Hoja de cortesía
Era una opinión instalada en ciertos ámbitos sociales de la ciudad, y susurrada a menudo cuando se mostraba en público: conocerle equivalía a adentrarse en la lectura de un fascinante libro.
Nunca, sin embargo, se supo de nadie que quisiera pasar de aquella desoladora, exasperante y estéril, vacía primera página.
Nunca, sin embargo, se supo de nadie que quisiera pasar de aquella desoladora, exasperante y estéril, vacía primera página.
¡Disculpas! Se ha quedado este relato atascado unas horas por un error al programar la hora. A cambio, haced buenos comentarios ;-)
ResponderEliminarNada que disculpar por mi parte, Álex. A cambio veo que tengo un comentarista de excepción, ;-).
EliminarMuchas gracias y abrazos.
Es que una portada sugerente no garantiza que el interior merezca la pena. Y, al contrario, una pésima cubierta puede esconder una historia fascinante. No nos das pistas sobre esos ámbitos sociales que hacían la pelota a tu protagonista. También en ellos puede residir el problema. De eso aquí no sabemos porque somos expertos en reconocer y valorar las letras disfrazadas, envueltas, destapadas o tendidas al sol, que crecen en nuestro bosque.
ResponderEliminar¡Enhorabuena, Enrique!
(¿Eh, Álex?)
Tal vez, Enrique, todo sea eso cortesía o mejor como ha dicho, Patricia, sea peloteo, que en "esos ámbitos" en que se mueve tu protagonista sea todo pura fachada, que todo es por quedar bien, pero todo queda en eso en blanco como la primera página de ese libro, o tal vez nos has querido decir que esa página en blanco es la personalidad de tu protagonista, que detrás de ese "postureo" no hay nada.
ResponderEliminarUn relato con muchas lecturas, y que en ningún caso es una página en blanco. Buen relato, Enrique.
Un abrazo.
Tengo que empezar por alabar tu originalidad, Enrique, pues no sé de nadie que haya dedicado antes toda una trama a esa hoja de cortesía o respeto, una página vacía que es telonera tradicional en la encuadernación de lo que ha de venir después. Sin ser estrictamente necesaria, sirve para escribir dedicatorias y poco más, sin embargo, no falta en las obras maestras ni en las mediocres. Llegados a este punto, no sabemos cómo catalogar al escritor de tu relato, que parece haber logrado fama y respeto social por el solo hecho de publicar un libro, eso propaga su entorno, sin que se hayan dignado a leerle, a pasar de esa página que no dice nada, lo cual dice muy poco de ellos, tan simples y superficiales que un espacio vacío les basta para conformarse y etiquetarle socialmente.
ResponderEliminarA partir de un detalle que pasa desapercibido, una simple lámina de celulosa sin protagonismo, has compuesto un relato de lo más interesante, puede que abierto a lecturas distintas. Ya me dirás si he estado más o menos acertado con la mía.
Un abrazo grande, Enrique
¿Hoja de cortesía, hoja en blanco?
ResponderEliminarMuy interesante esta propuesta...A veces un libro elegido no reúne ni cubre tus expectativas.
Tú micro de 50.Sí.
Besicos
La cortesía a veces no nos deja penetrar, o que penetren, en lo que se esconde tras la fachada impersonal de la careta que nos cubre.
ResponderEliminarEn este caso, creo que tu metáfora va dirigida hacia alguien que no deja traspasar el límite que supera más allá de la cordialidad, nuy bien relacionada con lo que tanto se ama en este rincón: los libros.
Como todos tus Micromochones, digno de lectura, relectura e interpretaciones varias.
Enhorabuena, genio.
En este caso no hay duda que se ha hecho realidad aquello de que "lo bueno se hace esperar".
Abrazo, Padrino.
Tu ahijado que lo mismo ha hecho un petardazo de interpretación ;-)
Muy bueno tu micro, impecablemente escrito, y que nos invitas a llenar con nuestras interpretaciones.
ResponderEliminarMe intriga el por qué nadie quería adentrarse en el conocimiento de ese personaje, experiencia que al parecer prometía ser fascinante.
¿Había en él un elemento que provocaba el rechazo y que impedía el acercamiento?
¿O quizás los calificativos que utilizas para la página en blanco en realidad se aplican al personaje?
Ya lo sabremos.
Un cordial saludo, Enrique.
Al leer el micro me he acordado de las novelas de Jane Austen, la cortesía era un parapeto de los sentimientos, con ella disimulabas todo lo que sentías.
ResponderEliminarNo sé si tiene algo que ver con lo que nos querías decir, pero es lo qué he sentido.
Un personaje que despierta expectativas de interés en quienes no le conocen y que quedan defraudadas en el primer contacto, la hoja de cortesía que nadie es capaz de superar.
ResponderEliminarMuy bueno, Enrique.
Abrazo.
Cría fama y échate a dormir. Esto pasa en todas las artes. Se invierte en la firma, no en la obra.
ResponderEliminarHas puesto el dedo en la llaga, Enrique
Saludos cordiales
¿Y si el resto de hojas estuviera también en blanco? ¿Y si sólo estuviera escrita la última hoja?
ResponderEliminarUn curioso micro. Saludos, Enrique
Mucho se habla del pánico del escritor ante la hoja en blanco. Nunca había leído algo tan original como tu relato. Aquí es lector el que siente ese pánico y ni siquiera comienza la lectura. La admiración que despierta este escritor bien pudiera ser falsa, ¿o creen sus potenciales lectores que las páginas siguientes los decepcionarán?
ResponderEliminarMuy interesante tu micro, Enrique. Es para darle vueltas en la cabeza. Un beso.
Enrique, el protagonista parece ser un hombre que cuando se le conoce de verdad merece la pena, es muy interesante. Pero en el ambiente en el que se mueve, nadie muestra interés en conocerlo a fondo, no pasan de la pura cortesía, como la Hoja de cortesía de los libros, en la que no hay nada escrito.
ResponderEliminarBuen micro, Enrique. Enhorabuena.
Besos apretados.
Me he quedado enredada en esta interesante y nada vacía hoja de cortesía.
ResponderEliminarEs uno de los micros más originales que he leído jamás. Muy interesante ese espacio que nos deja la hoja vacía de cualquier libro, donde a veces aprovechamos para que el autor nos dedique unas palabras. Pero más interesante todavía tu propuesta, mira por dónde, vienes a decirnos que esa hoja vacía también está en las personas. ¿Será el espacio que nos damos antes de conocer a alguien mejor? ¿Será esa cortesía, la de las personas tímidas que no son capaces de dejarnos pasar a la siguiente página?
Una hoja de cortesía que genera muchas expectativas y que, dependiendo de la interpretación que le demos, resultará ser una cosa u otra.
(Puede que me haya columpiado, pero todo esto que dejo por aquí arriba es lo que me ha sugerido el MicroMochón de este mes.
Bravo, bravísimo, Mr. Mochón. Eres grande.
Un beso fuerte.
Malu.
Mi interpretación del relato no coincide con ninguna de las leídas.
ResponderEliminarLa idea es maravillosa. La intención de dejarnos con la intriga es un un tanto mochoniana ¿no?
Me quedo con la intriga, pero te doy un fuerte abrazo.
Volveré por estos lares a ver si nos has sacado de la duda.
Para empezar, diré que hay algunos libros que ni siquiera tienen esa hoja de cortesía, pero supongo que eso sólo nos ha pasado a quienes comprábamos libros de bolsillo en colecciones económicas, los cuales, para más inri, solían tener una letra casi ilegible, pero entonces uno era feliz –aunque quizá no lo fuese tanto- e indocumentado, como reza el título de un libro de García Márquez, y podía con todo, ahora ya el tipo de letra, en mi caso, puede echarme para atrás a la hora de leer un libro.
ResponderEliminarLuego, creo que has jugado muy bien con el texto al confundirnos entre el protagonista de tu microcuento y un libro. El individuo en cuestión, desde luego, no es un libro abierto como suele decirse de algunas personas, sino más bien un libro cerrado, quizá encuadernado en piel y con los relieves dorados, o sea, un objeto que causa admiración pero también miedo, y, por ello, nadie se atreve u osa pasar de esa primera página, quizá hasta existan rumores al respecto, experiencias murmuradas por las esquinas sobre algo siniestro y que es mejor no menearlo.
Y es un hecho curioso el que destacas, pues suele ocurrir mucho en todas las sociedades, esas famas incomprensibles, esas opiniones desmesuradas acerca de alguien o de algo, que a ti te hacen dudar no ya sólo de tu juicio, sino hasta de tu cordura, cuando, exasperado, exclamas como el niño del cuento de Andersen: “¡Pero si el emperador está desnudo!” A lo que podría seguir un exabrupto como el de “pero de qué c*** estáis hablando”.
Aunque en tu relato hay un matiz importante, y es ese recelo de todos a pasar de esa primera página, esa fama misteriosa que no se concreta en nada, y que deja abierto un amplio campo para el misterio y la especulación.
Como siempre, un microcuento de gran interés, tocayo, mi enhorabuena y un abrazo.
Rumores, eso es lo que se sabe de él. Es más fácil quedarse en esa superficialidad vacía. Juzgarle desde fuera y entre susurros.
ResponderEliminarPara conocerle a fondo, hay que implicarse, y dejar los prejuicios fuera. Pero eso requiere, de la generosidad necesaria, para reconocer, que posiblemente "la opinión instalada", no sea cierta.
Bueno... es lo que yo veo en tu estupendo micro. ¡Enhorabuena!
Me parece que en el micro juegas con la interpretación del mismo, jugándola como una clave más del mismo para que sea el lector quien incorpore la suya. Pretendidamente o no, la sugestiva hoja de cortesía abre un abanico de posibilidades extenso a la imaginación de cada cual, pues resulta paradójico que alguien con la carta de presentación del primer párrafo, no haya habido quien de verdad se aventure a conocerlo.
ResponderEliminarMi interpretación es que somos una sociedad muy superficial. Se abunda sobre aquellos que tienen fama y éxito, sencillamente porque es una sociedad rendida al éxito. Lo vemos a menudo. Hablamos de nuestros "héroes" deportivos favoritos, de nuestros impecables actores ídolos, etc como si fueran amigos de toda la vida. Creemos que con ello, su lustre nos baña. Sin embargo, no conocemos a ninguno en profundidad. Tal vez su vida social sea vida sin amigos verdaderos, presos, castigados por su propio éxito, que todos instrumentalizamos, mientras dura, en provecho propio. Sin llegar jamás a pasar de aquella desoladora, exasperante, estéril...esto me vuelve a despistar. ¿ahuyenta a quien se interesa o es que a nadie interesa hacer porque después de pasar página viene el verdadero esfuerzo del conocimiento?
Monchón, como han dicho por ahí, genial; para monchonear un rato largo.
Un abrazo, Enrique.
Y es que no es oro todo lo que reluce...
ResponderEliminarA mí me da la sensación que comparas una persona con un libro, que a veces se habla mucho de él pero luego no hay quien se lo lea.
Y si no es esa tu intención, conseguir diferentes interpretaciones es todo un logro a mi parecer :-)
Un beso
ResponderEliminarHola a todos y muchas gracias, Álex, Patricia, Javier, Ángel, Carmen Martínez, Pablo, Georges, Maite, Rafa, María Jesús, Plácido, Carmen Cano, Pilar, Malu, Isidro, Enrique, Galilea, Manuel, Mari Carme... Veo que este mes es de los que no voy a tener tiempo para todo y he decidido salomónicamente emplearme primero en comentar relatos ajenos, y aprovechar esta posibilidad de responder vuestros comentarios sobre el mío con uno solo, si bien es algo que siempre me incomoda teniendo en cuenta el tiempo y el interés que habéis debido de emplear para hacerlos.
Empezaré diciendo que no era mi intención jugar a las adivinanzas, más que nada porque creo que no se me da bien, sino la de plantear una situación que en mi opinión se produce a veces, en mayor o menor grado y por diferentes motivos, en la vida real de mucha gente, y partiendo de la comparación con un concepto, el de la hoja de cortesía o respeto, que descubrí hace poco llevado por la curiosidad. Lo cierto es que en general habéis estado acertados en vuestras interpretaciones, aunque algunos más que otros, naturalmente.
Creo que todos nos vamos haciendo una idea de cómo son las personas que nos rodean antes de empezar a conocerlos. Nos valemos para ello de nuestra observación directa, pero también de lo que otros comentan sobre ellos; y qué duda cabe de que a pesar de toda esta información muchas veces nos equivocamos. De todos modos, lo que he querido que importe en el relato es ese rasgo que poseen algunas personas de anteponer entre ellos y los demás, incluso en las fases más íntimas de acercamiento, una página en blanco, bien por timidez, inseguridad, prudencia, miedo..., o bien solamente por tener una concepción errónea de lo que supone ser respetuoso y cortés. Seguro que entre una mayoría de términos medios hay algunos que esconden tras esa página vacía un mundo interior apasionante, mientras que otros resultarán ser "libros" aburridísimos. Mi personaje no sé dónde de esos tres grupos podría estar encuadrado, solo que, fundadamente o no, se comenta por los sitios en que se mueve que merece la pena conocerlo. No obstante, me temo que si no hay nadie interesado en averiguarlo y lo suficientemente decidido como para superar ese obstáculo (y que luego quiera contar lo que vio), nos quedaremos sin saberlo.
Muchas gracias de nuevo por vuestros fantásticos comentarios.
Abrazos.
Aunque tarde, decirte que me ha parecido un tema muy original a la par que interesante el que planteas. Además, con la enriquecedora explicación que nos das, ya no queda lugar para las interpretaciones.
EliminarEfectivamente, las personas, como los libros, guardamos una historia (más o menos interesante) tras la página de cortesía. También creo que en las personas, como en los libros, una buena encuadernación ayuda a que alguien se anime a ver qué viene tras la página en blanco. Y al contrario. Así que siempre hay libros arrinconados y personas solitarias que merecería la pena conocer. Un abrazo, Enrique.
Ah, que interesante planteamiento, Enrique: partiendo de la comparación de una persona con un libro, detenerte en esa primera página de cortesía, que no dice nada ni anticipa realmente lo que viene después. Para conocer realmente un libro, lo que hay que hacer es leerlo, ciértamente.
ResponderEliminarAbrazo, amigo.
Una metáfora muy acertada, Enrique. Esa barrera que se interpone entre dos personas que aún no se conocen puede ser el preludio de una personalidad interesante y enriquecedora. O, como ha dicho Plácido, de un ser tan vacío y estéril como esa primera página.
ResponderEliminarGenial tu idea, como siempre. Un beso.
Coincido con los demás compañeros en que es un acierto comparar la vida con un libro. ¡Cuántas veces dejamos de conocer a una persona al quedarnos en lo superficial, en la "página de cortesía"! Enhorabuena, Enrique. Besos.
ResponderEliminarUn relato muy original con esa comparación tan creativa. Enhorbuena!
ResponderEliminarMuchas gracias, Carles, Asun, María José y Jero. Me alegro mucho de que no os haya dejado indiferentes mi propuesta. Bien mirado, el tema tampoco daba para mucho, aunque teniendo en cuenta la de páginas que se han escrito sobre la pelusilla del ombligo, por ejemplo, quizá merecía la pena intentarlo al menos.
ResponderEliminarAbrazos.
Muchas gracias, Juana; y perdón, porque a la hora de hacer recuento te me has escabullido, aunque sí que había leído tu buen comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.