El olor de mamá
Hoy el silencio suena diferente, como si tañera campanas en el huracán. Debe ser el hombre de los helados, que se acerca con su camioneta, avisando de que vamos a ser uno más. Le pediré un cucurucho de vainilla, para recordar a mamá, y lo compartiré con el niño nuevo.
Un micro muy tuyo Patri, con el sello Richmond.
ResponderEliminarMe ha llegado a las profundidades.
Besitos virtuales a raudales.
Qué bello lirismo de entrada. Ese sonido distinto del silencio, ese huracán con sabor a tañir de campanas. Qué bonito. Y ese helado de vainilla suena bien para la ola de calor que recién leí en el otro micro de hoy. ¡Me intriga el niño nuevo! ¿Será la pareja de la protagonista?
ResponderEliminarGracias Patricia. Excelente micro.
Como esas bellas canciones que si no se entiende bien del todo la letra es secundario, no importa demasiado.
ResponderEliminarMe pregunto:
¿Vainilla que evoca a mamá, ausente.
Ausencia que estalla en silencio descorazonador...
Sensaciones interrumpidas por la llegada de un hermanastro?
No sé si voy atinado, Patricia.
...Pero esa música, ay, la música de tus (50+ título) palabras.
Un cordial saludo!
Qué bella y hermosa melodia que nos regalas, Patricia. El comienzo del relato ya despliega un aroma de romanticismo y de intriga. Es una entrada que inspira a cualquiera.
ResponderEliminarHe de admitir que estoy en vilo por el niño nuevo; la opción del hermanastro no me parece descabellada pero no logro recomponer las piezas del puzzle tan intencionalmente descolocadas.
Descolocado me dejas con resolver el enigma.
Un beso muy grande y enhorabuena por semejante micro.
Enigmático y poético, como te dicen por ahí arriba. Además, para mí, tiene un nosequéque que me da algo de miedito (o canguelo, casi mejor. Me gusta. Enhorabuena, patyricia. UN saludo y suerte.
ResponderEliminarDulce y memorable.
ResponderEliminarEn este micro estás muy misteriosa, Patricia. No alcanzo a dilucidar el significado de la llegada del niño nuevo, disculpa. Quizás esté un poco espesa... Lo que me encanta es tu expresión escrita, la belleza de tus palabras.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Como los cometas, traen tus maravillosos relatos una estela de luz que sigue iluminándonos después de leerlos.
ResponderEliminarBesico de verano, Patricia.
Patricia, un relato con aires de recuerdo. Con tu permiso, me voy a tomar la libertad de escribirlo en una página de tu diario del mes pasado, que es precioso.
ResponderEliminarTanta película americana he visto, que me resulta tremendamente difícil desconectar la historia, del típico escenario de pueblo en los EE. UU. de los años setenta. Niño huérfano, niño nuevo que ha llegado al cole, papá viudo muy guapote...
Yo me lo guiso, yo me lo como, ja ja...
Perdona, la imaginación vuela en décimas de segundo.
Me ha gustado mucho, se nota que viene de tus manos, amiga mía. Ah, el título, también bellísimo.
Besitos, guapa. Feliz veranillo.
Patricia, el silencio con el que construyes tus historias es de lo más poético y elocuente, vamos, que después de ‘oírlo’, la mayoría de los sonidos de la vida parecen molestos ruidos.
ResponderEliminarAsí que tras esa silenciosa melodía queda uno expectante ante la escena que viene a continuación, la película ha comenzado con la mayor de las intrigas, veo a la camioneta acercarse desde el fondo de una larga calle, debe de ser el hombre de los helados, dices, pero quizá sea un camión de mudanzas, o uno que viene a recoger ropa por los portales para dársela luego a los más desfavorecidos.
Pero lo que sí parece cierto es que, en el caso de que sea la camioneta de los helados, el hombre que la conduce tiene por misión avisar que van a ser uno más. ¿A quiénes? ¿A la familia del personaje que cuenta la historia? ¿Y quiénes son? Por no preguntar ya eso de a qué dedican el tiempo libre.
Bien, si todo se desarrolla como supone el personaje que nos cuenta la historia, cuando llegue la camioneta de los helados le pedirá un cucurucho de vainilla. ¿Y qué relación hay entre ese cucurucho de vainilla y su mamá para que se la traiga a la memoria?
Pero se supone también que en la camioneta viene ese niño nuevo, pues el personaje que cuenta la historia va a compartir con él el cucurucho.
Y hasta ahí puedo interpretar las cartas a las que les has dado la vuelta, el resto quedo oculto bajo tu particular océano fantástico como oculta queda el 89 % de la masa de un iceberg.
Un abrazo, Patricia y feliz verano.
Patricia, me dejo envolver por los bellos elementos sensoriales de la atmósfera del relato: el silencio, el sonido de las campanas, el huracán y el sabor del helado de vainilla que evoca a la figura materna.
ResponderEliminarMe quedan algunas incógnitas, como la procedencia del niño nuevo y el lugar en donde se encuentra el o la protagonista. En todo caso, pertenecen a un universo de ficción que te es propio.
Felices vacaciones y un beso.
Enigmático e inquietante micro, Patricia, como todos los tuyos. Saludos
ResponderEliminarHola, chicos. Estoy por esos mundos, pero me han avisado del mosqueo producido por este relatillo y entro un momento para aclarar que no se trata de un huérfano ni de la llegada de un hermanito.
ResponderEliminarTened cuidado con el hombre de los helados y a seguir pasando buen verano.
Gracias por comentar en este mes de desconexión.
Un abrazo MJ, Alejandro, Carmelo, Enrique, Jesús, Ricardo, Marías Josés, Manuel, Enrique, Carmen y Plácido.
Me vuelvo a vaguear.
Podría tratarse de un cementerio. Por lo del silencio, por el hombre de los helados que podría ser el coche funerario trayendo a un niño muerto, el "niño nuevo". El narrador es otro niño enterrado hace tiempo recordando a su madre...
ResponderEliminarNo sé si habré imaginado algo muy disparatado. Creo que voy a terminar comprándome una bola mágica para descifrar tus fantásticos micros, Patricia. Me ha encantado esa atmósfera misteriosa tan atractiva que nuevamente has creado. Felices vagaciones y un beso.
Pues me encanta tu interpretación. La madre sería la muerte, ¿ verdad?
EliminarPodría ser. El color amarillento que toma nuestra piel una vez muertos se parece al color de la vainilla. ¡Vaya temita! Un abrazo, Raquel.
EliminarGrande y sobrecogedor!! Helados, mama, niño nuevo...se llevan a los que piden vainilla?
ResponderEliminarFelicidades madame Richmond!!!
Al niño nuevo no le gusta de vainilla. Muere por saborear uno de chocolate, con Chispita de colores y sentir a su diestra la mano tibia no de la niña, sino de su madre ...
ResponderEliminarSiempre lo consigues Patri quizá me esté tomando demasiadas confianzas... Per con el devenir de los años es fruto del cariño y la admiración srta Richmond. La muerte veraniega. Haría un guión de cine con esto... Y hasta una película si tuviera recursos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tus relatos son como esos pasteles milhojas que, a base de delicadas hojas superpuestas, componen un sabroso bloque que no siempre resulta dulce, depende del lado por el que se muerda. Desasosiego, evocación y ternura conviven en este conjunto agridulce dejando al lector la decisión de por dónde morder.
ResponderEliminarExcelente, Patricia. Enhorabuena
Ahí va mi abrazo y mi admiración.
Gracias de nuevo a todos. Intenté escribir un relato siniestro-estival y, como siempre, con final para imaginar. Y, como siempre, me habéis sorprendido con vuestros comentarios, que son lecciones muy valiosas para mí.
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