Solo faltaba la firma
El gato le arrebató el pincel y lo arrastró, manchando el sofá de pintura. Desde el suelo miró fijamente su obra maestra. No podía moverse, ni gritar. Su agradable soledad creadora se tornó en una maldición. Una lágrima resbaló por su mejilla y cerrando los ojos se abandonó al destino.
Entiendo, Jesús, que el artista, en un proceso creativo devastador en absoluta soledad, ha dado vida a su obra maestra, pero ha quedado exhausto, a los pies de los caballos de las musas. Su soledad, necesaria para la creación, se torna maldición, pues no hay nadie que pueda socorrerle.
ResponderEliminarExcelente incursión en el mundo de la creación artística y sus límites.
Saludos.
Exacto, así es, una obra maestra que quizá quede inédita. Muchas gracias.
ResponderEliminarComo bien apunta Manuel, tu protagonista es un creador que se ha entregado tanto a su obra que ha llegado al límite, tanto es así que ni siquiera le han quedado fuerzas para estampar su firma, ni para quitarle el pincel al gato. Triste final pero, seguro, que una gran obra, que terminarán por atribuirle.
ResponderEliminarInteresante relato. Un saludo, Jesús
El esfuerzo creativo ha dejado exhausto al pintor. Su obra, de momento y mientras el gato tenga el pincel, quedará sin firma.
ResponderEliminarUn abrazo, Jesús.
Vaya tela con el gato... Justo cuando el artista había llegado al culmen aparece en escena este peludo personaje. Por algo soy más perruna que gatuna; seguro que un perrillo le ayuda a concluir adecuadamente la obra, estampando su firma. Un micro de los que se disfrutan y te dejan pensativo. Un beso, Jesús.
ResponderEliminarLos gatos son muy egoístas: no pueden soportar que otros sean el centro de atención. Una obra maestra malograda. Saludos, Jesús
ResponderEliminarNos dejas con la incertidumbre de saber el destino del artista, después de intervenir el gato en su obra. ¡Se pueden pensar tantas cosas!.
ResponderEliminarInteresante micro.
Suerte y saludos
Muchas gracias, por vuestros comentarios, quizá la obra maestra algún díe llegue a un museo, el gato seguro que no
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