Liturgia
La clave residía en saber elegir el término preciso. El buscador, luego, ofrecía distintas alternativas. Resultaba llamativo que la primera opción fuera la web de la Santa Sede. Destacado, a un clic, aparecía un útil tutorial para expiar pecados y remordimientos lujuriosos. Punto por punto, el cardenal lo siguió escrupulosamente.
Original idea para expiar pecados y... ¡sorpresa, qué gran pecador el que se confiesa! Con la iglesia hemos topado. Esa ingente institución de solo hombres, redentora del mundo, hace aguas pecadoras por muchos frentes, como la pedofilia y la corrupción por citar algunos, pero sigue acumulando poder de influencia en el mundo y en nuestro país especialmente. Así que pones sobre la mesa un tema jugoso para la controversia.
ResponderEliminarPor otra parte, me parece un relato muy bien escrito, José Antonio. Es toda una liturgia moderna y colectiva el proceso de búsqueda en internet y lo recreas con la prestancia adecuada. luego, nos espera la sorpresa final que le presta un vuelo crítico al texto. Para la reflexión, para el debate.
Genial. Un abrazo.
Muchas gracias, Manuel, siempre tan amable con tus exquisitos comentarios, hacia mis cincuenta o hacia los de otros cincuentistas. Este que me haces, sigue también esa línea de exquisitez.
EliminarLa institución, como tú bien dices, si decide modernizarse algún día, lo hará en el sentido futurible que yo intento expresar en mi modesto relato. En otros sentidos, que muchos feligreses ya ansían y reivindican todavía con mucha timidez, tardará una eternidad(de la que dicen conocer algo, ¿?), intuyo.
Me alegra pensar que mi cincuenta provoca reflexión, porque ese era mi objetivo desde que lo ideé.
Un fuerte abrazo y te reitero mi gratitud, a la par que te pido disculpas, como al resto del respetable, por mi tardanza en la respuesta. Lo siento.
José Antonio, estos curas pecadores de hoy en día han cambiado el golpe en el pecho por el clic con el ratón, como diría aquel adaptarse o morir. Pero como la iglesia es tan lista y ve el negocio ya los veo creando una aplicación para móviles, la "pecadorum 1.0"
ResponderEliminarBuen relato, José Antonio, escrito con gran maestría, me ha gustado.
Un abrazo enorme.
Efectivamente, Javier. Aquellos métodos de «castigo» absolutorio (golpe en el pecho, abstinencia -depende-, cilicios, etcétera) han dado paso a otros más modernos y fáciles de gestionar. Lo de esa aplicación, si la vemos algún día, podremos llegar a la conclusión de que también leen esta web. El control ha sido siempre su fuerte. Esto y cobrar por todo. Pero no le demos ideas... Salvo que nos paguen los oportuno "royalties" en moneda de curso legal, que otros pagos, increíbles, no los queremos. Por lo menos yo.
EliminarGracias por tu amable comentario, amigo y compañero de camarote.
Un abrazo y, como a Manuel, te pido mis disculpas por haber tardado en contestarte.
Para que luego digan que algunas instituciones no son capaces de modernizarse. Todo se puede adaptar a los tiempos, aunque con este sistema tan moderno la expiación de los pecados parece convertirse en un puro trámite, un simple gesto mecánico con el dedo índice en un ratón, aunque se supone que si existe verdadero arrepentimiento el sacramento de la confesión podría ser igual de válido. Sería curioso saber qué penitencia "online" le ha sido impuesta. La profesión del protagonista, que no se nos revela hasta el final, no es un detalle baladí, algo que para un vigilante avezado como el autor de este relato no podía pasar desapercibido.
ResponderEliminarUn abrazo grande, José Antonio
Un relato imaginativo, adaptado a estos tiempos y con mucha miga.
Se adaptan, amigo y maestro Ángel, a su manera (como Sinatra). Soy de los que piensan que el arrepentimiento es algo tan personal que no necesita de mediadores. Este «arrepentido tecnológico», de alta graduación eclesial, sí piensa en que alguien le tiene que absolver de sus pecados. Y que esa absolución tiene que ser tan fácil como hacer un simple clic en la intimidad de su suntuoso despacho, sin testigos ni recriminaciones.
EliminarMe halaga que me califiques de «vigilante avezado», porque viniendo de ti, ese halago es mucho mayor. Igualmente me agrada que califiques mi modesto cincuenta de la manera que lo haces. Gracias, amigo y compañero de camarote. Con marineros así, da gusto hacer cualquier travesía.
Un abrazo con mi admiración. Y también a ti te tengo que pedir disculpas por mi demora en darte una respuesta a tu amable comentario.
Genial, original, divertido. Me encanta la idea de la que has partido para desarrollar un tema tan actual como los buscadores de la web, enlazarlo con la antigua santa sede y culminarlo con los mayores representantes del pecado en el clero.
ResponderEliminarUna genialidad, paisano. Veo que te inspira últimamente el entorno bíblico-religioso. Un relato de 10.
Un abrazo.
Pablo
En ese entorno parece que me ha ubicado últimamente (voy en escala descendente: Dios, Caín y, ahora, un cardenal). Ya sabes que cuando un tonto, dicho con cariño, coge un camino, ni el camino deja al tonto ni el tonto deja ese camino.
EliminarCalificar mi modesto cincuenta con un diez («un relato de 10») es ser muy generoso, cualidad humana que yo ya sé que tienes a raudales, conmigo y con cualquiera que se pase por este rincón microliterario que tanto queremos.
Te mando un fuerte abrazo, paisano y colega de camarote. Y también vayan mis disculpas para ti por mi falta de cortesía al tardar más de lo debido en responderte. Siempre un placer leerte.
Muy llamativo Barrionuevo.
ResponderEliminarNuevamente un abrazo.
¿Pero el relato o yo? ¡Ja, ja, ja, ja! (Es broma, Raquel). Gracias por leerme y gracias por permitirme que te lea.
EliminarUn beso.
Pues va a ser cierto lo de que los miembros egregios de la iglesia se apuntan a las nuevas tecnologías. Ah, y yo creía que eran los secerdodotes los que perdonaban los pecados ajenos, no los que buscaban el perdón para los suyos. Buen y certero relato, José Antonio. Suerte y saludos.
ResponderEliminarSaben más que Lepe, Jesús. Por cierto, te invito a que busques en internet, a pocos clics de distancia, la curiosa historia de este Lepe, que nada tiene que ver con la popular y chistosa localidad onubense.
EliminarTe agradezco tu comentario y valoración y no puedo más que insistir en pedir perdón (sin clic de por medio) por no haberte respondido antes.
Saludos muy cordiales.
La Iglesia moderniza su lturgia y ofrece confesiones por Internet. Pero el pecador protagonista pertenece a esta milenaria institución y los pecados no han cambiado. La lujuria, quizá la pederastia, le será perdonada "on line" al cardenal. Se trata de aquello de cambiarlo todo para que nada cambie.
ResponderEliminarUn relato crítico, ácido y original, José Antonio. Un fuerte abrazo.
No te falta razón, querida amiga y colega Carmen. Cambian los medios, pero no los motivos. Ahora, que se conocen mucho mejor esos pecados inconfesables, interesa que existan métodos sencillos y asépticos para conseguir, al menos, limpiar la conciencia de quienes los cometen (tú citas algunos, los más señeros, pero no los únicos). Y viene muy bien esa cita, casi textual, de 'El Gatopardo' de Lampedusa («Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie»). En eso, la Iglesia siempre ha sido una experta.
EliminarTe agradezco tu comentario y tu abrazo. Y también a ti, compañera de camarote, te pido mil y una disculpas por mi tardanza en darte esta respuesta.
La Iglesia Católica se apunta a la modernidad y tú, José Antonio, estás aquí para contárnoslo de modo magistral. Te felicito.
ResponderEliminarBesos.
Pues mucha gracias, María José, por la parte que me toca.
EliminarBesos.
En algunos temas es difícil librarse de los prejuicios que llevamos en la mochila. En mi primera lectura interpreté que el de la búsqueda no había elegido el término preciso, ya que su intención no estaba orientada hacia la expiación sino a hurgar en un catálogo de pecados y temas lujuriosos.
ResponderEliminarComparto mucho de lo que dice Manuel, pero felizmente. hay lugares donde hace más de un siglo los pusieron en su lugar y allí siguen, sin el menor poder de influencia en la política, lo que queda en evidencia cada vez que tratan de intervenir.
Micro muy bien escrito y con mucho contenido.
Un abrazo, José Antonio.
Gracias, Georges, por tu amable comentario.
EliminarPosiblemente, el mismo que buscó en la red algo para expiar sus pecados, en un acto previo también buscó cómo pecar y cómo encontrar motivos para la lujuria. Es lo que tiene internet, que en la red puedes encontrar tanto lo bueno como lo malo. Sucede que muchos se centran solo en lo malo. ;)
Abrazos.
Internet ahora parece que sirve para todo.
ResponderEliminarSabemos desde que se instaló que es uno de los mejores confesionarios y de "lugares del crimen" que hay y además desde el anonimato.
Ya no hace falta salir de casa ni para eso, eh. Se nos va a poner el culo gordísimo, jajaja.
Muy buen relato, José Antonio. Besos.
¡Ja, ja,ja, ja! Es verdad, Olga. Internet y el aceite de palma, entre otras cosas perversas de los tiempos que corren, están contribuyendo muy negativamente a la salud del respetable. Y además, como nadie nos ve... Pues eso, que, como bien dices, «el culo gordísimo». :D
EliminarGracias.
Hay que apuntarse a las nuevas tecnologias, y la iglesia no iba a ser menos. Un metodo muy cómodo de confesión que el mismo cardenal no duda en estrenar.
ResponderEliminarOriginal y ocurrente 50 José Antonio. Siempre es un gusto leerte. Un beso grande.
Si es que, Belén, la Iglesia es muy lista (sabia, ya no sé). O ladina, que tiene ese puntito de cierta maldad. El cardenal lo único que hizo fue poner en práctica los métodos que el concilio ecuménico había acordado, previamente, instaurar.
EliminarGracias por los calificativos y, sobre todo, por ese beso. Otro para ti, que ya sabes que también es un placer leerte, en verso o en prosa.
Me parece a mí que el cardenal de tu micro, José Antonio, no tiene salvación. Ya sólo faltaba que hicieran una aplicación para confesar nuestros pecados.
ResponderEliminarSaludos
Creo que tampoco la busca. Busca sentirse bien consigo mismo, que para él eso ya es suficiente. En definitiva, creo que él, mejor que nadie, sabe que no tiene remedio, con aplicación tecnológica o sin ella. Y no demos ideas, que este personal coge las cosas al vuelo (incluido el Espíritu Santo) y donde hay dinero y control, allí que está presente.
EliminarGracias por tu comentario. Saludos.
Muy buen 50, José Antonio. Muy original y creativo. Las nuevas tecnologías y las aplicaciones están llegando hasta límites insospechados y nunca antes imaginados. Los tiempos corren y las instituciones corren al mismo ritmo por modernizarse. Se pierde la cercanía y la humanidad por un ordenador con aplicaciones. Un micro para el debate y con mucha vuelta. Enhorabuena. Muy bien contado y engancha muy bien desde la primera palabra. Un placer leerte y disfrutar con tu originalidad que, como he podido ver en otros relatos, esa creatividad es un sello distintivo tuyo. Un abrazo. Enrique
ResponderEliminarPues muchísimas gracias, Enrique, por tu amable comentario. Como ya he dejado dicho antes, el poder de las nuevas tecnologías está presente en nuestras vidas ya de forma irremediable e irrechazable. La Iglesia no podía ser menos... «Renovar o morir». Y esta institución, sacrosanta según ellos, pues se adapta al medio como mejor sabe, disimulando, como un camaleón. Por eso lleva tantos años presente y sin evolución salvo para lo que le interesa.
EliminarUn saludo muy cordial.
Incluso en los llamados asuntos divinos todo es humano, demasiado humano, que diría Nietzsche. Así que por mucho que las religiones quieran anquilosarse en sus dogmas, por mucho que se empeñen en que de sus doctrinas no puede cambiarse ni una coma, la realidad, el tiempo, gran escultor, que reza –y esto no lo he escrito a propósito- el título de un libro de Marguerite Yourcenar, va limando ese inmovilismo, y quienes dicen poseer la verdad absoluta tienen que recular.
ResponderEliminarLas nuevas tecnologías lo están cambiando todo, y lo que cuentas con una fina ironía y una acertada puesta en escena, tiene muchos visos de convertirse en realidad.
Desde luego que resulta llamativo que la primera opción que ofrezca la búsqueda sea la de la Santa Sede, seguro que en los algoritmos que hacen eso posible ha habido alguna mano negra convenientemente financiada.
En cuanto al tutorial, es significativo que de todos los pecados sólo se mienten los lujuriosos, pero ya se sabe que esa ha sido siempre una de las bestias negras del cristianismo, especialmente, en su versión católica, apostólica y romana.
No sé si ese cardenal tendrá algo que ver con el de la famosa película de Otto Preminger, si es así, seguro que tiene mucho sobre lo que torturarse y devanarse los sesos con respecto al ‘sexo’ mandamiento.
Genial microcuento, José Antonio, y es que las religiones dan para mucho en lo que a la invención de historias se refiere, pero en este terreno, si tienen poder y están fanatizadas, es mejor tirar por otro camino, pues uno se juega el pellejo.
Un abrazo.
¡Enorme y genial comentario, Enrique, como ya nos tienes acostumbrados! Creo que sobrepasa en calidad a mi modesto cincuenta, que he hecho con un claro objetivo crítico. Ahora no sé si me tendré que arrepentir, que ya sabemos cómo la autoridad eclesial se las juega. Me veo ya con un expediente de excomunión y apartado de la grey. Empecé con Dios, ese Máximo Hacedor de todas las Cosas, a quien obligué a confesarse públicamente; seguí con Caín y su versión de lo acontecido con Abel; y, ahora, toco a la intocable en otros tiempos Iglesia, como institución. Ya te adelanto, y al resto de la concurrencia, que el próximo cincuenta, el de mayo, toca otro punto religioso y también desde un punto de vista crítico. Ya me dirás, si te apetece.
EliminarMuchísimas gracias y un fuerte abrazo. Y mis sinceras disculpas, extensivas a los comentaristas anteriores, por mi tardanza en darte/daros respuesta a vuestras más que amables palabras.
Estupenda la idea y fenomenal el desarrollo que has hecho.
ResponderEliminarTocan campanas... de premio.
Un saludo afectuoso, José Antonio
Muchas gracias, María Jesús, por este comentario. ¿Suenan campanas? ¿De premio encima? Yo creo que están muy lejos, que suenan muy alejadas. Pero se agradece la confianza que depositas en mi modesto cincuenta.
EliminarUn saludo con todo el cariño para ti.
El tutorial para expiar el pecado de la lujuria debería emepezar con el propósito de enmienda, y no sé yo si este pecador lo tendrá pues con la edad cuesta rectificar.
ResponderEliminarTodo se moderniza, tiempo al tiempo.
Buen tema lanzas en tu micro y buena sorpresa final.
Un beso.
Démosle un voto de confianza, aunque no sé si se lo merece. Seamos más magnánimos que algunos de los cargos eclesiales que suelen mirar a los feligreses por encima del hombro, como si ellos estuvieran en el cielo. No saben o no quieren saber que la caída será terrible.
EliminarGracias, Carme, por tu comentario. Y por ese beso. Otro de vuelta para ti con todo mi cariño.
¡Ay, ay, ay, con la iglesia hemos topado! Y con una nueva era, además. Mira que ya me habían hablado a mí de cursillos prematrimoniales on líne, pero esto ya es el acabose. Menudo invento... así se confiesa cualquiera, hasta un cardenal...
ResponderEliminarHas elegido un tema muy litúrgico para estas fechas en las que estamos. Ya vienes tú muy religioso desde que hemos vuelto a la carga con Cincuenta Palabras, ya estoy pensando qué será lo próximo, José Antonio, miedo me das.
Un tema peliagudo, muy bien expuesto y con mucha miga.
Un beso grande y mis felicitaciones.
Malu.
Me estoy ganando a pulso, querida Malu, una excomunión en toda regla o unos cursillos de retiro espiritual para reconducirme por los correctos caminos del Señor, que dicen que son inescrutables. Y sí, con la Iglesia llevamos topando muchísimo tiempo, desde que se ha apartado de los fines que se le supone y ha tirado por otros derroteros pecaminosos. Pero claro, ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Pecan y se absuelven. Así cualquiera...
EliminarEl cincuenta de mayo (no es una fecha imposible) también va por la senda de la religión, pero en otro sentido. Ya me dirás si te apetece comentarme algo. La coincidencia de este con la antesala de la Semana Santa es más culpa de Álex Garaizar que mía, porque él pone y dispone. ¡Ja, ja, ja, ja!
Muchas gracias por tus siempre amables palabras hacia mis modestas historias. Se ve que me tienes en una gran estima. Como yo a ti.
Un beso y mi gratitud (casi eterna). ;)
Esta página web que perdona pecados se va a hacer imprescindible dado el descenso de las vocaciones.
ResponderEliminarMuy buena idea, Jose Antonio. Crea la página y se la vendes al Vaticano. La confidencialidad está garantizada.
Un beso.
¡Ja, ja, ja, ja! Se me ocurre que el dominio se podría llamar así: «www.egotealsovo.es». No es mala idea, pero tú sabes que a la Iglesia le gusta cobrar por todo o por casi todo, pero pagar... eso ya es otra cosa. Pareciera que son de la Hermandad del Señor del Puño Cerrado y María Santísima del Recogimiento y la Estrechez, dos pasos. :D :D :D
EliminarGracias por tu comentario y por eso beso. Otro para ti.
Si los grandes pastores de la fe vivieran acorde con lo que predican, el diablo no viviría tan confortablemente entre ellos.
ResponderEliminarMuy bueno, Jose Antonio. Sagaz y mordaz crítica, tecnología mediante, a algunos especímenes que pueblan la iglesia.
Un abrazo.
¡Cuánta razón, Antonio, te asiste! Está claro que si vivieran según predican, aparte de dar ejemplo, que siempre viene bien, la Iglesia cumpliría un cometido que hoy, ni de cerca, cumple.
EliminarUn abrazo muy fuerte y muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarSi es que la clave ha estado siempre, y seguramente lo seguirá estando, en la liturgia, en ese conjunto de formas y normas que no solo da apariencia sagrada a las cosas, sino que también convierte la nada en cosas; en eso y en creerse a pies puntillas, como dice el maestro, sus propias mentiras para que acaben siendo verdades aparentes, y, cuando esto no puede ser, dogmas de fe. De otro modo no se entiende que hayan hecho semejante imperio a base de vender humo. Todo esto explicaría el comportamiento de tu protagonista, que juraría que al acabar su viaje por la web se va a sentir más limpio que una patena. Lo malo va a ser la política de cookies, que luego lo va a bombardear con sus cosas.
Gran relato de nuevo, amigo José Antonio. Original y simpático. Escribes exquisitamente, casi diría que "de pecado".
Quise poner "a pies juntillas"
EliminarY darte un abrazo, pero no sé qué ha pasado con él, jajaja.
EliminarDon Enrique, es usted el primero que habla del título. ¡Y yo que pensaba que el respetable iba a decir algo de él! Lo puse adrede porque lo consideraba fundamental para la comprensión del cincuenta, aunque parezca que está muy claro desde la primera palabra hasta la quincuagésima y última.
EliminarTe agradezco tu comentario, muy acertado, así como esos calificativos finales, inmerecidos creo por mi parte, pero que viniendo de un maestro tan admirado por mí, me llenan de orgullo y satisfacción (que diría aquel que ya sabemos). Si escribo «de pecado» espero no terminar ni en el limbo ni en el infierno de las cincuenta palabras.
Un fuerte abrazo, Enrique.
Jajaja, un gran relato, con mucha ironía y critica. Me gusta! (también muy cierto).
ResponderEliminarSaludos!
Gracias, Jean, por tu comentario. Si he conseguido trasladarte ese toque de ironía y crítica que parece que has notado en tu lectura, me doy por realizado.
EliminarMuchos saludos.
No sé si después de este cómodo descubrimiento de purificación este cardenal va a tardar mucho tiempo en arrepentirse de haberse arrepentido...
ResponderEliminarMuy crítico e imaginativo, José Antonio. Saludos
Creo que no, Juana, que cuando vea lo fácil que es obtener el perdón, la absolución, a unos cuantos clics de ratón, se va a lanzar, de nuevo, por la senda de la lujuria más pecaminosa. ¡Si es lo que ha venido haciendo casi desde siempre.
EliminarGracias, muchas gracias, por tus palabras.
Saludos.