Público objetivo
La primera vez no le di importancia, pensé que se trataba de un envío publicitario masivo. Pero recibir otros diez en la misma semana sobre productos similares empezó a incomodarme. Tanta crema maravillosa para el crecimiento del pene no podía ser casualidad. El chivato debía estar entre los del gimnasio.
Rafa, yo le hubiera aconsejado que se duchara en casa o con bañador, pero ya es demasiado tarde, aunque tal vez puede ser pura envidia y sea todo lo contrario, jajaja.
ResponderEliminarUn relato que lleva tu sello, y ese sarcasmo que nos hace sonreír, y más a estas horas de la mañana.
Me ha gustado, Rafa.
Un abrazo enorme.
Sí, cuando se tienen ciertas limitaciones mejor ser más reservado.
EliminarGracias, Javier.
Un micropene dentro de un microrrelato. Original envoltura. Saludos, Rafa.
ResponderEliminarLo que demuestra que el tamaño no importa, como dicen los penecorto.
EliminarGracias, Manuel.
Pero qué grande eres, maestro. ¿Cómo puedes conseguir cada mes sorprendernos y arrancarnos una sonrisa? Eres un caudal inagotable de ingenio.
ResponderEliminar"Mancantao".
Un abrazo.
Pablo.
Ante los incondicionales no tiene mérito.
EliminarGracias, amigo Pablo.
Un abrazo.
Jajaja Eso es porque tu personaje "preocupado" claramente Jajaja... Habrá hecho una búsqueda en Google, y el señor Google se lo habrá chivado a alguna compañía comercial. Es la única explicación plausible que veo yo. Jijiji Sus compañeros de gym serán mirones... pero no unos chivatos.
ResponderEliminarSaludos Rafael.
Mira que si al final ha sido su pareja la que, con conocimiento de causa, se ha ido de la lengua.
EliminarGracias, Raquel.
Un beso.
Desde luego, eres un maestro... No hay nada como arrancar una sonrisa con fino humor e inteligente ironía, esa que tú destilas a raudales.
ResponderEliminarFelicidades.
Por cierto, tú, grande. Siempre grande.
No es humor, es autobiográfico, así que no tan grande.
EliminarGracias, Fernando.
Abrazo fuerte.
Ay, Rafa, que existe mucha envidia. Puede ser que alguien te esté haciendo la guerra psicológica o que no se atreve a decirte nada y te manda indirectas. Revisa tu agenda...
ResponderEliminarMuy buen micro con tu sentido del humor, pura marca de la casa.
Besos apretados.
Siempre tengo la opción de comprar los productos y acabar con el problema.
EliminarGracias, Pilar.
Besos prietos.
Me parto con tus relatos y eso que procuro ponerme serio antes de leerte como queriendo imprimir objetividad a la lectura, pero al final casi siempre no me sacas la sonrisa, sino la risa. You are the milk! jajaja!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, padrino.
Ahijado, relájate cuando me leas si no no voy a poder sorprenderte.
EliminarAbrazaco grande.
Puedo asegurar que esa no es la razón de que aún no me hayan visto el pelo en gimnasio alguno. Que nadie tenga la más mínima duda. Además, no conocía el dato de que hubiera tantas empresas dedicadas a esos productos. No sé de que es indicativo tal abundamiento. Suerte y un saludo, rafa. Ay, se me escapó, lo puse en minúscula.
ResponderEliminarEso es lo que dicen todos.
EliminarSí, en minúscula queda más coherente.
Gracias, Jesús.
Un abrazo
jaja, qué clase de gimnasio es ese
ResponderEliminareso de sacar punta (léanse historias) de las publicidades que cada uno de nosotros recibimos en nuestros correos, o los "amigos" que quieren serlo nuestros en Facebook, puede dar mucho juego
juego y risas, está clarísimo
Como has dejado demostrado estupendamente
Gracias, Luisa. Hay que tener a buen resguardo toda información sobre uno mismo. En especial la más sensible.
EliminarUn beso.
Si es que nos tienen pillados por todas partes y nos conocen mejor que a nosotros mismos. El famoso "Gran Hermano" no es ninguna broma. Aviso para navegantes: después de una sesión de gimnasio es mejor ducharse en casa, no hay que dar información al enemigo, que tiene ojos por todas partes y, con la excusa de hacer negocio, pone nuestras vergüenzas al aire.
ResponderEliminarOtra genialidad.
Un abrazo fuerte, Rafa
Si vas a ducharte a casa igual empiezas a recibir publicidad de jabones, geles, desodorantes... No sé qué fama puede ser peor, una por causa de genética u otra adquirida.
EliminarGracias, Ángel. Abrazos.
Cuánto cotilleo en el gimnasio y qué bromitas se gastan. No hay nada como caminar al aire libre, con el chándal puesto y la intimidad protegida.
ResponderEliminarGracias por este micro que me ha hecho reír, Rafa. Besos.
Sí, cualquier precaución es poca.
EliminarEncantado de hacerte reír.
Gracias, Carmen.
Un beso.
Jajajajaja... que me ha causado risa tu relato. Muy bueno Rafa, mis felicitaciones y que siga los consejos de Ángel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algo habrá que hacer, desde luego.
EliminarGracias, Jean.
Un abrazo.
Ja, ja, ja, Rafa...
ResponderEliminarYo pensaba que las únicas que cotilleábamos éramos las mujeres, pero mira los hombres, con sus miradas y conversaciones indiscretas...
Original, como no podía ser de otra manera y con sello del maestro Olivares.
Enhorabuena, maestro.
Besos mil.
Malu.
Los hombres somos más de números y de comparaciones y si conseguimos ventaja en algo, claro, hay que contarlo.
EliminarMuchos besitos, Malu. Gracias.
Alguna vez he abierto el correo al comenzar la jornada y me he encontrado con una retahila de anuncios sobre adelgazantes, crecepelos y estimuladores de la lívido, tres en uno, y he pensado: ¡cojonudo! nada más empezar, y ya me han llamado gordo, calvo e impotente.
ResponderEliminarNadie como tú para manejar la ironía con tanta inspiración, Rafa. Felicidades por tan divertido relato.
Un abrazo.
Pues tienes toda la razón. La inspiración de este relato viene de ese tipo de Correos que recibía hace años. Ahora el tamaño es el mismo pero ya no los recibo.
EliminarGracias, Antonio.
Abrazo.
Jajaja... Esos chivatos deben de ser buenos amigos de su pareja. Se ve que le desean lo mejor... jaja
ResponderEliminarMuy divertido el relato.
Felicidades!
Los chivatos pretenden arruinar su imagen y socavar su capacidad de seducción. Se percibe.
EliminarGracias, Galilea.
Abrazos.
Muy bueno y con un sentido del humor excelente. Ya he visto que se han apuntado varias soluciones, desde utilizar los productos a ducharse en casa... ja, ja...
ResponderEliminarOtra opción es recurrir a los servicios de un sicólogo y que le libere del trauma.
EliminarGracias, María Luisa.
El mundo de la publicidad, que ahora, con los medios modernos nos bombardea por tierra, mar y aire, es irritante, pues no hay forma de librarte de él. Abres el buzón y te caen un montón de folletos, el teléfono no deja de sonar a todas las horas y, si lo coges, alguien te ofrece poco menos que el paraíso, consultas una página web y te salen anuncios por todos los lados...
ResponderEliminarEn fin, un cognazo, que diría Forges. Tu microcuento me ha traído a la memoria aquellos correos electrónicos que te ofrecían un alargamiento del pene, y eso, a primera hora de la mañana, cuando iniciabas tu jornada laboral y te caían más spam que correos relacionados con el trabajo. Y uno se decía, pero por Dios, con lo que todavía me queda por penar antes de irme a casa estos ofrecen una alargamiento del pene, que Belcebú los confunda.
En fin, hay que tomárselo con humor y con ironía como has hecho tú con esa historia que induce a la sonrisa o, directamente, a la risa. Aquí también, como en ciertas investigaciones actuales relacionadas con la corrupción, parece que ha habido un chivatazo. Y es que los gimnasios son un peligro, en lo que me atañe, no me gustan nada, prefiero coger la bicicleta o pasear por el campo.
Genial, Rafa, un abrazo.
Pues sí, la inspiración de este relato viene de la misma experiencia que tú viviste. Yo también prefiero el aire libre pero ahí no hay riesgo de inconfidencias, así que he recurrido a los gimnasios, que pueden ser lugares propicios.
EliminarMuy bien, Rafa, sacándole punta y relatos hasta al spam.
ResponderEliminarPero además, tratas el tema de la autoestima y de la paranoia. Ahí es nada.
Felicidades y un abrazo.
Como la vida misma, Carles.
EliminarGraçies.
Abraçada.
Una buena razón para no ir al gimnasio.
ResponderEliminarUn micro muy divertido.
Saludos, Rafa
O ducharse con el slip puesto.
EliminarGracias, Plácido.
Abra
Con qué fina ironía e inteligencia nos deslizas en tu cincuenta un tema que tiene su importancia en la sociedad actual, cual es el de las comparaciones (que siempre resultan odiosas). Está claro que tu pobre, y "penicorto", protagonista está siendo observado y comparado (¿con la media nacional?). Alguien lo quiere dejar en evidencia porque tanta crema busca un claro objetivo (ya no sé si público o púbico).
ResponderEliminarDe todas formas, dicen, esas cremas no son nada efectivas. Lo mejor es, dicen también, el televisivo «Jes Extender» que tanto publicitan, al parecer, por la noche en algo que se llama «Teletienda». Pero que yo estas cosas las sé porque las comentan por ahí...
¡Genial, Rafael, tu relato! Enhorabuena y nos seguimos leyendo. Para mí es un deleite leer tus historias, siempre tan originales y con marca propia.
Un abrazo, maestro Olivares.
Bueno, estamos sospechando de los del gimnasio y pudiera ser que se tratara de su insatisfecha compañera. ¡Vaya usted a saber!
EliminarGracias, José Antonio, por tus siempre generosos comentarios.
Un abrazo.
Me sumo, con los riesgos que ello conlleva, jaja, a los que piensan que el tamaño no importa. Tu relato es la prueba. Cuánto provecho se le puede sacar a tan solo cincuenta palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, maestro Olivares.
Sí, decir que el tamaño no importa nos sitúa automáticamente bajo sospecha.
EliminarGracias,Enrique.
Un abrazo.
Enhorabuena, Rafa. Ese chico va a tener que cambiar de gimnasio, que en este parece que ya le tienen cogida la medida.
ResponderEliminarUn beso y hasta prontito.
Jajaja, muy acertado comentario, Asun
ResponderEliminarNos vemos pronto.
Un beso.
Ja,ja,ja...Rafael, ¡qué micro tan genial! Me ha hecho mucha gracia y de la misma manera hay algunos comentarios súper originales al respecto. Le tocará cambiarse de gimnasio para evitar a los cotillas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues si te ha hecho gracia, Enrique, ya tengo mi premio.
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo.