Estimado Ratoncito:
Ruego pases por alto la pérdida del diente de Clara. La he visto llorando desconsoladamente en el patio al no poder demostrarte bajo la almohada su hazaña. Estoy seguro de que, con tu sabiduría, sabrás entender la situación.
Atentamente,
El profesor.
—Dásela a tus papás para que también lo sepan.
Atentamente,
El profesor.
—Dásela a tus papás para que también lo sepan.
¡Ay, qué bonito!!! Tú tienes que ser profesor de preescolar y, si no lo eres, yo te nombro embajador infantil de las cincuenta palabras. ¿Tienes mano también con los reyes magos? Es que nunca me trajeron lo que les pedía, dragones y cosas de esas, pero igual tú me lo apañas.
ResponderEliminarUn besote.
un profe encantador, tienen que estar todos encantados con él
ResponderEliminarMe ha encantado
Nos desgranas ese día a día del maestro, que intercede entre el mundo mágico de los primeros años y la realidad, ajustando los parámetros emocionales para que el aterrizaje en el mundo sólido sea gradual y el camino esté jalonado de aprendizajes significativos.
ResponderEliminarLa docencia brinda momento únicos para el que la vive con dedicación y entusiasmo, y deja perlas tiernas y emotivas como esta que nos brindas.
Un abrazo, Enrique.
No hay nada mejor que escribir lo que se siente y lo que uno lleva dentro del corazón. En tu anterior relato ya dejaste pinceladas de lo que amas a tu profesión y en este demuestras lo que conoces a los niños, el gran corazón que atesoras y la mágica forma que tienes de ablandar el nuestro con tu forma de narrar.
ResponderEliminarEste es de los que más me ha gustado de los que he leído este mes porque lo tiene todo.
Un Bravo como una catedral para ti, Enrique.
Un abrazo.
Pablo
Como bien ha apuntado Pablo, se trata de un relato en el que se nota que el autor sabe de lo que habla, en el que el personaje del profesor trata de la forma más respetuosa con la sensibilidad infantil a esa pequeña, para quien haber perdido un diente es todo un drama.
ResponderEliminarTierno, simpático y, por qué no decirlo, maravilloso. Junto con el anterior, debería ser lectura obligada, al menos, de padres y docentes.
Un abrazo, Enrique
Y entonces llega la fantasía interpretada por este genial profesor y lo que podía ser una catástrofe acabará siendo un dulce despertar. Y los sueños infantiles continuarán.
ResponderEliminarEnrique, has escrito un tierno y bello cuento de una realidad que tú vives día a día y trámites. Seguimos descubriendo que te encanta tu profesión, la disfrutas y nos haces disfrutar a los que te leemos.
Enhorabuena, Enrique.
Un abrazo.
Gracias a la intervención del profesor, Clara tendrá su sorpresa bajo la almohada. En estas edades tan tiernas es fundamental que los niños vivan en contacto con la magia. Y este docente sabe muy bien cómo interceder ante cualquier personaje fantástico.
ResponderEliminarUn micro encantador, que surge del amor a tu profesión, Enrique. Un fuerte abrazo.
Tan tierno que te hace revivir la niñez, a la espera del dinerillo que deja el ratón Pérez cada vez que se cae un diente. Es como el tema de los Reyes Magos. Ilusiones bonitas. Me ha gustado mucho, Enrique. Se nota la pasión que sientes por esos locos bajitos. Un beso.
ResponderEliminarGran sensibilidad la de ese profesor al que, pasados los años, recordará sin duda con mucho cariño Clara. Hay que ser de una pasta especial para actuar así en tales situaciones que, a otros, sencillamente les pasan desapercibidas, hay que ser bondadoso, una de las cualidades que más admiro en un ser humano, si no es la que más.
ResponderEliminarA mí tu microcuento me ha recordado dos anécdotas de la vida de Kafka que reflejan esa gran sensibilidad y que cuando supe de ellas me emocionaron casi hasta las lágrimas.
La primera fue con uno de sus sobrinos, no recuerdo si era hijo de su hermana Elli, o de su hermana Valli. Lo cierto es que el niño tropezó y se cayó al suelo y sus hermanos se rieron de él, entonces Kafka se puso a alabarle por la forma en que se había caído y por lo bien que se había levantado, revirtiendo así una humillación en un motivo de orgullo.
La otra anécdota sucedió cuando paseaba por un parque de Berlín y vio a una niña llorando porque había perdido a su muñeca, entonces él le dijo que su muñeca se había ido de viaje y que le había entregado una carta, la cual, si ella estaba allí al día siguiente, le leería; algo que, efectivamente, hizo, y así durante tres semanas, según contó Dora Diamant, la mujer con quien compartió sus últimos meses de vida.
Así que pongo tu relato y a tu personaje –en el que, seguramente, has puesto parte de ti mismo- en esa línea y te felicito y aplaudo por ello.
Un abrazo, tocayo.
Nota para Clara: Mira que perder el diente.
ResponderEliminarNota para los padres: Tendrían que investigar las circunstancias en las que su hija perdió el diente.
Nota para el profesor: ¿Con este calor deja que una niña esté en el patio del colegio?
Nota para Enrique Caño: Un micro muy divertido (o preocupante, no sé). Enhorabuena.
Saludos
Esa posdata para los papás, es esencial para que al ratoncito haga su trabajo
ResponderEliminarCándida historia, Enrique.
Saludos
Has convertido una humilde y entrañable escena en todo un relato. Me ha parecido muy bueno el enfoque que has elegido para contárnosla y tremendamente complicado conseguir que estalle con emotiva intensidad al final de su lectura. Gran sensibilidad la de tu protagonista, gran sensibilidad, maestría y oficio en quien nos lo presenta.
ResponderEliminarExcelente, Enrique. Enhorabuena.
Un abrazo.
Yo quiero que mis hijos sean otra vez niños pequeños y que tú seas su profesor. Buen micro y buena ocurrencia la de tu protagonista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajajaja Qué bueno, Enrique. Ingenioso, simpático y lleno de ternura, con un personaje, el del maestro, entrañable y grande. Muy bien narrado, por cierto, a pesar de su dificultad.
ResponderEliminarEnhorabuena, tocayo.
Un abrazo.
Estimado Don Enrique, usted es tan bueno haciendo llegar esta nota a quien corresponde, que estoy segura de que el Ratoncito Pérez sabrá entender perfectamente la situación.
ResponderEliminarTe felicito, Enrique, es un micro dulce, tierno y cargado de cariño.
Un beso.
Malu.
Muy bueno, Enrique.
ResponderEliminarHola a todos, siento no haber podido responderos de uno en uno como merecéis: en este mes he estado fuera y no he podido meterme en 50 palabras como lo hacía habitualmente.
ResponderEliminarOs agradezco a todos vuestros comentarios y vuestras palabras tan bonitas. A ver si, ahora, en agosto, con más tiempo, retomo esta apasionante familia de cincuentistas.
Gracias por el tiempo que habéis dedicado: Patricia, Luisa, Manuel, Pablo, Ángel, Javier, Carmen, María José, Enrique, Plácido, María Jesús, Antonio, Asun, Enrique, Malu e Isidro.
Clara, finalmente, obtuvo la benevolencia del Ratoncito en aquella ocasión. Tengo que decir, que con el paso de los años, Clara ha adquirido, por decisión personal, la iniciativa de convertirse en mensajera entre los niños pequeños y el Ratoncito o los Reyes Magos.
Es feliz desempeñando su nuevo, mágico y apasionante papel.
Un abrazo para todos.
Hay una delgada línea entre la realidad y la ficción y en algún momento una u otra llegan a romperla para fundirse en una sola.
ResponderEliminarhttp://r24n.com.ar/noticia/120473/la-genial-ocurrencia-de-una-maestra-y-el-certificado-al-raton-poerez
El quid de la cuestion esta en la postdata. Es un final inteligente, que logra que el relato sea redondo.
ResponderEliminarMe ha divertido muchísimo tu relato. Un trocito de realidad. Enhorabuena.
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