Nueva vida
Salgo sigilosamente del armario. Me animo a depilar mi cuerpo, enfundo mis muslos en una falda breve y, transfigurado por un maquillaje despampanante, me trepo a tacones de vértigo.
Estoy listo para iniciar una nueva vida. ¡Y lejos de mi eterna antagonista! Esa mocosa rústica con su horrible caperuza roja.
Estoy listo para iniciar una nueva vida. ¡Y lejos de mi eterna antagonista! Esa mocosa rústica con su horrible caperuza roja.
Con tu relato deberíamos empapelar la luna delantera de cierto autobús, que aunque parece oír, desde luego no escucha el clamor de la diversidad sexual que se respira en las calles.
ResponderEliminarUn lobo liberado de la tiranía machista de la fiera empedernida. Pero, qué dolor, la depilación. anestesia general pediría yo.
Muy bueno, Georges, original y reivindicativo. Saludos.
Buena idea, Manuel, pero no solo el autobús, hay también otras cosas que merecen ser empapelados.
EliminarEn cuanto al dolor de la depilación, las mujeres, para complacernos, lo vienen soportando sin rechistar desde tiempos inmemoriales. Estoy (casi) seguro de que el lobo demostró la misma estoicidad. No esperaría menos de ti. Jaja.
Gracias por tu comentario.
Saludos.
Georges, este lobo ha dado un cambio radical, como muy bien titulas "nueva vida", aunque aquí se puede aplicar ese dicho de "lobo con piel de cordero".
ResponderEliminarMe ha gustado ese final con la caperuza roja.
Buen relato, Georgesolo.
Un abrazo.
Yo diría “lobo con alma de corder@” Gracias por su comentario. Me alegra que el relato te gustara.
EliminarUn abrazo
Ya decían que el lobo no era tan fiero como lo pintaban. ¡Extraordinario, Georges!
ResponderEliminarEso decían, Patricia, aunque a éste no es necesario que lo pinten, se pinta (maquilla) solo. Por otra parte, lo cortés no quita lo valiente y puede ser tan fiero como una loba.
EliminarGracias por tu comentario. Me alegra que el micro te gustara.
Curiosa vuelta de tuerca la que le das al cuento. Pues que le vaya bien al animalito con su nueva vida. Si le dejan, claro. Suerte y saludos, Georges.
ResponderEliminarPienso que no lo va a tener fácil, a menos que los animales sean mucho más abiertos de mente que los humanos.
EliminarGracias por tu comentario, Jesús.
Un personaje que ha tenido que pasarlo fatal, tantos años encasillado como lo que no era, alguna vez tenía que dar el paso. Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad, aunque ello suponga que cambie el cuento.
ResponderEliminarUn saludo, Georges
Sí, pobre lobo. Hasta es posible que debiera ocultar su condición de vegetariano. Como tú dices, va a tener que encontrar otro cuento más acorde con su nueva vida. Y ni lo uno ni la otra han de resultarle fáciles.
EliminarGracias por tu comentario.
Un cordial saludo.
Siempre fue mi personaje favorito. Has escrito un micro que me encanta. Besos Georges
ResponderEliminarLamento haberme metido con tu personaje favorito e imponerle un cambio tan radical. Pero si a pesar de eso el micro te encanta es que sientes por el personaje ese tipo de afecto que todo lo acepta. ¡Bravo por ti!
EliminarBesos, Nala.
Pues un aplauso para este lobo que ha decidido mostrarse tal y como se siente. Que tenga mucha suerte y que nos acostumbremos a no creernos siempre todos los cuentos.
ResponderEliminarBesos, Georges.
Yo también deseo que tenga mucha suerte. Va a necesitarla, ha elegido un camino difícil, aunque no tan difícil como el que aprendamos a no creernos todos los cuentos.
EliminarBesos para ti, Carmen.
Me encanta el lobo trans. Creo que lo peor fue encontrar tacones de su número. Al final se solucionó con unas sandalias que dejaban asomar las uñas por delante, pintadas de rojo (en recuerdo a su antagonista).
ResponderEliminarMuy buen relato, Georges.
No había pensado en el pequeño detalle de que no debe ser fácil encontrar tacones talla 48. Gracias por darme una solución elegante para el lobo y para coherencia del micro.
EliminarMe alegra que te gustara, Asún.
Un cordial saludo.
Es verdad. ¡Ya está bien de aguantar el rol de lobo malo! Libertad para los lobos, que los hay encantadores. Son perros con la mala suerte de no tener amo que les cuide y les mimen.
ResponderEliminarMaravilloso relato, Georges.
Un abrazo.
De acuerdo contigo, Isidro. Libertad para ellos, que además de no tener amo, nunca tuvieron el excelente marketing de que gozan los otros perros.
EliminarMe alegra mucho que te gustara.
Un abrazo.
Genial, Georges. Una nueva interpretación de la historia de Caperucita y el lobo.
ResponderEliminarSaludos
Sí, Plácido, es que el cuento da para mucho. Ya le había sacado jugo anteriormente.
EliminarCordiales Saludos.
Desde luego, nunca hubiera imaginado que sacarás al lobo de ese armario. ESO... o que la abuela llevará una minúscula minifalda y taconazos... Nunca se sabe.
ResponderEliminarUn abrazo Georges
Te acepto que no era de esperar que sacara al lobo de su escondite, pero abuelas con ese atuendo no son raras y si la del cuento lo hubiese adoptado, quizás hubiese cambiado el curso de la historia. Bueno, del cuento.
EliminarUn abrazo para ti, Raquel.
Tu relato me lleva a pensar, Georges, en lo mucho que podemos cambiar en la vida. No debería extrañarnos nada, ni lo que le ocurre al lobo de tu interpretación libre del clásico cuento, tampoco. Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos.
Podríamos cambiar mucho, Ma.José, pero la gran mayoría somos reacios al cambio. Y no deberíamos extrañarnos de nada, pero si así fuera, mi micro no tendría razón de ser. Me alegra que te gustara.
EliminarGracias por tu comentario.
Besos.
Muy bueno, George.
ResponderEliminarTu lobo no deja de sorprendernos. Vamos a terminar odiando a Caperucita.
Alguien ha definido el "armario" como una jaula de oro que te protege de no sufrir las consecuencias de la homofobia. Se puede vivir en el armario, pero no compensa. Aplaudo la valentía del lobo feroz.
Muy bueno. Muchos besos.
Me alegra que el lobo te sorprenda, esa era la intención. Pero de ahí a odiar a Caperucita…
EliminarEl relato se me ocurrió cuando publiqué el anterior: la historia desde el punto de vista del lobo, y una compañera en su comentario me dijo por qué, en vez de comérsela no se habían ido juntos de compras. Me pareció una buena idea, me los imaginé, y mira en qué terminó.
En cuanto a la salida del armario, por suerte, por aquí se toma cada vez más como algo normal.
Gracias, Olga. Muchos besos para ti.
Giro radical el que le das a la imagen que teníamos de un clásico personaje de cuento infantil. Y me entra, ciertas dudas, ya que no sé si quedarme con este nuevo "look" del afamado lobo feroz, aunque en el fondo quisiera comprenderlo: son muchos años cargando con la cruz de ser el malo de la historia y a lo mejor no era así.
ResponderEliminarMe ha encantado, Georges, y te felicito por esta vuelta de tuerca a un cuento que, por lo visto, da para mucho. Enhorabuena y nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
Es divertido zarandear por un momento conceptos tan arraigados en nuestras mentes, pero sólo por un momento. Siempre prevalecerá la imagen del lobo feroz con su función: meter un poco de miedo a los pequeños para que aprendan a cuidarse de los extraños; que su ingenuidad natural no los conduzca a situaciones de riesgo.
EliminarSí, el cuento da para mucho. Es la tercera vez que recurro a él –la segunda en Cincuenta– y daría para más, pero tampoco es cuestión de volverse monotemático.
Gracias por tu comentario, y por supuesto, nos seguimos leyendo.
Un abrazo, José Antonio
Menuda sorpresa. Le has dado la vuelta al cuento y me ha encantado. Excelente. Bicos.
ResponderEliminarGracias, Maite. Es un gusto poder sorprenderte después de tanto tiempo compartiendo páginas y relatos.
EliminarBicos para ti.
Qué bien has adaptado los ingredientes disponibles del cuento para narrar una nueva historia, coherente y reivindicativa con la realidad de mucha gente y al mismo tiempo llena de simpatía.
ResponderEliminarUna gran propuesta en mi opinión, Georges.
Abrazos.
Gracias, Enrique. Los cuentos tradicionales tienen mucha miga, con sólo cambiar algún detalle tienes una historia nueva.
EliminarMe alegra que ésta te gustara.
Un abrazo.