El emulo
Abdul Yarameh, único y absoluto conquistador de Mauritania y, quizás, el más grande admirador de Atila, rey de los Hunos, jamás extendió su imperio más allá de los límites del desierto del Sahara. De esa manera, se aseguró de que, donde pisara su caballo, tampoco volviera a crecer el césped.
Tiene todo su arte hacer de las circunstancias adversas un compendio práctico de cómo se pueden jugar las malas cartas en favor de uno. Irónico relato que arranca una sonrisa y da una práctica lección. Saludos, Alejandro.
ResponderEliminarUna pregunta: si en los dominios de Abdul Yarameh no crece la hierba, ¿qué comen sus caballos?
ResponderEliminarFuera de bromas, un buen micro, Alejandro. Saludos
Me hice la misma pregunta que Plácido.
ResponderEliminarEso sí.... era listo el Abdul ese, muy listo; aunque me temo que no pasó a la historia. jejeje