El suicidio de Europa
Petrópolis, 22 de febrero de 1942
En la mesita de noche había dos vasos con restos de veneno, en la cama, Stefan y Lotte, muertos.
Berlín, 30 de abril de 1945
Eva tomó cianuro, Adolf también, luego, se disparó un tiro en la cabeza. El día anterior se habían casado.
En la mesita de noche había dos vasos con restos de veneno, en la cama, Stefan y Lotte, muertos.
Berlín, 30 de abril de 1945
Eva tomó cianuro, Adolf también, luego, se disparó un tiro en la cabeza. El día anterior se habían casado.
Enrique nos comparas o mejor dicho nos presentas dos suicidios casi paralelos, uno el del que huyó de la barbarie nazi y el otro el del causante de la misma. Su similitud muerte por envenenamiento y cada uno con su esposa, su diferencia la causa.
ResponderEliminarBueno e interesante relato, Enrique, me gusta tu título ya que el causante de ambos suicidios es el mismo, el odioso dictador, ojalá se hubiese suicidado mucho antes y se hubiera evitado tanta crueldad salvaje y tanto dolor.
Como siempre, Enrique, uno aprende al leerte, ya sea con tus relatos o con tus completos comentarios, gracias.
Un abrazo, Enrique.
El suicidio, en primer lugar, fue de Europa que, al parecer, no tuvo suficiente con la carnicería atroz de la Primera Guerra Mundial y decidió repetir y superar con mucho los horrores sucedidos a inicios del siglo XX.
EliminarPara el microcuento he cogido a dos parejas emblemáticas que, por razones obviamente diferentes, acabaron suicidándose.
Son como una pequeña muestra de la barbarie y el horror en el que cayó el culto continente europeo, el que había dado a Leonardo y Miguel Ángel, a Mozart y Beethoven, a Galileo y Newton, a Shakespeare y Cervantes...
Stefan Zweig quizá no sea uno de los mejores escritores del siglo XX, pero en su época gozó de fama mundial y sus libros se vendían como rosquillas. Aun así, en lo que me atañe, siempre le he leído con placer, y su suicidio y el de su pareja son de esos que, cuando sabes algunos de los pormenores, te dejan un mal sabor de boca y te encogen el corazón.
Muchas gracias Javier por tus siempre tempraneros comentarios. Un abrazo de vuelta.
No presentas dos suicidios con interrogantes, ya que siempre se han puesto en duda muchas cosas sobre ellos. Sobre todo el de Lotte, que parece que murió con un quimono y sin ropa interior.
ResponderEliminarTambién el de Adolfito deja muchas dudas...
Como ha dicho Javier, uno huyendo del nazismo y el otro del juicio de sus victimas.
La nota de suicidio de Stefan es muy explicita: "Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí".
Buen relato, Enrique. Nos has hecho indagar en la historia y analizarla y a mi eso me gusta.
Muchos besos.
Ciertamente, sobre ambos suicidios hay interrogantes, de todas formas, como decía Umberto Eco, en la vida los sucesos nunca son del todo claros, no ocurre como en la literatura, en la que no hay duda de que Ana Karenina se suicida arrojándose a las vías de un tren, él ponía ese ejemplo.
EliminarDe Hitler se ha llegado a decir que no se suicidó, que logró huir de Alemania y acabar sus días en Argentina, hay mucho escrito al respecto. Y en el suicidio de Zweig hay también muchos puntos oscuros, sobre todo con respecto a Lotte, pues, al parecer, se quitó la vida algo después de que él lo hiciese y, como dices, sin ropa interior bajo el quimono.
Sea como sea lo ocurrido en ambos casos, lo que he querido reflejar con esas dos imágenes de los suicidios de las dos parejas –una judía y la otra aria- es la locura en la que se sumió casi todo el planeta –de la que, por fortuna, nuestro país quedó exento, pues ya nos habíamos administrado nosotros por nuestra cuenta nuestra propia dosis de horror-, pues lo que hizo Japón, sobre todo en China –y que es mucho menos conocido- fue también terrorífico.
En fin, no sé si eso nos habrá curado para no caer en un futuro más o menos lejano en algo similar o peor. Hoy mismo he leído las amenazas que Estados Unidos le está haciendo a Corea del Norte, y me ha dado un vuelco el corazón. ¿No tenemos remedio? No lo sé.
Muchas gracias por tu comentario, Olga, besos de vuelta.
Qué injusta es la vida. Todos los suicidios deberían poder evitarse. En tu primer caso, por la rabia de la pérdida. En el segundo, por la rabia del castigado no ejecutado.
ResponderEliminarUn relato, como todos los tuyos, para reflexionar.
Tienes toda la razón, Patricia, la vida es injusta e injustos somos los seres humanos. También tienes razón en lo de los suicidios, los de las buenas personas porque si llegan a ese extremo se debe a las injusticias atroces que la vida o los seres humanos han cometido con ellas, y a que no les han dejado otra salida para escapar a un sufrimiento o una desesperación superiores a las fuerzas de su psique.
EliminarHitler y Eva Braun escaparon a la justicia, como también lo hicieron, suicidándose, Himmler, Goering y Goebbels, este junto a su esposa y sus seis hijos -otra atrocidad que escalofría-, y, lo que es peor, muchos nazis no sólo escaparon a las manos de la justicia sino que prosperaron en la creciente Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Así que mucho me temo que si hay día del Juicio Final este va a durar casi toda la eternidad, pues lo que la Suprema Inteligencia tendría que juzgar es casi infinito.
Esa época histórica en concreto es uno de los mayores agujeros negros de nuestro efímero –a nivel cósmico- recorrido por este planeta. Dice Rochefoucauld en una de sus máximas: “Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente”. Habría que añadir que tampoco esa negrísima época que una serie documental tituló: Apocalipsis: La Segunda Guerra Mundial.
Muchas gracias por tu comentario, Patricia, un abrazo.
Al final resulta que el suicidio es colectivo. Las causas y las consecuencias se unen en una sola tragedia. Los seres humanos, desde siempre, nos venimos "suicidando" los unos a los otros... y todavía no hemos aprendido cómo pararlo...
ResponderEliminarEnhorabuena por tu escrito.
El suicidio de esas dos parejas, desde los dos extremos del conflicto, son los símbolos de un suicidio colectivo al que Europa se lanzó de forma inconsecuente y fanática como ya había ocurrido en muchas otras ocasiones, aunque está vez el espanto alcanzó las más altas cotas.
EliminarGran parte de esos crímenes el pueblo alemán, al entregarse, en su mayoría, en brazos de un delirante sanguinario, los pagó luego en sus propias carnes con más de cinco millones de muertos y la destrucción de su país.
Así, por el lado, Zweig y su esposa, aunque consiguieron salir de Alemania, fueron alcanzados en el exilio por ese horror, y Hitler, ese monstruo que, en su frustración final arremetió incluso contra la propia Alemania, propicio su cobarde final. ¿Hubiese imaginado el diablo un guion más terrorífico?
Muchas gracias por el comentario. Un abrazo.
Enrique, como bien titulas tu micro, en esta Europa todo cabe, y parece que a veces perdemos la memoria y olvidamos, así no aprendemos nunca. El primer suicidio se produce para huir del nazismo, el segundo por ser el causante del mismo y por cobardía de enfrentarse a sus consecuencias.
ResponderEliminarÚltimamente en Europa, vuelven a soplar vientos de ultraderecha, vuelve el odio al diferente, al extranjero, etc... y es que parece que no hemos aprendido nada.
Buen micro para la reflexión, Enrique. Siento no haber podido comentarte antes, ya sabes los motivos...
Besos apretados, amigo.
Los seres humanos somos paradójicos, por estos lares solíamos decir de alguien que era raro que estaba hecho con recortes de maternidad. Pienso que todos estamos hechos un poco así, que nos faltan, no ya unos cuantos tornillos, sino unos cuantos ajustes y una puesta a punto general, pues resulta imposible muchas veces comprender nuestros comportamientos.
EliminarA mí ya el que un tipejo como Hitler llegase a tener el poder absoluto sobre una nación como la alemana me deja patidifuso, leo muchas explicaciones al respecto, mucha erudición desde todos los campos del conocimiento, pero sigo sin entender nada. Dicen que tenía carisma, que electrizaba a las masas con sus discursos, y yo al ver los documentales en los que aparece arengando a la gente, me parece un lunático patético al que abría que haberle puesto de inmediato una camisa de fuerza y haberlo encerrado.
Que sean esos mastuerzos delirantes a los que sigan las masas y que individuos como Thomas Mann, Freud, Einstein, Adorno, Schoenberg, el mismo Zweig y tantos otros tengan que salir por piernas de su país para salvar la vida es desalentador.
Y lo peor es que se aprende poco o nada, pasan los años, y volvemos a coquetear con el abismo, y aparecen neonazis, y –no sé cómo llamarlos- individuos que niegan el Holocausto, y toda clase de gente sin escrúpulos ni moral.
No me extraña que Yahvé, en el Antiguo Testamento, se cogiese esos rebotes con su pueblo y cada dos por tres estuviese castigándolo, hasta llegar plantearse la liquidación total de la raza humana con el Diluvio Universal.
Muchas gracias por tu comentario, Pilar, te devuelvo los besos y te deseo una pronta recuperación.
Los motivos que llevan a una persona a quitarse la vida pueden ser muy distintos, pero nunca me había parado a pensar que llegaran a ser tan dispares y opuestos, a pesar de que, por paralelismo, incluso formal, los hechos fríos que reseñas puedan parecerse. Qué cierto es aquello de que al final "los extremos se tocan".
ResponderEliminarUna fecha en cursiva y dos líneas. Una estructura que vuelve a repetirse. En medio de esta simetría un espacio en blanco en el que el horror se adueñó del mundo, donde las palabras no tendrían que ser necesarias porque ya han corridos suficientes ríos de tinta y de sangre, aunque parece que nunca aprendemos, que parece posible que Europa vuelva a suicidarse.
Dos pequeñas reseñas históricas que, sin extenderse más allá de unos hechos puntales, dicen tanto sin contarlo.
Enrique, haces pensar, que surjan mil detalles a partir de unas pocas palabras, propicias que todo se tambalee, que nos demos cuenta de que nunca hay que dar nada por hecho.
Una vez más, si me permites que te lo diga, contigo los ojos se abren, se sufre y se disfruta. Gracias por todo ello.
Un abrazo fuerte
Ángel, has analizado muy bien el microcuento, en cierto modo, es como las dos caras de una misma moneda, de las que solemos decir que tienen una cara y una cruz. La cara –por llamarlo de alguna manera, pues en un suicidio no hay nada positivo- sería el suicidio de Zweig y su esposa, la cruz el suicidio de Hitler y la suya.
EliminarLas razones del suicidio de una de las parejas, y las razones del suicidio de la otra, no pueden estar más distantes, pero, en cierto modo, están unidos en esa vorágine apocalíptica que fue la Segunda Guerra Mundial, cuyo mayor responsable fue Hitler.
Esos dos mínimos acontecimientos, que son como dos gotas de agua en ese océano de horror que fue la Segunda Guerra Mundial, se llevaron por delante a decenas de millones de personas, los cálculos más pesimistas elevan la cifra a 70 millones. En cuanto a los damnificados en casi imposible hacer un cálculo.
Así que, como dices, tirando de ese hilo de ambos suicidios surge algo tan colosal y espantoso que la mente se bloquea. Por eso, como apuntas, nunca hay que dar nada por hecho, no podemos dormirnos en la laureles, no podemos creer que una vez conseguida la democracia ya está ganada para siempre, por el contrario, hay que luchar por ella cada día.
En cuanto a lo de sufrir y disfrutar, te dejo estas palabras de Susan Sontag: “La persona que está perennemente sorprendida por la existencia de la depravación, que se muestra desilusionada (incluso incrédula) cuando se le presentan pruebas de lo que unos seres humanos son capaces de infligir a otros –en el sentido de crueldades horripilantes y directas-, no ha alcanzado la madurez moral o psicológica. A partir de determinada edad nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia y amnesia”.
Mucha gracias por este gran comentario y un abrazo, igualmente, fuerte.
Traes un gran tema con tu micro, Enrique. Los suicidios de estas dos parejas antagónicas e históricas han hecho correr mucha tinta y enmarcan el horror de la Segunda Guerra Mundial. De Stefan Zweig tan sólo he leído "Cartas de una extraña", una novela que disfruté en su momento. Quizá haya que volver sobre su obra. Pero para comentar tus textos hay que documentarse bien, lo cual es de agradecer. Así, de la ligera idea que tenía sobre el suicidio del escritor y de su segunda esposa, he podido descubrir toda la desolación, la pérdida del ideal de una Europa unida, la depresión y la enfermedad de Lotte. Y siguen quedando, al parecer, muchos puntos oscuros, pero fue un suicidio plenamente planificado. Donó sus libros, quemó sus papeles y dejó una nota para sus amigos, amén de una carta anterior a su primera esposa.
ResponderEliminarSi estas pérdidas fueron lamentables, las de Hitler y Eva Braun sólo lo fueron en la medida en que escaparon de la justicia.
Y el gran suicidio fue, como muy bien titular el relato, el de la propia Europa, el de su cultura y el de la posibilidad de una convivencia pacífica y enriquecedora.
Parece que vivimos siempre tiempos inestables, que estamos siempre sujetos a derroteros políticos que no controlamos los ciudadanos de a pie. Por eso el micro es oportuno, pues conviene no olvidar la historia para no repetir sus atrocidades.
Enhorabuena, Enrique. Es un placer leerte siempre y aprender de ti. Un fuerte abrazo.
Los libros de Stefan Zweig, de quien he ido leyendo unas cosas y otras a lo largo de los años, me han resultado siempre amenos y enriquecedores y, desde luego, recomiendo su lectura, tanto de sus mejores novelas, como Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Carta a una desconocida, La piedad peligrosa, Amok..., como de sus incursiones en la literatura y en la historia, en las que indaga en vidas tan variopintas como las de Fouché, María Antonieta, María Estuardo, Erasmo de Rótterdam, Casanova, Stendhal, Balzac, Dickens, Dostoievski, Tolstoi, Montaigne... A mí me encantó uno que he leído hace poco titulado La lucha contra el demonio: Hölderlin, Kleist, Nietzsche. También me pareció muy interesante su autobiografía El mundo de ayer, que escribió en el exilio.
EliminarEl itinerario que le llevó al suicidio se inició con su largo exilio tras el ascenso de los nazis al poder, primero en Inglaterra, luego en Estados Unidos y, por último, en Brasil, donde hacía unos años había sido recibido como hoy lo sería una superestrella de la canción.
Cuando decidió quitarse la vida, no estaba claro que Alemania fuese a perder la guerra, pues los nazis arrasaban en todos los frentes, y quedaban aún unos meses para que recibiesen el varapalo de Stalingrado. De todas formas, si lo hizo, y si su segunda mujer decidió acompañarlo, se debió, seguramente, a que el hundimiento de su mundo y su errancia de exiliado le fueron minando la psique.
Creo que nadie podemos saber lo que podríamos resistir en circunstancias adversas, así que uno no puede ni condenarlo ni justificarlo, sólo respetarlo, sobre todo a él que fue un gran europeísta y un gran escritor.
Y sí, hay que saber lo que ocurrió, saber de lo que somos capaces los seres humanos, y luchar para que no derivemos hacia esos infiernos que tan bien se nos da crear.
Muchas gracias por tu comentario, Carmen, un fuerte abrazo de vuelta.
Qué me ha gustado tu relato, Enrique. Ese paralelismo de suicidios debido a la misma barbarie que provocó Hitler, me ha parecido muy original.
ResponderEliminarNos das clases hasta de cincuenta en cincuenta palabras. ¡Bravo!
Un abrazo.
Pablo
Ciertamente, los suicidios que he traído a colación son como dos líneas paralelas, como los dos carriles por el que fue el tren de Europa hasta descarrilar en una carnicería sin parangón, de la que, desdichadamente, somos herederos, y no unos herederos muy cuidadosos, pues esos horrores deberían habernos curado contra toda clase de fanatismo, sin embargo, en Europa, empiezan a soplar otra vez vientos preocupantes.
EliminarDividir el microcuento en dos, como si fuese el globo terráqueo, y poner en el ‘hemisferio’ norte a Zweig y su esposa y en el ‘hemisferio’ sur a Hitler y la suya, es una forma de llamar la atención sobre esa catástrofe y de señalar lo que son los caprichos del destino.
Quizá como contrapunto podría haber puesto a Víctor Kemplerer y su esposa alemana que decidió no divorciarse de él, y con ello le salvó la vida, a pesar de todos los peligros que corrieron.
Hitler tenía todo el poder, Kemplerer era un judío que tenía muchas papeletas para haber sido aniquilado, sin embargo, el sobreviviente fue él y no el todopoderoso fürher. Y es que la partida de la vida se juega, como mínimo, a cuatro manos.
Muchas gracias por tu comentario, Pablo, un abrazo.
Siempre me ha parecido muy triste la muerte de Zweig, sobre todo porque tengo la sensación de que de alguna manera forzó a su mujer a suicidarse con él. Leí hace algún tiempo El mundo de ayer y lo encontré terriblemente pesimista. No le faltaban motivos: los nazis habían destruido su mundo. Del otro suicidio no hay nada que comentar.
ResponderEliminarEn cualquier caso, un curioso paralelismo.
Saludos, Enrique
La muerte de Zweig es, desde luego, un episodio triste en un océano de tristeza y de horror. No sé si empujó a su esposa al suicidio, por lo que he leído al respecto parece que no está claro cómo fueron las cosas, lo que sí que parece es que durante esos años de exilio él se fue hundiendo en la depresión al ver en lo que se había convertido Europa y gran parte del mundo, y eso que no llegó a conocer esa cúspide del horror que fue el Holocausto.
EliminarEl mundo de ayer, que a mí fue un libro que me gustó, es, desde luego, pesimista, pero la pregunta es si durante aquellos años se podía ser optimista.
En cuanto al suicidio de Hitler y Eva Braun, lo lamentable es que no fuesen juzgados en Núremberg, aunque pienso que toda esa gente era enemiga de la vida, que amaban la muerte, que no tenían verdadero aprecio a nada, tal era su odio y su fanatismo.
El paralelismo, desde luego, da mucho en lo que pensar.
Muchas gracias por tu comentario, Plácido, mis saludos y un abrazo.
Tengo en casa varios libros de Zweig. Me dejaron muy buen recuerdo "Mendel el de los libros" y "Novela de Ajedrez". Asímismo, guardo una revista con un reportaje sobre su muerte que incluye una foto donde aparecen muertos sobre la cama él y su mujer. En su día, cuando lo leí, me impresionó mucho.
ResponderEliminarEl nazismo de Hitler, aparte de los millones de personas que murieron en los campos de concentración, produjo otras muertes colaterales como la que nos cuentas de Zweig. En cuanto a la muerte de Hitler, la pena es que para cuando se vió acorralado ya había conseguido avanzar mucho en su dantesco objetivo.
Muy interesante, este "Suicidio de Europa" que nos traes, Enrique. Que no se repita. Aunque andan algunos elementos peligrosos por ahí que sienten cierta nostalgia de aquel nacionalsocialismo.
Un abrazo.
Observo que he cometido al menos dos errores en este comentario: uno, la mayúscula de ajedrez; dos, acentuar asimismo, que cuando va junto no lleva tilde. Pido disculpas gramaticales. Saludos.
EliminarTres, vio con acento. Ayer estuve sembrada. Lo siento.
EliminarEl teclado del ordenador suele gastarnos malas pasadas, aparte de que errar es humano.
EliminarLos libros de Zweig creo que dejan un buen sabor de boca, a mí desde luego nunca me ha defraudado ningún libro suyo de los que he leído.
EliminarEn su época tuvo muchísimo éxito, y ni en sus peores pesadillas se hubiese podido imaginar que iba a ser despreciado y perseguido en ese continente donde tanto se le había venerado.
Su caso, desde luego, no es el único de entre los judíos que lograron escapar de Alemania pero luego acabaron suicidándose, por no hablar de quienes sobrevivieron a los campos de concentración, y pasados muchos años, esa bomba de relojería del horror absoluto les estalló en el alma y les indujo al suicidio, el caso más emblemático sería el de Primo Levi.
En cuanto a Hitler, un dato que a mí me da que pensar acerca de si este mundo, como suele decirse, no estará dejado de la mano de Dios, es el de que el demoniaco fürher sufrió 42 atentados a lo largo de su vida, y sobrevivió a todos, tuvo que ser él mismo quien se suicidara, eso si no es verdad que consiguió huir de Alemania y refugiarse en Argentina, como sostienen algunos periodistas e historiadores.
Y sí, ya ves que a muchos canallas no hay nada capaz de curarlos de sus locuras y sus fanatismos, ningún horror, por enorme que sea, les hace ver la luz de la paz y la colaboración entre individuos y naciones.
Muchas gracias por tu comentario, Juana, un abrazo de vuelta.
Por llegar tarde, decía el dicho que ni oyes misa ni comes carne. Pero dado que el mantel de los comentarios estaba puesto ya, me he servido a gusto de unos y otros y los he saboreado, así como tus respuestas.
ResponderEliminarYo no conozco la obra de Zweig, ni conocía su vida, ni siquiera esta historia que subraya tu relato, que con dos líneas maestras, traza un paralelismo singular, que como los efectos de las bolas de billar, crea una carambola que recorre de banda a banda las relaciones humanas entre víctimas y verdugos.
De todas las perspectivas que ofrece el relato para debatir y reflexionar sobre el mal del ser humano sobre su propia especie, me sumerjo en esa paradoja que supone que Hitler fuera elegido democráticamente por el pueblo alemán, como ahora, por ejemplo, lo ha sido Trump, en un guiño maquiavélico que alentará sin duda las infamantes corrientes reaccionarias que crecen al amparo de las teorías discriminadoras y excluyentes.
Este fin de semana he mantenido una discusión con un conocido que se proclama de izquierdas y que, sin embargo, sostiene argumentos que la extrema derecha esgrime frente a los inmigrantes y refugiados. Me pregunto si es esta incoherencia ética, ideológica y humana, la que lleva a los pueblos hastiados a votar inconsecuentemente, vetando el progreso de la razón, apelando a la simplificación degradante de resolver entramados complejos con el instinto más torpe, cruel y atávico que la involución se ha empeñado en perpetuar.
Ante la oscuridad, levantamos nuestra llama. Podrá creer, tal vez, que domina el mundo, pero mientras nuestra luz permanezca encendida, su victoria nunca será completa. Y nuestra luz, es nuestra palabra.
Gracias por las tuyas, Enrique. Nos iluminan. Iluminan el mundo más allá de las cincuenta palabras pertinentes.
Un abrazo.
De entrada, Manuel, darte las gracias por tu extenso comentario, en cuanto a la obra de Zweig, y como he dicho ya en anteriores comentarios, creo que sigue teniendo un gran interés y no suele defraudar al que la lee; y, de entrada, resulta absolutamente paradójico que alguien como él, que era uno de los máximos representantes de la cultura europea –se decía sucesor de Erasmo de Rótterdam-, fuese el perseguido por los bárbaros, que por más que hubiesen nacido en Alemania, podían ser, perfectamente, los descendientes de un Atila o un Gengis Kan, pero mucho más criminales y retorcidos en sus atrocidades que esos caudillos de pueblos salvajes.
EliminarQue fuesen los elegidos y aclamados por el pueblo es algo que desmoraliza bastante, pero parece que el pueblo casi siempre se equivoca, como en los Evangelios, al preferir a Barrabás antes que a Jesús.
Lo de ahora de Trump es, desde luego, igualmente descorazonador, y no sólo el que ganase a Hillary Clinton, sino que se ‘cepillase’ a todos los candidatos del partido republicano, incluido un hijo y hermano de los dos presidentes apellidados Bush .
Bertolt Brecht escribió una obra, titulada La resistible ascensión de Arturo Ui, en la que equiparaba el ascenso de Hitler al poder con el de una banda mafiosa de Chicago, pero fue algo muchísimo peor.
Como apuntas, estamos en una época muy incoherente, en Francia, Le Pen ha absorbido muchos votos que antes iban a socialistas y comunistas –desde luego que la izquierda tiene que hacer mucha autocrítica-, y eso es muy chocante, uno puede acabar decepcionado con los que representan sus ideas, pero lo que no suele hacer es echarse en brazos de los de las ideas contrarias.
Y suele haber algo también muy inquietante que tú citas: el hastío. El ser humano parece que se cansa de todo, hasta de lo bueno, y sólo por salir de ese hastío se arroja a veces a los mayores delirios, lo mismo que esa gente aburrida que sale a drogarse y a emborracharse y, si se tercia, hasta a pelearse con otros.
Para acabar, estoy de acuerdo en que debemos mantener nuestra llama y luchar en nuestra pequeña parcela. Nos queda la palabra, como decía Blas de Otero en el poema que musicó Paco Ibáñez.
Un abrazo, Manuel.
Señor Angulo, usted es muy grande, tiene cultura para dar y tomar y nos trae siempre unas historias de lo más interesantes.
ResponderEliminarYo llego la última a comentar y ya está dicho casi todo.
Por no repetirme, te diré que Europa, la vieja Europa, tan experimentada, desde mi punto de vista, se sigue suicidando. Estoy muy de acuerdo con lo que comenta Manuel sobre esta incoherencia ética, ideológica y humana, la que lleva a los pueblos hastiados a votar de forma ilógica, vetando el progreso de la razón. ¿A dónde vamos a llegar? Si es que llegamos a algún sitio...
Mucha miga nos dejas para digerir, querido.
Aprovechando que hoy es tu cumpleaños, te dejo también por aquí mis felicitaciones. Un beso grande, Enrique.
Malu.
Muchas gracias por tus exagerados halagos, Malu, lo de la cultura está –además de en las capacidades de cada cual- en correspondencia con el tiempo que uno pueda dedicarle al estudio y a la lectura, el cual, siempre suele ser escaso, pues la vida tiene demasiadas exigencias, a mi entender.
EliminarEn cuanto a lo que he querido reflejar en esas cincuenta palabras es esa perplejidad extrema de lo que fue el agujero negro de la Segunda Guerra Mundial, esa atracción por el abismo que llevó a Europa al despeñadero, al que aún estudiosos de todos los campos le están dedicando años de análisis y estudio para intentar comprender cómo fuese posible que sucediese semejante infierno.
Así que las preguntas exceden nuestras cortas posibilidades, lo que sí parece evidente es que somos un enigma para nosotros mismos, algo que ya le deja a uno perplejo y, a la más mínima, nos enfangamos en barros que parecían haberse secado hace mucho tiempo.
Con retraso, te doy las gracias por tu felicitación, la cual te agradezco mucho, y te devuelvo ese beso.
Vaya, Enrique, veo que tu relato ha hecho correr casi tanta tinta como la época y el tema de los que trata. Pienso que tienes una gran capacidad para encontrar aquellos hechos o imágenes dignos de ser remarcados por su carácter tanto simbólico como significativo. Estos dos suicidios, o cuatro, si bien son una porción insignificante de la mortandad producida en tan terrible contienda, reflejan perfectamente el sinsentido y el horror que la generó así como de cuanto en ella se produjo.
ResponderEliminarComo es habitual en ti, un relato grande y trascendente que conmueve por muchos motivos, entre ellos la abrumadora magnitud de su contexto.
Enhorabuena, tocayo.
Un abrazo.
El tema en sí ha dado, da y dará para miles de libros, así que esas dos fechas y esos cuatro suicidios serían como unas mínimas muestras del horror extremo que se alcanzó en aquellos años nefastos.
EliminarPor un lado, Zweig representa todo lo bueno alcanzado por Europa, y el deseo de que esa cultura nos llevase hasta esa unión en la que estamos hoy, y que empieza a hacer aguas tras unos años de éxito, sin que ello signifique que no pueda criticársela.
Por el otro lado, está la barbarie asesina de los nazis, su cultura de la muerte, que recuerda al grito aquel de Millán Astray: “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!” Un delirio suicida al que gran parte del pueblo alemán se apuntó entusiasmado.
Como dices, el contexto en el que sucedieron esos suicidios, las razones por las que se produjeron los de Zweig y su esposa y los de Hitler y la suya, situados en los dos extremos de esa balanza del espanto, dejan un aturdimiento y un malestar en la conciencia, pues la realidad de todo ello se nos escapa.
Muchas gracias por tu interesante comentario, tocayo, un abrazo.
Brillante idea ésta que desarrollas en tu relato, Enrique: la exposición de los dos bandos de una contienda universal, mediante la contraposición de dos suicidios múltiples y opuestos. Y siendo la idea buena, el verdadero mérito del relato es su ejecución. No olvidemos que es un texto de sólo cincuenta palabras. Este ejercicio narrativo, en mi humilde opinión, está al alcance de muy pocos.
ResponderEliminarEnhorabuena y saludos cordiales.
A veces las ideas para una historia surgen de juntar dos hechos, o dos pensamientos que, de entrada, parece que no tengan mucha relación, pero que, puestos el uno junto al otro, se enriquecen mutuamente y abarcan un campo de significados mucho más extenso.
EliminarEsos cuatro suicidios sucedidos durante la guerra más terrible que ha vivido la humanidad, tienen tantas lecturas que darían para toda una vida de investigaciones, de hecho, la literatura sobre ello no deja de crecer.
Por lo demás, muchas gracias por tus amables palabras, Carles, y apuntar que ninguna opinión es humilde y que, como dijo Borges, cualquier poeta puede escribir el mejor verso del mundo, otra cuestión sería escribir el mejor poema.
Así que todos los escribidores que por aquí pululamos y muchos otros miles, tienen capacidades suficientes para escribir textos valiosos, en cincuenta o en más palabras.
Un abrazo.
Coincido plenamente con Carles. Este micro es una muestra de originalidad en la ejecución y en el contenido. Te felicito, Enrique.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias, María José, me alegra mucho que te haya gustado, la originalidad quizá es la de la idea que, como tantísimas otras, uno no sabe cómo le llega a la mente, y, ese pequeño eureka que surge como de la nada y nos da tanta felicidad a los creadores, por ínfimos que seamos al lado de los más grandes.
EliminarBesos de vuelta.