Noticias que interesan a (tele)cinco de cada seis
Se ha vuelto a operar las tetas. Afirma estar satisfecha, mientras se las toca con movimientos onanistas frente al espejo.
Quiere estar guapa cuando ofrezca la próxima exclusiva en directo por televisión; con el dinero que gane, pagará la operación.
¿Cuál es la exclusiva? Que se ha operado las tetas.
Quiere estar guapa cuando ofrezca la próxima exclusiva en directo por televisión; con el dinero que gane, pagará la operación.
¿Cuál es la exclusiva? Que se ha operado las tetas.
Fernando, en cincuenta palabras has definido a la perfección la programación de esa cadena de cuyo nombre no quiero acordarme. El título, de 10.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un abrazo.
Pablo
Fernando, es un círculo sin fin, y se volverá a operar y dara la misma exclusiva y vuelta a empezar.
ResponderEliminarEl título me encanta, muy acertado.
Buen relato, Fernando, me ha gustado.
Un abrazo.
¡Una radiografía perfecta!
ResponderEliminarGracias, Fernando, por compartirlo.
Salut.
Muy ingenioso y divertido, Fernando. Aunque la realidad que refleja no deja de ser bastante triste. Un abrazo.
ResponderEliminarParece ficción pero se trata de la pura realidad, como ha dicho Juana, bien triste. Algo que sucede porque hay muchas personas que consumen este tipo de programas, aunque cada uno disfruta a su manera.
ResponderEliminarCercano y simpático, Fernando.
Un abrazo
De entrada, el título me ha recordado aquel anuncio que decía que nueve de cada diez estrellas usan Pons, lo que en el eslogan del anuncio en cuestión era exagerado, en el título de tu microcuento creo que se acerca bastante a la verdad y, en efecto, por mucho que en las conversaciones y encuestas mucha gente diga que ve los documentales de la 2, lo que de verdad se traga es toda esa morralla llena de personajillos de tres al cuarto, en la que una vecina que tuve hace muchos años creo que hubiese eclipsado a Belén Esteban y compañía, pues como arrabalera, maleducada y pendenciera no tenía precio.
ResponderEliminarClaro que hay muchos que lo defienden en aras de la libertad, que cada cual vea lo que le dé la gana, dicen, cierto; pero mal vamos si los que tienen cosas importantes que decir y enseñarnos son relegados a medios minoritarios, o ni siquiera eso.
Pero vivimos unos tiempos en los que la cochambre moral se eleva a los altares, en los que se presume de ignorancia y de mala educación, en los que se quiere nivelar todo, en los que cualquier cretino sin dos dedos de frente insulta con despotismo al sensato que se atreve a hacerle una crítica.
El tono sarcástico que has empleado para contarlo es perfecto y adecuado a la necedad que nos invade, en la que a todos los enganchados a esos bodrios de programas parece que les da igual el forraje que les echen, se lo tragan todo, aunque sean mentiras, aunque sean guiones previamente preparados, aunque sea una bufonada sin el menor gusto, aunque, a veces, se roce lo delictivo.
Mis aplausos, Fernando, tu microcuento está lleno de ingenio y de sabia crítica. Me he reído. Un abrazo.
Es una divertida crítica a la banalidad y a al exhibicionismo de lo privado en la programación televisiva, en concreto de una cadena. Tristes personajes los que se asoman a la pequeña pantalla.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Fernando. Un fuerte abrazo.
El titulo es muy ingenioso, Fernando.
ResponderEliminarY si. La exclusiva es esa, que se ha operado las tetas. Estos pobres de algo tendrán que vivir, digo yo. A mi me molesta mucho que cosas tan privadas como esta valgan para hacer caja.
Muy buena crítica. Muchos besos.
Has resumido muy bien el micro ecosistema de éste tipo de programas o cadenas. Vivir del cuento que se dice de toda la vida. Pero no del cuento de 50 palabras, sino del otro cuento.
ResponderEliminarUn abrazo
Agudo punto de vista, de una historia tan visual como la Tele-misma.
ResponderEliminarSuerte y saludos virtuales.
Retroalimentación televisiva. Un buen micro.
ResponderEliminarSaludos, Fernando
Pues anda que no hay gente atrapada en su propio bucle, cual Prometeos modernos, pero bastante menos heroícos, eso sí.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Fernando.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios (Pablo, Javier, dipandra, Juana, Ángel, Enrique, Carmen, Olga, Raquel, María Jesús, Plácido, Carles...). Ahora voy un poco liadillo y no tengo tiempo casi ni de entrar por aquí, pero prometo responder en cuanto tenga un hueco.
ResponderEliminarUn abrazo para todos, familia.
También podrías titularlo "círculos viciosos", como aquella canción de Sabina. Muy adecuado el tono de humor para denunciar algo que ya ni nos escandaliza por habitual. La verdad es que es para llorar, pero siempre vale mas reír. ¡Un fuerte abrazo Fernando!
ResponderEliminarDicen que todos albergamos dentro todas las facetas posibles de la personalidad humana, y a veces me pregunto hasta qué punto somos culpables de esos rasgos que acaban predominando en cada uno de nosotros. Esta superficialidad que tan bien retratas tiene su espacio propio y, como bien dicen algunos compañeros, es bastante triste. Solo cabe esperar que con el tiempo vaya perdiendo protagonismo y acabe por no merecer la pena zambullirse en ella para ganarse la vida.
ResponderEliminarEnhorabuena, Fernando.
Un abrazo.
Vidas tristes interesándose por vidas más o menos tristes. Programas que da vergüenza ajena ver y personajes víctimas de ellos mismos. ¿Cuándo perdimos la razón? ¿Qué tipo de carroñeros comercializan con un corazón abierto y lo seccionan en directo?
ResponderEliminarTan circular es tu micro, como las respuestas a mis preguntas.
Muy bueno este micro Fernando.
Un beso.
Malu.
Por el camino de la vacuidad se llega por un sendero, cada vez más numeroso de seguidores, al aplauso superficial, y viceversa. Diría que de cada cinco cada insulsa noticia interesa a seis, según los escandalosos índices de audiencia del entretenimiento basura.
ResponderEliminarTiene gracia la cosa, vista desde la perspectiva ácida y desenfadada con la que nos cuenta la cuestión. Sin embargo, el trasfondo es triste : el tamaño de las tetas como telón de fondo del argumentario. Apaguemos la tele y nos leemos en cincuenta, Fernando. Saludos.