Impunidad
No sé. (Silencio).
No me consta. (Silencio).
Me amparo en garantías constitucionales. (Silencio).
No es mi firma. (Silencio).
No era yo. (Silencio).
Jamás lo vi. (Silencio).
No los conozco. (Silencio).
No era mi voz. (Silencio).
Lo sacaron de contexto. (Silencio).
No voy a declarar. (Silencio).
Sobreseído por falta de mérito.
Lucía, este "impunidad" parece sacado de las declaraciones que cientos de políticos españoles hacen aquí cuando los pillan con las manos en la masa, y lo grave es que acaban impunes, sobreseídos por falta de pruebas, y a todos nos entra una risa. Lo que más me gusta de tu relato son esos silencios que nos hace ver, ya que es realidad tal cual.
ResponderEliminarBuen relato, Lucía.
Un abrazo.
Asi es, Javier. En Argentina la realidad supera cualquier ficción porque no solo los declaran inocentes sino que se presentan a elecciones como si nada, y los fanáticos creen que las acusaciones fueron meras operaciones de prensa, aunque las pruebas estén sobre la mesa.
EliminarUn abrazo.
Sospechas e indicios, pero no pruebas concluyentes, algo que queda patente en los silencios, que remarcan que esas declaraciones vergonzantes que sólo buscan echar balones fuera y evitae culpas acaban por ser válidas. Como bien apunta Javier un poco más arriba y se dice en el título, al fina lo que reina es la impunidad.
ResponderEliminarUn saludo, Lucía
En Argentina se presentan en programas pruebas concluyentes, audios de escuchas donde los personajes más horripilantes de la política confiesan "apretar jueces" (es decir, manipularlos por dinero, presiones y/o amenazas) y claro, las declaraciones son vergonzantes, pero te diré que más vergüenza sentimos cuando muchos que cobraron sobres para alimentar la fama de estos personajes los adulan y los siguen defendiendo para mantener su statu quo.
EliminarEn mi país, el periodismo está en su punto máximo de credibilidad ausente.
Un político español, de apellidos Barcenas es dueño en la provincia de Salta (una provincia que se suele conocer como Salta, la linda, por su enorme belleza y por su potencial estratégico) de una estancia-hotel y tierras valuadas en varios millones de dólares. Tantos que no podría justificar con sus ingresos. La impunidad de este señor es idéntica a la de Baltasar Garzón, quien fue "premiado" con un salario mensual de 10.000 euros por cinco años, para asesorar a favor de la continuación de la dictadura de Cristina Fernández -que aspiraba a una re re re reelección hasta su muerte al peor estilo castro-chavista y era una "zurda" apócrifa que fue el hazmerreír de la izquierda argentina por sus ambiciones económicas y su metodología neo-nazi para prohibir la libertad de expresión aún a sus compañeros partidarios.
Saludos, Ángel.
Los políticos casi siempre lo consiguen: salen impunes. Una triste realidad que no deberíamos justificar ni soportar.
ResponderEliminarSaludos, Lucía
Cierto, pero la literatura, aunque sea una forma minimalista también debe denunciar estas tragedias, porque si no lo hacemos no quedará registro documentado de nuestro disgusto ante estas prácticas infames.
EliminarSaludos.
Pero en algo os superamos, Lu: nosotros tenemos infantas que se libran por ignorantes.
ResponderEliminarHas demostrado que ni la literatura ni la falta de vergüenza entienden de fronteras.
Gracias Patricia. Tu comentario, sabiendo la carrera literaria que has demostrado, es un orgullo.
EliminarUn abrazo.
¡Me gustan estos textos que parecen teatro y no lo son!
ResponderEliminar¿Impunidad? Ninguna como cada cual con o sin mérito.
¡A pagar!
Muy bueno, es la primera vez que te leo Lucía. Me ha encantado
Besicos
Lamentablemente es lo que hay en Argentina, y gracias a los comentarios que aquí han compartido los cuentistas, parece ser que en España también pasan cosas que demuestran que no todos somos iguales.
EliminarMe ha gustado mucho la estructura arquetípica que le has dado al texto y también su temática. Dentro de él caben tantos casos que serían inabarcables tratarlos por separado y en concreto. No solo en nuestro país, sino a nivel mundial. Las causas, en el fondo, más simples de lo que parecen. Hay un dicho popular que a mi parecer lo aclara bastante: "ellos se lo guisan, ellos se lo comen". Dependiendo del nivel de desarrollo democrático de cada país el nivel de impunidad es mayor (gigantesco, implica muertes y asesinatos con connivencia de bancos y de los poderes financieros internacionales), o menor (muy grande a pesar de todo, con implicación de políticos e instituciones locales).
ResponderEliminarUn gran relato, Lou. Saludos.
"Ellos se lo guisan, ellos se lo comen." Me encantó.Lo voy a adoptar.
EliminarMuchas gracias, Manuel. El nivel de los cuentistas de cincuenta palabras es tan alto que cualquier halago me ruboriza.
Cariños.
Me da a mí que el cuento es el mismo en todos los países, incluso al otro lado del charco.
ResponderEliminar¡Qué pena y qué poca vergüenza tienen!
Perfectamente contado, Lu.
Un beso.
Malu.
Sí, el igual en todos los países. Algunos más -como Argentina- otros menos, con un poco más de decencia en los jueces.
EliminarEste cuento minimalista escarba en el paradigma de la impunidad, y pone el acento en lo políticamente correcto -el indiscutible derecho a defensa- que, paradójicamente, perjudica a quienes somos víctimas de los atracadores seriales.
Lu, es vergonzoso que todos estos personajes salgan impunes. En tu micro lo dejas muy claro, desde el título hasta el final. Mientras los jueces y los fiscales estén al servicio de los poderosos, esto no cambiará. La historia se repite...
ResponderEliminarBuen micro.
Besos.
Muchas gracias. El micro es para que la historia no se repita.
Eliminar¡Cuánta verdad en 50 palabras! Primero la hacen y después no recuerdan nada.
ResponderEliminarMuy bueno y muy verdadero tu micro, Lucía. Te felicito.
Un saludo.
Muchas gracias, Almita.
ResponderEliminarLu
Cincuenta palabras que son en realidad cincuenta gritos, un clamor que se escucha allende el océano, con un acento distinto en cada orilla.
ResponderEliminarY yo también quiero unirme a él: ¡Basta ya con la impunidad de los corruptos!
Saludos cordiales, Lu.
No había visto tu comentario, Carles. Siempre me gusta responder a quienes dedican su tiempo a la escritura. Un abrazo.
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