La mirada seductora
No lo sedujo con un lánguido parpadeo. Ni tampoco con un suave suspiro.
De ella, solamente recordaba unos ojos silenciosos que escribían su nombre en la noche... Una irresistible mirada... Una mirada donde se reflejaba fielmente la suya.
Por eso, impotente, cerró los ojos para no presenciar su propia muerte.
De ella, solamente recordaba unos ojos silenciosos que escribían su nombre en la noche... Una irresistible mirada... Una mirada donde se reflejaba fielmente la suya.
Por eso, impotente, cerró los ojos para no presenciar su propia muerte.
No sabemos a ciencia cierta si la mirada de la muerte puede llegar a ser seductora, nadie ha vuelto después para contárnoslo. Lo que sí está claro es que tiene que ser irresistible, ya que no hay forma de eludirla y, al final, siempre vence. Lo ideal, cuando llegue, sería hacer lo mismo que tu protagonista, cerrar los ojos y dejarse llevar. Ya que la resistencia es inútil, mejor declararse derrotado y caer con dignidad.
ResponderEliminarUn abrazo, Salvador
Muchas gracias, Angel... Dejarse llevar...
EliminarSalvador, me apunto a lo dicho por Angel, ojalá a todos cuando nos llegue ese momento lo hagamos así, bajo esa mirada seductora.
ResponderEliminarBuen relato, Salvador.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier. ¡Ojalá fuera así!
EliminarHay miradas que matan. Y la que describes, profunda y misteriosa, debe provenir de alguien sobrenatural, por el calibre que alcanza en el relato y por las consecuencias que desata. ¿Tal vez la propia muerte?.
ResponderEliminarMe parece muy bien creada la atmósfera en torno a esos ojos homicidas.
Un abrazo, Salvador.
¿Es homicida la muerte? A reflexionar... Muchas gracias, Manuel.
EliminarBello relato, Salvador, que me ha hecho reflexionar sobre algo en lo que nunca me había parado a pensar. ¿Por qué en nuestro imaginario colectivo la muerte es una mujer? Muchos autores han escrito sobre ella, en femenino, dejándose seducir, como tú, por ella y cayendo en sus brazos fatales.
ResponderEliminarPensemos y escribamos. Tú has abierto la puerta.
A sus pies, maestro.
Pensaré en ello. ¿Maestro? ¡Anda, anda! Muchas gracias, Patricia.
EliminarPrecioso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isidro.
EliminarNadie puede resistirse a esa mirada misteriosa y definitiva. Has creado una atmósfera hipnótica que nos atrae de un modo poderoso. Ojalá sepamos cerrar los ojos y dejarnos llevar cuando nos llegue la hora.
ResponderEliminarUna nota para Patricia, que ha abierto el debate sobre el género de la muerte: aparte de la tradición literaria (de la que se conoce sobre todo a los escritores varones), en las lenguas románicas la palabra "muerte" es femenino, cosa que no ocurre en otras lenguas (en alemán es masculino y su figura es la de un hombre). Que conste que no sé alemán, pero así lo tengo entendido.
Un micro magnífico, Salvador. Un abrazo.
Muchas gracias Carmen. Gracias por el dato alemán.
EliminarCon sutileza, y mucha belleza, nos acercas el delicado tema de la muerte, Salvador,lo cual es de agradecer. Mucho se puede decir e imaginar sobre el momento final, pero yo me quedo con esa "mirada" tuya, Escritor.
ResponderEliminarBesos.
¡Uffff! Escritor, me queda grande. Muchas gracias, Maria José.
EliminarSalvador, has logrado captar mi atención y mantenerla hasta el final, escondiendo muy bien de que nos hablas.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Besos.
Me encanta descorrer la cortina al final. Mucha sgracias, Pilar.
EliminarSeducida me hayo... que yuyu, espero sobrevivir a este magnífico relato.
ResponderEliminarMe he imaginado una muerte dulce, un trance hipnótico y relajante dónde te dejas ir entre montañas de placenteras endorfinas.
Un saludo.
¡Ojalá nos sorprendiera así a todos! Muchas gracias, Raquel.
Eliminar¿Quién puede eludir una mirada tan seductora? Lo inevitable tiene que ser así, como tan bien lo has descrito, Salvador.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu cincuenta. Precioso.
Saludos.
Muchas gracias, José Antonio. Lo inevitable tiene que ser así... buen comienzo.
EliminarAy, y yo que ya empezaba a enamorame...suerte que el final me ha abierto los ojos.
ResponderEliminarBuen relato, Salvador.
Enamórate de una voz... ante una mirada así... aléjate. Gracias, Carles.
EliminarDecía Marguerite Yourcenar que había que tratar de entrar en la muerte con los ojos abiertos. Sin embargo, a pesar de la mirada seductora, no debe resultar fácil.
ResponderEliminarSaludos, Salvador
No lo es Plácdio. Tres veces la he tenido ante mí y cuesta.
Eliminar“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, escribió el poeta Cesare Pavese. No sé si la mirada de esos ojos será la que ha visto el personaje de tu microcuento, esa mirada vertiginosa ante la que sólo cabe cerrar los ojos propios, pues uno es impotente para presenciar su propia muerte, para verse caer en ese abismo negro con la esperanza de que alguien nos rescate antes de que nos desvanezcamos en la nada.
ResponderEliminarCon tres heridas yo, decía Miguel Hernández: la vida, la de la muerte, la del amor. Como ocurre en su breve poema, el orden de los términos no cambia el significado, esencialmente, la vida es eso.
Tema que da para mucho y que tú has tratado con maestría en sólo cincuenta palabras. Para acabar, un poco de humor para quitarle un poco de hierro, de cobre y hasta de plomo al asunto, dice Woody Allen: “No me asusta la muerte, pero refiero no estar allí cuando ocurra”.
Enhorabuena, Salvador, por este buen microcuento. Un abrazo.
Gracias, Salvador, era prefiero, en vez de refiero, un duende había robado una letra. Saludos.
EliminarEnrique, buenísimo y enriquecedor tu comentario... como siempre. Muchísimas gracias.
ResponderEliminarNos guste o no, a esa mirada siempre la tendremos que corresponder, así que confiemos en que nos seduzca, si no con dulzura, sí con serenidad. Muy bonito, Salvador. Saludos.
ResponderEliminarCon el paso de los años ganamos en serenidad... pero... ¡Es tan bonita la vida! Gracias, Matrioska.
Eliminar¡Ay, Salvador, que yo me iba por una historia de amor...!
ResponderEliminarGiro sorprendente con ese final, que hace que cambie todo lo que estaba pensando anteriormente.
Una gran historia y un canto a la vida. Felicidades.
Un beso.
Malu.
El canto a la vida... siempre. Incluso en ese momento de la mirada, Malu. Muchas gracias.
EliminarContundente final, que me ha dejado flipando.
ResponderEliminarMuy bueno.
Suerte, Salvador
Muchas gracias, María Jesús. La suerte que espero es que esa mirada tarde en llegar.
EliminarQué bien escribes, Salvador. Tus relatos son de los que hipnotizan al autor y tienen un halo de misterio. Me encantan esas miradas, esa última mirada.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pablo.
Muchas gracias por tu comentario, Pablo. Sí, hice un cursillo en la antiguo PPO de hipnotizador. Jajajaja. Un fuerte abrazo.
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