Spoiler
No pude elegir. Nací con la flor de lis tatuada en mi hombro, culpable de los crímenes que estaba destinada a cometer. Te advertí que te alejaras de mí, pero te fascinó que las líneas de tu mano te hubieran guiado hasta mí y seguiste leyendo. No llores... acabaré pronto.
Hola Patricia, que bueno volverte a leer por aquí.
ResponderEliminarComo muy bien titulas, "spoiler", todos sabían el final, pero aún así la víctima quiso saber si sería cierto el peligro.
Tu protagonista parece ser que no puede evitar llevar a cabo otro asesinato más.
Me gusta mucho tu frase final, da a entender como si sintiera pena y dolor por lo que está haciendo, pero todo será rápido, para los dos.
Buen relato Patricia, y aunque sea un spoiler a uno le gustaría leer más...
Besos.
Mira que os lo han advertido antes de pinchar en el enlace... Pero así es la naturaleza humana, como bien dices, había que palpar el peligro. Pues, hala, allá tú con las consecuencias. Y no te hagas ilusiones, ni pena ni dolor...
EliminarUn abracico sí que te mando, por valiente.
Con lo que me gusta a mí un spoiler... pero con este me has dejado 'destripada', como dicen los que saben para no escoger palabras de fuera.
ResponderEliminarY al igual que Javier, también a mí me gustaría leer un poquito más.
Besos ♣
Sabes que te tengo querencia, Maest, y me sabe mal, pero así es la vida. El que se asoma, paga, sin excepciones. No voy a someterte a la tortura de leer más, tranquila.
EliminarBesicos.
Fascinante relato, amiga Patricia. La misma irresistible atracción que atrapa a tu personaje hasta su perdición, engancha al lector hacia su disfrute. Es increíble cómo has conseguido un relato que parece más extenso de lo que es, envuelto en un campo magnético que hace imposible no volver a releerlo.
ResponderEliminarLa historia es magnífica y la arropas con esa forma tan tuya de contar las cosas que parece sacada de otra dimensión. Una maravillosa gozada, en definitiva.
De lo mejor que te he leído, Patricia y en tu caso, eso es decir mucho.
Enhorabuena, compañera.
Un fuerte abrazo.
Señor Bolant, la fascinación de una mala mujer es lo que tiene, que engancha. Pero el mérito no es mío, que he plagiado uno de los grandes personajes de la maldad femenina y me he quedado tan pancha. Le presento a Milady de Winter, salida de la cabeza de Alejandro Dumas, y la heroína de mi infancia.
EliminarGracias por los elogios, ya ves que inmerecidos, pero que me han hecho ser muy feliz en mi maldad.
Abrazo fuerte.
Me descubro ante ti, Patricia. Tu microrrelato es magnífico. Estoy completamente de acuerdo con Antonio Bolant: de lo mejorcito que has escrito, guapa. Sabes que "te la tengo jurada", jajaja, pero ante tu maestría, no puedo hacer nada más que ponerte en el altar del Olimpo y reverenciarte.
ResponderEliminarBesos.
Primera norma de la mujer mala: reconocer sus crímenes y regodearse en ellos. Así que ya ves, soy una cuatrera y me gusta. Una vez bajada a tortazos de tu altar, ya podemos seguir con nuestro duelo en igualdad de condiciones. Dile al de la guitarrica que ensaye una canción del oeste, que necesitaremos banda sonora.
EliminarA las 12 en el OK Corral, forastera.
Besicos mientras tanto.
Tus relatos, apreciada Patricia, vienen precedidos de una visión del mundo original, singular e instalada en un orbe propio que los sitúa en una órbita mayor. Al menos, así me lo parece. No son relatos tal cual, sino partes integradas en un discurso descomunal que enseña, cada vez, una de sus milpatas a estos lectores embebidos que somos, embriagados por el destino de personajes e historias que vienen de un más allá (tu fértil imaginación) a dirimir su conflictos en esta página de cincuenta que queda desbordada, epatada del encuentro con una narración procedente del norte magnético de la galaxia Richmond.
ResponderEliminarEl relato se asienta en un cruce donde literatura, cine y vídeo-juegos de acción generan un torbellino en tiempo presente, donde pasado (nací) y futuro (líneas de la mano)confluyen en una sola dimensión, la de cincuenta palabras,dejando patas arribas y en suspenso(...)la suerte echada de la víctima en el determinismo cumplido de una promesa: "acabaré pronto".
Con el sombrero en la mano, Chapeau!
Saludos a la gallina. Besos, Patricia.
Dice la gallina que te has pasado tres o cuatro galaxias, compadre. Es que se me queda todo en la cabeza, dando vueltas, y esa flor de lis tatuada en el hombro, símbolo de la perfidia traicionera, es oro puro.Así que, ya ves, tienes razón en lo del torbellino y las dimensiones temporales, pero en nada más. Ponte el sombrero, que nieva y hace frío.
EliminarAbracicos.
«Ojiplático» me has dejado con el relato.
ResponderEliminarMe ha encantado sobre todo porque has sabido impregnar el color y la atmósfera de ambiente con sólo 50 palabras. Genial.
Un abrazo fuerte, Srta. Richmond.
Señor Moreno Carrascosa, ojiplática me he quedado yo con las interpretaciones sanguinarias. Porque no hay más que una mala mujer advirtiendo a su lector que no siga, que se acaba pronto. Y tan pronto, 50 palabritas ná más.
EliminarOtro abrazo si aún me lo merezco.
Dos personas marcadas desde su nacimiento, una por un tatuaje, la otra por las líneas de su mano. Son verdugo y víctima y lo saben desde el principio. A lo escrito hay que hacerle caso, porque tiene y merece vocación de permanencia, como todo lo que escribe quien firma este micro.
ResponderEliminarEs probable que haya algún significado oculto que yo desconozco, referencias otras historias que conforman ésta, si es así, mis disculpas, y, de una forma o de otra, aquí va un abrazo con sonido de crujido incluido.
Vocación de permanencia en ser fatal y perversa sí que tengo, pero me quedo en Condesa de la Fère, o Anne de Breuil, o Milady de Winter, todas la misma. Los he tenido de nick en la cuenta 140 y me los tuve que quitar porque me caló el Azaústre, chico listo. Desde entonces no había vuelto a ser mi querida Milady y me habéis hecho pasar un ratico de emoción malvada. Tranquilos, que no voy a destripar a nadie.
EliminarHe echado de menos tus abrazos crujidores.
Siempre me sorprendes con tu originalidad, Patricia. Pero esta vez siento, también, el magnetismo que desprende la pérfida protagonista y el magnetismo de tus letras. Y quisiera que nunca acabaran, señorita Richmond.
ResponderEliminarUn micro para enmarcar, Patricia. Besos.
Me congratula que os guste a las chicas cincuentistas. Seamos malas, amigas, aunque solo sea un rato, juguemos a las mujeres fatales, como si no hubiera castigo ni mañana.
EliminarO, al menos, como Thelma y Louise...
Besicos, Carmen.
Querida Miss Richmond, como bien sabrá usted, la flor de lis es un símbolo de poder, soberanía, honor y lealtad, y también de pureza de cuerpo y alma. Ya sabía yo que no todo iba a ser maldad...
ResponderEliminarPor cierto, la flor de lis es de las que más me gustan, además de estar presente en el escudo de Florencia, una de mis ciudades preferidas también.
Fascinante este spoiler. Bravo, bravísimo por esta vuelta a Cincuenta palabras, Patricia.
Un beso grande.
Malu.
No creas todo lo que te cuentan, Malu. Con la flor de lis marcaban a los delincuentes que habían pasado una temporadita en las mazmorras, así que pureza, pureza, tampoco tenían los que calentaban el hierro...
EliminarPero, disfrutemos, lo hecho, hecho está y queda mucha vida que destripar. Y muchos cuentos infames que escribir.
Abracicos, amiga.
Hay cosas a las que no se puede uno negar, aunque sepa a que se expone. Podía haber tenido compasión... Pero es que la compasión como sentimiento no nos inspira mucho, verdad? Resulta más común que la crueldad.
ResponderEliminarMuy bueno, Patri!! Besos
Querida Olga, tú lo has dicho. ¡Sin compasión! Seamos fatales, que a las doce en punto sonarán las campanadas y nos tocará perder el zapato de cristal. Y eso, es otra historia.
EliminarQué ganas de leerte de nuevo. Os he echado de menos a todos, de verdad.
Un abrazo fuerte.
Patricia, en cuanto he leído lo de la flor de lis en el hombro, he sabido quién era la protagonista, la mala malísima Milady de Los tres Mosqueteros.
ResponderEliminarTú micro desprende belleza, emoción, aún sabiendo cual será el destino final del otro protagonista y sentimientos.
Ambos protagonistas se ven atrapados por su destino sin poderlo remediar. Ella debe cumplir con su misión y él, fascinado por ella, no puede dejar de leer... al menos, ella hará que no sufra.
Ufff, no se puede decir más en 50 palabras. Un gran regreso, amiga.
Hoy soy yo la que saca su sombrero de mosquetera, con el que te hago una gran reverencia. (Luego pediré ayuda para levantarme, jajaja)
Enhorabuena, magnífico relato.
Besicos muy muy apretados.
Ay, Pilar, menos mal que estás tú aquí, la más mejor de las mosqueteras. Tú sí que sabes retarte en duelo con las palabras, 50 o las que vengan. Yo me conformo con suspirar bajo la mirada de mi cardenal porque, como soy tan mala, es el único que me comprende y no ordena que me corten la cabeza, como otros.
EliminarEnhorabuena por tus éxitos y una montaña de abracicos.
La protagonista también era mi mala preferida en mi adolescencia: asesina y conspiradora, pero también guapa y seductora.
ResponderEliminarMe ha encantado este spoiler, Patricia.
Un beso.
¿A que sí? Una mala de los pies a la cabeza, como Dios manda, no como las desustanciadas de las Constanzas de la vida, que no pierden la cabeza por nada.
EliminarNi camino del cadalso pudo nadie competir con su elegancia y saber estar.
Gracias, Asun, y bienvenida al club de la perfidia.
El pobre infeliz de las manos marcadas no llega a pronunciar ni una sola palabra, y la única cosa que deja para la posteridad (literaria) son... sus lágrimas. Ay que ver que mala, malísima que eres, Mrs. Richmond, pero que bien y requetebien escribes. Besos alisados, esta vez.
ResponderEliminarY más mala que pienso ser, que me está gustando. Gracias por tu reconocimiento maligno; el otro, es un cuento, te lo digo yo sin spoilers.
EliminarBesotes, Carles.
Eres muy buena haciendo de mala y resucitando a Milady de Winter. Seguro que si se entera Mordaunt te dará las gracias. Un besico, Patricia.
ResponderEliminarAy, Juana, otra admiradora de don Alejandro. Pues sí, un hijo como Dios manda, vengador de su madre y malísimo como ella. A mí la maldad me da hambre y me has recordado los bocatas de Nocilla que me zampaba mientras merendaba leyendo las novelas de Dumas. Por cierto, qué pocos han leído las continuaciones de Los tres mosqueteros. ¡Choca, colega!
EliminarCreo que nos has arruinado el final de la historia, cuando nos has contado lo del antojo de la flor de lis tatuada. Qué perversa y cruella sois. No temas... acabaré pronto. Seguiremos leyendo las líneas una a una. Besos.
ResponderEliminarMira que estaba clarito desde el título. Pero así somos, curiosos y más chulos que un ocho.
EliminarAhora no me llores, que ya acabo.
Y un abrazo por valiente.
Qué buenísima esa mala, y tú, claro.
ResponderEliminarMuy bueno, tanto como leerlo.
Los buenos sois vosotros, por leerlo y, encima, comentarlo sin echarme.
EliminarPrometo enmedarme, pero otro mes.
Besicos, Luisa.
¡Que buena eres, malvada y peligrosa mujer! ¿Cómo haces para disfrazar tus letras de esta manera?. Aceptamos Milady, pero tu protagonista me ha recordado a Gabrielle de Lioncourt. Ella tampoco eligió convertirse en lo que llegó a ser. Era mala porque esa era la condición que le tocó, como tu dama tatuada, pero ambas sobreviven a su destino ¿de qué manera?; pues haciendo realmente lo que les dio la real gana, y como sabían que sería así, allá películas ¡ya habían avisado!. Felicidades Patricia. Un beso.
ResponderEliminarNo tenía el honor de conocer a tu Gabrielle. Anne Rice está en mi lista pendiente, ¡hay tanto que leer! Pero anotada queda para aprender de ella, que tiene buena pinta.
EliminarSigamos extendiendo la perversidad, que divertido, es un rato.
Abrazotes, Cristina.
Estratosférico. Tus sello Richmond me vuelve loco. Lo he leído, desde que se publicó, no sé cuántas veces y es que es perfecto. Esa libertad que le das a tu imaginación me deja fascinado cada vez que apareces.
ResponderEliminarCreo, sinceramente, que es un relato insuperable.
Bravo, heredera de Poe.
Pablo.
Bueno, otras veces me atizáis por esa misma libertad. Por eso he decidido lanzarme al libertinaje... Ay, qué exageradico eres, mi arma.
EliminarPara estratosférico, el beso que te mando.
Me encantan los relatos donde la protagonista es una «femme fatale». Patricia, yo me dejaría asesinar por alguien que me susurrara al oído relatos como los tuyos.
ResponderEliminarJuas, ya me lo imagino... Mejor me lees tú tu Gioconda, que ya no tengo excusas para ponerme con ella.
Eliminar¡Enhorabuena, Fernando!
Patricia, yo es la primera vez que me he decidido a comentar otros relatos, pero estoy segura que los tuyos no me los voy a perder, como los anteriores que te he leído.
ResponderEliminarA mi me encantaban, o me encantan los "Tres Mosqueteros" y como a ti siempre me gusto ser la mala, incluso con tatuaje y todo que tengo, y mala sigo siendo.
Me ha gustado muchísimo el relato ,y ese no llores, cuantas veces lo he dicho yo.
Besos.
Me encanta que esta tontadica sirva para sacar a la luz vuestro lado malvado. Se nos queda solo en el papel, si, pero qué bien sienta saltarse las normas, ¿verdad? Pues ya que has empezado, a seguir comentando sin pudor, como una auténtica Milady.
EliminarNos leemos, Amparo, de mala a mala.
Menuda cotilla estoy hecha, a por la segunda parte me voy. Ya me has dejado con ganas de saber más. !Jo, no la leí!
ResponderEliminarPues prepárate, Maite, a pasar una larga temporada en la corte versallesca. Te esperan "Veinte años después" y los dos tomos de "El Vizconde de Bragelonne". Pasarás buenos ratos y aprenderás historia. Cómo presumí yo en clase cuando la profe preguntó si alguien sabía cómo murió Carlos I de Inglaterra y fui la única en levantar la mano. No recuerdo cuántos años tenía cuando los leí, pero era una mica y entonces no lo entendí todo, pero me lo pasé muy bien con el señor Dumas.
EliminarMi abuelo tuvo la culpa. ¡Corre!
Cuando quedas fascinado por la belleza de una mujer no importa los crímenes que cometa, es más, deseas ser víctima en sus perversas manos.
ResponderEliminarFantástico destino de 50.
Es un gusto leerte siempre Patricia. Eres sello de calidad.
Un beso enorme.
Bueno, que las feúchas también podemos y queremos ser malas mujeres... A ver si solo va a poder ser mujer fatal, Lana Turner, como dicen por ahí abajo. Si la malignidad te envuelve, te ilumina la piel y te brillan los ojos con un fulgor deslumbrante, que ríete tú de las malas peliculeras.
EliminarFeas y malas, el poder es nuestro.
Besicos, M.Belén.
Todavía me sigo sorprendiendo al ver cómo cincuenta palabras pueden llegar a contar tanto y con tantos matices. A veces puede parecer que exageramos en nuestros comentarios, pero es que hay cada obra maestra escrita en esta santa casa... Y, esta, con la marca Richmond, es una de ellas. Le das un no sé qué a tus relatos que enganchan. A sus pies, fermosa. Un besazo.
ResponderEliminarAnda qué... Yo lo que tengo, no lo sé; lo que sí que no tengo es vergüenza y por eso mando estas infamias. Sois muy buenos conmigo y por eso nunca os mostraré hasta dónde puede llegar mi maldad.
EliminarAbracicos, señora maestra.
Ha sido leer lo de la flor tatuada en el hombro y se me ha venido la imagen de la bellísima Lana Turner (ya sabes, Milady de Winter en 'Los tres mosqueteros', obviamente la película de 1948; nada de modernuras). Y claro, ¿quién se resiste a esa rubia platino, a esa "femme fatale"? Uno ya sabe cómo puede terminar, pero lo perverso suele tener ese punto de atracción en el que, finalmente, sucumbe cualquier cristiano (o lo que sea), siendo ya ineludible la vuelta atrás, a sabiendas de que lo que va a llegar será... ¡Que Dios nos pille confesados!
ResponderEliminarMe parece magistral ese final entre tierno y definitivo con el que cierras una historia que, por sabida, no deja de tener su atractivo.
¡Enhorabuena, miss Richmond, querida Patricia! Nos seguimos leyendo (yo con mucha devoción).
Un beso.
¡Ha venido a leerme el Máximo Hacedor! Y no me ha cogido de los pelos para llevarme al infierno. Esto promete, J.A. La devoción es mutua y no hace falta que metamos al clero en estos negocios, así que nada de confesiones.
EliminarLeamos, amigo.
Algún poeta se burlaba de eso a lo que irrisoriamente llamamos memoria, y la frase inicial de mi comentario es un prueba de ello. ¿Qué poeta lo escribió? ¿Y si fuese un filósofo? En fin, que el Máximo Hacedor del relato de José Antonio podría haber sido algo más generoso y habernos dado más capacidades. ¡Qué menos que tener una especie de Google en el coco! Pero no, quieres acordarte de algo y no te viene a la cabeza, lo tienes en la punta de la lengua, pero por más que te la mires en el espejo no lo ves. Quizá, con suerte, pasadas unas horas, surge lo que buscas como un corcho que hubiese subido desde el fondo del mar a la superficie.
ResponderEliminarTodo lo anterior para decir que Los tres mosqueteros y Veinte años después deben de estar por algún pliegue de mi cerebro pero ahora mismo no encuentro en él casi nada de esos dos novelones de Dumas que leí alguna vez –algunas de sus páginas con la cabeza apoyada sobre el tronco de una palmera y recostado sobre la arena de una playa-, quedándome como lectura pendiente El vizconde de Bragelonne, con algo así como unos cuantos miles de libros que darían para llenar las bibliotecas de Alejandría y El Cairo, eso por no decir que antes tendría que releer las dos novelas anteriormente citadas del mulato Dumas que, al parecer, contó con la colaboración de algunos negros.
Me vienen más a la memoria imágenes de las versiones cinematográficas de Los tres mosqueteros. ¡Cómo olvidar a Lana Turner! La cual ha mentado José Antonio.
Por tanto, si no fuera por los comentarios de algunos compañeros no hubiese desenmascarado a la sugestiva Milady, con esa infamante flor de lis tatuada en el hombro, y aunque esa referencia literaria engrandece más tu relato, éste ya es magnífico por sí mismo.
En fin, volviendo a la memoria, alguien dijo que cada gran escritor nos ofrece un universo que en nada se parece a los de los demás. Pues eso, tus escritos proceden de un universo que en nada se asemeja a ningún otro.
Un fuerte abrazo, Patricia.
Muchas gracias, Enrique. Pero... rebato tus amables afirmaciones.
EliminarLa señora Turner no me gustó nada como Milady de Winter. No tenía rival como chica de gangster, pero como espía versallesca no la ví nunca. Tampoco me han gustado otras versiones y creo que podría hacerse una serie magnífica con la historia completa de los mosqueteros. Yo pondría a Mónica Bellucci como Milady, más misteriosa y sugerente. Además, te diré, que me dicen que soy clavadita a ella...
Y lo de los universos, pues tampoco, que ya he confesado mi plagio.
Gracias, Enrique, y un abrazo sin maldad.
Patricia, considera lo de Lana Turner como un pecado de juventud. Apuesto también por Monica Bellucci. Y es cierto que el cine, en general, no ha estado a la altura de las novelas de Dumas. En cuanto a lo del plagio, creo que Shakespeare mismo lo fue. Aceptado ese abrazo sin maldad.
EliminarYa sabemos que te gustan los asesinatos y otras artes criminales, pero, por favor, Patricia, déjanos vivir. Solo somos culpables de querer leer, bueno, y de algunas cositas más, pero mejor cubrirlas con un ralo velo. Además, me has hecho evocar a d´Artacan y sus mosqueperros. Sin bromas, me ha gustado lo tuyo. Un saludo y suerte.
ResponderEliminarGracias, Jesús. Lo de la suerte, parece que sí, que este mes no me linchan. Y hubiera sido lo apropiado, hablando de malas mujeres y las consecuencias de sus actos.
EliminarTranquilo, pues: puedes dormir con los dos ojos cerrados.
Abrazos fuertes.
Hola Patricia, un relato estupendo. El destino (¿o será el libre albedrío) nos lleva a lugares desconocidos o junto a personas inesperadas. En todo caso depende siempre de nosotros lo que hagamos allí. Me ha gustado mucho. Besos literarios y de los otros.
ResponderEliminarMuchas gracias, Luis. No sé si existe el destino, pero escribir es lo más parecido a jugar con él. Así hay a quien echarle la culpa si nos equivocamos. Yo acerté al incorporarme a este barco cincuentista, ¿o me trajo el destino?
EliminarLo único que sé es que mis abrazos son benignos y muy fuertes. Muchos para ti.
Una flor que fagocita todo atisbo de compasión. Me ha encantado, Patricia. Un abrazo.
ResponderEliminarUna flor que huele a advertencia, pero que atrae sin medida ni razón que amortigüe la caída.
Eliminar¡Gracias, Salva!
Patricia la malignidad te sienta tan bien...
ResponderEliminarYa sabes, "Cuando soy buena soy muy buena pero, cuando hago de mala soy mejor".
Un beso
Qué buena frase de una maestra de la fatalidad, Mae West. Me has hecho darme cuenta de que las malas de antes eran mejores malas. Habrá que reflexionar sobre ello y dedicar más tiempo a la estrategia, que la modernidad de estos tiempos nos hace correr en todo y hasta la maldad se ve perjudicada.
EliminarAprendamos de doña Mae.
Abracicos, no obstante, Raquel.
Patricia, si ella ya nace con la flor de lis... ¡qué le va a hacer!
ResponderEliminarEl riesgo fascina a muchos. Muy bien hallado el querer seguir leyendo de las líneas de la mano... Nosotros querríamos seguir leyendo la historia, nos has metido de lleno en esa atmósfera con 50 palabras y se nos hace corto lo que nos cuentas (aunque sería extenderse del antes, pues en el después nos quedará sólo la protagonista ;-)
¡Un beso!
Carme.
Mejor dejémoslo como está y que cada cual imagine, que yo, con haber sembrado la maldad, ya me he quedado agotada.
EliminarBesicos, M.Carme.
Tu "prota", realmente "criminala". La flor de lis, marchita, desprendiendo su aroma letal.
ResponderEliminarCriptíco mensaje el tuyo, Patri.
Besicos virtualicos.
De malica a malica, tú si que sabes.
EliminarAbracicos mañicos.
Hay mucho en todos nosotros de este dejarse llevar por la inercia de la existencia, de ese dejarse caer en la tentación de lo placentero, por mucho que ello nos pueda dañar, escudándonos en el pretexto de lo ineludible. Aparte de todo eso, tu relato tiene regusto a clásico, por la presencia de ciertos ingredientes, entre los que destacaría ese aire de fatalidad impreso desde la primera frase, pero sobre todo por esa impecable y genial factura marca Richmond.
ResponderEliminarEnhorabuena, Patricia; todo un lujo ser testigos del estreno de tus historias.
Un abrazo.
Los estrenos Richmond no se cotizan mucho, me temo. Me has hecho imaginarme paseando sobre la alfombra roja, del bracete de Alfred Hitchcock, al estreno de su última peli sobre uno de mis geniales relatos... Ay, Alfred, qué felices hubiéramos sido juntos....
EliminarGracias, Enrique. Y besos.
Me parece tan bueno el relato, que no me resisto a decirlo, y decir también el único defecto que le veo, que es el título. Quizás sea la última vez que lo haga, pero no entiendo en ocasiones la poca defensa que hacemos de nuestro idioma, y más "nosotros". Perdóname Patricia. Tengo que decirte que de todos los relatos que llevo leídos este mes, y llevo casi todos (sin orden cronológico), es con mucho, el mejor. Reconozco que abanderando esta causa, pretendo esconder las carencias que tengo, pero en fin. Hay por ahí otro relato magnífico de un "asesino en serie" que por no ser un "destripador", un "aguafiestas" o un "reventador" del argumento que sigue, lo esconde con el inglés, pero sigo pensando lo mismo. Mis disculpas. ¡Ay, Patricia! qué gran relato. Y el cierre es soberbio.
ResponderEliminarBesicos maños.
Tienes razón, Luis, pero no he sido capaz de encontrar una palabra mejor para expresar lo que quería. Tus propuestas, siendo muy válidas, no tienen la misma connotación. En realidad, es el tema central del relato, pese a las fatalidades y demás. Pero acepto tu tirón de orejas, prometo enmendarme y no creerme esas cosas tan bonitas que me dices. ¡Que aún tengo pesadillas con tu cárabo! Ese sí que es un relato magistral.
EliminarGracias, Luis. Un abrazo fuerte.
Magnífico relato con sello propio. Ha sido un placer, Milady. Enhorabuena por su Spoiler.
ResponderEliminarMuchas gracias, Flor. Si consigo haceros sonreír un poquito con mis tonterías, ya soy la más feliz del mundo mundial.
EliminarUn beso.
Hola Patricia, aunque ya había leído el relato, no había tenido el tiempo de comentar. Me gusta tu capacidad de ir de una temática a otra sin perder esa magia intrínseca que te caracteriza, como en este micro muy bien desarrollado con un Spoiler que se veía venir desde lejos.
ResponderEliminarAprovecho de agradecer tu bella dedicatoria a mi copia del libro "El Bosque de las Palabras", un hermoso regalo que hace más especial el más especial de los libros en que he participado.
Un abrazote enormeeeee y un beso trolleado con baba de unicornio índigo.