El hombre del hatillo (I)
Alzó el vuelo del nido familiar muy joven persiguiendo una malentendida libertad. Cuando sus compañeros de vida bohemia sentaron la cabeza él no pudo hacerlo, pues la había perdido por una mujer. Abandonado al alcohol y la soledad, acaba las noches en el parque apurando los restos del botellón juvenil.
Tu protagonista vive las consecuencias de una libertad mal interpretada. Al final abandonado por todos y por todo, solo tiene la compañía del alcohol. Solo hay miseria y soledad.
ResponderEliminarCarme, una descripción genial de una vida destruida. La última frase es una fotografía plena de esa situación.
Muy bueno, Carme, esperando los siguientes relatos de esta trilogía.
Besos.
Gracias Javier por tu comentario. Hay vidas que se van torciendo y luego no hay quien las enderece.
EliminarSobre la trilogía he dejado un comentario algo más abajo.
Un beso!
Creo que este bohemio vagabundo va a darnos la posibilidad de disfrutar mucho con su recorrido, hatillo al hombro (sugerente el título de la trilogía)al uso de los pícaros de antes y que tanto poso han dejado en nuestra literatura. Como muestra, este relato centrado en los antecedentes que, aunque con hatillo, supera con creces la denominación de relatillo. Saludos, M Carme
ResponderEliminarCelebro esa elevación de categoría superando el relatillo, Manuel.
EliminarMás abajo he dejado un comentario sobre la trilogía. El personaje ya nos pareció inspirador la primera vez que lo vimos, pero al volver a cruzárnoslo más tarde nos surgió la idea de crear un 50 cada uno sobre su posible historia.
Gracias por comentar!
Un abrazo.
He sufrido durante demasiados años las consecuencias colaterales del botellón (ruidos, suciedad, alteración del sueño,"inestabilidad psicológica") y también he visto a gente como tu personaje, que recogía lo que sobraba tras la "fiesta". Algunos lo harían por sí encontraban un poco de dinero o alguna joya, pero otros, está claro que era por aprovechar los restos de cualquier botella. Pinta bien lo que nos planteas. Y qué decir del título general. Pues que me encanta. Enhorabuena, M. Carme. Saludos y suerte.
ResponderEliminarVaya Jesús, los vecinos de la zona de botellón lo deben pasar fatal, sí. Y personajes curiosos seguro que hay más de uno.
EliminarCelebro que te guste (sobre la trilogía, verás un comentario más abajo).
Gracias y un beso!
¿Qué llevará en el hatillo? Creo que nos espera una sorpresa y no pequeña.
ResponderEliminarMe has dejado muy intrigada.
Besicos y hasta la segunda parte.
Ay Patricia... que te voy a dejar con la intriga! =8-O
Eliminar(Mira justo aquí debajo que explico el tema "relatillos".)
Pues no sé qué podría llevar, quizá algo de ropa y sus pequeños tesoros. No sé si tendría casa, pero soledad parecía tener un rato largo.
Besicos amiga.
Hola a todos.
ResponderEliminarEstos 3 relatillos no se corresponden a 3 partes de una historia, sino a 3 historias que escribimos Carles Quílez, Mati González y servidora inspirándonos en un personaje curioso (con un hatillo) con quien nos cruzamos un par de veces una misma noche. Los otros dos relatillos se publicarán mañana y pasado.
Los que esperáis una segunda parte os tendréis que conformar con unas historias distintas! ;-)
Besos para repartir.
Carme.
No es la primera vez ni será la última en que grandes relatistas de Cincuenta Palabras se unen para llevar a cabo historias independientes con el hilo común de un mismo tema, o de una imagen. Un vagabundo puede ser muy inspirador. El de tu relato tiene una combinación de sueños perdidos, desamor, alcohol y soledad que le han conducido a ser quien es, alguien sin dignidad, que no duda en introducir de forma compulsiva en su cuerpo aquello que otros han desechado si ello le ayuda, durante unas horas, a pensar menos en una situación de la que no sabe salir.
ResponderEliminarInteresante iniciativa y curioso personaje el que has dibujado, Carme. A ver qué nos depara Carles y Mati.
Un abrazo
Ciertamente nos pareció un personaje curioso, luego la imaginación hace el resto. Tu comentario lleva mucha razón, pues hay situaciones de las que es difícil salir y más sin ayuda.
EliminarLas propuestas "colectivas" siempre son divertidas, verdad?
Gracias por tu comentario, Ángel.
Un beso.
Esperaba el resto de la trilogía encantado por el bellísimo lenguaje de tu micro, pero vuestra propuesta me parece genial y estoy ansioso por disfrutarla.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu “relatito”, Carme.
Saludos
Hola Georges! Celebro que te guste el micro.
EliminarMe alegro de saludarte de nuevo tras un tiempo en que no he escrito ni comentado casi nada.
Un abrazo.
Carme, inventora de juegos literarios, como le he dicho a Mati me encanta vuestra propuesta: un personaje y tres historias, todas posible.
ResponderEliminarTú te has decantado por una aventura que quedó truncada por el abandonado.
Me ha encantado. Me froto las manos deseando leer la última historia de mañana.
Una genialidad de tres genios.
Besote.
Pablo
Son divertidos estos juegos y los relatos resultantes siempre son muy distintos, ahí está la grandeza de la escritura y la imaginación. Lo de que todos sean posibles, eso ya queda al criterio de cada uno ;-)
EliminarLo de genialidad, tampoco, aunque a veces pueda tener algo de mal genio (por ejemplo si no pasa el bus de primera hora)
Un beso!
Me encanta la propuesta, muy especial tenía que ser ese "hombre del hatillo" para que tres relatistas tan imaginativos os fijárais en él como inspiración para vuestros cuentos. Tu versión es tan realista que casi lo estoy viendo rebuscar en la basura, pobre hombre.
ResponderEliminarUn beso, Carme.
Asun, ese personaje no pegaba allí, había una multitud de jóvenes en el parque al lado de la Sagrada Familia y él parecía fuera de lugar, por eso nos llamó la atención. Al verlo pensamos "da para varios relatos". Al verlo por segunda vez dijimos "que sean de 50 palabras".
EliminarSobre la historia, bien puede ser cierta en más de un caso. Lo triste es que no tengan a nadie en su vida que les tienda la mano para salir del bache y retomar el rumbo.
¡Besos!
Un buen micro y real: todos acaban (o intentamos) sentar la cabeza, pero no siempre es posible.
ResponderEliminarSaludos, M. Carme
Ay, sentar la cabeza... eso que suena tan "a rollo" en los años mozos... Siempre podemos "sentarla" y de vez en cuando moverla bastante, jeje.
EliminarGracias por tu comentario Plácido. Un abrazo.
Carme, hay personas que nunca maduran y se van quedando atrás, intentando prolongar una etapa que ya no les corresponde, de la que no saben como salir.
ResponderEliminarBuen relato. Junto a los de Mati y Carles, nos ofrecéis una visión múltiple de un mismo personaje.
Besos apretados.
Gracias Pilar. Bien puede ser este el caso del personaje, no supo cambiar la etapa cuando tocaba - quizá como pasa en la tuna, donde siempre hay alguno que tiene unos cuantos años de más ;-)
EliminarPetons!
De entrada, a pesar de la tristeza que inspira el personaje, me parece un acierto que Mati, Carles y tú decidierais jugar literariamente con este singular hombre del hatillo. Tú exploras en su pasado, en los torcidos caminos que lo han conducido a su actual degradación: la ingenuidad juvenil, las ansias de libertad, el alcoholismo y la soledad. No parece que vaya a encontrar la mano que lo ayude a salir de su desgracia.
ResponderEliminarUn sabroso juego, Carme. Besets.
El título realza el sentido de esta triste historia. Son muchos los caminos que te pueden llevar a esa situación, y ninguno de nosotros está libre de tomar alguna vez uno de ellos.
ResponderEliminarMuy bien lograda tu entrega para El hombre del hatillo, Mari Carme.
Enhorabuena y un abrazo.
Un retrato, una foto instantánea de un hombre con un hatillo donde podemos ver también su vida pasada.
ResponderEliminarMuy bien narrado, querida Carme.
Me encanta este juego.
Un beso grande.
Malu.
En una película de Coppola, dos personajes, al ver a un mendigo, se preguntaban cómo era posible que una persona llegase a esa degradación. Si no recuerdo mal, decían que esa persona tirada en el suelo, andrajosa y abandonada por todos había sido un niño, había tenido unos padres, etcétera.
ResponderEliminarCuándo, entonces, se va uno por el desbarrancadero, por decirlo con el título de una novela de Fernando Vallejo, en qué momento empieza uno a precipitarse en ese vacío de la perdición, un vacío del que, quizá, ya no haya retorno.
Hace poco, en Lisboa, yendo en un taxi, vi a un individuo que, a pesar de los muchos años que representaba tener, corría como un descosido con un libro en la mano, como si le hubiesen anunciado el fin del mundo y él tuviera que comunicárselo a los demás mortales. No sé qué engranajes se le habrían roto en el cerebro, pero ver a una persona destruida mentalmente es un espectáculo triste y deprimente. Algo, por desgracia, muy frecuente en nuestras junglas de asfalto.
En la historia que has pergeñado, vemos cómo pueden suceder las cosas, cómo unos cuantos golpes de esos inesperados, o buscados por nosotros mismos en nuestra inconsciencia, pueden enviarnos a la lona de la exclusión y de la miseria, en la que ya sólo nos queda el recurso del alcohol para enajenarnos de nuestra miserable condición.
Así que mi enhorabuena por dedicarle esa iniciativa a ese personaje marginal al que habéis dado en llamar El hombre del hatillo.
Un abrazo.