Desenlaces
Lo vi muy claro.
Ningún pajarraco de esa caterva fúnebre iba a sacar tajada.
Con premura, ahondé lo suficiente para mi propósito, y esperé pacientemente el desenlace, una vez conseguí que aquella arena ardiente me sirviera de refugio postrero.
Que la tormenta cambiara mi muerte fue lo inesperado del asunto.
Con premura, ahondé lo suficiente para mi propósito, y esperé pacientemente el desenlace, una vez conseguí que aquella arena ardiente me sirviera de refugio postrero.
Que la tormenta cambiara mi muerte fue lo inesperado del asunto.
Creo que nuestro protagonista ha sufrido un imprevisto, acabar de esa manera no entraba en sus planes. Aquella tormenta desajustó su objetivo y, ahora, los buitres y carroñeros -mal que le pese- se podrán alimentar.
ResponderEliminarSu refugio será para otro...
Genial, Rafael.
Creo que esperaba morir de sed y ser devorado por los carroñeros. Pero el hoyo y la tormenta de arena, los dejó sin banquete.
ResponderEliminarNi uno ni los otros tuvieron el final esperado.
Buen micro.
Rafael, el destino es impredecible, prefería morir de sed antes que ser devorado como carroña y al final acabó ahogado. La vida y el destino juegan con nosotros.
ResponderEliminarBuen relato, Rafael, un abrazo.
Para evitar ser despedazado por las aves, cava su propia tumba en la arena. Pero el destino le tenía reservado otro final: la tormenta.
ResponderEliminarParece que poco podemos elegir sobre nuestro futuro -y menos sobre nuestra muerte- cuando se interpone el destino.
Buen micro, Rafael. Un fuerte abrazo.
Pocos eligen su final, e incluso así, el azar juega su baza...
ResponderEliminarGracias a todos por los comentarios.