La firma
La mujer movía con aspavientos sus manos, tratando de impedir que él lo hiciese. Su esposo, sin embargo, se sentía feliz. Su vida iba a dar un giro radical, en cuanto el doctor firmase la receta. No albergaba ninguna duda de que obtendría la píldora azul que tanto había anhelado.
María José, este esposo es muy legal, siempre podía haber recurrido a internet.
ResponderEliminarMe gusta tu relato ya que hasta que no aparecen las palabras "píldora azul" mantienes el secreto de esta firma.
Buen relato.
Besos.
Gracias, Javier. He querido mantener el suspense, jejeje. Está basada la idea en una anécdota real contada por un médico y que escuché en la radio, creo recordar. Se trataba de una pareja de pacientes ancianos y el hombre se negaba a aceptar que era "viejo". Un abrazo.
EliminarAy, lo que puede causar una simple firma en un papel. Por una lado, insuflar nuevas ansias en el aletargado ánimo del marido, y, por otro, el temor ante lo desconocido que parece generar en la mujer. Aguardemos, por el bien de los dos, que encuentren un término medio. Muy simpático tu relato, María José. Enhorabuena. Un saludo y suerte. Besos.
ResponderEliminarJesús, quizás la anciana no tuviera miedo a lo "desconocido", sino más bien a lo "archiconocido". Pudiera ser que el hombre fuese muy activo sexualmente y la mujer, agotada, desease que se calmase el ímpetu de su marido, jajaja. Gracias. Besitos.
EliminarLa decadencia física es algo inevitable y como tal debemos asumirla. Lo cual no quita para que, gracias a la química, puedan prolongarse ciertas prácticas, siempre que se tenga en cuenta que las cosas que requieren a dos personas también precisan que ambas partes estén de acuerdo. Esa firma cambiará sus vidas para bien si ambos sacan beneficio, pero puede ser causa de graves desavenencias si una de las partes no está de acuerdo de entrada.
ResponderEliminarA partir de lo que puede parecer una simple anécdota compones un relato divertido y con fondo sobre las relaciones de pareja e incluso el paso del tiempo.
Un abrazo, María José
Como siempre, tu análisis es inteligente y sabio, Ángel. Tras la anécdota casi cómica está la realidad de aquellas parejas en las que no hay acuerdo en lo más básico. Y no digamos los casos de violencia... eso son palabras mayores. Muchas gracias por tu comentario. Besos.
EliminarCon tono jocoso nos cuentas los problemas de esta pareja que entra en la edad del declive físico. Ella parece reticente en cuanto a la solución, pero con la firma del médico seguro que llegan a un acuerdo y pueden ser felices de nuevo.
ResponderEliminarUn relato realista y con chispa, María Jesús. Besos.
Muchas gracias, Carmen. Me alegro de que te haya gustado. El humor es una buena herramienta para reflejar situaciones que no son precisamente cómicas. La paradoja de la vida. Besos.
EliminarLa firma, que se supone ratificación de acuerdo común entre partes, se ha convertido en tu relato en todo lo contrario. Chispas van a surgir de este desacuerdo. No solo es prometedora la situación y el enfoque que le has dado, sino que me río imaginando el post-relato. Una vez él se haya tomado la pastilla azul y ella, todo aspaviento, poniendo el grito en el cielo (o no será para tanto, que también hay pastillas de colores para ellas).
ResponderEliminarUn beso, Mª José, un placer leerte.
Muchas gracias, Manuel. El placer es mío, el de recibir tus siempre amables comentarios. Yo también me pregunto qué pasaría, una vez se tomase la píldora mágica, el bueno del señor...
EliminarBesos.
Vaya por Dios, ahora que la señora había dado la batalla por acabada, va y el guerrero desentierra el hacha de guerra con la ayuda del chamán metomentodo.
ResponderEliminarHombre, yo creo que hay firmas que llevan a cosas peores y, quien sabe si, como dice Manuel, la mujer acaba haciendo aspavientos por motivos bien distintos.
Un estupendo y divertido relato, Mª José. Enhorabuena.
Un abrazo.
Antonio, aunque no parezca más que una simple anécdota cómica, está basada en un hecho real. Escuché, en la radio, una entrevista a un médico y él contaba que la anciana le hacía señas, detrás de su marido, para que no le diese la receta. Él no hizo caso y se la dio.Lo que pasó después, ya no se sabe...
EliminarBesos.
¡Ay madre, yo me había ido por otros derroteros! Y es todo por la firma de una receta para conseguir viagra... ay, ay, ay... Pobre mujer, se creía ya tranquilita y el buen señor le va a dar guerra durante más tiempo. O no, porque últimamente se están oyendo muchos casos de "viagrazo" (irse al otro barrio por exceso de ingesta de dicha pastillita azul...).
ResponderEliminarMuy divertido Mª José.
Un beso grande.
Malu.
Gracias, Malu. Efectivamente, el anciano puede "emocionarse" y querer "chutarse" con unas cuantas píldoras mágicas. Esperemos que no haya perdido el sentido común, jajaja.
EliminarBesos.
Me temo que el esposo tiene demasiadas expectativas puestas en la píldora azul dada la actitud de su mujer, a no ser que los aspavientos solo fueran “pour la galerie”
ResponderEliminarBuena historia con suspenso y humor.
La he disfrutado, Ma. José.
Besos.
Muchas gracias, Georges. Es que el misterio que rodea a la pastilla azul y a sus efectos se prestaba para fantasear un poco (aunque la anécdota tenga base real, como he dicho más arriba).
EliminarBesos.
La mujer no parece muy por "la labor"... Me la veo cambiándole la pastilla azul, por algún caramelo suavizante para la garganta jeje
ResponderEliminarMuy bueno tu micro!
Jajaja, Galilea, no le des ideas a la anciana, que seguro que se le ocurrirán no una, sino varias soluciones... Gracias por pasarte.
EliminarBesos
Un relato muy simpático, María José; y con un con un conflicto muy original, pero real. Seguro que en más de un consultorio médico se habrá vivido una escena parecida a la que relatas.
ResponderEliminarBeso.
Pues sí, lo que cuento en el micro no es más que la recreación de una anécdota real, de un médico en su consulta. Me resultó tan gráfica la descripción que hizo el doctor de la mujer, colocada detrá de su marido, moviendo los brazos con desesperación y en silencio, para que su marido no supiese que ella no quería la receta... que no pude reprimir la tentación de escribir sobre ello.
EliminarBesos.
Reconozco que me ha costado enterderlo en primera lectura. Gracias a los comentarios!.
ResponderEliminarAunque de entrada me resulta simpático, en el fondo me produce tristeza que las relaciones de una pareja tengan que acabar en esas líneas divergentes. Lo que antes fue fruto y símbolo de unión y amor, hoy parece (a él) una batalla ganada de una guerra perdida.
Pero debe ser cosas y producto de la naturaleza. (Digo yo!)
Muy buen micro que me ha hecho pensar y me ha dejado con una sonrisa amarga.
Un fuerte abrazo, Mariajo.
Pues sí, amigo Isidro, tras el humor se oculta, casi siempre, una verdad nada divertida. Has podido ver las dos caras de la realidad en mi micro (aunque con algo de ayuda, jajaja) y eso me satisface.
EliminarBesos.
Reconozco que lo de la píldora azul me despistaba, pues -afortunadamente- no lo sabía que fueran azules.
EliminarTenía entendido que la píldora se podía conseguir sin receta. Desde luego, la pastilluela va a cambiar las noches del matrimonio.
ResponderEliminarSaludos, María José
Sí, tienes razón, ¿qué me dices del juego que da que sea un doctor, de carne y hueso, el que la recete, siendo cómplice del paciente masculino, ante el rechazo de la mujer?, jajaja. Las noches van a ser de otro color, sin duda...
ResponderEliminarBesos y gracias, Plácido.
Supongo que antes este hombre se habrá hecho un buen chequeo, no vaya ser que con el exceso de emoción acabe también azul a juego con las pastillas, y la pobre mujer blanca del susto. Divertida situación la que nos traes, María José. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juana, por dejar tu amable comentario. Si te ha divertido la situación que he reflejado (basada en hechos reales) he cumplido con mi objetivo principal.
ResponderEliminarBesos.
¡¡Simpático, y a la vez triste, cincuenta!!
ResponderEliminarNos dejas una historia en la que un hombre (un abuelo) no reconoce que ya no está para determinados trotes, y busca la complicidad de la química médica. Por otro, tenemos una mujer (una abuela) que, por culpa de esa química, se ve de nuevo abocada a tener que "sufrir" algo de lo que ya pensaba que se había librado. En fin, un lío, un berenjenal, como decía aquel, pendiente de una simple firma.
El tono de tu relato va por el camino de dejarnos una historia divertida, que según nos aclaras está basada en una historia real, para desvelarnos finalmente una relación conyugal en una etapa de la vida muy concreta, con sus sinsabores, entre ellos el que nos planteas.
Un placer, María José, leerte y disfrutar leyéndote.
Un beso.
Muchas gracias, José Antonio. Esta historia, como bien dices, es, en apariencia, simple y cómica, pero he intentado transmitir a través de la sonrisa los problemas conyugales de una pareja anciana. Lo has sabido ver perfectamente.
ResponderEliminarBesos.
Una anécdota que, en principio, puede parecer banal, pero que tiene mucha más chicha de la que se ve en una primera lectura, porque refleja lo complicada que es la vida en general, y luego, la vida de pareja en particular; pues cada individuo somos un mundo y lo que, en un primer momento, ocultan los fuegos artificiales del enamoramiento y el posterior romance, va saliendo a la luz con el paso de los años.
ResponderEliminarAsí que esa convivencia diaria requiere una labor de entendimiento y de pulimento para ir desgastando las aristas que pueda haber, la cuales, en algunos casos, son muy pocas y, en otros, acaban siendo insalvables y acaban como el rosario de la aurora, que se dice.
Y dentro de esa parcela de la convivencia, están las relaciones sexuales, causa de continuos chistes, porque, como dice Chesterton: “Sobre qué cosas puede hacer uno chistes si se exceptúan las cosas serias”. Pero lo cierto es que puede ser un terreno de discordancia, como ocurre en tu microcuento, o de asuntos aún peores.
Y aparte de eso, queda la reflexión tan necesaria para todos de saber aceptar el paso del tiempo, de entender las limitaciones que nos va poniendo la edad, pues si no se corre el riesgo de hacer el mayor de los ridículos.
Un abrazo, María José.
Querido Enrique, me admira tu capacidad de diseccionar microrrelatos, yendo a lo más importante, con la precisión de un cirujano. Mil gracias por tu generosidad al comentar, siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
M. José, me parece que tu protagonista quiere vestir de "azul" sus noches, mientras que su mujer no está por la labor.
ResponderEliminarTendrán que tener mucho cuidado, a veces esas pastillas las carga el diablo.
Divertido micro.
Besos.
Muchas gracias, Pilar. Me divierte que te divierta a ti, amiga.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Me ha dejado con una sonrisa.
ResponderEliminarY a mí me hace sonreir tu lacónica y rotunda respuesta. Muchas gracias, Maite.
ResponderEliminarBesos.
Sudo escribiendo los comentarios, viendo lo bien que lo hacen los demás, así que soy comedida, pero para los de todos. A ver si a pocos voy aprendiendo. Un beso grande.
EliminarHasta lo de la píldora azul, estaba pensando en un asesino. Luego, en un marido poco apetecible.
ResponderEliminarHas encauzado perfectamente el micro, para la vuelta de tuerca en el desenlace final.
Suerte María José y un besito virtual.
Muchas gracias, María Jesús. Es cierto que he jugado al despiste un poco... (y cuánto me he divertido, jajaja).
EliminarBesos múltiples.
Hay decisiones que en principio no parecen transcendentales, pero que luego cobran un papel importante en nuestras vidas. En esta que van a tomar estas dos personas, si los aspavientos de ella son sinceros y no producto de la timidez o el pudor, creo que ambos deberían ponerse de acuerdo.
ResponderEliminarSimpático y algo enigmático, María José.
Un abrazo.
Gracias, amigo Enrique. Para mí que la anciana no tenía ninguna apetencia sexual y pensar en el hecho de que su marido se tomase la pastillita la hacía sufrir y alarmarse, cuanto menos. Aunque me temo que el doctor acaba haciendo la firma que sentencia su vida futura (al menos en el plano íntimo).
ResponderEliminarBesos.