Medallas sin valor
En una oscura esquina veía la noche pasar; asustado por los innumerables terrores que albergaba en su ser, gritos, lamentos e incontables cuerpos que yacían muertos en el suelo; algunos habían muerto por sus manos, "eran órdenes de su coronel", se repetía. "Las medallas no siempre merecen tal sacrificio", pensaba.
La conciencia sopesa nuestros actos y ante algunos no encuentra justificación, aunque respondan a órdenes recibidas y sean premiados con medallas. El mejor premio es una conciencia tranquila, paz de corazón y equilibrio personal.
ResponderEliminarNo obstante, nada más lejos de mi intención que juzgar a tu protagonista. Hasta que no vivimos en los términos que expresan situaciones extremas, no sabemos si actuaremos en consecuencia con nuestra forma de pensar o seremos arrastrados por la inconsciencia de actos deleznables que otros nos impulsan a cometer.
Un acertado relato que nos mueve a reflexionar sobre la consecuencia vital de actos de muerte y violencia sobre nuestros semejantes.
Saludos, Rubén.
Muchas gracias Manuel por tu comentario. Saludos.
EliminarRubén, tu protagonista se repite que fueron ordenes, pero aún así tiene remordimientos de conciencia, ni por muchas medallas que le den, no justifican nada.
ResponderEliminarUn buen relato reflexivo sobre la guerra o la violencia justificada ¿hay muertes justificadas?
Un abrazo, Rubén.
Muchas gracias por tus palabras Javier. Un abrazo
EliminarLa guerra deja muerte y mutilación, tanto en los que son eliminados siguiendo una bandera de una nación, como los que se constituyen como mano ejecutora. Es una cuestión delicada, como bien sugiere Manuel Bocanegra, y no se debería juzgar al soldado, por lo que es su trabajo. Lo que sí le engrandece, creo yo, es que tenga remordimientos de conciencia.
ResponderEliminarUn abrazo, Rubén.
Muchas gracias por tu comentario María José. Un abrazo
EliminarMagnífico micro antibelicista, que cuenta los horrores y sinsentido de las guerras en tan solo cincuenta palabras. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro que te haya gustado Fernando. Saludos.
EliminarBuena reflexión antibelicista. Es difícil saber hasta dónde puede llegar el ser humano en situaciones extremas y creo yo que es preferible no averiguarlo. Me produce rubor y pena.
ResponderEliminarBuen micro Rubén.
Un abrazo, sobrino.
La verdad es que sí; es una situación difícil, donde la acción que tomes cargará sobre tu conciencia el resto de tu vida.
EliminarUn abrazo, tio.
Hombres lanzados a una lucha en la que la vida no vale nada, un juego absurdo y macabro donde todos pierden. Ni siquiera los supervivientes, los supuestos vencedores, tienen nada que celebrar. La locura llevada a su grado máximo no puede tener buenas consecuencias ni justificación, no hay medalla que la compense, como bien reflejas en el título, ningún discurso o arenga puede engañar a todos durante mucho tiempo. El problema es que la demencia se repite, y que cada vez es peor.
ResponderEliminarUn saludo Rubén.
Muchas gracias por tus palabras Ángel. Un saludo.
EliminarLo malo es darse cuenta cuando el daño está hecho. Cuántos chiquillos se habrán hecho hombres de golpe, sacudidos por una conciencia estupefacta y temblorosa.
ResponderEliminarUn buen micro para la reflexión, Rubén.
Muchas gracias por tu comentario Patricia. Un saludo.
EliminarPuede que tu personaje haya ganado unas medallas en nombre de un falso sentido del honor y la obediencia, pero, a cambio, parece haber perdido su tranquilidad y parte de su vida. Enhorabuena, Rubén. Un saludo y suerte.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Jesús. Saludos.
EliminarHombres que luchan y matan "por orden de". Medallas ganadas matando no son medallas, son losas que deben pesar de por vida.
ResponderEliminarGran reflexión la que nos dejas, Rubén. Enhorabuena.
Malu.
Muchas gracias por tu comentario Malu, me alegra que te haya gustado. Saludos.
EliminarRubén, todas las guerras dejan víctimas y daños colaterales, entre vencedores y vencidos. Cuando se cumplen órdenes que van contra la conciencia del que las ejecuta, es muy difícil de olvidar el horror y el daño ocasionado.
ResponderEliminarBuen relato.
Besos.
Muchas gracias Pilar. Saludos.
EliminarLa guerra es ausencia de paz en su sentido más amplio y siempre deja víctimas. El protagonista de esta tu historia tendrá que llorar a todos sus muertos, de su bando o del enemigo, y seguir viviendo con ello.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Ruben.
Muchas gracias por tus palabras Carles. Saludos.
EliminarEs muy difícil para el protagonista sobrevivir a las muertes ejecutadas por su mano, aunque haya cumplido órdenes en medio de una guerra.
ResponderEliminarBuen relato antibelicista, Rubén. Un abrazo.
Muchas gracias por tus palabras Carmen. Un abrazo.
EliminarLa "obediencia debida" exime de responsabilidad a los que, en los conflictos bélicos, tienen muertos a sus espaldas. Aunque luego, como el protagonista de tu interesante relato, tengan que sufrir de por vida el peso de la conciencia. Es una de las sinrazones de la guerra. Un tema de obligada reflexión, Rubén. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Juana. Saludos.
EliminarLos remordimientos de los crímenes de guerra magníficamente expresados en este cincuenta antibelicista. Cuando se mata, ningún premio compensa una muerte. El título, muy acertado.
ResponderEliminar¡Enhorabuena, Rubén!
saludos.
Muchas gracias por tu comentario José Antonio. Saludos.
EliminarMatarse unos a otros es una monstruosidad, premiar por ello es una demencia. No creo que ninguna medalla pueda acallar el arrebatar la vida a otro ser humano, por mucho que se haga acatando órdenes. Buen micro, Rubén, felicidades. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Matrioska. Saludos.
EliminarBuen relato antibelicista.
ResponderEliminarMuchas gracias Maite. Saludos.
EliminarMuy buen alegato contra el absurdo cruel que supone toda guerra.
ResponderEliminarEnhorabuena, Rubén.
Saludos.
Muchas gracias por tus palabras Enrique. Saludos.
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