La cría repudiada
La cría intentaba acurrucarse junto al cálido y bello plumaje de su madre, pero ella la empujaba cada vez con mayor violencia y desdén, así hasta que consiguió echarla del nido. Desde lo alto del árbol, cayó al suelo. Allí, malherida y triste, agonizó sin comprender la injusticia del mundo.
Un relato que plasma la crudeza de la vida. Una buena moraleja,a tener en cuenta. Tremendo!
ResponderEliminarCierto, Iñaki, no podemos engañarnos al respecto, la vida es dura y terrible, y sólo hace falta leer las noticias internacionales de un periódico para saberlo. Aparte de nuestros constante esfuerzos para mejorarla, si todo estuviese bien, no sería necesario cambiar nada.
EliminarEn definitiva, esa es la historia que cuenta el Génesis al inicio: nuestros antepasados fueron expulsados del Paraíso y nosotros pagamos las consecuencias.
Muchas gracias por tu comentario.
Qué pajarraca más mala. Aunque dicen que es algo propio de las aves si sus crías son tocadas por elementos externos, digamos, humanos.
ResponderEliminarReflexionemos sobre la maldad, Enrique, y escribamos para escapar de ella.
Abrazote veraniego.
La maldad requiere largas reflexiones, empezando por la que cada uno de nosotros llevamos dentro: ese cóctel de pulsiones que, metido en una olla y puesto al fuego, daría un guiso casi incomible.
ResponderEliminarLuego está la maldad intrínseca de la naturaleza, la ferocidad de la lucha por la supervivencia, esas carnicerías que nosotros en las guerras y otras aberraciones multiplicamos por mil.
Por otra parte, recuerdo con sentido de culpa las barbaridades que les hacía a las crías de los pájaros en mi infancia, por no hablar de lagartijas, ranas, grillos, hormigas, etcétera.
Esperemos que la lectura y la escritura nos ayuden para escapar de esos pozos sépticos. Pues si algo nos hace humanos es la civilización.
Muchas gracias por tu comentario, Patricia, y te devuelvo el abrazo veraniego, estación que por estos lares se sobrelleva mucho mejor que en la mayoría de la Península Ibérica.
Enrique, un relato que tiene su trasfondo y que lo podíamos trasladar a la vida real. Esa madre que repudia al hijo, incluso hasta acabar con su vida. Ahora mismo yo estoy leyendo una novela, en donde una madre tiene gemelos y mata a uno de ellos nada más nacer.
ResponderEliminarPor tanto la realidad, como la ficción se unen, y junto con tu relato nos hacen ver la dureza de la vida con las más débiles, que en ocasiones intentan buscar cobijo en aquello que creen más seguro y justamente allí es donde menos seguridad y cariño encuentran.
Buen relato, Enrique.
Un abrazo enorme.
Por desgracia, cualquier fantasía que se nos pase por la cabeza, por cruel y espantosa que sea tiene su correlato en la realidad, y la historia, como muy bien apuntas, no se refiere sólo al mundo animal, sino que puede ampliarse al más animal de los animales: el ser humano.
EliminarNo es nada nuevo que los padres maten a los hijos y viceversa por las más variadas razones, no es raro que los padres abandonen a los recién nacidos en un contenedor de basura, así que, efectivamente, la fantasía y la realidad se dan la mano.
Lo que indica el desarrollo de una civilización es el trato que se da a los más débiles, a todos esos que han sido arrojados al mundo en total indefensión –en un principio todos empezamos así-, o a quienes, por unas causas o por otras, están en un situación precaria y de miseria.
Muchas gracias por tu comentario, Javier, y un abrazo, también enorme, de vuelta.
Un relato sobre la crueldad y la injusticia que nos hace reflexionar. Si en el mundo animal podemos encontrar ejemplos como este que relatas, entre los humanos -supuestamente civilizados- no escasea la maldad hacia los propios vástagos, como les ocurre a los albinos de algunas etnias africanas o a las niñas abandonadas en países asiáticos o a tantos niños víctimas de la ira paterna utilizados para vengarse de las madres. Son seres inocentes que, como el polluelo de tu relato, se ven privados del amor y la protección de sus progenitores. Quizá no haya peor maldad.
ResponderEliminarDenunciemos esta crueldad dondequiera que se encuentre. Relatos como el tuyo, Enrique, son necesarios. Un fuerte abrazo.
Como muy bien has visto, el tema del microcuento no se queda sólo en el mundo animal, además, se puede hacer extensible a nuestro mundo humano o inhumano, que ambos conviven.
EliminarLa maldad de los padres hacia los hijos, y viceversa, cuando estos crecen, es un tema frecuente en la literatura, y está en algunas de las más grandes obras de todos los tiempos.
Citas varios ejemplos, es lo malo que tiene nuestra historia y nuestras sociedades, que busques lo que busques por horrible que sea lo encuentras.
El mal es uno de los grandes temas de esta vida y, quizá, el mayor reproche que podría hacérsele a Dios en el caso de que existiese, se lo preguntó hasta el mismo papa Benedicto XVI al visitar Auschwitz: ¿Dónde estaba Dios cuando ocurrían aquellas atrocidades?
Muchas gracias por tu comentario, Carmen y un fuerte abrazo.
Enrique, un relato que pone el pelo de punta y te llena de tristeza, pero así es la madre naturaleza (vaya, un pareado inesperado, je, je). Los leones se meriendan a veces a sus propios hijos y hay otros casos en diferentes especies de animales. Me ha gustado mucho tu puesta en escena. Pero yo a mami le pegaba las alas con cinta aislante, por malota. Un micro muy bonito. Un beso.
ResponderEliminarLa naturaleza tiene episodios de extrema violencia, pero los animales no son tan crueles como nosotros ni se les puede culpar de nada, pues ellos se guían por sus instintos y no tienen conciencia, lo malo es que nosotros sí que la tenemos y dejamos a los animales en mantillas en lo que a cometer atrocidades se refiere.
EliminarEn el microcuento he puesto en escena a la inocencia extrema, a la fragilidad extrema, a ese pobre polluelo recién llegado a la vida y obligado a salir de ella de una forma cruel por su propia madre, es una estampa que en su sencillez te estremece.
Muchas gracias por tu comentario, María José, un abrazo.
¡Qué triste, Enrique!, me estás haciendo llorar.
ResponderEliminarSuerte para este micro/metáfora.
Saludos virtuales
La imagen de un pajarillo desvalido creo que representa la fragilidad de los más débiles, de los más necesitados de ternura, de los que más empatía nos producen. Yo también siento un pellizco en el corazón cuando veo a algún pájaro o a alguna cría muertos.
EliminarEn este caso es más trágico pues esa muerte se ha debido al rechazo de la madre, algo que ocurre en este mundo, tanto entre los animales como entre los seres humanos, y que nos hace preguntarnos por qué existe esa maldad extrema.
Muchas gracias por tu comentario, María Jesús, un abrazo.
La imagen del nido tiene la fuerza palpable del acogimiento, del calor materno, de la sensación de seguridad y abrigo, del amor como salvaguarda de la vida. No en vano nos referimos a nuestro nidito de amor, cuando nos sentimos plenos y afectados por la cursilería de nuestros afectos más íntimos. Nido y hogar son sinónimos en nuestra escala de valores. Conozco gente que atraída por el imán que subyace tras su arquitectura, colecciona nidos vacíos. Yo, alguna vez, he tenido alguno. Esa estructura circular entretejida de ramaje, pajas, algodones y algún que otro plástico, nos cautiva con su metáfora implícita y apela al que fuera nuestro ser más recóndito y desvalido.
ResponderEliminarPor contraste, la fuerza de tu micro impacta, pues aquí asistimos al nido en sombra, a la viuda negra de las madres, a la que construyó el nido en la zona de exclusión de la empatía, la que asesina al vástago por repudio, al límite del desatino del instinto, en la torsión infernal que convierte nuestra imagen hermosa en lugar de infortunio, de injusticia, de arbitraria maldad.
Retratas la cara oculta del mundo con una imagen final del pajarillo repudiado que recuerda la de los niños que fotografía el hambre. Las barrigas hinchadas y los ojos llenos de incomprensión fijos en la cámara, mirando sin saber el injusto cielo civilizado que no le provee del maná básico para la subsistencia.
Un relato donde conjugas sentimientos encontrados y contradictorios, vida y muerte enlazadas en una espléndida narración que nos lleva al otro lado, a la zona oscura donde no cantan las aves.
Un abrazo grande, Enrique.
Como muy bien dices el nido representa la calidez, la seguridad, el refugio, de ahí esa expresión del nidito de amor para referirnos a la máxima felicidad de la que puedan gozar unos amantes, como tú mismo dices, aunque sea una expresión cursi, pero ya dijo Pessoa que todas las cartas de amor son ridículas, y por ende, los amores a los que se refieren; pero también dijo que quienes no han escrito cartas de amor, y, por tanto, no han estado enamorados y no han cometido esas locuras que solemos cometer en tal trance, son quienes resultan ridículos.
EliminarPor otra parte, me congratula saber lo de los coleccionistas de nidos vacíos, en lo que me atañe, si tuviese sitio, creo que coleccionaría de todo, así que mejor que no lo tenga, pues podría acabar sepultado por miles de cosas.
Así que, en efecto, el microcuento presenta una escena que sería como si en el paraíso hubiesen dejado entrar a un grupo de diablos para que cometiesen las mayores atrocidades, lo cual sería una conmoción absoluta, sería subvertir toda razón y toda ley.
Y como ya ha dicho algún compañero y tú mismo dices, esa maldad no se queda en el mundo animal donde, aunque fuese de mala manera, podría justificarse, además, se hace extensible al mundo de los humanos, de esos seres que han inventado cosas tan sublimes como la música, el arte, la danza, la poesía…
Esos millones de niños del mundo, como el frágil pajarillo arrojado del nido, se preguntan por la injusticia del mundo, por su criminal indolencia y su arrasadora codicia, nos interrogan a todos, y no sabemos qué responderles, excepto, en la mayoría de las ocasiones, mirar para otro lado.
Muchísimas gracias, Manuel, por tu inteligente y generoso. Un fuerte abrazo de vuelta.
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ResponderEliminarTu relato puede parecer a simple vista un pequeño episodio entre animales que no va más allá, pero consigue llegar al lector y traspasar la pura historia de un pajarillo desafortunado, porque es imposible no hacer un trasvase de esta situación al ser humano.
ResponderEliminarCuando una madre repudia a su hijo, cuando el vínculo más sagrado y fuerte posible se rompe, cuando ni el instinto más básico funciona, nada puede tener ya sentido. Para todo hay un motivo, o eso necesitamos pensar, pero no es nada fácil saber qué impulsa a un animal a hacer eso con su cría, como tampoco hay quien pueda entender el mismo episodio o similar en el caso de los humanos. En un caso así todo rechina, se tambalea y pierde su sentido. Dan ganas de tirar la toalla y pensar con desesperanza que al final los vaticinios negros tienen razón y no tenemos remedio.
En un lado los seres dañinos; en el otro, las víctimas inocentes, que comprenden menos que nadie unas reglas que nadie les ha explicado. Quizá sean los que más ganen, pues no merece la pena la vida en un mundo así de implacable, que has reflejado muy bien.
Un abrazo fuerte, Enrique
Lo que es este mundo, lo que es la vida, creo que pocos, o quizá nadie ha llegado a comprenderlo, lo que parece evidente es que la naturaleza es un juego de fuerzas ciegas y, quizás, sin objetivos, aunque también podría pensarse que hay alguien tras los bastidores moviendo los hilos, cuyos planes nos resultan del todo ajenos. En definitiva, el Ser o seres que estuviesen detrás de todo, si tuviesen el poder total, podrían disponer de él como les viniese en gana.
EliminarAsí que las explicaciones al respecto del sentido de este mundo son innumerables, en definitiva, cada cual tenemos que interpretarla, leerla a nuestra manera, y vivir con nuestras ideas y convicciones de la mejor forma posible, aunque, a veces, los hechos históricos son tan espantosos que, como dices, inducen a la desesperación y a concluir con la idea de que no tenemos remedio.
Pero, de momento, estamos aquí y a pesar de que jugamos con fuego, seguimos hacia delante, esperemos y deseemos que algo tuerza el lado negativo del mundo y enderecemos nuestra nave con destino a un buen puerto.
Muchas gracias, Ángel, un fuerte abrazo de vuelta.
Enrique, hablas de injusticia, de crueldad, de incomprensión... y nos dejas un mal sabor en la boca que pronto endulza el hecho de que has escrito un gran microrrelato, amigo. Son necesarias, siempre, historias que nos hagan reflexionar, como la tuya. Gracias.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Todas esas cosas negativas que, por desgracia, tiene la vida, no desaparecen metiendo la cabeza bajo el ala, por el contrario, pienso que hay que mirarlas de frente y sacar las enseñanzas necesarias para nuestras vidas, ya que, nosotros, disponemos de inteligencia, aunque no muy bien empleada en la mayoría de las ocasiones. Al ser los seres superiores de este planeta tenemos un gran responsabilidad en su destino, y debemos ser garantes, o deberíamos serlo, de la supervivencia de las especies, por desgracia hay mucho canalla capaz de matar a los grandes mamíferos y a los animales más magníficos y hermosos por un puñado de dólares, como rezaba el título de aquella película del Oeste.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, María José, un abrazo.
La naturaleza también enseña aquello que no tiene que ver con la belleza. Ella sólo es, y nosotros interpretamos lo que nos muestra. El instinto no es maldad, es adaptación al entorno. Aquello que hace es bueno o malo no porque lo sea, sino porque lo interpretamos así, bajo nuestro filtro. Y de ese filtro has desprovisto tu relato, de modo que aparece desnudo, expuesto aquello que se hace sólo porque existe y porque los genes así se lo dictan.
ResponderEliminarUn relato valiente, lúcido y exquisitamente escrito. Un placer marca de la casa, Enrique. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo.
La naturaleza es, algo que nos resulta difícil de entender, pues todo lo pasamos por el tamiz de nuestras interpretaciones y nuestra humanidad.
EliminarDecimos que nos estamos cargando el planeta, pero contra lo que atentamos en contra nosotros mismos, pues al planeta Tierra le dará igual ser como Marte o como Venus, es a nosotros a quienes nos va la vida en tratar de conservarlo lo más parecido a como está.
Esa frialdad, esa falta de sentido, es lo que nos escalofría, de ahí todas nuestras conceptualizaciones, de ahí todas las religiones, todo para combatir esa frialdad de la materia, esa crueldad de la vida, esa serie de casualidades que han llevado al universo hasta el presente, si es que esta palabra tiene algún significado, y a la vida a esos espantos que nos aterran y nos hacen luchar por cambiarlos, aunque, a veces, esa lucha se convierte en algo peor que lo que tratamos evitar, pues en aras a un futuro utópico siempre hay individuos que, desde el poder absoluto, sacrifican miles o millones de vida.
En fin, temas altamente filosóficos que han dado mil sistemas, pero, como dices, la realidad es ajena a todos ellos.
Muchas gracias por tu comentario, Antonio, un fuerte abrazo de vuelta.
Esa crueldad que no comprende, tampoco la comprendo yo, vamos, que me he sentido muy identificada aunque nadie me haya hecho algo parecido. Por algo será, porque siempre hay una razón y la naturaleza las tiene, no cabe duda.
ResponderEliminarFelicidades por el micro.
Las razones de la naturaleza, cuando son tan crueles, no las entendemos, y mucho menos se entienden si se piensa que hay un ser todopoderoso y bondadoso tras ellas, pero a nosotros nos faltan casi todas las piezas para componer el rompecabezas que es la vida, y lo que nos queda es vivirla de la mejor forma posible, y sin contribuir a esa maldad ciega cuando se trata de la naturaleza, y organizada y meditada cuando se trata de los seres humanos.
EliminarMuchas gracias, Luisa, por tu comentario, un abrazo.
Tristísimo el micro, Enrique. No hay nada más cruel que repudiar a tu propio hijo, sobre todo si es tan inocente como esa cría que aún no ha tenido tiempo de h¡cometer ninguna maldad. Una metáfora de las injusticias que comenten algunos padres.
ResponderEliminarMuy bueno, Enrique.
Un abrazo.
Repudiar al propio hijo es ya el culmen de la maldad, pero, como sabemos, ocurre, y no sólo en el mundo instintivo de los animales. Por qué actúan así algunos animales, y, más aún, por qué actuamos así los seres humanos es un misterio que parece no estar al alcance de nuestro conocimiento, pero si hay alguna razón para ello sería de las que te dejan anonadado y sin capacidad de respuesta.
EliminarMuchas gracias, Asun, por tu comentario, un abrazo.
Es la crueldad más inhumana que puede haber. Que allí entre quien te dió la vida, sea donde encuentres el mayor de los rechazos... es terrible.
ResponderEliminarTriste micro... que desafortunadamente es real.
Muy bueno!
Sí es cierto, esa crueldad es terrible y nos remueve por dentro, y no le encontramos explicación posible, por mi parte, estoy deseando que alguien me explique muchas cosas de esta vida, pero no con las explicaciones al uso, sino otras que me convenzan, que me hagan comprender, si es que hay algo que comprender.
EliminarMientras, sólo me queda no cerrar los ojos, no mirar para otro lado, la vida tiene su cara y su cruz, es como si hubiera conseguido lo imposible: mezclar el agua con el aceite.
Muchas gracias, Galilea, por tu comentario, un abrazo.
Enrique, no hay nada peor que el que te rechace tu madre y si además eso conlleva tu muerte, peor todavía.
ResponderEliminarEn el mundo animal como en el nuestro se da esa situación demasiado a menudo. Los hijos son los que sufren ese desamparo. Es terrible pero real.
Muy buen relato, Enrique. Me quedo con el corazón encogido.
Besos muy apretados.
Cierto, Pilar, el repudio de una madre, incluso en el reino animal, tiene que ser terrible. En definitiva, gran parte de lo que somos se lo debemos a nuestros padres, y hay conflictos entre padres e hijos que marcan las vidas de quienes los sufren como si lo hiciesen con un hierro candente.
EliminarEsas tragedias, al conocerlas, nos tocan en lo más profundo, revuelven lo más íntimo que somos y, quizá, contarlas, nos sirva en cierta medida para tratar de conjurar el mal que nos pueden causar.
Muchas gracias por tu comentario, te reenvío esos besos apretados.
Por Dios, Enrique, que micro más cruel. Pobre cría. A su madre no se lo hicieron.
ResponderEliminarSaludos
La crueldad está en la naturaleza, en el mundo animal la hay, y en el humano ya alcanza extremos infernales. A esa madre, desde luego, no se lo hicieron porque si no ella no hubiese podido hacerlo, pero algo instintivo y perverso había en su interior que la llevó a cometer ese acto de extrema crueldad en su descendencia.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Plácido, un abrazo.
Muy duro y muy cruel lo de la mamá pájaro con su cría, Enrique. Como madre que soy, me resulta totalmente atroz. Pero también pienso qué le llevaría a esa madre a repudiar a su cría, ahí ya la imaginación es libre, aunque su acto sea despreciable.
ResponderEliminarMe dejas dándole vueltas a la cabeza, Mr. Angulo. Siempre nos das lecciones magistrales con tus historias.
Un beso grande.
Malu.
En los animales, la crueldad, supongo que será algo dictado por eso que llamamos el instinto, en el caso de los humanos ya es otro cantar.
EliminarPorque si hay una crueldad extrema es esa: la que los padres cometen contra sus hijos indefensos, esa sí que te deja descolocado y con mal cuerpo, y suele darse con mayor frecuencia de la que sería deseable.
Así que ante estas y otras muchas cosas que espantan se queda uno dándole vueltas a la cabeza sin llegar realmente a nada concreto.
Muchas gracias por tu comentario, Malu, un beso grande de vuelta.
Lo que al principio parece mostrarse como un ejemplo de las "crueldades" que cometen los animales llevados por las reglas básicas de supervivencia, acaba convirtiéndose, gracias a tus últimas palabras, en una ley universal, de la que nadie está libre y de la que difícilmente alguna vez lleguemos a tener completa conciencia ni acabemos de asumirla; quién sabe si como mecanismo de defensa mental ante semejante amenaza. Me parece, con todo, un relato que podría catalogarse como existencialista, en el que habita el alma desamparada y dolorida del individuo, impotente ante las injusticias de la realidad.
ResponderEliminarGran relato, a todas luces, tanto por la belleza de su narración como por la profundidad y universalidad de su significado.
Enhorabuena y un abrazo, tocayo.
En el Edén parece ser que no sucedían esas crueldades, pero como fuimos expulsados a los rigores del mundo y condenados al dolor, incluido el de la muerte, pues ahí estamos, eso es lo que cuenta la Biblia, y cada cultura y cada religión trata de explicarse de alguna manera el mal en este mundo.
EliminarLo que es cierto es que hemos de vivir con ello, tanto a nivel animal, como a nivel humano, sin llegar nunca a comprenderlo, pues, como bien dices, lo peor es nuestra impotencia ante tantos males como hay en la vida, lo poco o nada que podemos hacer para evitarlos o reducirlos, aunque siempre hay algo que se puede hacer, para empezar, no hacer el mal.
Muchas gracias por tu comentario, tocayo, un abrazo.
Creo que en la imagen de esa cría de ave desvalida y maltratada hasta morir están reflejadas multitud de personas que viven situaciones crueles e injustas, que tal como dices "agonizan sin comprender la injusticia del mundo". Un relato de una fuerza desgarradora cuyo mensaje punzante nos incomoda y remueve por dentro. Muy logrado, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarCuando empecé a leer el cuento pensé en una ave que empujaba a su cría con violencia, pero para que aprendiera a volar, que lo hacía con severidad para que perdiera el miedo.
ResponderEliminarTerrible la sorpresa que me encontré al darme cuenta de que la cría habia estado, desde la primera palabra, condenada a morir.
Un buen micro,
Saludos Enrique.