La bronca
—El trabajo de Cien años de soledad. Todo lleno de anotaciones en rojo. Un cinco pelado. Y hace falta un seis para aprobar. Has confundido a los Aurelianos con los José Arcadios —dice Borja furioso—. Tienes que esforzarte más. ¡Jolín, mamá, me vas a fastidiar la entrada a la Universidad!
Carmen, realidad o ficción, me quedo con lo primero, cuantos padres y madres habrán pasado por lo que cuentas en tu relato. Y claro luego vienen las consecuencias o peor aún, tu gran título para este relato "La bronca". Encima de ayudar, enfadados.
ResponderEliminarMuy buen relato, Carmen, uno al leerte ve ese papel marcado en rojo por todas partes y siente los chillidos de ese hijo.
Me ha gustado mucho, enhorabuena, una historia que a ti no te acarreará ninguna bronca, seguro, al reves, muchas felicitaciones.
Besos.
El relato, aunque un tanto hiperbólico, pretende ser realista, como bien dices, Javier. A veces, en las familias se invierte la autoridad. Es lo que le ocurre a esta madre abnegada que le hace los deberes y los trabajos a un hijo bastante crecido. La bronca, ante un fracaso académico, se la lleva ella, porque el estudiante está acostumbrado a que le resuelvan la vida en todos los ámbitos, sin asumir su responsabilidad. Sabemos que la sobreprotección es un error, pero es difícil encontrar el límite y el momento en que hay que dejar a los hijos hacer equilibrios sin ayuda.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, amigo. Besos sonoros.
¡Vaya relatazo, Carmen! La cosa es que comprendo a tu protagonista porque mi primera lectura de Cien años de soledad la hice con papel y lápiz en ristre para llevar el árbol familiar a mano. Aún tengo guardadas las anotaciones.
ResponderEliminarUna cosa curiosa es que el mismo García Márquez tenía muy mala memoria y siempre llevaba los bolsillos llenos de papelitos. Decía que ahí apuntaba su memoria.
Gran propuesta que me ha encantado por el tema, la originalidad y lo bien que están puestos todos los signos de puntuación ;-)
Beso.
Pablo
Ya sé que he elegido una novela cuya mayor dificultad es, precisamente, no perderse entre las múltiples ramas del árbol genealógico de los Buendía. Yo también tuve que hacerme un esquema para seguirles el rastro a tantos Aurelianos y José Arcadios, amén de otros personajes destacados. Estoy segura de que disfrutaste con ello y por eso guardas con esmero aquellas anotaciones. Desde hace años y, sobre todo desde que disponemos de Internet, es fácil encontrar ediciones con todo tipo de esquemas y análisis sobre la gran novela del realismo mágico. Son útiles para estudiantes, docentes y curiosos en general, pero nunca tendrán el valor de lo personal, de la lectura que hacemos cada uno de nosotros.
EliminarNo sé si he colocado bien los signos de puntuación -ja, ja-, pero sí he cometido el error de pulsar en "Publicar" sin agradecerte tu comentario, Pablo, y enviarte un beso.
EliminarJa, ja, yo también me fui haciendo un esquema escrito. Pero confundir Aurelianos con Arcadios no tiene perdón ni para una madre, no. Que la castigue porque, si no, ¿qué será lo próximo? ¿Confundir la Casa Targaryen con la de los Lannister?
ResponderEliminarMuy bueno, Carmen.
Pues son tantos unos y otros, que en una primera lectura y con la presión de la nota, a la pobre madre no le ha dado para más. Qué tesoro las anotaciones y papeles que vamos dejando en los libros que tanto nos hacen soñar y pensar cuando nos tropezamos de nuevo con ellos. Si te he sacado una sonrisa, me doy por satisfecha, Patricia, pues el relato es lo primero que pretende.
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Besos.
Maravillosa manera de mirar con humor el gran árbol de familias de esa obra imponente que es Cien años de soledad. Te ha quedado un fresco relato y al protagonista, pocas ganas de leer, me temo; nada peor para apasionarse por la lectura que tener que desgranar en un trabajo los entresijos de una obra literaria. De estos encargos nacieron muchos abortos de posibles lectores. Afortunadamente, parece que las dinámicas están cambiando y el acercamiento a los libros se hace desde otros puntos de vista más amenos.
ResponderEliminarBesos, Carmen.
Algo de humor sí que le he querido poner a esta escena familiar. Estoy de acuerdo contigo en que obras de esta envergadura son excesivas para que un estudiante las maneje a solas. De García Márquez he elegido en más de una ocasión la "Crónica de una muerte anunciada" para comentarla en clase. Aun con su desorden temporal tan magistralmente elaborado, resulta más accesible a un alumno de Secundaria, siempre -claro está- con la guía del profesor. De estas clases sí se obtienen frutos y es muy satisfactorio cuando te piden consejo para leer por su cuenta otras obras similares. El encargo de un trabajo literario sin análisis ni comentario previos hace mucho que está desterrado de la práctica docente. A quienes nos gusta la Literatura disfrutamos contagiando esa pasión y lo último que deseamos es que una obra o un autor destacables produzcan rechazo en los estudiantes. Pero no somos perfectos, ni todos los alumnos son receptivos por igual. La dinámica más común es la de guiar las lecturas de los clásicos y ofrecerles otras lecturas opcionales elegidas por ellos y consensuadas, según su nivel, para que elaboren reseñas personales. No hay mayor incentivo que ver leer y disfrutar a profesores, padres y compañeros. Ni mayor satisfacción para el docente que ver cómo se recomiendan libros entre ellos. Todos aportamos nuestro granito de arena para que la tradición literaria se mantenga viva.
EliminarEncantada con tu aportación, Manuel. Besos.
Pobre madre, la comprendo. Y a ver si el exigente Borja, con esta excusa, va ahora diciendo que no quiere seguir estudiando. A mí me recuerda al Thyssen, aunque no sé si la Carmen Cervera sería capaz de realizar ese trabajo, aun en su imperfección. Curioso y simpático relato que, además, nos hace reflexionar sobre algunas injusticias de "andar por casa". Suerte, carmen. Un saludo.
ResponderEliminarCierto, Jesús. Aquí quien se lleva la peor parte es la madre. Le hace el trabajo a Borja -el nombre se lo he tomado prestado al arquetipo de niño "pijo" de Forges, aunque también podría ser hijo de la baronesa en sus años púberes-, quien no se lo agradece porque no lo asume como obligación propia. Y se invierten los papeles, pues Borja es un pequeño tirano en el seno familiar.
EliminarGracias por comentar. Un abrazo.
Pues eso que se lleva la madre, haber disfrutado de una gran obra, y eso que se pierde el hijo. Aunque a la primera, ya le vale tener al nene tan malcriado.
ResponderEliminarUn estupendo y mordaz relato que refleja muy bien el exceso de celo educativo con el que los padres maltratamos a los hijos, aunque pensemos que les hacemos un favor.
Un abrazo, Carmen.
El exceso de celo parental puede conducir a situaciones absurdas o, como mínimo, injustas como la que aquí se plantea. La parte positiva es que muchas madres se han convertido en grandes lectoras siguiendo de cerca los estudios de sus hijos. Más de una madre me ha confesado con naturalidad que leían los libros juntos. Otras se han presentado en cursos posteriores a la entrada de los hijos a la Universidad para pedirnos las listas de las nuevas lecturas, a las que ya se habían acostumbrado y echaban de menos. Es hermoso despertar el interés por la lectura, de manera indirecta, en los padres o madres. No lo es, en absoluto, que liberen a los estudiantes de sus obligaciones. Así pues, compartir e intercambiar opiniones es también muy educativo en el hogar; que los padres se dediquen a las tareas académicas, es contraproducente.
EliminarGracias por comentar, Antonio. Un fuerte abrazo.
Tu descripción del libro lleno de anotaciones nos da la idea del trabajo monumental y con el resto de tu genial micro nos pintas con humor la surrealista realidad a la que hemos llegado: niños y adolescentes incapaces del mínimo esfuerzo y que cada vez exigen más a sus padres, los que increíblemente todo lo aceptan.
ResponderEliminarEnhorabuena, Carmen.
Un abrazo.
El mundo al revés, Georges. Se han intercambiado los papeles y aquí la bronca por la nota del trabajo se la lleva la madre. He exagerado un poco la situación buscando un efecto humorístico -no sé si conseguido-, pero sí intento reflejar algunas actitudes irresponsables.
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
Cualquier homenaje a García Márquez y a "Cien años de soledad" ya merece un reconocimiento. A ello se une, en este caso, una realidad que has planteado muy bien, no reconocida de forma oficial pero muy presente. Tú lo sabes mejor que yo. Algo falla en un sistema en el que los padres hacen trabajos a los hijos, porque a ellos, con los exámenes y las actividades extraescolares no les queda tiempo. Hasta aquí podríamos hablar de una anomalía de la que se habla poco, pero casi se asume con normalidad, aunque no debiera de ser así. Lo que en ningún caso resulta de recibo es la actitud del muchacho, a punto de entrar en la universidad, quizá ahí también pretenda que otros asuman sus obligaciones.
ResponderEliminarUn buen relato se mire por donde se mire.
Un abrazo grande, Carmen
Es cierto, Ángel, que si he escogido esta novela de García Márquez, y no otra, es porque se está celebrando el cincuenta aniversario de su primera edición; también porque me encanta -no hay mejor excusa-, ya que el autor publicó otras obras más apropiadas para el nivel y el tiempo del que dispone un estudiante de Secundaria. Cuando comentas la situación anómala en la que muchos padres realizan las tareas escolares de los hijos, he de darte la razón. Este fenómeno no se daba en generaciones anteriores. Cada estudiante se hacía responsable de sus obligaciones. Yo diría que en este cambio intervienen varios factores: la sobreprotección familiar, las numerosas actividades extraescolares y un sistema educativo con muchos fallos que nunca acaba de estabilizarse, siempre a merced de la última ocurrencia de los políticos de turno. Un profesor de Literatura debe conseguir que sus alumnos lean. Y que entiendan y sepan valorar las obras. Si consigue que, además, lo hagan con placer, te aseguro que es un buen docente. No es empresa fácil bregar con grupos de treinta -o más- adolescentes, por muy hermosa que sea esta tarea. Aquí he inventado a un Borja tiránico, un inmaduro condenado a posteriores fracasos.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo enorme.
Carmen, aunque tu relato parezca surrealista describes la pura realidad. A veces, los padres, pensando que así ayudan a sus hijos, lo único que consiguen es el efecto contrario. Hijos inmaduros, dependientes y a la vez tiranos. No hablo solo de la enseñanza, me refiero también a otros ámbitos. La sobreprotección no es buena.
ResponderEliminarMe encanta la forma en que lo escribes, con toques de humor, pero a la vez lleno de ironía y encerrando una triste realidad, demasiado frecuente.
Enhorabuena, Carmen. Tus letras siempre son excelentes y cada mes nos demuestras tu versatilidad.
Besos muy apretados, amiga.
La sobreprotección familiar abarca todos los ámbitos, como muy bien dices, Pilar, y no solo el académico. Los niños que crecen en un entorno en el que todo está permitido y todo se les da hecho están condenados a la inmadurez. Lo peor del caso es que, además, sean pequeños tiranos egocéntricos. Aquí he exagerado bastante el comportamiento del hijo, pues pretendía hacer un poco de humor. Pero algo de esto ocurre en muchas familias.Muchos son los padres o madres que asumen como propios los trabajos escolares. Debería preocuparnos que cada vez sea más frecuente.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, amiga. Besos sonoros.
No sé si el relato tuyo, Carmen, es surrealista, como apunta Pilar. Pero se dice que el de referencia de GGM, realismo mágico, se acerca mucho. Así como el surrrealismo es una de las formas del humor.
ResponderEliminarEs el humor finísimo del que haces gala lo que yo resaltaría. Enhorabuena!
Por cierto, Carmen, se me ocurre que si para disfrutar del arte el fuera imprescindible no sólo entender sino memorizar el galimatías, en este caso, de su entramado genealógico, vamos buenos. Por el contrario, una lectura más mágica que realista (que es la que mola) invitaría a relativizar muy mucho lo que al examinador le preocupaba más de la cuenta.
Un abrazo!
El realismo mágico introduce una realidad desbordante en una naturaleza y en unos personajes que forman parte de la visión del mundo hidpanoamericano, heredero de unas costumbres y tradiciones propias. Lo mágico está asumido como parte de lo cotidiano. Me alegro de que hayas encontrado humor y te agradezco tu comentario, Georges. Un fuerte abrazo
EliminarEs un relato con un final ocurrente. Me gusta!
ResponderEliminarMuchas gracias, Iñaki. Un abrazo.
EliminarA los padres se nos hace difícil poner el límite de hasta dónde tenemos que echar una mano a los hijos. Los excesos acaban teniendo consecuencias. Creo que todos tenemos algún "Borja" cercano.
ResponderEliminarEn cuanto a "Cien años de soledad" es un libro que a mí de joven se me atragantó, pero cuando nos tocó leerlo en el Club de Lectura lo disfruté muchísimo (madurar no solo trae arrugas); esó sí, nos pasaron un esquema con los personajes que nos fue de gran ayuda.
En fin ¡pobre madre la de Borja!, lo malo será que, encima, piense que no ha ayudado lo suficiente a su pobre hijito. Muy aleccionador este micro para padres que estén todavía educando hijos. Me ha parecido interesantísimo, Carmen. Besos.
Educar no es empresa fácil. Los hijos no vienen con libro de instrucciones, siempre hay que estar replanteándose esos límites que les permitan una autonomía progresiva hasta que alcancen la madurez.
EliminarEn cuanto a la novela, requiere, sin duda alguna, de una guía por parte del docente. Como con toda obra clásica, es en las aulas en donde se deben facilitar las claves para entenderla y disfrutarla. Otro es el caso de la lectura que hace un adulto con hábito lector. Y sí, inspira lástima esta madre culpabilizada. Solo falta que apruebe y le compre un regalo costoso.
Muchas gracias por tu comentario, Juana. Besos.
Un relato estupendo, Carmen. Pobre esa madre que, encima de hacerle el trabajo a su hijo, recibe una bronca; aunque, es posible, que parte de la culpa la tenga ella misma, por no hacer que fuera su hijo quien leyera el libro e hiciera el trabajo. Quizá el chico no tenga ganas de leer porque en casa no ha visto leer a sus padres con suficiente frecuencia, o nada en absoluto. Lo mejor para que la juventud se aficione a la lectura es tener la casa llena de libros y ver a sus padres y familiares leer. Besos.
ResponderEliminarHaciéndole los trabajos a Borja, la madre le hace un flaco favor. El ejemplo al que apuntas -la lectura como hábito establecido en el hogar- sí es un buen incentivo. Los niños que crecen entre libros y ven a sus padres leer y disfrutar son buenos lectores. En la experiencia docente lo hemos podido corroborar en más de una ocasión. Regalar libros, leer con ellos cuando son muy niños, visitar librerías, tener y hacer uso de un carné de biblioteca... Así los ayudamos mucho más que asumiendo sus obligaciones.
EliminarGracias por aportar esta reflexión, Luis. Besos.
Borges decía que a Cien años de soledad le sobraban por los menos cincuenta. El colmo sería que la madre encargara a la abuela el trabajo; tal como vamos es lo que va a acabar pasando. Fuera de bromas, un divertido micro. Enhorabuena, Carmen.
ResponderEliminarSaludos
No sé si le sobran años o páginas a la novela. Respeto la opinión de Borges, pero -como en toda lectura que nos atrapa- uno nunca desearía llegar al final, y son precisamente las últimas páginas las que leemos de un tirón mientras el tiempo se detiene a nuestro alrededor. En cuanto a la ayuda de la abuela, me resulta muy divertido, pero no andas muy desencaminado. Quizá ella se esté ocupando de tareas domésticas mientras la madre lee y hace el trabajo. ¡Ja, ja, ja!
EliminarMuchas gracias, Plácido. Un abrazo.
SUSPENSO, para la madre, por haber accedido a realizar el trabajo que correspondía a su hijo.
ResponderEliminarDesde el punto de vista del micro, una idea muy ocurrente, que nos hace sonreír.
Un besito virtual, Carmen
Ya has sentenciado a la pobre mujer. Ja, ja. Eres tú quien me ha hecho sonreír a mí, María Jesús.
EliminarMuchas gracias y un beso.
Hola, Carmen! Menudo morro tiene el hijito. Será un nini, que abundan mucho ahora. Es un micro escrito de un modo tan natural que parece que los estoy viendo a los dos. Me ha gustado mucho. Mi enhorabuena por tu premio del mes pasado y por esta nueva entrega de tu buen hacer literario. Un besito!
ResponderEliminarEs un mal estudiante y un niño mimado al extremo. He intentado imitar el lenguaje oral en esta bronca que le echa a la madre. Me alegro si lo he conseguido.
EliminarMuchas gracias por todo, María José. Un beso.
¡Es magnifico, tocaya!
ResponderEliminarOcurrente, certero, original, por ese exceso de protección que a veces usamos las madres sin pensar.
Me ha encantado. Mucha suerte.
Besicos
Pues muchísimas gracias, Carmen. Muy contenta de que te haya gustado. No las tenía yo todas con este cambio de estilo.
EliminarBesos.
Creo que tu microcuento es hijo de los tiempos que vivimos, los cuales, con respecto a la enseñanza, conoces muy bien, y tú misma en los comentarios que has hecho has dado las mejores explicaciones al respecto.
ResponderEliminarOtro asunto es analizar esa situación que retratas con ironía, ¿cómo se ha llegado a eso? ¿Por qué esa superprotección estúpida? ¿Por qué tantos padres se pliegan a los caprichos de sus hijos? ¿Por qué se dejan tiranizar de esa manera?
Ayer mismo, en el Mercadona, una madre iba como gimoteando –como si ella fuese la niña- porque a sus tres hijas -la mayor de unos siete años y la menor de unos cuatro- se les habían antojado llevar una cesta a cada una, eso con el supermercado hasta los topes, lo que ocasionaba grandes atascos y trastornos en los pasillos, además de algún exabrupto entre dientes.
Es sólo un ejemplo entre innumerables que veo constantemente, siendo uno de los que más me irritan el que muchos padres se desentiendan de sus hijos mientras estos dan la paliza a extraños que han tenido la mala suerte de coincidir con ellos en un lugar público, y no les reprendan aunque el incordio sea ya poco menos que insoportable.
Pero yendo a tu microcuento, has utilizado uno de los mejores recursos que tiene la ironía para tratar un tema, que es la hipérbole -aunque hay situaciones tan delirantes que no están muy lejos de la realidad que describes-, pues el hecho de que la responsabilidad de que el hijo mimado entre en la universidad dependa del esfuerzo que realice su madre es ya bastante sangrante y, como en el título de aquel artículo de Fernando Savater que tan polémico fue, dan ganas de decir: “¡Te daba así!”
En cuanto a Cien años de soledad, pues ¿qué puedo decir de una de las mejores novelas en castellano y, sin duda, una de las mejores de todos los tiempos? Lo que sí podría decirse, y en esto no soy nada original, pues ya lo han dicho mentes mucho más sabias que la mía, es que a esas grandes obras no se llega por mandato, que lo que sí deben intentar los profesores, sobre todo los de literatura, es que sus alumnos lean, y luego, que cada cual vaya haciendo su camino. Obligar a un adolescente a leer El libro del buen amor, por ejemplo, y no te digo nada ya El Quijote, es un error, y quizá se consiga con ello lo contrario de lo que se pretende, aunque a veces lo que se pretende es sólo el aprobado y luego si te he visto no me acuerdo.
Enhorabuena, Carmen, por tan certero, genial y actual microcuento, un abrazo fuerte.
Muchos serían los ejemplos de niños necesitados de una educación mínima, que no tiranice a los padres y que sepan respetar las normas básicas de convivencia. Recuerdo que en televisión se hizo famoso un programa en el que una educadora convivía un tiempo con una familia y les enseñaba a todos cuál era su lugar.
EliminarLa situación que relato es, desde luego, exagerada aunque refleje una realidad más frecuente de lo que estamos dispuestos a admitir. Los padres han de estar involucrados en la educación y en la vida escolar de los hijos, pero no sustituirlos para evitarles responsabilidades.
Estoy de acuerdo contigo en la valoración de la novela. No la pondría como lectura obligatoria a menos que dispusiera del tiempo suficiente para ir guiando al alumnado y poder comentarla en clase. Pero he de discrepar en cuanto a la necesidad de dar a conocer a los clásicos. En Bachillerato es el momento en el que han de sumergirse en su lectura y comprensión. No se trata de pedir una lectura con un trabajo hecho en casa, sino de lecturas guiadas y comentadas en clase. Y aquí entran, por citar a algunos, Jorge Manrique, La Celestina, El Lazarillo, Garcilaso, San Juan, Quevedo, Góngora, Lope o Calderón y el mismísimo Cervantes. Se trata de elegir obras significativas de nuestra tradición literaria y acercarlas a los adolescentes. Esa es la tarea del profesorado de literatura, que podemos hacer mejor o peor, como en filosofía han de estudiar a Platón, Aristóteles, Descartes o Kant...
Muchas gracias por tu exhaustivo comentario, Enrique. Un fuerte abrazo.
Pues yo pienso que él/ella se pierden la posibilidad de aprender por sí mism@. Un micro que enseña una actitud ridícula por parte de los padres, pero realista al mismo tiempo.
ResponderEliminarUn beso, Carmen.
El aprendizaje requiere de un guía, el docente, pero la lectura es un acto solitario e intransferible. No puede leer la madre en lugar del hijo. Ahora, mucho mejor si esta afición es compartida en el hogar.
ResponderEliminarMuchas gracias, Asun. Un beso.
El colmo de los colmos. El ayudante (la madre) recibiendo bronca del que debería haber currado (el hijo). El problema es que en la vida real seguro que hay demasiados niños déspotas, creados por los propios padres al no marcarles los límites a tiempo y poco a poco llegan al descontrol absoluto.
ResponderEliminarUn petó, Carmen.
Efectivamente, estos son los resultados de una mala educación, que tiene su origen en la primera infancia. Hay niños que reciben de sus padres todo cuanto se les antoja y crecen sin que se les haya puesto un límite a su capricho y conveniencia.
EliminarMuchas gracias por comentar, Carme. Besets.
ResponderEliminarMuy bueno, Carmen. Me encanta la situación, que de no ser tan fiel a la realidad podría catalogarse como divertida parodia, pero también el modo tan fresco en que la has plasmado. Creo ver además, implícito, un guiño hacia uno de los universos que a más personas han cautivado en el mundo.
Un abrazo.
Sí hay un guiño hacia esta gran novela del realismo mágico, de cuya publicación se cumplen ahora cincuenta años. Muchos somos los lectores subyugados por esta saga familiar y por la prosa de su autor. La situación que plantea el micro no tiene nada de mágica, pero es realista en la medida en que refleja la tiranía y la irresponsabilidad de algunos jóvenes -nunca diré que lo son todos, pues siempre he conocido a jóvenes admirables-, aunque he cargado un poco las tintas con cierta intención humorística.
EliminarGracias por comentar, Enrique. Un fuerte abrazo.
¡Ay, Carmen, qué real es tu micro de este mes! ¿Por qué sabrás tú tanto de estas conversaciones caseras? Ja, ja, ja...
ResponderEliminarPues muy real, sí señora y triste hasta decir basta. Sabes que podríamos estar horas hablando sobre este tema de niños malcriados, de padres consentidores y por ende malos educadores. Los padres deben educar, guiar, aconsejar en algunas ocasiones, ayudar en otras, pero nunca hacer el trabajo de sus hijos.
Lo has escrito con una frescura que provoca una sonrisa, pero es algo que se debería tratar con las familias porque sucede más de lo que creemos. A mí me parece preocupante esa sobre-protección, ¿qué harán esos niños cuando sean adultos y tengan que resolver graves problemas? No quiero ni pensarlo.
Muy acertado el guiño a "Cien años de soledad".
Un beso, querida Carmen. Muy buen cincuenta, enhorabuena.
Malu.
Estoy de acuerdo contigo, Malu. El papel de los padres no es nada fácil, pero he reflejado un caso extremo de sobreprotección familiar que en nada contribuye a la educación del protagonista. Borja está destinado a ser un adulto inseguro e irresponsable, un fracasado al mínimo tropiezo que se encuentre en la vida.
ResponderEliminarCelebro que te haya gustado, querida Malu. Un beso.