Eternidad
Era eterna y era desdichada (no hay una cosa sin la otra). Venía de enterrar a su tercer hijo de esta centuria. Vendrían otros. Aunque pensó que para el siglo veinticinco era mejor tomarse un descanso. Después de enterrar a treinta y cinco mil doscientos sesenta, estaba cansada de parir.
Longevidad y fertilidad en estado puro; la protagonista tiene amistad con la eternidad. Tiene todo el cementerio repleto de sus propios hijos y aún así tiene previsto continuar hasta ¡el siglo veinticinco!
ResponderEliminarEso es hacer planes a largo plazo y lo demás son paparruchas.
Un micro muy cómico y simpático. Felicidades, Gabriela.
Un beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarRelatas con soltura algo que podría ser una enorme maldición para cualquier ser humano. Ser eterno (quizás inmortal, ¿habrá una cosa sin la otra?) en una realidad de seres mortales y efímeros. Eso no es para cualquiera, eso es para deidades, para seres celestes de otras dimensiones, no es para nosotros. Me recuerda esto (no por su trama en general sino por la no muerte) la novela "Las Intermitencias de la Muerte" de José Saramago, donde expone en forma fantástica el qué sucedería si la muerte se tomará unas vacaciones, en un país en particular, y nadie muere por un tiempo; desde un punto de vista pragmático (nada romántico ni místico) y en verdad se arman unos desbarajustes de primer orden. Muy creativo tu micro. Bien contado. Felicidades Gabriela.
EliminarNo sé, es como si su inmortalidad matara no sólo a sus hijos, sino también sus sentimientos. Igual comparte la frialdad con la muerte.
ResponderEliminarNo me quiero imaginar como estará esa vagina, por muy eterna que sea. Desde luego la eternidad no es todo lo maravillosa que pueda parecer. Tu relato lo escenifica bastante bien.
ResponderEliminarUn abrazo