La bombona de helio
Desde que los niños la encontramos pasábamos el rato aspirando y hablando en tonos inverosímiles. Nos divertíamos. Una tarde Roberto, un chico muy callado, sin darnos cuenta, empezó a flotar. Le gritamos que soltase aire, pero él seguía ascendiendo moviendo los brazos, como un pájaro. Y entonces sonó el disparo.
Sorprendente irrealidad resultante de elevar helio al cuadrado de tu prodigiosa imaginación onírica. Delicatessen, Ignacio. Gracias por el manjar.
ResponderEliminarIgnacio, genial relato, ese disparo final da un giro total al relato. La hilaridad que produce el helio nos deja helados. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay. Como bien dicen los campañeros, es genial este micro. Principio, nudo y desenlace, a cada cual más potente y mágico, más sorprendente. Me ha encantado, pero mucho mucho.
ResponderEliminarMe encanta. Un placer leerlo.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, Ignacio.
Salut.
Hijo mío de mi vida y de mi corazón... Ese disparo me ha sonado dentro de mi propio cuerpo.
ResponderEliminar¡Qué bueno!!!!
Has hecho de algo que ni se ve, un gas para inflar globos de los niños, un elemento para pasar de la risa mas despreocupada al drama más impactante, una bofetada genial sin previo aviso que tiene el mérito además, de añadir la timidez del niño que no habla y quizá quiere evadirse con la imposibilidad de hacerlo, porque todo tiene un límite, más en una zona donde no está vedada la caza; para un cazador ocioso que no entiende de sueños cualquier cosa que vuela puede ser motivo para su divertimento.
ResponderEliminarOriginal a más no poder, surrealista e impactante. Un texto enorme en su sencillez que no necesita de más alardes.
Me ha gustado un montón, Ignacio, que lo sepas.
Un abrazo fuerte, artista
Me encanta ese tono cándido, con el que has descrito el relato, hasta la vuelta de tuerca del tiro, que me ha petrificado.
ResponderEliminarAunque reconozco, que ese es el merito del micro.
Suerte y saludos virtuales.
Ignacio, un relato naif que nos hace reír por la situación surrealista que cuentas, hasta que suena el disparo y nos pillas totalmente desprevenidos.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Besos
Qué bueno, Ignacio. Poco más puedo decir. Enhorabuena. Suerte y saludos.
ResponderEliminarComenzamos leyendo un relato fresco y divertido, continuamos con una escena surrealista y desembocamos en un final trágico.
ResponderEliminarMuy buen relato, Ignacio. Un fuerte abrazo.
Un relato deliciosamente surrealista, tanto que pudiera confundirse el sonido de un inexistente disparo con el estallido del gas acumulado.
ResponderEliminarMuy bueno, Ignacio. Enhorabuena.
Un abrazo.
Un micro con final triste. Peligroso aspirar helio. Aunque yo, cuando era un niño, me apunté a un juego todavía más peligroso: tomar pastillitas de colores. Mi madre se limitó a darme un poco de ricino.
ResponderEliminarSaludos, Ignacio
Es que los niños callados cuando estallan lo hacen de una forma muy fragorosa. Una imagen muy potente la del niño flotando como un pájaro. Un micro muy imaginativo. Un abrazo, Ignacio.
ResponderEliminarPoderoso relato, Ignacio. Muy bien contado y con un sello bastante particular, garantía de calidad y originalidad.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Ese juego que puede parecer tan divertido se ha tornado en tragedia. Muy imaginativo, Ignacio.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Pobre Roberto! Su ilusión de volar desaparece de manera violenta. Los deseos, por lo general, siempre son abatidos. Preciosa tu historia, Ignacio, donde nos vas desvelando cómo lo que, en un principio, comienza como un juego, termina en tragedia.
ResponderEliminarEnhorabuena. Nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
¡Ay, Ignacio, yo que pensaba que esto era de globos que se ponen en fiestas...! O como mucho de unos adolescentes tonteando, de esos que les gusta aspirar el helio y hablar con voz de pito...
ResponderEliminarImpactante el micro, pasando del juego a la ilusión y terminando con el impacto final que nos deja helados.
Un beso, artista.
Un gusto leerte.
Malu.