Tipografía creciente
Una entidad solvente, de toda la vida. Un economista encorbatado, la firma en el mismísimo despacho del director... Las letras diminutas del documento, como las de los prospectos que nunca leía, no parecían preocupantes.
Enseguida llegaron otras notificaciones y requerimientos, cada vez más escuetos y con la letra muy clara.
Enseguida llegaron otras notificaciones y requerimientos, cada vez más escuetos y con la letra muy clara.
Como en un microcosmos ajeno e insospechado, la letra pequeña espera agazapada su momento para actuar con un macro poder que nos deja anonadados, sujetos al condiciona de debería haber leído...Original idea que desde el título juega acertadamente con el tamaño de la letra. Saludos, Jerónimo.
ResponderEliminarMuchas gracias Manuel .El peligro acecha donde menos lo esperamos. Un gran abrazo
EliminarMe imagino a una pareja de viejecitos firmando el locurón del siglo y leyendo su sentencia sin necesidad de ponerse las gafas de cerca.
ResponderEliminarAcongojante, Jero.
Muchas gracias Patricia! Los viejecitos y los no tanto entramos a veces en dificultades insospechadas donde menos lo pensamos. Un fuerte abrazo
EliminarVivimos en un mundo en el que se consiente la seducción más estudiada y sibilina, donde la ley no ampara al débil, en el que lo que apenas era una semilla microscópica acaba por agigantarse y revelarse con toda su carga tóxica cuando ya es demasiado tarde, en una añagaza permitida y consentida.
ResponderEliminarMuy buen relato, lleno de contrastes, con una primera parte en la que todo se ofrece y son parabienes, y otra en la que todo se quita y se vuelve implacable, con un título muy acertado.
Un abrazo fuerte, Jero
Gracias como siempre Angel por la atención que sigues los relatos llegando al fondo con tu análisis. Un abrazo enorme
EliminarJerónimo, cuanta razón tienes en tu relato, lo que a ellos interesa que no nos enteremos en letra pequeña, pero luego, grande y bien clarita.
ResponderEliminarMe encanta el título, genial.
Muy buen relato, Jerónimo.
Un abrazo.
Muchas gracias Javier. Me alegra mucho que te haya gustado. Un gran abrazo
EliminarJerónimo, cuantos ancianos han sido engañados por su entidad bancaria de toda la vida. ¿Hay alguna traición mayor que abusar de su buena fe?
ResponderEliminarMuy buen micro, con las palabras escogidas y justas para dejar clara esta estafa.
Enhorabuena.
Besos
Muchas gracias Pilar!. Desde luego a los ancianos y a los más jóvenes nos tienden trampas donde menos lo esperamos. Un beso enorme.
EliminarMuy bien hilado esa historia en la que lo que no interesa que se sepa se explica de la forma más enrevesada y confusa posible.
ResponderEliminarMe ha gustado, Jerónimo. Un abrazo.
Gracias por tu comentario Asun!. Un lio creciente sugerido poco a poco. Me alegra mucho que te haya gustado. Un beso.
EliminarNarras una práctica que se ha llevado y se lleva hasta límites, a veces, más que vergonzosos, pero me gustaría añadir que no sólo es en esa solvente entidad, ni te lo propone el economista encorbatado, etc., esta práctica es común a todo aquel que vende y, aquí y ahora, todos vendemos aunque sea, para empezar, a nosotros mismos, nuestra imagen, a nuestros seres queridos, en nuestro negocio, en negocio de otros, vendemos voluntariamente, vendemos a la fuerza, vendemos hasta lo que no se vende.
ResponderEliminarMuy buen relato, Jero.
Suerte y un abrazo.
Gracias por tu comentario Isidro. Quizá lo importante sea mostrarnos con todas las letras las grandes y las pequeñas pero no para que nos compren sino para no generar falsas e interesadas expectativas. Tendremos que ir hasta entonces con la lupa a mano por las letras pequeñas. Un abrazo
EliminarPerfectamente descrita está situación de tremendo abuso, de robo sin escrúpulos, a los precisamente más débiles y, al mismo tiempo, dignos de veneración.
ResponderEliminarExcelente, Jero.
Un abrazo.
Muchísimas gracias Enrique. Me alegra mucho que te haya gustado. Me he quedado con un detalle en medio de un terrible drama. Un gran abrazo
EliminarLa letra pequeña de los contratos bancarios vuelve a todo el mundo presbícico. Hay que llevar una lupa. ¿No podrían pagar con dinero en efectivo? Así no necesitaríamos tener bancos.
ResponderEliminarSaludos, Jerónimo
Gracias por tu comentario Plácido. Quizá sea una solución . Un abrazo con todas las letras!
ResponderEliminarUn planteamiento muy original que no deja de ser cierto. Nos engañan arteramente con atenciones hasta que firmamos nuestra ruina económica sin haber leído la letra pequeña. Pero, en las reclamaciones posteriores, el mensaje es muy claro y la tipografía permite leerlo hasta sin gafas.
ResponderEliminarBuen relato, Jerónimo. Un abrazo.
Muchas gracias Carmen! Parece que mientras avanza hacia la catástrofe las letras ocultas son las únicas que crecen y se hacen terriblemente comprensibles. Un beso grande
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