Mensaje en una botella (Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis: Hambre)
La trémula llama apenas alumbraba chispas de vida sobre los cuerpos enflaquecidos por la prolongada sequía. En aquel polvoriento chamizo, sólo una vela permanecía erguida a lomos de una botella de Coca-Cola que la marea había abandonado en la cercana costa, con decolorados restos de confeti, procedente del otro mundo.
Una botella que trae un mensaje de otro mundo, que en realidad es el mismo, pero permanece del todo distante, como si se encontrase al otro lado del Universo. Adjetivos que hablan de precariedad absoluta: enflaquecidos (cuerpos), polvoriento (chamizo), prolongada (sequía), en contraste con la fiesta y el exceso que han llegado desde una realidad inaccesible para quien le ha tocado la peor parte por un simple azar de nacer aquí o allí.
ResponderEliminarNo se nombra el hambre, pero se la describe a la perfección, en contraste con los restos de una fiesta a la que los desheredados de la Tierra nunca tendrán acceso.
Un relato genial, como los dos anteriores (qué lástima que se termine la serie), como todos. Gracias por aportar tanto con tan pocas palabras.
Un abrazo grande, Antonio
Vivimos en un mundo de desequilibrios, en el que el bienestar de unos se construye a costa de la escasez de muchos. No es un problema de escasez, es un problema de reparto.
EliminarUn abrazo, mi admirado Ángel y gracias, una vez más, por tu atenta mirada y tu consideración hacia la que escribo.
Qué bueeeeno... La chispa de la vida, claro, que no alumbra igual en todas partes. Hay que ser cliente habitual para empaparse de la alegría de vivir. El resto del mundo se empapa de miseria y gracias. Y nosotros a lo nuestro, a zambullirnos en un mar de felicidad junto al árbol de Navidad.
ResponderEliminarGrande, Antonio.
Creo que la Coca-Cola representa por sí sola la hipocresía del mundo en el que vivimos. Me pareció un buen elemento para describir por sí mismo la desigualdad de una sociedad con el dinero como único Dios verdadero.
EliminarGracias Patricia. un abrazo muy grande de uno muy pequeñito a tu lado.
Yo no sé qué decirte, amigo Antonio. Me asombra tu maestría y elegancia al describir escenas, aún cuando no tienen nada de elegantes... Contrapones dos mundos distintos y lo haces a través de pinceladas estratégicamente colocadas para que los lectores descubramos la verdad en tus palabras. Magistral!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me han encantado las pinceladas de tu comentario, es justo lo que pretendía, componer una idea global a partir de situaciones y objetos muy concretos.
EliminarGracias, María José, por dejarme esas palabras tan impresionantes.
Un fortísimo abrazo
El paralelismo entre la más dura de las pobrezas y uno de los símbolos del capitalismo que has hecho es otra de tus genialidades. Si encima el relato está escrito con el gusto y la elegancia que te caracteriza consigues lo que todos los meses: una obra maestra. Un Microbolant como la copa de un pino, o del abeto del anuncio de la Coca Cola de Navidad.
ResponderEliminarEres un genio, Antonio. ¡Vaya serie que te estás sacando de la chistera del ingenio!
Un abrazo.
Pablo.
Te agradezco lo de genio, Pablo, pero temo que el calificativo me venga un tanto grande, ni siquiera para genio de una botella de coca-cola (además, me quedaría pegado dentro de ella, con la de azúcar que contiene). De todos modos, te lo agradezco en el alma. Sin embargo, sí que acepto de buen grado el calificativo de MicroBolant, maese Pablo, que recibo, como si se tratara de un título, con una rodilla hincada en el suelo.
EliminarMil gracias, compañero. Un fuerte abrazo.
Todo tu relato, Antonio, es en sí mismo un mensaje en la botella de Cincuenta. Un pulso enorme el que libra la narración con la realidad aplastante para contener en esa botella el hambre endémica y atroz de los infiernos de la miseria.
ResponderEliminarUna escena poderosa, construida al claroscuro humilde de una llama y el poder icónico de la botella.
Este y los dos anteriores han dejado una huella de paso imborrable. ¿Habrá un cuarto jinete?
Grande, Antonio. Un abrazo.
Son tus comentarios un lujo que siempre tengo la fortuna de disfrutar, querido Manuel. Gracias por esa delicia que me brindas en forma de impresiones sobre mi relato.
EliminarMuchas huellas imborrable cubren el suelo de este rincón de palabras, entre ellas, la tuya.
Un fuerte abrazo.
De la misma forma en que los plásticos que están envenenando los océanos y con ellos a nosotros -el otro día oí que en el año 2050 habrá más toneladas de plásticos que de peces en los mares-, llegan ya a todos los puntos del planeta, incluidos los casquetes polares, también llegan, en tu relato, a esos países hundidos en la miseria los restos de nuestras fiestas ‘hedornistas’ –muy bien elegidos esos dos símbolos, los confetis y la botella de Coca Cola-, de nuestra codicia y falta de responsabilidad con el planeta y con todos los seres que viven en él.
ResponderEliminarLa escena que narras me ha recordado una de la película El jardinero fiel, en la que una tapia separaba esos dos mundos: el de la opulencia obscena y el de la pobreza desgarradora. Claro está que en la película la imagen no dejaba casi lugar a la imaginación, sin embargo, en tu relato, el mundo egoísta y derrochador queda lejos y hay que reconstruirlo con esos mínimos restos que dan cuenta de su existencia.
Lo hiriente de esa mínima escena es que sólo representa un grano de arena en la abrasadora playa del dolor, el hambre, la enfermedad y, finalmente, la muerte.
Excelente micro –como los anteriores- de esta esclarecedora serie en la que vienes a decirnos que esos cuatro jinetes del Apocalipsis no son algo lejano, de la Edad Media, de las hambrunas, las guerras y la peste, sino que tienen plena vigencia en nuestro tecnificado y opulento mundo del siglo veintiuno, y eso nos descalifica como especie y certifica nuestro fracaso.
Sobresaliente, Antonio, un fuerte abrazo.
Bien señalado ese punto de atención sobre nuestra irresponsabilidad con el planeta. El 'otro mundo' no suele preocuparse demasiado por el destino de sus residuos, salvo si se tropieza con ellos en algún paseo por la playa.
EliminarGran verdad, amigo Enrique, los 4 jinetes siempre han cabalgado, y cabalgan, sobre nosotros. Pero lo que no queremos admitir es que, en muchas más ocasiones de las que reconoceremos, nosotros mismos somos el jinete.
Un placer, como siempre contar con tu magnífico comentario. Muchas gracias.
Un abrazo.
Impactante contraste entre un mundo que pasa hambre y otro que, egoísta, consume y se divierte. Y a ambos los pintas estupendamente, al primero describiéndolo, al segundo insinuándolo con símbolos muy simples pero genialmente elegidos.
ResponderEliminarUn placer leer otra de tus joyas en cincuenta palabras.
Un abrazo, Antonio.
Sin pobres, es imposible la existencia de los ricos. Aunque suene duro, creo que sin un tercer mundo, sería imposible que disfrutar de nuestro idílico primer mundo, a cuyas bondades dudo que queramos renunciar en favor de los otros cuatro continentes.
EliminarGracias por tu apreciación, Georges.
Un abrazo.
Antonio, este relato me parece genial, "el mensaje en una botella" conteniendo el hambre es excelente. Has descrito la pobreza y la falta de todo, pero al mismo tiempo nos golpeas la conciencia con esa referencia a la bebida de la chispa de la vida. Ese contraste te hace pensar y valorar, darte cuenta de la cosas. Que cada cosa según las circunstancias tiene su valor, su importancia. Me parece escrito con gran maestría, Antonio, me encanta, felicidades. Un relato para enmarcar y guardar.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Antonio.
Te lo agradezco javier. Es una satisfacción saber que mi relato ha tocado a alguien como tú, que maneja las palabras con suma sensibilidad y maestría para lograr transmitir historias de profundo calado.
EliminarGracias Javier, un placer leerte allá donde escribas.
Un fuerte abrazo.
Procedente de otro mundo (hablaríamos del primero y del tercero, por ejemplo) o de otro mundo en otra época, en cuyo caso estaríamos ante una distopía de 50 palabras. A veces no hacen falta más que dos pinceladas, como has hecho tú.
ResponderEliminarFelicidades
Desgraciadamente, este mundo se compone de muchos y alejados entre sí por kilómetros que parecen años-luz.
EliminarGracias por dejarme tu comentarios, Luisa.
Un abrazo.
Relato de terror, perfectamente plasmado para la idea del hambre que quieres transmitir.
ResponderEliminarMe sobrecoge la imagen de la vela en la botella de Coca-Cola.
Te envío mis mejores augurios para el micro.
Aún más terrorífico si sabemos que ocurre de verdad. Nuestra conciencia suele apuntar a otro lado, aún siendo conocedores de lo que ocurre al otro lado del mundo, cuando nos sumergimos en bodas, bautizos y comuniones.
EliminarY mientras tanto, Coca-cola enviando '...al mundo entero, un mensaje de paz...' ¿que nadie le ha explicado que no habrá paz con hambre?
Muchas gracias por pasarte, María Jesús, y por tus generosos augurios.
Un fuerte abrazo.
En el mundo del hambre reina la oscuridad -trémula llama, apenas alumbra, solo una vela- real y metafórica de una vida de carencias. Del otro mundo, el de la sociedad de consumo, llega el brillo de la icónica botella y del confite festivo. Un contraste siempre presente en el mundo, a veces sin un mar que los separe, a solo unos metros.
ResponderEliminarUn micro doloroso, feroz y magistralmente contado. Enhorabuena, Antonio. Un fuerte abrazo.
A veces, la luz de ciertos focos proyectan la oscuridad más densa. Tienes razón en lo de la corta distancia entre dos mundos. A veces no somos conscientes, pero en los pocos metros que separa la tele del sofá, encontramos esa corta brecha. Por una lado, grandes compañías, pongamos la coca-cola, lanzan mensajes buenistas y positivos sobre unos productos que nos matan lento (un bote de 33 cl contiene 8 sobres de azúcar refinado), enriqueciéndose a costa de enfermarnos (¡ole, la chispa de la vida!) y en el otro lado, nosotros, llenando sus arcas de pasta y nuestros cuerpos de azúcar, edulcorantes u otras marranadas light.
EliminarGracias Carmen, por dejarme tan interesante comentarios y por estar siempre ahí, leyéndome.
Un fuerte abrazo, compañera.
Hola, Antonio. Imagino que cuando dices: "procedente del otro mundo", te refieres al opuesto al tercer mundo, a aquel que muchas veces cierra los ojos ante tanta miseria. Aprovecho para recordar lo inhumano de vivir en la opulencia (celebraciones con confeti) mientras otras criaturas fallecen por no tener ni un mísero trozo de pan. Ya sé que la vida es así de dura, pero duele. Un micro muy duro y real. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, a ese mismo me refiero. A nuestro 'primer' mundo.
EliminarTienes razón, María José. A menudo no somos conscientes de la fortuna que hemos tenido al nacer en esta pequeña parte de la tierra.
Gracia por dejarme tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Felicitaciones un buen micro, talvez esa vela era la esperanza que sigue encendida incluso en lo inhóspito.
ResponderEliminarOjalá, pero a veces la esperanza es un consuelo demasiado inerte. Gracias por pasarte Edwin.
EliminarUn saludo.
Desgarrador relato en el que, además de poesía, has incluido dos realidades bien opuestas que si bien a (casi) nadie le resultan desconocidas, sí es verdad que existen desde siempre, como la cara y la cruz de la moneda.
ResponderEliminarMagnífico relato, como siempre, Antonio.
Un fuerte abrazo
Cierto, el ser humano es dual por naturaleza (esto lo reflejó magistralmente Stevenson en "el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde") y, por consecuencia, la sociedad que ha construido.
EliminarGracias por pasarte, Isidro.
Un fuerte y apretado abrazo.
Excelente micro. La potencia de la primera frase es insuperable; el resto hasta las cincuenta palabras remarca en fluorescente amarillo y el punto final se alarga porque, desgraciadamente, la hambruna y la desigualdad nunca terminará. Un abrazo, Antonio. ¡Miedo me da el último jinete que falta!
ResponderEliminarGracias Cristina.
EliminarNo te dé miedo, mujer. A veces, la muerte tiene su punto irónico, ya verás.
Un abrazo.
En este caso, el mensaje no está en la botella, sino que es la botella misma. Dos mundos cercanos y confrontados. Un buen micro. Saludos, Antonio
ResponderEliminar¡Bingo! Acertaste Plácido, el mensaje es la botella en sí misma, aunque su contenido lo subraye.
EliminarGracias por dejarme tu agudo comentario.
Un saludo.
Antonio, nos describes el hambre de forma terrible y magistral, con adjetivos que no dejan lugar a dudas. Utilizas la misma botella para mostrar las diferencias entre ambos mundo, a los que les separa todo un océano de desigualdades sociales. El lenguaje es poético a pesar de la dureza de su contenido. Un mes más quedo a tus pies, maestro.
ResponderEliminarMucha suerte para tu sublime micro.
Besos apretados, amigo.
Has captado la metáfora de la historia de maravilla, Pilar. La diferencia es una distancia que no siempre estamos dispuestos a cubrir.
EliminarGracias por dejarme ese bombón de comentario.
Un Beso con abrazo 'apretao'.
Tremendo micro de contrastes entre la realidad de un mundo carente de las necesidades más básicas y una sociedad opulenta y derrochadora. Ojalá algún día la humanidad encuentre un punto medio.
ResponderEliminarUna maravilla de micro, que revela la sensibilidad de su autor.
Un beso, Antonio.
Gracias Asun. Si has percibido los contrastes, misión cumplida. Quizás sea el pesimismo que da la edad, pero creo que, el día que la humanidad encuentre ese punto medio, dejará de ser humanidad. Un fuerte abrazo.
EliminarHasta el color del confeti, vestigio del disfrute de la otra parte del mundo, aparece aquí desvaído, en consonancia con la fragilidad de esas vidas que comparten cobijo bajo el pobre chamizo y la débil llama que las ilumina. El mensaje que nos transmite esa botella en semejante contexto resulta tan desolador como indignante, revelador además de una realidad que ignoramos demasiado a menudo (espero que cada vez menos).
ResponderEliminarExcelente, Antonio. Realmente conmovedor a pesar de la sobriedad del modo en que lo cuentas.
Un abrazo.
Desgraciadamente, la dignidad se ve diferente dependiendo del lado desde el que se la mire.
EliminarGracias, Enrique. Que te haya parecido excelente, es un premio enorme.
Un fuerte abrazo.
La chispa no es la misma en todos los lugares del mundo, querido Antonio. ¡Qué bien nos lo has contado! Con esa botella de Coca-Cola que viene desde un mundo "mejor" a un lugar donde todo es necesidad.
ResponderEliminarEnhorabuena, este capítulo es brillante, orfebrería de la buena.
Un beso grande, Antonio.
Malu.
Esa era la idea, Malu. Representar con un producto de consumo un vínculo entre dos realidades que, hoy, son irreconciliables.
EliminarGracias por tu comentario y por el placer de tu compañía.
Un besazo.
Trémula llama, sequía y hambre describen bien a ese nefasto jinete del Apocalipsis. Me gusta el nexo y la forma de llevar esta serie. Estupendo trabajo Antonio, me encanta.
ResponderEliminarSaludos!
A ese jinete nunca le faltarán caballos, desgraciadamente.
EliminarGracias por pasarte y dejarme tu comentario, Jean.
Un abrazo.