Motivos, los hubo
Cuando se repartieron los papeles, me tocó el de malo. Él, por contra, era todo bondad, todo virtud. ¡El hijo perfecto! Nada más alejado de la realidad. Sabía cómo camuflar sus perfidias, sus crueldades.
¡Lo maté con aquella quijada! Comprendedme, perdí mi connatural serenidad, pero me tenía hasta las narices.
¡Lo maté con aquella quijada! Comprendedme, perdí mi connatural serenidad, pero me tenía hasta las narices.
El mes pasado, el Génesis. Este, Caín y Abel... Jamás sospeché que se pudiera reescribir la Biblia en 50 palabras.
ResponderEliminarAbrazo fraternal sin quitarte ojo de encima.
Empleas una fina ironía para describir el reparto de papeles que nos ha tocado en el drama que cada uno representamos
ResponderEliminarLa fatalidad es la fatalidad, y...
Saludos afectuosos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJosé Antonio, como ha comentado Patricia, continuas tu biblia a base de 50palabras, y hoy con gran ironia nos cuentas la historia de Cain y Abel, y es que viéndolo así como lo narras hace justicia al título "motivos, los hubo".
ResponderEliminarBuen relato José Antonio, me ha gustado.
Un abrazo enorme.
Si lo pensamos bien, siempre hay motivos para casi todo si se quieren buscar. Por fortuna, somos civilizados y por lo general nos controlamos. Ya sabemos que la envidia es un veneno que, si se acumula, puede conducir a una erupción irrefrenable. La Biblia es una fuente de buenas historias, a las que se le puede dar la vuelta si se tiene maestría para ello. A mí me has hecho dudar, ya no sé si Caín es el malo por antonomasia que nos habían contado o alguien que liberó a la Humanidad de un verdadero villano.
ResponderEliminarUn abrazo, José Antonio
Cuando se reúnen la envidia y las imperfecciones humanas, con o sin quijada a mano la ira aparece por por el hueco de la vida. Haya motivos o no, a veces, la resolución nunca es la más acertada.
ResponderEliminar¡Vaya cincuenta, siempre actual!
Besicos, José Antonio
La verdad es que me cae más simpático Caín que Abel: a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguió ningún premio, a diferencia de su hermano. Me parece que la actitud que Dios tuvo con él podría servir de atenuante.
ResponderEliminarSaludos, José Antonio
Del fango nacerá el loto; de la oscuridad la luz y del dolor el remedio. Gracias por compartirlo, José Antonio.
ResponderEliminarSalut.
Esta actualización de la historia bíblica da que pensar. Ya no sabemos si Caín es víctima de la envidia únicamente o si su carácter y destino estaban escritos.
ResponderEliminarEl tema del cainismo, por desgracia, siempre está vigente. José Antonio, nos estás dando un interesante paseo por la Biblia. Y esto no ha hecho más que empezar. Quedo a la espera de algún otro micro, porque estoy perdiendo la fe.
Me ha gustado muchísimo. Un fuerte abrazo.
Como dice Don Plácido Romero sin duda son más interesantes los ciudadanos Kane, por otro lado si lees a Robert Graves siempre te quedará la duda, si la versión bíblica no es más que un disfraz de la lucha por el poder, por la sucesión del tanista o del gemelo.
ResponderEliminarEstupendo relato.
Abrazos.
Exacto, Pepe. Hablando de Graves y del asunto que aquí nos ocupa: indispensable la lectura de Rey Jesús. Graves detecta, cosa que yo suscribo, que el punto débil (de al menos el Jesús histórico) fue la prisa.
EliminarPor otro lado, José Antonio ¿qué hubiera pasado si Caín hubiese tenido un momento de serenidad y no hubiese cogido la piedra (ara, altar);tan rápido? 😉
Guau, José Antonio. Menudo sociópata te has sacado de la manga. Impresiona su absoluta falta de escrúpulos, magníficamente retradada con el detalle de pedir disculpas por.... ¡¡¡perder la serenidad!!!.
ResponderEliminarGran relato.
Un abrazo.
Genial tu reinterpretación de este episodio bíblico. Acabarán llamándote del Vaticano, ya lo verás. Tú sigue, que aquí hay tema para rato.
ResponderEliminarUn beso.
La Biblia según San José Antonio. Espero que disculpes la libertad que me he tomado con el tratamiento, pero ¿acaso la perseverancia no es una virtud? ;) Por mi parte, yo sigo esperando más capítulos.
ResponderEliminarUn abrazo, José Antonio.
Los papeles vienen mezclados. Por mucho que los desenredes, no conseguirás separarlos completamente. Todos tenemos bueno y malo. Que venza la bondad sobre la maldad, se trabaja. Aunque a veces, roza la casualidad.
ResponderEliminar¡Me encanta tu escrito!
Que malas son las envidias entre hermanos...Lo has narrado tan bien, que parece que ahora le tenemos manía al pobre Abel, le has dado sentido a la muerte de éste.
ResponderEliminarMuy bueno. Besos
No es para menos. Tanta santidad cuando aún no había Iglesia la verdad es que exaspera a cualquiera.
ResponderEliminarMuy bueno, José Antonio.
Abrazo.
José Antonio, veo que sigues con historias bíblicas, desde luego, dan mucho de sí, y creo que necesitan varias reescrituras, en definitiva, todas las historias dejan muchos cabos sueltos –y hasta algún sargento que otro- y se pueden contar de muchas maneras.
ResponderEliminarSaramago también eligió a este personaje bíblico maldito –el autor del primer fratricidio según la versión que el Antiguo Testamento da sobre la creación del hombre- para una de sus novelas, y aunque no la he leído –queda pendiente como tantísimas otras- parece que intentó, hasta cierto punto, revindicar su figura; por lo que, si no recuerdo mal, creo que fue bastante atacado por quienes toman los libros llamados sagrados como la verdad absoluta, así que, si leyesen esta pequeña historia también te caería la del pulpo.
Tú también justificas a Caín, bueno, más bien, le das voz para que sea él mismo quien se defienda, y aunque el asesinato nunca puede justificarse, sí que dejas a las claras que nada es simple, que en toda historia hay claroscuros y vericuetos que no permiten un juicio determinante.
Que quizá Yavé no fue justo con Caín, que Abel puede que fuese un hipócrita, y que un día de furia lo puede tener hasta Michael Douglas, el cual, por otra parte, suele ser muy dado a los instintos básicos.
Mis felicitaciones por tu desenfado y sentido del humor, santo grial que es el que en muchas ocasiones puede salvarnos para que no nos enfanguemos en la cólera y el rencor.
Un abrazo.
Jose Antonio, si es que la Biblia es una gran fuente de inspiración y tú has sabido aprovecharla de forma excelente. Tenías los ingredientes perfectos para un gran micro, hermanos y envidia.
ResponderEliminarMuy bueno. Enhorabuena.
Besos apretados.
Esto es una genialidad, José Antonio. Ahora me queda bien explicado el porqué Caín hizo lo que hizo. Menos mal que te tenemos a ti para que nos desveles lo que la Biblia nos ha ocultado tantos años.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, paisano. Esta temporada estás que te sales.
Pablo.
Caín y Abel, izquierda y derecha, el yin y el yang...
ResponderEliminarGenial la idea de contarnos la Biblia, adaptada para cincuentistas. Desde luego que así se entiende mucho mejor.
Siempre he pensado que Caín no era malo, sino que le hicieron así entre todos y tú has venido a confirmar mis teorías.
Excelente narración, aderezado con un toque especial como solo sabe hacerlo un genio de las letras como tú.
Enhorabuena, me parece un gran relato, querido José Antonio.
Un beso fuerte.
Malu.
Supongo que todos tenemos un poco de Caín y un poco de Abel. Y en según que circunstancias, nos sorprenderíamos a nosotros mismos. Muy interesante este acercamiento a uno de los malos bíblicos. Humanizando sus rasgos nos resulta más facil ponernos en su lugar e intentar entender algo más su reacción. Un abrazo.
ResponderEliminarSin quitarle ni un ápice de culpabilidad, ahí veo yo como primer culpable al padre, siempre obsesionado por llenar el mundo de buenos y malos, de seres a quienes premiar y, sobre todo, a quienes castigar.
ResponderEliminarNormal que se mosquee nuestro protagonista, porque resulta que el blanco y negro no pudo ser, y con las prisas de los 7 días, le salimos repletos de grises, con múltiples matices. Por eso, hasta al más sereno se le puede ir la olla y el más bueno puede ser un maestro del camuflaje de perfidias.
Extraordinario relato, José Antonio, repleto de matices. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo.
Parafraseando al Gran Wyoming, bien podríamos decir algo así como “Ya conocen lo que dice la Biblia, ahora les contaré la verdad…”
ResponderEliminarMe encanta también este capítulo de tu particular revisión de las sagradas escrituras, amigo José Antonio. Y como en todo lo que escribes, veo en él un derroche de calidad literaria, de precisión en el contar, de contrastes buscados..., y entre todo ello a un gran personaje, retratado tan solo con las pinceladas de las magistrales frases que van saliendo de su boca. Un relato que me ha hecho disfrutar mucho al leerlo, pero más aún con sus relecturas. A ver dónde hay por aquí un sombrero para quitármelo tal y como merece tu propuesta.
Enhorabuena y un fuerte abrazo.
José Antonio, me ha gustado mucho cómo has logrado reflejar el daño que pueden hacer las "etiquetas sociales". Al final, si desde pequeños nos tratan de una determinada manera, nos fomentarán responder a las expectativas que nos imponen. Si desde pequeño Caín fue tratado como malo pues ya está el camino trazado y dibujado para que él lo siga. Lo peligroso es que estas etiquetas suelen ponerse de forma inconsciente y desde bien pequeños. Enhorabuena por el micro.
ResponderEliminarEste irónico Caín es para echarle de comer aparte, pero tal como dice, sus motivos tuvo. Si es que la perfección virtuosa tiene un algo que chirría, se hace antipática...siempre el él, el listo, el sobrado. Llega un momento en que claro, sin querer queriendo atizas donde no debes y le dejas en el sitio.
ResponderEliminarComo en el sitio nos dejas, atónitos, sorprendidos, divertidos con el tono logrado del relato y esa chispa tan personal que emana de tus textos.
Un abrazo, José antonio.
¡Cuánta razón tiene ese refrán tan popular que dice lo de «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy»! Y lo digo por propia experiencia, ya que, al día siguiente de ver publicado mi humilde cincuenta -un jueves-, me hice el firme propósito de comenzar a responder, como debía hacerlo, uno a uno, al siguiente día -sábado-, todos los comentarios que habían comenzado a surgir sobre mi historia. Pero llegó el sábado y no pude. Y el domingo, tampoco. Ni el lunes ni el martes ni... Los días iban pasando y no encontraba (¿alguien se lo puede creer? ¡Pues es la pura verdad!) el hueco necesario para dar respuesta al nutrido grupo de comentarios que ya se habían alojado bajo mi, insisto, humilde relato.
ResponderEliminarEsta misma semana era la semana elegida para hacer lo que tendría que haber hecho. Una inesperada gripe, con muy mala baba, me ha roto por completo mis planes. No obstante, creo, os debo una explicación y mis disculpas por no haber tenido con cada uno de vosotros la mínima cortesía de daros una respuesta a esos tan atinados comentarios, algunos de mucha más calidad que lo comentado, que me habéis dejado con toda vuestra amabilidad.
Así que... vayamos por orden (y nunca mejor dicho). ¡¡Muchísimas gracias, de todo corazón, Patricia (miss Richmond), María Jesús (Briones), Javier, Ángel, Cabopá, Plácido, dipandra, Carmen (Cano), Pepe, Carles, Asun, Fina, Galilea, Olga, Rafa, Enrique (Angulo), Pilar, Pablo, Malu, Juana, Antonio, Enrique (Mochón), Enrique (Caño) y Manuel!! ¡¡Sois todas y todos unos magníficos escritores y unos muy acertados comentaristas, cada uno con su visión personal, como debe ser, que enriquecen y no sabéis bien cómo, este, el mío, y los otros muchos excelentes cincuenta que por aquí se dan cita día a día!! Es más, lamento también no haber comentado, como hubiera sido mi deseo, esos otros soberbios microrrelatos que ha parido marzo.
Esta página sigue y sigue creciendo y eso es síntoma de que aquí hay «Cincuenta palabras» para largo (y mucho mejor así). Y además con la calidad que lo hace. También para esos autores, no solo para quienes me habéis comentado en esta ocasión, van mis disculpas por no haber ofrecido mi modesta opinión (salvo a los primeros del mes). Prometo que en abril haré en lo posible acto de contrición e intentaré purgar esta pena que, sinceramente, me corroe.
Una cosa más, para terminar: Nos seguimos leyendo (yo no he dejado de hacerlo durante todo el mes) y, en mi caso, con el añadido de mi sincera admiración por cómo escribís y qué buenas historias ofrecéis ¡¡Sois grandes, pero que muy grandes!! Y de los grandes es de quienes hay que aprender, algo que yo no he dejado de hacer desde mi primer y hasta mi último cincuenta (y ya llevo unos cuantos).
Un fuerte abrazo, compañeros cincuentistas.