Ragnarök: la batalla final
Ahí puedes ver, alineados en orden de batalla, a los ejércitos del inframundo encabezados por la cruel serpiente Jördmundgander y el lobo Fenrir; y el de los dioses moribundos, Odin, Freya, Thor.
Toda la tierra morirá abrasada, desaparecerán las estrellas, y el eco del martillo dejará de retumbar para siempre.
Toda la tierra morirá abrasada, desaparecerán las estrellas, y el eco del martillo dejará de retumbar para siempre.
Pepe, no sé mucho de historias fantásticas y de dioses, no es lo mío, pero tu relato al leerlo uno puede ver esos ejércitos dispuestos para la batalla, con mucho colorido y con monstruos y seres fantásticos.
ResponderEliminarMe gusta esa frase final. es contundente y refleja una destrucción total.
Un abrazo, Pepe.
No me digas que no sabes de esas historias, cuando lo tuyo es pura fantasía.
EliminarGracias Javier, un abrazo.
Me sumo a lo dicho por Javier, tampoco es mi tema... No obstante, es cierto que haces vibrar el mundo con tu ciencuenta, Pepe. Es un relato sonoro y potente.
ResponderEliminarGracias, Fernando, la mitología a veces viene disfrazada de leyenda o de cuento, y creo que debería ser un terreno trillado.
EliminarSaludos.
Pues ya somos tres. Por lo que he podido leer en Google, Ragnarök es, según la mitología nórdica, la batalla del fin del mundo.
ResponderEliminarMe estoy perdiendo mucho yo sobre todos estos temas, pero gracias a tu micro hoy me he instruido un poco. Me ha interesado que en las sociedades guerreras vikingas, morir en batalla era un destino admirable. Yo lo siento, pero no quiero morir en ninguna batalla, dicho sea de paso.
Contundente y muy descriptivo este relato "la batalla final".
Enhorabuena, Pepe.
Malu.
Bueno, eso de morir en la batalla, lo tienen todos los que no tienen más valor para la vida, la propia o la ajena, de ahí al fundamentalismo hay un paso muy corto.
EliminarGracias Malu.
un beso.
Pepe Illarguia, nos pones al pie mismo de la batalla. Esa voz hipnótica y contundente que habla directa al tú, nos coloca a vista de pájaro sobre el poderoso ejército del inframundo y bien nos amenaza, o nos incita a pelear junto a ellos. Yo siempre he militado en los ejércitos comandados por Thor, pero es tanto el ímpetu de este ser oscuro que nos habla que igual me dejo arrastrar por su verbo y me paso de bando. Por una vez, estaría bien estar con los malos. Depende a quien encarnen unos y otros en el panorama actual tan relativista.
ResponderEliminarPoderoso texto que hace vibrar como un trueno toda la página.
Un abrazo guerrero.
Esa voz, amigo Manuel, es la voz del bardo, que dicen que se juntaban en lo alto de la colina y peleaban uno de cada bando, y en la lucha de versos ganaba el que lograba adivinar el dios del otro. Hay un comienzo parecido en el Baghavad Gita: "Contempla allá, maestro, el gran ejército de los Pandavas, dispuesto en orden de batalla, por tu sabio discípulo, el hijo de Drupada".
EliminarAbrazo de guerrero a guerrero.
En una línea semejante a la de los apreciados compañeros, reconozco mi ignorancia personal sobre esta materia en concreto, lo que no quita para que esa batalla final que describes, con protagonistas de nombre sonoro, suene épica y definitiva. A Thor le recuerdo más como personaje de cómic de mi infancia, poderoso hijo del dios Odín, con su martillo invencible, todo un personaje basado en la mitología nórdica.
ResponderEliminarUn saludo, Pepe
En todas las culturas aparece ese martillo, bien como la maza de Hércules o el rayo de Zeus Tonante, es una lanza en el Celta Lug, y la nube que acompaña a los israelitas durante cuarenta años por el desierto. Por eso no parece que sea tan lejana esa cultura nórdica, los nombres sajones para el miércoles Wednesday, Thursday y Friday (el día de Odín, de Thor y de Freya), así lo indican.
EliminarUn abrazo Ángel.
Gran efecto el que consigues con estas pocas palabras, incluso en quien, como yo, desconozca casi todo sobre esta mitología y la fatídica guerra.
ResponderEliminarEnhorabuena, Pepe. Magnífico trabajo.
Saludos.
La verdad es que con tanto preámbulo al final se quedan cortos los límites del cincuenta, aunque con esos nombres tan sonoros se podría llegar a llenar una página con menos.
EliminarGracias Enrique, un saludo afectuoso.
Me pasa como a los compañeros: he tenido que tirar de google. También me quedo con la potencia sonora de tu texto. enhorabuena y suerte. saludos.
ResponderEliminarGracias Jesús, a mí, si te confieso una cosa, casi me pasa lo mismo, gracias sean dadas a San Google, por este y por muchos trabajos.
EliminarUn abrazo.
Pero pasarán los años, los siglos y los eones, y la tierra quemada temblará sobre las ruinas de Khazad-dûm. La puerta de Moria volverá a abrirse y un ejército de enanos portará el nuevo martillo con el que invocarán a un nuevo y joven Thor, el liberador de los reinos que sucumbieron al final que nunca debió escribirse.
ResponderEliminarEl gusto ha sido mío, señor Illarguía.
Invocar, no sé milady Richmond, Ragnarök es el nombre del gato de mi hijo, el abogado. Es un gato enorme, y creo que se merecía un buen 50.
EliminarUn abrazo y un beso.
Pepe, imagino a todos los ejércitos preparados para la batalla final, donde no habrá vencedores ni vencidos, solo destrucción, y me echo a temblar.
ResponderEliminarMe ha resultado un micro muy visual, muy bien contado.
Enhorabuena.
Besos
¡Ay Pilar!, yo solo de pensar en los cuatro jinetes cabalgando por las cuatro esquinitas..., y entre ellos susurran palabras de amor y paz, solo para despistar. Me quedo con lo que dices, no habrá ni vencedores ni vencidos.
EliminarUn beso.
Me sumo a los cincuentistas que desconocen estas historias mitológicas escandinavas, pero tu primer párrafo cumple una función, a mi modo de entender, simplemente introductoria, porque la verdadera historia aparece en el segundo y contundente párrafo que en sí mismo posee un valor independiente. Y que me ha encantado, lo confieso.
ResponderEliminar¡Enhorabuena, Pepe, por tu cincuenta!
Un saludo.
Gracias José Antonio, si te fijas en todas las mitologías, léase religiones, siempre hay un caos al principio y un apocalipsis al final. En medio nos queda esa tierra calcinada en la que vivimos.
EliminarCielo e infierno que rescatamos con estos cincuentas.
Un saludo.
Aunque yo sea del grupo de los ignorantes en temas de mitología escandinava, pienso que no necesito conocerla para deleitarme con tu magnífico micro, Pepe. Me has transmitido espíritu guerrero, fuerza sobrenatural... Te felicito por la riqueza de este y todos tus textos.
ResponderEliminarBesos.
Más me gustaría a mí otro espíritu, libertario, comunero, igualitario, pero es lo que hay, si te fijas en los relatos de hoy, el clima pro-belicista es lo que pre-domina. En fin, eres en cielo Mª José.
EliminarParece que desde el principio de los tiempos y en las distintas culturas, el final siempre es el mismo: de cabeza a la destrucción. Has conseguido imprimir en tu micro ese aire mitológico de dioses y criaturas infernales, el bien y el mal siempre batallando. Me ha parecido muy visual esa escena de ejércitos enfrentados en una lucha final. Felicidades, Pepe. Un beso.
ResponderEliminarGracias Matrioska, sin duda vivimos tiempos difíciles, quizá podamos brindar con Omar Al Khayam: "Bebe vino, tenemos toda la eternidad para dormir".
EliminarUn beso.
Parece que el mundo, tras la batalla, sufrirá el relevo de los seres que viven más allá de las sombras.
ResponderEliminarSiempre me han gustado las historias mitológicas, en ellas se aúnan todos los temores del hombre, incluso sus peores pesadillas. Son una excelente exposición del subconsciente colectivo.
Y tu historia está impregnada de viejas leyendas, de personajes imposibles, de situaciones que, aún sabiendo que son pura fantasía, ponen los pelos de punta.
Magnífica propuesta Pepe. Enhorabuena.
Un abrazo.
Lo maravilloso de estas historias, amigo Antonio, es que con tan pocas palabras, se hace un boceto, y a veces, con un poco de imaginación, parece un cuadro completo. Un abrazo.
EliminarCreo haber leído muy poco y hace mucho tiempo sobre mitología escandinava y tengo más referencias al respecto por el cine.
ResponderEliminarTu microcuento me hace evocar a El señor de los anillos, no sé cuánto se inspiró Tolkien en los Edda para crear los fantásticos mundos que aparecen en sus novelas. No sé si sacó algo también de El anillo de los nibelungos, y de otras mitologías, todas con sus batallas entre el bien y el mal, con sus dioses y sus demonios, sus seres fantásticos y sus sangrientas historias que tanto dicen acerca de nuestras más subterráneas pulsiones.
En esa batalla final que nos presentas parece que llevan las de ganar los ejércitos del inframundo, y una catástrofe universal se avecina sobre la desdichada humanidad, aunque quizá sea hora ya de que descanse para siempre de esa sangría continua, de esa montaña de horrores que ha sido su historia.
Por otra parte, todas esas leyendas y mitologías han dado pie a multitud de iluminados o no iluminados, que uno ya no sabe qué pensar al respecto, del orbe para ver por todas partes a dioses extraterrestes y a naves alienígenas campando a sus anchas desde la más remota antigüedad por este nuestro hermoso y trágico planeta, y sin llegar a creer en nada, me parece evidente que la historia oficial no lo explica todo, ni mucho menos.
El rompecabezas de la vida tiene infinidad de piezas, y no sé qué parte de él son capaces de construir las mejores mentes humanas. Así que, en mi caso, como decía Alberti, yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.
Microcuento de gran altura, Pepe, y que demuestra tus grandes conocimientos. Un abrazo.
Don Enrique, experto análisis de este breve epílogo de la humanidad, o de sus dioses moribundos, el que nos dejas en una reflexión tan negra, en el que no cabe la menor esperanza.
EliminarQuizá en el infierno nos juntemos con Heráclito o Parménides, y en un lenguaje propio de ultratumba podamos pasar, con justicia, de la alegría a la tristeza, por esta raza humana, en la que todo es una pura ilusión y nada es igual.
Afortunadamente, todavía hoy, como cantaba Paco Ibáñez en el poema de Blas de Otero: "Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré como un anillo al agua. Si he perdido la voz en la maleza, nos queda la palabra...", y en este caso son cincuenta, para seguir soñando.
Un abrazo.