y trampas que se inventan para meternos la mano en el bolsillo.
Muchas gracias, Salvador, por tu comentario. Un abrazo de vuelta.
Enrique, muy buen 50. Has sabido dar una visión irónica a las nuevas comunicaciones con las que nos encontramos cada vez que intentamos hablar con una compañía de suministros, de servicios, etc. Seguro que en el ejército todavía es peor, sobre todo por lo de la jerarquía y la autoridad. Has logrado hacerme reír y se agradece.
ResponderEliminarEnhorabuena, un micro muy divertido.
Besos apretados.
Pilar, si te he hecho reír mi pequeña parodia ya está más que justificada, pues ante esos caraduras –los de la cúpula- que nos hacen perder tanto tiempo y nos torean cuanto quieren, con el único fin de lucrarse hasta el infinito, el mejor recurso que tenemos a mano es el del humor y la ironía.
EliminarEn el ejército no sé cómo irán las cosas, cuando yo salí del cuartel me prometí no volver a pisarlo –a no ser que me llevasen obligado-, pero supongo que pasarán también cosas absurdas y surrealistas, pues la tontería de las modas y las costumbres suelen extenderse como una mancha de aceite.
Muchas gracias por tu comentario, Pilar, y te devuelvo esos besos.
Te ha salido un micro surrealista, ácido y divertido, Enrique, pero me he quedado con las ganas de saber dos cosas: 1) ¿Para qué telefoneaba el centinela? y 2) ¿Cuál es la musiquita de espera tras la locución de la operadora?
ResponderEliminarAbrazo.
Si el micro es surrealista, ácido y divertido ya es mucho, sólo ha sido una especie de divertimento, un desahogo por la cantidad de tiempo que me han hecho perder y, me temo, me harán perder en el futuro, todas esas grandes compañías que no sólo es que no se hayan leído la Ética a Nicómaco, yo creo que no han leído ni la hoja parroquial.
EliminarEl centinela no sé para qué telefonearía, a mí, las veces que hice guardia en la garita nunca se me ocurrió hacerlo, ni siquiera les pedía el santo y seña a los que llegaban al cuartel a las tantas de la noche después de saltarse la tapia tras haber estado de farra en la ciudad, más que nada porque yo solía hacer lo mismo. En cuanto a la musiquita, supongo que sería alguna marcha militar, no creo que fuese el Himno de Riego.
Muchas gracias por tu comentario, Carles, un abrazo.
Carles!, veo que tu también te preguntas por la música de espera, jajaja
EliminarLa crítica al mundo de las grandes empresas con sus teleoperadoras se merece un humor satírico e inteligente como el tuyo, que bebe de la fuente del gran Miguel Gila.
ResponderEliminarEl hecho de que lo hayas centrado en el ejército lo hace más absurdo y divertido. Supongo que, como los tiempos han cambiado, la voz enlatada de la máquina será femenina. Espero que no suene ningún himno en el tiempo de espera.
Un micro genial, Enrique. Un gran abrazo.
Las grandes empresas con sus teleoperadoras se merecen muchas críticas y muchas burlas, y también alguna que otra colleja, o mejor, algún que otro capón, si es que eso fuera posible, pero los grandes directivos, los pollos del consejo de administración, los ejecutivos agresivos –que ya ni sé si existen- y demás ‘listos’ que están en las cúpulas de esos monstruos de hacer dinero, procuran apretar el limón de los beneficios hasta su última gota.
EliminarPor ejemplo, César Alierta, el presidente de Telefónica ganó en 2015 8,69 millones de euros, al cual le habían subido el sueldo un 16 %. Como dice el Evangelio: “El que quiera entender que entienda”.
Y has apuntado muy bien lo de Gila, pues su humor siempre lo tengo muy presente, y lo de situar la escena en un cuartel, en efecto, pone más en evidencia el absurdo –aquí ya entraría también Kafka- en el que nos hacen vivir sin que nadie, de todos esos salvadores de la patria y amigos del pueblo que se van sucediendo en los altos cargos políticos lo remedie.
Y me temo que sí, que mientras el soldado espera suena algún himno, y no precisamente el de Riego, como le he dicho a Carles.
Muchas gracias, Carmen por tu comentario, un gran abrazo también de vuelta.
¡Ja, ja, ja! ¡Buenísimo cincuenta, Enrique! Solo ha faltado la opción final: «¡Soldado, salga por pies!». ¿Será eso lo que le digan que haga cuando termine el tiempo de espera?
ResponderEliminarIronía con toque (nunca mejor dicho) militar.
¡Enhorabuena! Nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
No sé qué le ocurriría al soldado tras ese tiempo de espera, dado que los seres humanos enseguida nos deslizamos hacia la estupidez, al que haya montado tal sistema en un cuartel puede habérsele ocurrido cualquier cosa, ninguna buena, me temo.
EliminarPorque el Cincuenta no permite desarrollar más la historia, pero tras las opciones que da la máquina, aparte de las musiquitas, podría haber también algo de publicidad, tal y como hacen muchas de esas grandes empresas que, aprovechando que te tienen colgado al teléfono, te ofrecen, además, sus insuperables paquetes que, a poco sensato que seas, no deberías rechazar. En fin, en tales circunstancias me hubiese gustado ver a Job.
Muchas gracias por tu comentario, José Antonio, y esperemos y deseemos que nos podamos seguir leyendo.
Un abrazo.
Me has recordado los chistes de Gila y del teléfono y de la guerra, cuando él ya no está para contárnoslo. Es un contestador digno de él, no te quepa duda.
ResponderEliminarjeje
Gila, desde luego que estaba presente, con su inseparable teléfono, en mi cabeza cuando escribí esta parodia, y seguro que, de vivir, hubiese hecho algún sketch desternillante sobre este asunto que, cuando nos toca vivirlo no resulta nada gracioso y sí muy irritante. Así que no has podido hacerme mejor elogio que decir que tal contestador es digno de él.
EliminarMuchas gracias por el comentario, Luisa, un abrazo.
Me has hecho reír, es muy irónico.
ResponderEliminarMaite, si te he hecho reír el objetivo está cumplido, pues ciertos esos abusos ante los que parecemos estar impotentes, el único recurso que nos queda para vengarnos es el de la ironía y el humor.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Un abrazo.
Genial, Enrique. A mí también me ha llevado automáticamente hasta Gila, aunque pienso que Kafka se habría valido muy bien de esta situación tan habitual ahora para aún hacer más desesperante la situación del pobre Josef K. Gran sentido del humor el que muestras en esta historia, y que, por cierto, no es ninguna sorpresa después de todo este tiempo, ;-).
ResponderEliminarEnhorabuena, tocayo, y un abrazo.
Desde luego que Gila está presente en el microcuento -si es que puede llamarse así, los puristas del género no lo harían, supongo-, más que nada porque siempre ha sido una referencia para mí, pero también es cierto que está Kafka, pues estas pesadillas modernas me recuerdan a sus dos obras inacabadas más enjundiosas –El proceso y El castillo-, de hecho el Diccionario de la Real Academia ha incluido el adjetivo kafkiano para referirse a situaciones absurdas, o angustiosas, y las conversaciones que suelen producirse, primero con unas máquinas y después con unas personas, supongo que mal pagadas y que quizá no vivan en España, resultan realmente de lo más absurdas, y uno, tras haber perdido, a veces, más de media hora al teléfono para no solucionar un problema que tiene, acaba con esa sensación de irrealidad e impotencia que es parte de la atmósfera que nos transmite Kafka en su singular literatura.
EliminarY el sentido del humor procura uno tenerlo, aunque la experiencia y el paso de los años creo te van haciendo más crítico y menos paciente para situaciones que antaño les dabas menos importancia.
Muchas gracias por tu comentario, Enrique, y un abrazo de vuelta.
¡Jajaja! Muy bueno, Enrique.
ResponderEliminarMe imagino que si viene el enemigo marcará 423 : 4 porque vienen, 2 porque se indispondrá automáticamente y por el pánico que sentirá se le disparará el fusil.
Si además le da a un depósito de combustible a algo similar igual también marca el 1. Total el 4231 :-))
Por cierto, ¿qué música de fondo pondrán para el tiempo de espera?
Un abrazo.
Carme.
Como muy bien dices, en tal situación, puede ocurrir lo más disparatado, y no sólo porque el centinela disponga de fusil, no estaría uno muy tranquilo en ese cuartel, ni en el país que haya organizado de esa forma sus ejércitos.
EliminarEn cuanto a la música de fondo, como le he comentado a Carles, supongo que será alguna marcha militar, aunque en tal situación surrealista –similares las solemos vivir en nuestra cotidianeidad- igual ponen algo de heavy metal.
Muchas gracias por tu comentario Carme. Un abrazo.
Tras un texto paródico, Enrique, muestras una realidad nada divertida. A mí las llamadas en espera me hacen pensar en todos aquellos momentos de la vida en que se pospone la respuesta, cuando sería imprescindible que se recibiese al instante. No voy a dar ejemplos. Cada uno de nosotros tenemos prioridades diferentes y es realmente frustrante cuando nuestra necesidad se ve infravalorada y ninguneada, en pos del desinterés y la burocracia, en muchos casos.
ResponderEliminarBesos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, María José, que esa realidad no es nada divertida, de hecho, la idea de escribir esta parodia surgió de una circunstancia real, y das también en el clavo al relacionar esas llamadas en espera con los momentos de nuestra vida en que se pospone la respuesta.
EliminarPor eso, la parodia tiene un lado irónico y humorístico inspirado en Gila, pero por otro está Kafka, quien pareció adivinar con casi un siglo de antelación las pesadillas burocráticas y absurdas que se nos iban a venir encima. ¡Y lo que nos quedará por ver si el destino quiere concedernos muchos años de vida!
A mí, aparte de la desfachatez y sinvergonzonería de todos esos buitres de las grandes empresas, me enfurece la dejadez e hipocresía de los políticos a la hora de defendernos de todos esos abusos.
Muchas gracias por tu comentario. Besos de vuelta.
Con mucha ironía y oficio, has compuesto un relato realmente gracioso. Un '¡zasca!' a esas compañías que hacen insufrible cualquier gestión interponiendo esos malditos robots de voz.
ResponderEliminarBuena historia, gran ritmo y un excelente sentido del humor componen un 50 de muchos quilates.
Enhorabuena, Enrique.
Un fuerte abrazo.
Lo malo de ese zasca es que esas mentes perversas que piensan cómo complicarnos la vida para aumentar sus beneficios no se van a enterar, pues están en unas altas esferas a las que el común de los mortales no puede llegar de forma alguna, aunque otro gallo nos cantaría si supiésemos organizarnos y luchar contra sus abusos.
EliminarNos queda la ironía y nos queda el humor, nos quedan las palabras y esta sana camaradería que reina en esta página, y nos quedan todas las cosas buenas que nos haya dado la vida, o que nosotros hayamos sabido proporcionarnos.
Muchas gracias por tu comentario, Antonio, un abrazo fuerte de vuelta.
:D No te podía haber quedado un micro más ingenioso, Enrique. Todos nuestros operadores están ocupados, le atenderemos en breves momentos, por favor, siga a la espera... Muchos besos y felicidades.
ResponderEliminarLo cierto es que cada vez que tienes que hacer una reclamación o intentar aclarar algo con algunas de esas grandes empresas se produce una situación que yo la llamaría kafkiana de baja intensidad. Hay veces en las que te dejan un montón de minutos a la espera, hay veces que les hablas a las máquinas y te repiten una y otra vez que no te entienden, hasta que te cabreas y cuelgas; hay veces que llegas al fin a un individuo de carne y hueso y te dice que no está capacitado para resolverte el problema y te remite a otro compañero, el cual, casualmente, no te coge el teléfono...
EliminarEn fin, un auténtico pitorreo y un abuso como tantos otros ante los que en absoluto estamos protegidos por ese estado al que hay que alimentar con nuestros impuestos. Todo muy irritante y frustrante, aunque para escribir el micro he echado mano de Gila y del humor.
Muchas gracias por tu comentario, Matrioska, besos de vuelta.
Me ha encantado como has enfocado la vida castrense con este humor añejo, y haciéndome recordar las interminables charlas con máquinas con ciertas compañías telefónicas de cuyo nombre no quiero acordarme.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Mejor no acordarse de la cantidad de tiempo que nos han hecho perder esas máquinas, ni de las situaciones absurdas que hemos vivido. Y luego encima te llaman para que los valores, que, en realidad, a quien valoras es a un pobre currito que estará explotado y mal preparado, con un contrato basura y temporal.
EliminarLa vida castrense no sé por qué derroteros irá, pero dado el deterioro de todo no creo que se hayan librado de la estupidez que nos invade, o de los manejos sibilinos de quienes sólo buscan el poder y el dinero. Permita Dios que se gasten todo lo que ganan de esas maneras en botica, que diría un compañero de mili que tuve.
Muchas gracias por tu comentario, Pablo, un abrazo.
Muy irónico y real. A veces resulta una odisea hablar con cualquier operador de cualquier compañía. Y eso pasa factura a las empresas porque no, no nos gusta hablar con máquinas y cuanto más rápido lo comprendan estas empresas, mejor les irá. Y a nosotros, también.
ResponderEliminarMuy bueno, Enrique. Besos.
Olga, no sé si esas grandes compañías comprenderán que no nos gusta hablar con máquinas, y no sólo eso, que no nos gusta que nos tomen el pelo, que es lo que suelen hacer, que la gente está muy enfadada con todos estos temas, pero es que te vas de Guatemala y te metes en Guatepeor.
EliminarTe la lían en una de esas empresas, te encolerizas, te cambias a otra, y te hacen otra faena similar o peor, lo cual acaba siendo una pesadilla. Por no hablar de los problemas que te da ese cambio, con, a veces, cargos indebidos en tu cuenta y llamadas continuas para preguntarte por qué te has ido, qué te ha ofrecido la competencia, y que ellos están dispuestos a mejorarlo.
Parafraseando al gato Jinks, diré que odio a muerte a esos malditos buitres.
Muchas gracias por tu comentario, Olga, y un beso de vuelta.