Juicio final
Llueve. Enfundado en un quimono de seda, Salvador pasea su ambigüedad por las Ramblas. Camina por su mundo intemporal, sin futuro. El séptimo trueno, cual trompeta del apocalipsis, da paso a los siete ángeles. Y al tiempo que entona unas "alegrías" por un mundo frágil y en continua decadencia, llora.
Intensa imagen la que nos muestras, mezcla de ciencia ficción y costumbrismo "cañí", por decirlo de algún modo. Me ha gustado. Suerte, Olga y saludos.
ResponderEliminarBueno, es otra forma de verlo, lo que apuntas del costumbrismo "cañí". Las "alegrías" son un palo flamenco de Cádiz, que invita al baile. Dicen que viene de la jota navarro-aragonesa, poco cañí, jajaja.
EliminarMuchas gracias Jesús.
Olga, a lo mejor mi interpretación es un locura de las mías, pero veo a tu protagonista vestido así por las Ramblas y no sé si se dedica al teatro de calle y cuando suena la música muy a su pesar, él, se pone a bailar, o que por necesidad se dedica a la prostitución.
ResponderEliminarOlga, te pido disculpas si es una tontería lo que he planteado.
Olga, un relato que me ha hecho pensar.
Se te echa de menos en "el camarote".
Besos.
No es ninguna tontería. Es una persona un poco especial.Es excéntrico e inestable emocionalmente.
EliminarHay una parte de las Ramblas que es lugar de encuentro para transexuales, travestis…
Muchas gracias, Javier.
El mundo no está hecho para los "diferentes", pareces querer decir, Olga. La ambigüedad de tu protagonista le lastra, determina su desgracia. Me ha gustado mucho, aunque no sé si mi interpretación del texto es la adecuada.
ResponderEliminarBesos.
Parece que mi texto es un poco ambiguo y no se entiende muy bien.
EliminarPero tienes razón en que es totalmente diferente al resto de las personas y eso le convierte en un desgraciado.
Muchas gracias, María José. Besotes
Esa quebradiza atmósfera de fin del mundo está personificada de manera delicada en el desequilibrio excéntrico de Salvador. Un fantástico personaje para retratar el mundo desquiciado que nos rodea. También, para dar visibilidad a los diferentes que sienten con su piel de seda las vibraciones que a los demás se nos escapan.
ResponderEliminarMe gusta el toque especial que nos deja tu cincuenta, Olga. Saludos.
Es un tipo muy vulnerable.
EliminarMuchas gracias, Manuel.
Qué imágenes tan potentes sugiere tu relato. Ese quimono empapado de lluvia me hace pensar en el Barrio Chino de Barcelona, cargado de historias de incomprensión y tragedias personales envueltas de fingida alegría.
ResponderEliminarGran relato, Olga.
Por ahí iba encaminado. Es una historia más de todas las que pueblan cualquier barrio excéntrico de cualquier ciudad.
EliminarMuchos besos, Patricia y gracias.
Por las Ramblas desfilan todo tipo de personajes y Salvador podría ser uno más, pero su atuendo, su sensibilidad y su desamparo lo hacen diferente a cualquier otro, único. Es un ser que sufre y que no encuentra su lugar en el mundo.
ResponderEliminarBuen micro, Olga. Me ha impresionado mucho tu personaje. Besos.
Un hombre sensible con un mundo propio que no encuentra encaje en el real. Ese quimono de seda puede significar muchas cosas, en todo caso, se trata de una persona peculiar, con una sensibilidad diferente y atinada, capaz de ver, mejor que el común de las personas, los signos de un final colectivo o un gran cataclismo cuya llegada sólo es cuestión de tiempo. En este contexto, esas "alegrías" que entona no dejan de ser una ironía.
ResponderEliminarUn relato desgarrador, donde la esperanza no tiene cabida, que hace pensar y, quizá, replantearse nuestro vivir, por lo general, desocupado.
Un abrazo grande, Olga
Coincido con Javier, ay que ver como una prenda puede perfilar tanto a un personaje. Me gustan las propuestas que se salen de lo convencional, e invitan a imaginar.
ResponderEliminarUn saludo Olga
Ese juicio final puede estar ocurriendo tan sólo en la cabeza del protagonista de tu microcuento, aunque también pudiera ser que, de verdad, hubiese llegado ese momento del título de aquella película, el cual era: Cuando el destino nos alcance, que, con la cantidad de barbaridades que hacemos, o hacen algunos, si el destino no nos ha alcanzado es porque debe de ir muy despacio.
ResponderEliminarTu personaje es un ser marginal, y, seguramente, vilipendiado y reprimido por todos los ‘normales’, o animales, no sé muy bien cómo era, que tanto han hecho sufrir a personas diferentes y, por lo general, mucho más inteligentes y sensibles que ellos que, en su mayoría, eran y son poco más que trozos de carne con ojos. Que de todo hay en la viña del Señor, y, más que nada, uvas agraces.
Un texto lleno de ambigüedades que lo enriquecen, con referencias al Apocalipsis de San Juan, con un mundo real, sórdido y hostil, y con un personaje que vive en su mundo como un don quijote de la modernidad, cantando alegrías que, quizás, estén llenas de tristeza; con esa lluvia que comienza a caer al principio del microcuento y que empapa el quimono de seda y corre el rímel de Salvador.
Gran microcuento, Olga, un abrazo.
Me encanta la forma en que muestras la excentricidad del personaje, su mundo único, su conducta extravagante. Si no nos dieras las pistas del título y de las “alegrías” pensaríamos en un ser desquiciado, pero él lo dijo: “La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco”
ResponderEliminarMuy bueno, Olga.
Besos
OS CONTESTO A TODOS: Carmen, George, Enrique, Ángel y Raquel.
ResponderEliminarHay una parte de las Ramblas que es lugar de encuentro para transexuales, travestis…
Con este relato he querido describir a un personaje que tiene una personalidad contradictoria: Es un individuo con una sexualidad no definida, que viste con atuendo de Gueisa por las Ramblas y entona unas “alegrías” típicas del sur de nuestro país.
Tiene pensamientos extremos y además los estímulos ambientales (ese día hay una gran tormenta), interactúan en su mente: Hoy es el día del juicio final y él es el “Salvador”.
Todo esto hace que se produzcan variantes en su personalidad (por eso canta a la vez que llora), es un tipo con una vulnerabilidad biológica especial.
A lo mejor he pecado de meter demasiadas variantes en sólo 50 palabras.
Muchas gracias a todos. Muchos besos.
"Demasiadas", no. Has conseguido reflejar a un personaje intenso, complejo y también torturado.
Eliminar50 palabras muy bien aprovechadas. Enhorabuena.
Pues si alguien no puede pasear en quimono por las Ramblas sin llamar la atención, imagínate, Olga, lo que pasaría si lo hiciera en una ciudad provinciana.
ResponderEliminarSaludos
Siii. Que se venga por algunos pueblos de Castilla-León (por ejemplo), que sale o "macho" o "escaldao", jajaja.
EliminarMuchas gracias. Muchos besos.
Cada día escribes mejor, Olga.
ResponderEliminarMi enhorabuena por este relato y el personaje creado.
Besito virtual.
Viniendo de tí, que eres un AS de las letras me siento muy halagada. Muchas gracias, María Jesús. Muchos besos.
EliminarOlga, lo que me parece única es la creatividad del relato. El personaje que propones no encaja en un mundo de formas por ser diferente. La excentricidad del protagonista no se acopla, entiendo, al mundo estereotipado que le rodea. Las "etiquetas sociales" actúan de un modo dañino a todo aquel que reme de una forma diferente y no se someta a los cánones establecidos. Creo haber entendido, según tus comentarios, que el protagonista concibe que es el día del Juicio Final y se autoproclama como el "Salvador". Es decir, con una imaginación a la altura del mismo Quijote. Enhorabuena por el 50. Besos. Enrique
ResponderEliminarMuchas gracias, Enrique, por comentar y sobre todo por leer.
EliminarEl protagonista siente su propio nombre: Salvador, como una losa. Porque se acerca el Juicio Final y debe ser él quien debe salvarlo.
Besos.
¡Qué gran relato, Olga!
ResponderEliminarRetratas a un personaje «especial» que se mueve en un mundo donde, al parecer, no tiene acomodo, y con él eres capaz de ofrecernos un cincuenta precioso en el que, además, juegas con la palabra «juicio», del que no sé si te refieres al definitivo o a ese otro que sentencia a nuestro «Salvador», en una apocalipsis inevitable hacia el que nos encaminamos todos, incluso los que nos damos en llamar «normales».
Enhorabuena y nos seguimos leyendo.
Un beso.
Muchas gracias, José Antonio.
EliminarEse día hay una gran tormenta, y esto hace que interactúe en su mente de forma que se cree que es el Juicio Final.
Nos seguimos leyendo. Muchos besos.
La lluvia añade un punto extra en la extravagancia que rezuma el texto. Va con el personaje, con sus dudas, sus inseguridades, sus truenos y sus ángeles. Nos provoca pena esa incomprensión del mundo hacia él, por esa decadencia. Y sobre todo, por verlo "sin futuro".
ResponderEliminarQue en el juicio final no sean muy duros con él, que no lo ha tenido nada fácil.
Con 50 pinceladas nos dibujas muy bien todo su universo.
Un beso.
Muchas gracias, M. Carme!!
ResponderEliminarQuería dibujar un tipo extravagante, si. Espero haberlo conseguido.
Muchos besos.
Se percibe la fragilidad entre el caos. La seda que cubre la ambigüedad, pasea mojada por las lágrimas habitualmente ocultadas tras una apariencia alegre, pero que camina entre un tiempo que no siente suyo, entre truenos y trompetas, hasta convertir esa fragilidad en su gran fortaleza.
ResponderEliminarEspléndido y emocionante Olga. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Antonio.
EliminarTus comentarios son más mejores que mis relatos.
Muchos besos.
!Enhorabuena, es muy bueno!
ResponderEliminarPoco tengo que decir, ya te lo han comentado todo. Un bico.
Muchas gracias, Maite. Besos.
EliminarEl mundo interior de tu protagonista parece tan intenso y rico como el ambiente de las ramblas en pleno apogeo. Lástima que esa riqueza sea condenada, por vete a saber que motivos, a la decadencia.
ResponderEliminarGran retrato, Olga, en el que se pueden ver reconocidos muchos de esos personajes, muchas de esas personas, tan entrañables como desfavorecidos por la sociedad.
Un abrazo.
Muchas gracias, Enrique! Besos
EliminarHola Olga, me gusta la forma en que escribes el relato y el gran detalle de la bata de seda que explica todo.
ResponderEliminarUn gran beso.
Muchas gracias, Jean. Un gran beso para ti también.
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