La importancia de llamarse Pelletier
Ya nada fue como antes. Es inevitable, le ocurre a todo el que es pionero en algo importante. La fama hace que todo pase a ser distinto. Supongo que lo mismo le ocurriría a Colón con lo de América. Mi caso es similar, estrenar la guillotina me cambió la vida.
Rafa, si es tal como lo cuentas pienso que el pobre Pelletier perdió hasta la cabeza, fue un cambio radical en su vida.
ResponderEliminarTu frase final es genial, con ella descubrimos todo el secreto de este relato.
Buen relato, Rafa, me ha gustado.
Un abrazo enorme.
Ser pionero es lo que tiene, coges fama pero ¡a qué precio!
EliminarGracias, Javier
Un abrazo.
Jajaja la fama le hizo perder la cabeza Jajaja Me ha gustado el comentario de Javier.
EliminarTu relato muy ingenioso y divertido. Ahora yo me pregunto si la fama le hizo perder la cabeza, o fue perder la cabeza lo que encumbró su fama.
Un abrazo Rafa
Seguro que a partir de hacerse famoso ya fue siempre de cabeza.
EliminarGracias por comentar, Raquel.
Un beso.
Los pioneros son siempre unos incomprendidos. El nombre de ese bandido anónimo pasó a la historia, si, pero tanto le cambió la vida que pasó directamente a otra, así que seguro que no se enteró de que había alcanzado la celebridad.
ResponderEliminarPor fortuna, tú tienes la cabeza bien puesta y entrenada para el humor y la ironía.
Un abrazo grande, Rafa
Amigo Ángel, tus comentarios siempre tan certeros, salvo cuando te excedes en halagos.
EliminarGracias y abrazos.
Al inicio pensé en Oscar Wilde, pero tú mi Rafa, tienes tanto talento que cualquier pionero. Buen descubrimiento de tu talento para escribir. Me ha encantado. Un beso enorme. Saludos.
ResponderEliminarUufff, ¡Oscar Wilde!, sonrojado me dejas, Geyna. Celebro que te haya gustado.
EliminarUn beso.
¡Ese humor fino es característico en usted, señor Olivares! Y qué bueno es...
ResponderEliminarPobre Pelletier, desde luego que fue un cambio radical, porque pasó a mejor vida, mucho mejor que Colón, que estuvo el pobre paseándose por "las Américas" como un desgraciado todo el día... ja, ja, ja...
Y sí, me queda claro que es muy importante llamarse Pelletier.
Un beso, Rafa.
Malu.
Primero no hay más que uno y la familia de este Pelletier puede considerarse orgullosa de tenerlo entre sus miembros, aunque algo desmembrado.
EliminarGracias, Malu. Un beso.
Vaya si se la cambió, la vida, al tal Pelletier. Ahora, que lo más injusto de todo es que el que se hizo famoso de verdad con su cabeza fue Monsier Guillotine.
ResponderEliminarAbrazo, Rafa.
Cierto, pero sin un Pelletier, Monsieur Guillotine nunca habría alcanzado fama, así que se la debe al que puso su cabeza... y su vida.
EliminarAbrazos, Carles.
jajaja...muy bueno, Rafa. Y tanto que le cambió la vida, como que dejó de vivir.
ResponderEliminarUn relato que rezuma un humor tan necesario en estos días grises que vivimos.
Un beso.
Que no falte el humor, incluso en situaciones tan descabezadas.
Eliminargracias, Alma.
Besos.
Digno de Jardiel Poncela, tu micro. Breve monólogo del primer gillotinado que juega, de manera magnífica, con esa frase hecha. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarAbrumado por la comparación con el admirado Poncela.
EliminarGracias, Miguel.
Un abrazo.
Magnífica ironía la de tu micro, Rafa, comenzando por el guiño a Oscar Wilde del título y continuando con el monólogo de Pelletier, orgulloso de su fama aunque esté basada en su trágico destino.
ResponderEliminarSe agradece el humor, que falta nos hace en estos tiempos.
Un gran abrazo.
Ernesto, Pelletier..., desde luego hace falta un buen nombre para pasar a la historia.
EliminarGracias, Carmen, compañera de camarote.
Un beso.
Irónico relato, Rafa. Me ha sacado una sonrisa.
ResponderEliminarUn saludol
Un sonrisa de lector es ya, de por sí, un premio.
EliminarGracias, María Jesús.
Un beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl microcuento que has escrito, y para el que has elegido un título parafraseando aquella obra de teatro de Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto, respira la ironía del gran y malogrado escritor irlandés.
ResponderEliminarDe entrada, el personaje nos habla desde un más allá en el que dice que ya nada es como antes, claro, la fama que ha adquirido por ser el primero al que le ha ‘afeitado’ la máquina inventada por el doctor Guillotin, le ha cambiado la vida además de quitársela.
Así que entre esa fama adquirida por tan peregrina circunstancia, y esa indefinición entre su ser y su no ser, el pobre debe de estar en una situación de lo más confusa.
El que no estás nada confuso eres tú, Rafa, aplicándole el humor a tan siniestro artilugio que, sobre todo en esos años de la Revolución Francesa, le tuvo una adicción extrema a los cuellos de la gente.
Enhorabuena por ese humor. Un abrazo.
La cinta roja, de Carmen Posadas, gira sobre esa época y el dichoso artilugio. La recomiendo. Y sí, a toda situación se le puede encontrar el lado humorístico, o al menos intentarlo.
EliminarGracias, compañero de camarote.
Un abrazo.
Sabía que era un afamado químico francés, pero no que hubiera probado la guillotina. Siempre se aprende algo.
ResponderEliminarEstá genial. Muchos besos.
Serían parientes. A cada uno lo suyo que su fama seguro que le trajo de cabeza.
EliminarGracias, Olga. Besos.
Rafa, cuanta razón tienes con tu micro. A veces lo que te hace importante no es lo que hagas, si no estar en el lugar y en el momento adecuado, como le pasó a Pelletier. Jajaja buena ironía del destino, que tú has sabido hacerla brillar.
ResponderEliminarMuy bueno, Rafa.
Besos
Quién le iba a decir al bueno de Pelletier que más de 200 años después estaría hasta en Wikipedia.
EliminarGracias, Pilar.
Un abrazo.
Otra vuelta de tuerca más a tu ingenio, que no tiene límites. Otro de los grandes relatos de este mes, bajo mi punto de vista.
ResponderEliminarMuy grande esa cabeza parlante de Pelletier, que supongo ya estaría viviendo por su cuenta cuando te contó esta historia.
Un abrazo.
Pablo.
Me la contó desde el más allá, que visito de vez en cuando para ir aclimatándome.
EliminarAbrazo, campeón.
No sabía que el primer ejecutado por la guillotina se llamaba Pelletier. Espero que fuera rápido y que la máquina funcionara bien.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos, Rafa
Yo tampoco lo sabía pero wikipedia sí. Puede que hubiera alguno anterior pero como el artilugio estaba en pruebas, no funcionaría bien y precisarían de alguna ayuda antirreglamentaria, no cuentan.
ResponderEliminarGracias, Plácido.
Un abrazo.
¿Está cansado de su monótona vida? Rafa Olivares, les presenta la solución. De entre todas las máquinas de joder la vida, sin duda, la guillotina es la mejor.
ResponderEliminarIngenio y originalidad, a partes iguales. Ironía, a raudales. Saludos, Rafa.
Gracias, Manuel por tu generoso comentario.
EliminarSaludos.
Un poco creidillo veo yo a ese Pelletier, y el caso es que a mí por lo menos no me da mucha envidia. De todos modos me ha hecho recordar algo que mi padre nos contaba cada vez que pasábamos, camino de la playa, por Dúrcal. Allí hay un puente metálico por el que pasaba el tranvía y, según él decía, a los primeros maquinitas que tuvieron la valentía de inaugurarlo los jubilaron. Por lo visto, tu protagonista tampoco trabajó más... Privilegios adquiridos, jajaja.
ResponderEliminarMuy bueno, Rafa. Con tu excepcional sello.
Un abrazo.
Gracias, Enrique. Sí, algo peculiar sí debió ser este Pelletier.
EliminarAbrazos.