Tarde de domingo
Llegaron con ella, otra vez, las náuseas, la angustia, el llorar bajo las sábanas.
Trabajo, ir, entrar, dar los buenos días; el silencio, la única respuesta. Estar, no ser visto, sentirte transparente, invisible, ignorado, ninguneado. Creerte basura o ni eso.
Mirar la ventana, el vacío, la distancia. Desear morir... ya.
Trabajo, ir, entrar, dar los buenos días; el silencio, la única respuesta. Estar, no ser visto, sentirte transparente, invisible, ignorado, ninguneado. Creerte basura o ni eso.
Mirar la ventana, el vacío, la distancia. Desear morir... ya.
Caray, Javier. ¿Qué decir? Ante nuestra soledad o la depresión parece que solo vemos ese vacío. Ojalá todos tuvieramos algo, o alguien, a lo que poder asirse en esos momentos. Me ha emocionado tu relato. Suerte y un saludo.
ResponderEliminarJesús, muchas gracias por tu comentario y si ha logrado emocionarte ya me siento recompensado, eso es lo que siempre uno busca al escribir, emocionar a quien lo lee.
EliminarUn abrazo, Jesús.
Javier, malditas tardes de domingo, cuando lo que te espera el lunes en el trabajo, es tan duro que deseas morir. A veces el acoso laboral puede llevar, a quién lo sufre, al suicidio. Este es el caso de tu protagonista, ser ignorado, hacer el vacío, eso duele más, porque duele en la autoestima y en el alma, dejando a la víctima totalmente indefensa.
ResponderEliminarTodo esto lo has expresado de forma magistral en tu micro, desde el título hasta el final.
Enhorabuena, es muy difícil mostrar sus sentimientos en tan solo 50 palabras.
Besos muy muy apretados.
Pilar, muchísimas gracias por tu comentario.
EliminarPoco tengo que añadir a lo que has expresado, el acoso laboral va minando y destruyendo a quien lo sufre, haciendo que poco a poco se sienta nada, como mi protagonista, ni basura, o como diríamos no ser ni una m...
Y esas tardes de domingo que se tornan negras conforme van pasando las horas, van consumiendo, ya que volver al trabajo es volver al infierno.
Y no puedo añadir nada más, este fantasma del acoso laboral lo conocemos bien, por desgracia.
Muchas gracias por tu valoración, uno aprende de quien tiene al lado e intenta escribir lo mejor posible.
Muchos besos, Pilar.
El tema del acoso laboral es cuestión delicada, pero tú, Javier, lo has tratado de una manera magistral, como dice Pilar (que te conoce tan bien). La adjetivación ayuda a entender mejor el estado de ánimo de tu protagonista.
ResponderEliminarBuen relato. Besos.
Mª José, muchas gracias por tu comentario y tu valoración. He intentado expresar tal cual como se siente una persona que sufre acoso laboral.
EliminarBesos, Mª José.
Monotonía, depresión... que cantidad de sentimientos tiene tu protagonista, Javier. ¿Llegaron con la primavera o son provocados por el mismo entorno laboral? No me sorprendería. La primavera no es sólo la época del amor y las alergias, sino lamentablemente también, es la época en la que suele desestabilizarse el ánimo y aumentan los suicidios. Dicen que las depresiones se acentúan en esta época, y si encima el entorno laboral no ayuda...
ResponderEliminarMuy bueno tu relato, sobre todo por la forma de contarlo. Besos
Olga, muchas gracias por tu comentario.
EliminarSí, dicen que en primavera aumentan el número de suicidios, pero en el caso de mi protagonista es el acoso laboral quien lo lleva hasta el abismo y por eso mi final, lo dejo ahí, deseando la muerte pero no sabemos que decisión va a tomar, si al final se lanzará al vacío o no.
Te puedo asegurar que mi protagonista, al cual conozco muy bien, al final no se lanzó y con el paso del tiempo logró volver a vivir...
Besos, Olga.
Tardes de domingo, cuando todos se han ido, decía Juan Ramón. En tu prota, un autómata rutinario del trabajo, sin ilusión, esperanza y horizontes, ni valoración alguna se va consumiendo día a día, domingo a domingo y cómo último día se la semana (vida), desear el fin.
ResponderEliminarEl drama de mucha gente, esclavos de su estómago
Perfectamente planteado, Javier.
Un cariñoso abrazo.
Mª Jesús, gracias por tu comentario.
EliminarComo he dicho anteriormente, esas tardes de domingo son un muro, una losa que cae y que ahoga a mi protagonista, ya que sabe que al día siguiente tiene que volver al trabajo y volver a no ser nadie y que tal vez lo mejor sea morir.
Besos, Mª Jesús.
Uf, has descrito todo el horror de la situación. Son actitudes que se dan en las organizaciones grandes, donde el enchufe y el peloteo triunfan. Pero sé algo cierto: el tipo de personajillos capaces de torturar así acaban, más pronto que tarde, relegados al olvido. Lo he visto y lo he aplaudido.
ResponderEliminarGenial, Javier.
Patricia, muchas gracias por tu comentario.
EliminarTienes razón, el acoso laboral suele pasar en grandes empresas.
Pero lo que te puedo asegurar es que estos personajes se pegan como lapas y permanecen, e incluso, después de 10 años, debes volver a trabajar con ellos. Como verás las experiencias son diferentes.
Besos muchos con aire del cierzo.
Qué terrible situación vive tu protagonista. El acoso laboral que sufre mina su vida hasta el punto de no poder soportar la idea de enfrentarse a otra semana de trabajo. Las tardes de domingo, tediosas para muchos, son para él la antesala del infierno gélido que le aguarda de nuevo. Dices haberte basado en un caso real que contempló la posibilidad de ese vacío desde la ventana. Por fortuna, sobrevivió a la tentación y, lo que es más importante, al acoso. ¡Cuánta perversidad esconde el alma humana!
ResponderEliminarMe ha impresionado mucho tu relato, Javier. Lo has contado de modo que he sentido la angustia de tu personaje. No se puede expresar mejor en cincuenta palabras. Destaco, la magnífica gradación descendente del segundo párrafo: "transparente, invisible... basura o ni eso".
Es un relato sobrecogedor y genial, Javier. Enhorabuena y besos.
Carmen, muchas gracias por tu comentario. Poco puedo añadir a todo lo que has dicho. Solo decir que está escrito desde la experiencia personal y que después de un tiempo he logrado soltar al viento, ya que se encontraba guardado esperando su momento.
EliminarEs un relato escrito con todo el sentimiento.
Muchos besos, Carmen.
Destaco la magnífica gradación* (sin coma)
ResponderEliminar¿En domingo? Hasta yo lloraría. Me ha tocado trabajar sin descanso y a veces ya no sabes que día es. Ojalá tu protagonista encontrara un trabajo que realmente le guste y no ser esclavo de labores que le hacen sentir a uno triste y como dice tu relato "ignorado".Pienso que no necesita que le pongan una estrella en la frente cada vez que hace algo bien, pero no está de más ser visible y tomado en cuenta. Bueno, pienso de más por tu protagonista jejeje...me ha encantado. Saludos amigo Javier.
ResponderEliminarNala, gracias por tu comentario.
EliminarA mi protagonista le gusta trabajar, no le importa el día, No es cuestión de medallas, si no que simplemente le dejen vivir.
Besos, Nala
Tu magnífico relato me ha puesto en la piel de unos casos acoso laboral muy particulares. El de las personas que han denunciado corrupción en su entorno laboral. Los valientes ciudadanos y ciudadanas que se atrevieron a presentar las denuncias que luego destaparían la trama Gurtel que salpica hasta el mismo gobierno, viven un verdadero infierno de acoso laboral e incluso en su entorno familiar, amén de haber perdido sus puestos de trabajo y enfrentarse a un sin fin de juicios. Todo ello, por ser honrados y cumplir con su deber como ciudadanos de un país democrático. Particularmente, conozco el caso de una mujer que trabajaba en un ayuntamiento (da los mismo el partido que lo presidía, pues los viejos partidos están de corrupción hasta las cejas) como administrativa y tuvo que poner en conocimiento de su alcalde unas facturas infladas de una empresa que no cuadraban. Buenamente, le pidieron que las aceptara y diera carpetazo. Ella no quiso hacerlo, puesto que sería una irregularidad contable bajo su autorización...le sobrevino el calvario que tú tan bien has plasmado en el relato. Solo por no querer ser partícipe de una tropelía. Ante el acoso que sufría a diario buscó apoyo en hacerlo público mediante denuncia. ¡El acabose!Intervinieron instancias mayores porque el hilo pertenece a un ovillo muy gordo y que está muy arriba. ¿Solución? La que planteas. Muchas veces mira el vacío alrededor y tiembla.
ResponderEliminarHas dado, Javier, otra vez en el centro de la diana con la temática de este relato y su buena narración.
Un abrazo grande.
Manuel, muchísimas gracias por tu completo comentario. El acoso laboral se plantea y ejecuta en circunstancias diversas. Pasa como el acoso escolar, ambiente que tú bien conoces, son los cobardes que se esconden en la masa los que actuan y en ocasiones son consentidos por silencios cómplices de los jefes, que es lo que le ocurría a mi protagonista.
EliminarMe alegra que te haya gustado, gracias.
Un abrazo enorme, Manuel.
Un tiempo en principio placentero puede volverse un infierno cuando es la antesala de otro. Somos seres sociales y cuando se nos niega un mínimo de humanidad todo parece derrumbarse. En el trabajo pasamos muchas horas y del ambiente que se respire en él dependerá gran parte de nuestro ánimo.
ResponderEliminarSon muy efectivas esas pinceladas cortas y descriptivas, pequeñas punzadas que atenazan al protagonista y que transmiten muy bien al lector el calvario que ha de atravesar. Curiosamente, hace poco escribí un relato con el mismo título, aunque el tema era totalmente distinto
Un abrazo fuerte, Javier.
Ángel, muchas gracias por tu comentario. Me gusta esa comparación con el infierno, ya que para mi protagonista así era ir a trabajar, un infierno.
EliminarTienes razón, con esas punzadas que tengas nombras eso es lo que quería transmitir.
Un abrazo enorme, Ángel.
Todo aquel que no trabaja en lo que le gusta, se ha sentido alguna vez así. Yo que soy muy melodramática con lo mio, por supuesto. Me ha gustado como lo has narrado, no modificaría ni una coma.
ResponderEliminarUn abrazo
Raquel, gracias por tu comentario.
EliminarEn este relato no es que mi protagonista no trabaje en lo que le gusta, él adoraba su trabajo, pero el acoso laboral lo lleva hasta el abismo.
Besos, Raquel.
Excelente resúmen de algo más cotidiano de lo que creemos. Muy duro, pero aún así, magnífico. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría José, muchas gracias por tu comentario. Como muy bien dices estas situaciones ocurren más veces de las que pensamos.
EliminarBesos, Maria José.
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ResponderEliminarCuando has vivido la mesa vacía los lunes sabes cómo pesan esas tardes de domingo, presagio de lo que el lunes vuelve a suceder... Enhorabuena Javier. Un abrazo.
ResponderEliminarCarmen, gracias por tu comentario.
EliminarMe gusta esa definición de "la mesa vacía lo lunes", mi protagonista pasó muchas mañanas contemplando la mesa vacía o peor aún ver como le desaparecían trabajos realizados por él.
Besos, Carmen.
Lo he vivido.. Ese vacío del lunes al viernes se mete en la piel... Antes del despido un año y medio así.
EliminarJavier, el mundo del trabajo sería un gran tema de debate, con multitud de ramificaciones y discusiones larguísimas. Pero, centrándome en lo que expresas en tu microcuento, no puedo más que estar totalmente de acuerdo en que esas, y peores, pueden ser las consecuencias del ninguneo y del acoso laboral. Y lo sé porque lo he visto, y no sólo un caso, varios.
ResponderEliminarSé que se puede devastar a una persona, que se la puede ir minando poco a poco, como ese martirio de la gota, que hay conductas que rozan lo criminal por parte de jefes y mandos intermedios, y que, a pesar de vivir en eso que llaman un estado de derecho, se puede destruir a una persona casi con total impunidad.
He conocido suicidios, no puedo asegurar que la razón última de que esos compañeros decidieran arrojarse por la ventana, ponerse ante un tren o tomar pastillas hasta matarse, fuese el acoso, pero si no lo fue, coadyuvó mucho en ello. He visto ataques al corazón, he visto depresiones y a compañeros muy quemados, yo mismo puedo incluirme entre ellos en ciertas épocas, y todo por un ambiente insoportable en el que influían muchas cuestiones, principalmente, la de unos malos jefes y un ramillete de injusticias que te asfixian el alma.
Así que tu microcuento toca una fibra muy dolorosa, y lo haces con un estilo telegráfico, como el de quien está oprimido y le salen las palabras como gritos, lo cual, en mi opinión, contribuye a aumentar la angustia que se siente al leerlo, al encogimiento del corazón, porque sabes que eso está sucediendo ahora en muchos centros laborales y que, quizá, mañana mismo, alguien acabe con su vida porque le sea imposible seguir soportando ese sibilino castigo del día a día en un atmósfera irrespirable.
Gran relato. Un abrazo.
Enrique, muchísimas gracias por tu genial comentario, como siempre completo y acertado. Poco más puedo añadir a lo dicho por ti, ya que observo que el acoso laboral lo has vivido de cerca. Te voy a ser sincero, aunque algo he esbozado en alguna respuesta, el protagonista de este relato soy yo, llegue hasta ese borde del abismo en el cual te asomas porque crees que ya no hay nada, pero como verás hubo algo que me hizo reaccionar y pensar que estos "asesinos sociales" no merecían su victoria. Fueron mi mujer y mis hijas en las que vi que por ellas valía la pena seguir, y poco a poco logre salir.
EliminarPero la experiancia marca, y ese desgaste diario te va minando y destruyendo poco a poco y al final llega ese clic que detona todo. Sufrir ese acoso por los compañeros y coadyudado y permitido por los jefes es muy duro, no se lo deseo ni a ellos. En este caso, y no me quiero comparar ni mucho menos, como las mujeres maltratadas, al que le toco huir y cambiar de puesto de trabajo fue a mí. No le doy a pasar a nadie esas tardes de domingo, esos lunes se mesa vacía como han nombrado por ahí, o los martes de querer desaparecer, o los miercoles de llorar y sentirte una mierda, o los jueves de pensar mañana es el último dia, y los gloriosos viernes de decir 8 horas y se acabó por esta semana. Y temblar al aproximarte al trabajo y tantas cosas, que no es como han dicho que no me gustase mi trabajo, siempre me ha gustado y me gusta, pero ante ese monstruo oscuro y siniestro del acoso laboral al final el culpable te crees tu mismo.
Por ello al escribir este relato ha salido de dentro y ha expresado realidades tal y como las sentía, y como ha dicho Angel, son punzadas de angustia que sentía.
Repito, Enrique muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo enorme.
Javier, me alegro mucho de que eso ya haya pasado a ser historia, y de la gran valentía de que te hayas atrevido a contarlo, pues hay otra peculiaridad también en estos asuntos, y es que a muchos les parece un ser débil el que se derrumba, el que cae en la depresión, es algo que he conocido y vivido.
EliminarMuchos de quienes han tenido suerte en la vida y no han pasado por esas angustiosas experiencias, miran con aires se superioridad a quienes las han sufrido y han zozobrado en esa lucha desigual e injusta.
Me alegro de que vieses la luz en tu familia, de que llegases a la conclusión de por ellos merecía la pena todo, pues, lo peor es llegar a dudar de uno mismo, llegar a darles la razón a quienes te están destruyendo, conozco también eso.
Te devuelvo el abrazo y te doy todos mis ánimos si es que aún necesitas alguno.
Muchas gracias, Enrique.
EliminarUn abrazo enorme.
Impactante micro.
ResponderEliminarYo he tratado varias veces de escribir relatos basados en sentimientos intensos y nunca lo he logrado. Es envidiable cómo, con unas pocas pinceladas, puedes conmovernos con el retrato de una vida atormentada.
Chapeau, Javier.
Un abrazo.
Georges, gracias por tu comentario. He intentado en 50 palabras expresar y condensar todo aquello que se puede sentir ante una situación como esta.
EliminarUn abrazo, Georges.
¡Y yo que pensaba que mis tardes de domingo eran malas! Excelente micro, Javier. Saludos
ResponderEliminarPlácido, gracias por tu comentario.
EliminarComo verás hay tardes de domingo para todos los gustos y todo depende de cada persona.
Un abrazo.
Creo que te has abierto en canal en este micro. Ya sólo eso, es de un mérito indescriptible. Has dicho bien..."asesinos sociales". Me alegra infinito saber, que pudiste encontrar la forma y el apoyo para salir vistorioso.
ResponderEliminarEse tipo de gente es chusma, que posiblemente luego van de pulcros por la vida, cuando en realidad, sólo tienen culebras en sus estómagos. Ufff... me enciendo. Les daría a probar de su misma medicina, tan sólo una semana... con su tarde de Domingo incluida.
Han sido 50 palabras impresionantes, Javier.
Galilea, muchas gracias por tu comentario.
EliminarUno en ocasiones tiene que sacar aquello que lleva en su interior y expresarlo de la mejor manera posible.
Me alegra que te haya gustado.
Besos.
Un maratón de sentimientos expresados de manera tan visual que hieren.
ResponderEliminarDebe ser una condena enfrentarse cada lunes, cada día a un trabajo en el que el vacío está presente, en el que la indiferencia se adueña en tu vivencia hasta querer abandonarte a lo eterno.
Fantástico 50 Javier.
Un abrazo grande.
Belén, muchas gracias por tu comentario. He intentado expresar todos los sentimientos que se sienten en esas circunstancias.
EliminarBesos, Belén.
Javier, quería expresarte de corazón mi más sincera enhorabuena por tu relato. Como has comentado, has superado una situación extrema de acoso laboral y eso ha hecho que en el relato estén plasmados esos sentimientos internos que albergabas en tu interior. Me alegro de que sea una situación superada; ahora toca mirar hacia adelante y seguir apoyándote en la gente que quieres. Con tu relato y tus comentarios puedo ver que eres como un libro abierto del que aprender; estoy seguro, Javier, de que escribir te habrá ayudado en parte en esa mala experiencia. Espero que las tardes de los domingos de tu protagonista sean cada vez más prósperos y felices y que ese sentimiento sea extensible a toda la semana. Un abrazo. Enrique
ResponderEliminarEnrique, muchas gracias por tu comentario. Poco tengo que añadir a todo lo dicho por ti, es una situación de la cual cuesta salir, pero con ayuda y apoyo se logra salir adelante.
EliminarUn abrazo, Enrique.
¡Todo un domingo, completo, para pensar y no precisamente en buenas cosas! Pero, claro, cuando se sabe que el domingo pasará y que, de nuevo, habrá que enfrentarse a lo no deseado, a lo que angustia, a lo que provoca malestar de todo tipo... pues nace, crece y se reproduce ese estado depresivo que te conduce a tomar o a pensar decisiones irreversibles.
ResponderEliminar¡Qué bien describes ese estado anímico, Javier! Lo haces con esa maestría, la que ya nos has demostrado en anteriores ocasiones, al emplear frases cortas, sintagmas muy simples, palabras aisladas que se complementan entre sí. Y terminas tu excelente cincuenta con un párrafo de una única frase que, a su vez, concluye de una manera tan drástica, tan contundente.
Enhorabuena por tu propuesta de este mes. Nos seguimos leyendo porque, al menos yo, de esa manera seguiré aprendiendo. Y creo que de eso se trata.
Un fuerte abrazo.
José Antonio, muchas gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado cómo he expresado esta situación, he intentado que quedarán bien reflejados esos sentimientos que sentía.
EliminarCon el gran conocimiento que tú tienes del lenguaje, tengo mucho más yo que aprender de ti.
Un abrazo enorme, José Antonio.
¡Ay, Javier, esas tardes de domingo... uno siempre quisiera que fueran eternas! Y más aún cuando odias tu trabajo y todo lo que implica estar en el centro de trabajo, ese sentirse solo, vacío, ignorado...
ResponderEliminarDescribes perfectamente una situación agónica y desesperada, me ha recordado a un personaje secundario de una película que ahora no recuerdo el nombre, en todas sus escenas se sentía como reflejas en tu micro.
Buen Cincuenta, Javier.
Un beso enorme.
Malu.
Malu, muchas gracias por tu comentario.
EliminarMi protagonista, más que desear que la tarde del domingo fuera eterna, lo que él quería es que esas tardes no llegasen nunca, por todo lo que eso significaba para él y le hacía sentir.
Besos, Malu.
Javier, tu relato me ha resultado estremecedor desde la primera lectura. Y mucho más después de conocer por los comentarios que fue una experiencia que viviste hace tiempo. Me alegro muchísimo de que hayas podido superarla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Asun, muchas gracias por tu comentario.
EliminarSí, una experiencia vivida hace unos años, superada, pero no olvidada, es muy difícil.
Muchos besos, Asun.
El hombre, como los lobos, son temibles cuando atacan en manada. El ecosistema laboral, en el que impera la competitividad y la egolatría, puede contener individuos tratados más como presas que como personas, a las que sólo les queda huir.
ResponderEliminarSomos una especie con una inteligencia emocional subdesarrollada, capaz de tocar el cielo, sí, pero también de superar a cualquier idea del infierno en la tierra.
Me alegra que tu protagonista se haya zafado de los lobos y que no hayan conseguido tapar toda su riqueza interior.
Un excelente relato, compañero.
Un fuerte abrazo.
Antonio, muchísimas gracias por tu comentario, me alegra mucho el verte por aquí.
EliminarHas hecho un comentario completo, como dices la manada es lo temible, es más fácil actuar de esa manera.
El protagonista logra salir, pero como tu muy bien has dicho, el infierno fue terrible.
Repito, muchas gracias, Antonio.
Un abrazo enorme.
Me ha dejado destrozada. Muy bueno.
ResponderEliminarMaite, muchas gracias por tu comentario, me alegra que te haya hecho sentir.
EliminarBesos.
Lo más habitual en casos de este tipo es que la persona que sufre el problema piense que su caso es raro, por lo que la situación se ve agravada por la sensación de desamparo. También es cierto que todo ese terrible dolor suele pasar desapercibido para los demás o al menos no ser reconocido en su entera magnitud.
ResponderEliminarEstupendamente plasmada la idea, Javier, y necesaria, como tantas otras historias que aquí se van dejando, para que todos intentemos ser un poco mejores y hagamos de la vida algo más agradable.
Gracias por tu magnífica aportación, Javier.
Un abrazo.
Enrique, muchas gracias por tu comentario.
EliminarSí, uno piensa que el problema es él, y que tal vez sea el causante de lo que ocurre. Una experiencia horrible, pero aún de esas experiencias, si se sale, hay que hacerlo reforzado y con ganas de salir adelante.
Un abrazo, Enrique.
Este mes, por razones diversas, estoy comentando muy poco, pero no quería dejar pasar por alto esta extraordinaria muestra de coraje y valentía que has demostrado, tanto en el relato como en tus comentarios, Javier.
ResponderEliminarUna buena amiga mía, y a la vez madrina ;-), dice que cuando escribimos somos como una cebolla y nos vamos quitando capas, lo que hace que la escritura sea una gran ayuda para ir despojándonos de lo que nos sobra en la vida. Ayuda a sacar lo que tenemos dentro, y creo que es una terapia perfecta. Tú, que eres colega de profesión, estarás de acuerdo conmigo en que la seguridad social debería poder recetar, en lugar de algún medicamento, dosis de escritura, además de un buen vino, el jamón, las gambas, y alguna que otra exquisitez, para quitar las penas. Son remedios mucho más efectivos que los antidepresivos y, además, sin efectos secundarios.
En resumidas cuentas, amigo, que si antes te admiraba, ahora te admiro aún más. ¡Bravo por tus letras, por ti y por tu familia! Y a los que te hicieron sentirte mal, perdieron la gran oportunidad de disfrutar de un gran tesoro: tu amistad.
Un fuerte abrazo.
Pablo.
Pablo, muchísimas gracias por tu comentario, sí, este mes de abril por diversas circunstancias ha sido especial, pero con el apoyo de los amigos se sale adelante.
EliminarComo dices, en ocasiones el escribir es la mejor terapia, ayuda a sacar en ocasiones aquello que uno tiene en su interior y que no hay forma de expresarlo, pero justamente con ayuda de la escritura sale. Este es el caso de este relato, ha sido una terapia, como para poner punto y final.
Repito, muchas gracias por tu comentario y un abrazo enorme.
Que relato Javier, si que nos sacas de nuestra zona de confort en lo que a veces esperamos de tus textos.
ResponderEliminarUn abrazo enorme y todo el éxito para ti y Pilar en la copa.
Saluditos...
Jean, muchas gracias por tu comentario.
EliminarEn ocasiones hay textos que son como punzadas, que nos hacen saltar, creo que uno cuando escribe es una de las cosas que quiere lograr, que el lector no quede impasible y sienta lo que tú estás escribiendo.
Suerte en la copa, hoy lo sabremos.
Un abrazo.
Aunque tardísimo, decirte que tu micro me ha impactado mucho. Tiene que ser terrible vivir una situación así. Que una tarde de domingo, en lugar de ser de descanso placentero, sea la antesala de la tortura y sufrimiento, hasta plantearse incluso si seguir vivo...
ResponderEliminarHas logrado transmitir muy bien el infierno que sufre el protagonista. Enhorabuena, Javier. Un abrazo.
Juana, muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarBesos.