El secreto de los campos de lavanda
Era ingenua y alegre, pero, a menudo, lloraba desconsolada sobre los campos florecidos, y un día desapareció.
Mamá callaba. Papá se ocultaba. Yo siempre la esperé y, abrazada a una niña violácea que olía a espliego, regresó.
—¿Es mi sobrina? —pregunté entusiasmado.
—Sí —respondió serena—, y también tu hermana —añadió.
Mamá callaba. Papá se ocultaba. Yo siempre la esperé y, abrazada a una niña violácea que olía a espliego, regresó.
—¿Es mi sobrina? —pregunté entusiasmado.
—Sí —respondió serena—, y también tu hermana —añadió.
Espléndida la forma cándida con que nos presentas una situación realmente traumática.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, María José.
Suerte.
Un tema de incesto, si no me equivoco. Narrado, como bien dice Rafa, con mucha dulzura. Exquisito, tocaya.
ResponderEliminarBesitos estivales.
N. José, en tu micro todo parece bello y perfumado de lavanda hasta que, al llegar a la última palabra, nos desvelas que se trata de un incesto. Lo has tratado con mucha sutileza. Enhorabuena.
ResponderEliminarBesos.
Vaya. Se queda uno pasmado ante el final inesperado. Lo pintas tal cual puede ser en la vida real, niñas cándidas que son violentadas a vivir una realidad de pesadilla. Qué lacra para la humanidad esos bajos instintos perversos que rayan en la locura. Magníficamente relatado Mª José.
ResponderEliminar¡Vaya forma tan sorpresiva de finalizar el micro!Como he leído anteriormente, la humanidad se ve lastrada por este tipo de actitudes locas.
ResponderEliminarImpactante relato, María José.
Un beso
Bajo el aroma de las flores, el "aroma", de la violación. Un contraste acertado para agitar las conciencias.
ResponderEliminarSuerte y un besito, María José
Una historia de incesto brutal, una menor traumatizada de por vida, con la connivencia de la madre. Un espanto muy bien presentado.
ResponderEliminarUn abrazo