Perdida
—Nunca pensé que pasaría nada así —dijo Marcos enojado.
—Intentamos comunicarnos, pero...
—¡No quiero excusas! —gritó—. Esta mañana casi atropello a mi madre, que creía bajo su cuidado en este centro geriátrico. A saber cuánto tiempo llevaría perdida.
—Se-señor... —dijo el director, pálido—. Intentamos llamarle ayer. Su madre falleció anoche.
—Intentamos comunicarnos, pero...
—¡No quiero excusas! —gritó—. Esta mañana casi atropello a mi madre, que creía bajo su cuidado en este centro geriátrico. A saber cuánto tiempo llevaría perdida.
—Se-señor... —dijo el director, pálido—. Intentamos llamarle ayer. Su madre falleció anoche.
Que yuyu. Puede que la pobre mujer no haya encontrado el camino adecuado para llegar al cielo o, quién sabe, puede que quisiera darle un susto de muerte a su hijo por internarla en la residencia. Sin bromas, me ha gustado. Suerte, Valentín. Un saludo.
ResponderEliminarPueden ser las 2 cosas si, jeje.
EliminarMuchas gracias!!
Un tiempo de irrealidad se cuele en el relato y pulsa una cuerda vibrante que permite el suspense.
ResponderEliminarInteresante propuesta. Saludos, Valentín.
Muchísimas gracias!!
EliminarDel enojo mas mundano y justificado, a la inquietud ante lo inexplicable. Un diálogo bien llevado con sorpresa final. Lo peor es pensar que esa mujer, sea cual sea su estado, pueda seguir perdida.
ResponderEliminarUn saludo, Valentín
O estaba más perdida antes... quién sabe.
EliminarGracias
Pues sí, parece que esa mujer anda perdida tras haber dejado este mundo. Coincido con el primer comentario, el de Jesús: entreveo algo de venganza por haber sido ingresada en ese centro geriátrico (a lo mejor, una vez fallecida, se sintió de alguna forma liberada y quiso dejarle una señal a su hijo).
ResponderEliminarMuy bien gestionado ese diálogo (no es fácil en un microrrelato) y cierras perfectamente la historia con ese final sorpresivo.
Me ha gustado, Valentín. Buena historia las que nos dejas. Un placer leerte.
Saludos cordiales.
Gracias por tus palabras de verdad
EliminarNo sabemos cómo era la relación entre madre e hijo. Tampoco las circunstancias que llevaron a ese hijo a ingresar a su madre en el geriátrico. Prefiero pensar que la aparición de la madre fue una manera de despedirse de él. Felicidades por este intrigante e impactante relato,Valentín. De los que te dejan pensativa. Saludos.
ResponderEliminarUna despedida.
ResponderEliminarVeo una madre que quiere ver por última vez a su hijo... después de muerta.
ResponderEliminarPero caben muchas lecturas que pueden trascender de las 50 palabras... Toda una historia!
Magnīfico micro!
¡Vaya final! Creo que al protagonista su madre va a perseguirle por toda la eternidad: es lo que hacen nuestras madres, incluso cuando están vivas. Terrorífico.
ResponderEliminarSaludos, Valentín
Pues mira yo me alegro por ella, porque en su nueva circunstancia lo que primero que haga sea darse un paseo, pese a quien le pese. Ahora... me creo que el director y el hijo lo vean de otro modo.
ResponderEliminarBien hecho y contado!!!
Menudo giro imprimes al final, Valentín. Realmente se pasa de compartir el cabreo del hijo a un fulminante desasosiego que te deja clavado a la pantalla.
ResponderEliminarUn relato muy conseguido. Enhorabuena.
Un saludo.
Uy... vaya giro final.
ResponderEliminarMuy buena historia, Valentín. Enhorabuena.
Malu.
Completo catálogo de seres y estares, que diría el inimitable Manolo García. Un hijo precipitado de cólera fácil, un responsable de un geriátrico apocado, y una difunta que no acaba de encontrar su sitio
ResponderEliminaren el otro mundo.
No está mal para cincuenta palabras, no señor.
Saludos, Valentín.