Interrogantes resueltos
Desde la azotea observó embelesado la noche estrellada. Mientras se vestía de Superman, pensó, aliviado y exultante, que al fin había entendido para qué el abuelo Celso le había regalado, sin pedírselo, ese mágico disfraz en su último cumpleaños; y por qué después se había marchado al cielo sin despedirse.
Juana, nos muestras la inocencia de un niño, que cree que enfundándose el traje de Superman podrá ir con su abuelo..
ResponderEliminarEste "Interrogantes resueltos" destila ternura y sensibilidad en todas sus letras.
Me ha gustado, Juana.
Besos.
La ingenuidad de los inocentes antepone la magia y la fantasía por encima de la rígida realidad, siempre tan prosaica, tan dada a abortar los sueños con su irremediable contundencia de hechos.
ResponderEliminarLa mano de seda con la que conduces la narración nos deja palpitantes ante el punto final. Detrás de la ternura de la ingenuidad se agazapa la sombra trágica de la realidad acechando. Cuando se trata de niños, debemos velar con un ojo abierto para que no traspasen el umbral de la fantasía sin más protección y queden atrapados en el espejo invertido de las ensoñaciones.
Juana, tu micro, me deja el alma en vilo. Besos.
Espero que el niño, no imitase a Supermán, y se limitase a mirar las estrellas, recordando a su abuelo.
ResponderEliminarCándida y sensible historia muy bien dibujada por la pluma de su autora.
Suerte y un besito virtual, Juana
Aggg!!! Por favor, la abuela del relato siguiente, que aparezca por aquí, pero ya...
ResponderEliminarTremendo, Juana. Orfebrería hecha relato.
Te iba a mandar abrazos, pero me estás empezando a dar miedito.
Juana, madre mía, hasta donde llega la inocencia de un niño y las respuestas que se da a sus preguntas. Me huelo que si alguien no lo remedia esta noche probará los poderes de su traje mágico. ¡Nene, bájate de ahí con cuidado! Uff, ha ido por poco...
ResponderEliminarMuy buen micro.
Besos apretados.
En la mente infantil conviven en armonía la magia y un razonamiento lógico impecable, en ella también está latente el instinto de conservación, que suele presentarse de golpe, cuando se le necesita y no antes, porque su aparición puede causarle serios magullones al pensamiento mágico, ese que flota en tu tierno relato.
ResponderEliminarEnhorabuena, Juana.
Un abrazo.
Juana, es una historia conmovedora, llena de ternura. El niño cree haber encontrado el modo de viajar para volver a ver a su abuelo. Sólo los lectores somos conscientes del peligro que corre y nos hallamos en tensión rogando para que no lo intente. Qué dulzura y qué mimo has puesto en tus palabras, como queriendo arropar la inocencia infantil.
ResponderEliminarEs un relato precioso. Enhorabuena. Besos.
Todos buscamos respuestas. Cuando no las encontramos o la realidad no nos gusta, las inventamos. Los niños unen a ello, además, una fantasía sin límite, alimentada por la ingenuidad.
ResponderEliminarUn relato muy bien llevado, con un golpe final que es un auténtico mazazo, un enorme desasosiego. El contraste gigantesco de leer un relato tierno a querer ir hasta esa azotea para evitar una desgracia.
Un abrazo grande, Juana
Me parece que el niño se va a dar cuenta muy pronto de que el disfraz de Superman es eso, sólo un disfraz. Al menos, nieto y abuelo volverán a encontrarse. Saludos, María
ResponderEliminarLa imaginación de un niño puede ser peligrosa. Esos interrogantes resueltos equivocadamente acabarán en tragedia...
ResponderEliminarBuen micro!
Una auténtica demostración de cómo fabricar un caramelo relleno de hiel, de cómo exponer con ternura la inocencia contra la que conspira la tragedia.
ResponderEliminarUn relato sobrecogedor por su contenido y por la elegancia de su elaboración. Enhorabuena por esa fascinante manera de narrar, Juana.
Un abrazo.
Espero que, desgraciadamente, no sea para reunirse con él. Nos haces estar presentes en la escena con esas bellas y sencillas palabras que utilizas. Lásrtima que no podamos intervenir. Muy bueno, Juana. Saludos y suerte.
ResponderEliminarMucho me temo que la línea de razonamiento que ha seguido este pobre crío lo ha llevado hasta conclusiones muy equivocadas y no menos peligrosas. Y parece que el catalizador sentido ese discurrir ha sido el cariño hacia el abuelo fallecido. Muy tierno y crudo este relato, Juana, en el que se masca la tragedia sin tan siquiera nombrarla.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Sentido, no, "de"
Eliminar¡Qué agonía me ha quedado tras leer el relato! Juana has conseguido dejar el corazón en un puño al seguir el razonamiento del niño. La inocencia está retando a la rígida realidad. Supongo que el abuelo, haya dónde esté, estará siguiendo con gran desazón los pasos que su nieto pretende, equivocadamente, seguir y espera que se imponga la cordura sobre la locura.
ResponderEliminarUn abrazo.
Juana, ¡qué historia tan bien contada! Nos has llevado de forma tierna y conmovedora por los pensamientos del inocente nieto. Solo me queda esperar que uno de los familiares haya llegado a tiempo y el niño se haya bajado sin intentar probar el traje.
ResponderEliminarBrillante, querida.
Un beso grande.
Malu.
¡Ay! Espero que nuestro Supermán se limite a volar metafóricamente.
ResponderEliminarPor lo demás, buena historia, Juana. Nunca defraudas.
Saludos cordiales.
A lo largo de la vida nos vamos haciendo preguntas y hay muchas a las que no les encontramos nunca una respuesta, y otras a las que les encontramos la respuesta muchos años después de haberlas hecho.
ResponderEliminarY eso nos ocurre –al menos, hablo desde mi experiencia- con respecto a los seres más queridos. Por desgracia, tiene que pasar mucho tiempo para que entendamos lo que quisieron decirnos cuando galopábamos de forma inconsecuente en el potro de nuestra juventud, y lo peor, a veces, es que algunas de esas personas a las que les debemos muchos favores y muy buenos ejemplos, además de amor y cariño, han muerto ya.
Para que ocurra eso hace falta que el tiempo haga su trabajo y que nosotros sepamos reconocerlo, pero el niño de tu microcuento aún no está en esa fase de la vida, aún no tiene la capacidad de comprender el mundo y lo interpreta a través de la fantasía, lo que está a punto de provocar una tragedia que, si llega a suceder, quedará indisolublemente ligada a la muerte del abuelo.
Así que esperemos que llegue alguien a la azotea para evitar la desgracia, alguien que le coja al niño de la mano y le cuente otra historia que sustituya a la que él ha imaginado.
Fantástico y estremecedor, Juana, un abrazo.
Me temo lo peor... Deseo que o alguien llegue ya o que el disfraz sea verdaderamente mágico.
ResponderEliminarPerfectamente narrado, Juana, tu cincuenta me provoca una mirada a la inocencia de la infancia aunque también a una cierta esperanza de que el niño protagonista haya, por fin, descubierto algunas respuestas a algunas de sus preguntas.
Buen relato de una excelente relatista. Nos seguimos leyendo y comentando.
Un abrazo.
Mil gracias a todos por vuestro tiempo para leer y comentar mi relato. Un abrazo.
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