Un angelico muy listo
Vivía prácticamente en la calle. Por allí correteaba a sus anchas, con la carita llena de churretes, de mocos secos. Una tarde se me partió el corazón y lo llevé a casa a merendar. Tras ese día no volví a verle. Tampoco volví a ver las joyas de la abuela.
Me temo que has puesto al ratón en la despensa del queso. ¡Qué otra cosa podías esperar!Necesidad obliga. No siempre es bastante el gesto generoso y el corazón abierto. Antes hay que enseñar a recibir. tiernico y muy jugoso tu micro, Mª José. Para tomar nota. Saludos.
ResponderEliminarVaya!... el angelico sabía, lo que es no dejar pasar una oportunidad.
ResponderEliminarMe ha encantado tu micro!
Muchas gracias, Manuel y Galilea. Cuando el corazón prima sobre la cabeza mal asunto, a veces metemos la pata... Lo que pasa es que, quizá, si nos viésemos de nuevo ante la misma situación volveríamos a caer. A sabiendas, claro. Por aquello de: " ¿Y si ahora no me equivoco? Saludos a los dos.
ResponderEliminarTristemente, siempre hubo, hay y habrá angelotes que se aprovechan de la bondad no merecida que le brindan los demás. Pero que eso no nos impida practicarla. Estoy de acuerdo contigo, el que es bueno, dificilmente cambiará de forma de actuar, a pesar de los palos que, ocasionalmente, pueda llevarse. Me ha gustado. Suerte, María José. Un saludo.
ResponderEliminarEl angelito ha acabado siendo un pequeño demonio. Buen giro final. Saludos, María José
ResponderEliminarJesús y Plácido, muy agradecida por vuestros comentarios. Por aportar algo más sobre el tema, como dicen los expertos que estudian el comportamiento humano: una parte responde a los genes y otra al ambiente en que nos educan. Cuando ambas cosas son nefastas, el resultado es una bomba. Eso sí, los niños, máxima representación de la inocencia, siempre nos tocarán la fibra sensible... Saludos, amigos.
ResponderEliminarMaría José, realmente creo que tu protagonista, pese a la experiencia, volvería a hacerlo si encontrase a otro "angelico" en las mismas circunstancias.
ResponderEliminarUn relato lleno de bondad. Muy bien escrito, me ha gustado.
Besos.
Muchas gracias, Javier. Yo hasta he visto en sueños al "angelico", más negro que un tizón. Lo que no he podido arrancarle es el sitio en el que esconde las joyas, si es que no las ha vendido ya, ja, ja, ja... Besos para ti.
ResponderEliminar¡Ay, angelico, angelico, hasta que se convierte en demonio! De eso se vale, de dar pena para luego atrapar el botín.
ResponderEliminarMuy bien contado, Mª José.
Malu.
Ja, ja, ja... Sí Malu, un elemento de cuidado. La calle es la mejor escuela. ¡Muchas gracias por comentarme¡ Un besito.
ResponderEliminarRescatas la figura del pícaro, del ladronzuelo, y queda bastante contemporáneo. Me ha gustado. Besos Maria José.
ResponderEliminarMuchas gracias, Raquel. Pues sí, se puede decir que el picaruelo de las novelas de Cervantes ha pervivido a través del tiempo. Y creo que no morirá nunca. Un besito para tí también.
ResponderEliminarVamos a ponernos positivos y pensar que esas joyas de la abuela, le ayudaron a tener una vida mejor, gracias a tu acción caritativa.
ResponderEliminarPosiblemente ese fue su último hurto.
Suerte, María José.
Un besito
Hola, María Jesús, muchas gracias. Suerte para ti también, bonita.
ResponderEliminarTu lectura positiva del relato me deja con mejor sabor de boca, ja, ja, ja... Corramos un tupido velo y pensemos que, efectivamente, el niñito se reformó, convirtiéndose en un apuesto hombre de bien. Besitos.
M. José, hasta el ser humano más angelical tiene un mal pensamiento, sobre todo si carece de todo.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Besos.
Muchas gracias por comentar, Pilar. Llevas razón, el que nada tiene nada pierde por apropiarse de lo ajeno, al contrario. Es triste porque los niños no debieran pasar por esto, pero ocurre. Un besito! Muchas gracias.
ResponderEliminarLa bondad no es aquí recompensada. El niño que recibe los cuidados procede de un ambiente poco ejemplar y, movido por la pobreza, se ha convertido en un pequeño pícaro. Quizá pueda sacar buen provecho del hurto.
ResponderEliminarMuy bien contado, María José. Besos.
Exactamente Carmen, lo has dicho muy bien. La persona bondadosa siempre está en desventaja, piensa que todo el mundo es bueno. Un abuso de confianza por parte del niño, que sabe más que los "ratones coloraos". Muchas gracias, guapa. Besitos.
ResponderEliminarAh, Carmen, enhorabuena por tu premio. Besos.
ResponderEliminarDos personajes llenos de contrastes.
ResponderEliminarPor un lado, el bondadoso que actúa de forma correcta. Al hacerlo, siente la satisfacción por lo bien hecho.
En el lado opuesto se encuentra el diablillo. Todos cometemos errores y no siempre hay una segunda oportunidad, pero él, lejos de regenerarse cuando le dan una, progresa en su deriva.
Solo queda desear que esa buena mujer (yo la imagino femenina) sepa perdonar y su buen corazón logre llenarse ayudando a otros.
Posiblemente, ninguno ni otro, con sus naturalezas opuestas, cambien.
Un saludo, María José
Hola, Ángel, muchas gracias por tu comentario. De lo que estoy plenamente segura es de que la persona bondadosa, que, efectivamente, es mujer, no va a cambiar nunca por bofetadas que le den. Al final, siempre acabará poniendo incluso la otra mejilla, si fuera preciso. El diablillo, bueno, puede que sí, aún está a tiempo. O tiende al monte durante toda su vida. Ni idea. Lo dejamos en una especie de final abierto.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo. Gracias de nuevo.
¡Vaya con el mocoso! A veces la bondad recibe como pago el abuso de la confianza dada y eso duele mucho... Me gusta tu micro, María José.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los mocosos, a veces, nos dan varias vueltas.
ResponderEliminarMuchas gracias, tocaya. Lo bueno, ya se sabe. Abunda..., ja, ja,ja...
Un fuerte abrazo.
El angelico se aprovechó de la bondad para dar el golpe. Pero, como dices, a veces estos gestos los volveríamos a repetir por aquello de "¿y si ahora no me equivoco?".
ResponderEliminar¡Ay, el pequeño saltamontes!
Muchas gracias por comentar, Enrique. Eso es como cuando das dinero para una causa benéfica y luego no llega a su destino. A la siguiente lo vuelves a hacer por si acaso fuese verdad. ¡Un abrazo, amigo!
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