Señora de la relatividad (Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis: Muerte)
La amazona de diligente guadaña recolectaba los frutos que las diferencias entre culturas desparramaron en el campo de batalla. Se carcajeaba burlona trotando entre la irónica masacre, sabedora de estar acarreando, una vez más, almas indistinguibles; seres incorpóreos sin piel con la que discriminarse, ni fronteras por las que odiarse.
Con qué bello lenguaje vistes el quehacer filosófico de la Gran Recolectora. Por encima del bien y del mal, siembra de sarcasmo en su carrera a lomos del corcel del tiempo eterno los infértiles campos de batalla que la Humanidad se empeña en seguir cultivando.
ResponderEliminarBellísimo el canto a la igualdad de los seres, desnudos de color y poder, solo alma, con la que cierras la cabalgada de esta fantástica cuatrilogía.
Tu montura cabalga siempre un paso por delante sobre el camino de las letras, abriendo ruta, haciendo florecer sendas nuevas para los que al trote, cabalgamos detrás.
Enhorabuena por esta elevada culminación. Un fuerte abrazo.
Antonio, después de leer el buenísimo comentario que te ha hecho Manuel a tu excelente relato, poco me queda que añadir.
ResponderEliminarSolo puedo decir que culminas de forma magnífica tu tetralogía en la que nos has llevado a lomos de tus bellas letras por este recorrido del Apocalipsis. Has llegado a la muerte y frente a ella todos somos iguales, no hay distinción.
Me gusta el título que le has puesto "Señora de la relatividad".
Enhorabuena y un abrazo enorme.
Mi interpretación de tu magnífico relato es que la muerte es igual para todos, cercena voluntades y vidas, procedan de donde procedan. No hace mucho un grupo de personas tuvimos la oportunidad de escuchar, en la voz de Jesús Garabato, otra hermosa muestra tuya con esta temática. Eres un verdadero Maestro.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Solo elegidos pueden tomar un tema como la muerte, hacer con él un alegato a la gran estupidez humana que es luchar por creencias, fronteras u otro tipo de distinciones que nunca deberían crear diferencias, hacerlo con un lenguaje que es música para los oídos, y mezclarlo todo en cincuenta palabras que, al leerlas, son tan intensas que parecen muchas más.
ResponderEliminarYo me quedo sin palabras cada vez que te leo, amigo Antonio. Es un lujo tenerte por aquí, la verdad.
Un abrazo muy fuerte y enhorabuena por ser como eres y escribir como escribes.
Pablo.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis son temibles, pero nada ni nadie más implacable que el último, esa parca que con su guadaña se cobra antes o después su tributo, que nada sabe de ideologías ni heroísmo, que parece relamerse de forma macabra en un campo de batalla, donde no distingue bandos, fronteras ni almas.
ResponderEliminarUn broche de oro para una serie fantástica. Como bien dice Pablo, es un lujo tenerte por aquí y en cualquier lugar.
Un abrazo enorme y que tengas ese buen verano que mereces.
Magnífico. Poco más que añadir... Enhorabuena. Besitos
ResponderEliminarExcelente broche. Ella iguala a todos y se burla de nuestro afán por matar, olvidando que también morimos. Sin importar quienes seamos.
ResponderEliminarAntonio, hasta ahora lo que sabíamos es que la vida es la gran maestra.
ResponderEliminarPero tb. lo es la muerte, como con gran elegancia nos muestras en tu reflexivo micro.
Ahora bien, como la muerte es una parte, la final, de la vida, pues se cierra el bucle argumental de lo que decíamos al principio.
Sí, me ha gustado.
Saludos!
Igualados por la muerte... Da igual quién hayas llegado a ser o los cuellos que hayas pisado para serlo. Al final, ella viene a por todos.
ResponderEliminarMuy bueno!
Con el último jinete finalizase esta magnífica tetralogía. La muerte, quizá la más temida de los cuatro, no hace distinciones. Siega todas las almas con su guadaña, las equipara al fin. Todas las diferencias que sus dueños mantuvieron en vida han sido inútiles. Si surgió el odio por el color de la piel o por haber nacido tras una frontera distinta, ha sido en vano. La muerte se burla de todos.
ResponderEliminarNos regalas con esta última entrega, una sabia lección sobre los enfrentamientos humanos, Antonio. Has culminado de forma brillante esta serie sobre el Apocalípsis.
Enhorabuena. Ha sido un placer leerte. Te deseo toda la suerte que mereces. Un fuerte abrazo.
Excelente broche para esta serie de Los Cuatro Jinetes, escrita con tu habitual maestría y con un fondo que muestra lo tortuoso del comportamiento humano.
ResponderEliminarDesde el principio de los tiempos la humanidad debería tener claro que la dama de la guadaña no hace diferencia entre culturas, pero las culturas siguen luchando entre ellas por prevalecer y compiten en su oferta para “el día siguiente”, insistiendo en que esta vida es solo la antesala, que lo importante viene después y con ese argumento siempre han conseguido y parece que seguirán logrando arrastrar a millones.
Genial micro, Antonio. Siempre es un placer leerte.
Un abrazo.
Muy buena serie Antonio. Mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo
Recuerdo haber leído que, en el gueto de Varsovia, un viejo no paraba de gritar: ¡Todos iguales! Así somos para la Muerte.
ResponderEliminarUn buen micro, Antonio. Saludos
Magnífico relato con tinte filosófico. Más allá de la muerte, los rasgos que aquí nos distinguen, a los que nos aferramos para que nos distingan, no serán más. Muchos aplausos.
ResponderEliminar¡Qué bella forma de escribir! Ese lenguaje tan poético y logrado está al alcance de muy pocos.
ResponderEliminarEntiendo que, después de la guerra, todas las almas quedan igual de inertes y en el mismo bando. Creo que lo que quieres transmitir es que la muerte les ha enseñado que todos venimos del mismo lugar.
Enhorabuena, Antonio.
Un abrazo
El cuadro El triunfo de la muerte, de Bruegel el Viejo le impresionaba mucho a Canetti, y, ciertamente, es un cuadro terrorífico emparentado con muchos de los de El Bosco.
ResponderEliminarEn el lienzo, esa amazona de diligente guadaña de tu microcuento dispone de unos espeluznantes ejércitos de esqueletos que lo van devastando todo a su paso en una orgía macabra que amenaza con ese final del título de la obra: el triunfo de la muerte.
Y es así, la muerte acaba triunfando sobre el individuo, sobre las civilizaciones, como decía Paul Valéry e, incluso, sobre las estrellas, aunque no sé si a su extinción se le puede llamar muerte.
Pero esa no es la lección que se extrae de tu historia, sino otra mucho más triste: la de la cerrilidad y bestialidad de muchos seres humanos que, incapaces de entender eso, que cegados por la codicia, el odio y la ambición corren prestos a ponerse del lado de esa tétrica y carcajeante señora y multiplican enormemente sus efectos.
Las justificaciones ya las sabemos, pues vienen repitiéndose durante siglos: patrias, religiones, banderas, fronteras, ideas... Pero, en el fondo, quizá algo mucho más siniestro, algo surgido de la pútrida pecina de la psique que se oculta con manoseada palabrería, un abismo donde tal vez habite el mismo diablo.
De ahí el regocijo de la Pelona, como la llaman en México, uno se la imagina frotándose las manos al ver cómo una y otra vez, generación tras generación, los hombres tropiezan en el mismo cráneo hueco y horrendo.
La imagen final que se me viene a la cabeza, las de esas almas indistinguibles en su forma mortal, es la que hemos visto en fotos y documentales de los campos de concentración nazis: montones de cadáveres desnudos y esqueléticos empujados por excavadoras a una fosa común, y con esto vuelvo al cuadro de Bruegel el Viejo.
Genial tetralogía, amigo, tan actual hoy en día como en la época de las primeras civilizaciones.
Un fuerte abrazo, Antonio.
Antonio, para la muerte no hay clases. Cuando los humanos se lo ponemos tan fácil ella solo ha de recoger los frutos de nuestra locura.
ResponderEliminarVaya cuatro relatos que nos has regalado. Todos excelentes y exquisitos en su ejecución.
Enhorabuena, por esta tetralogía. Me has dejado sin palabras.
Besos apretados.
Genial broche de esta microserie, Antonio. Llamar a la muerte "amazona de diligente guadaña" me parece precioso. Bueno, los cuatro relatos están cuajados de poesía aunque hablen de dominación, sometimiento e injusticia de unos hombres sobre otros. Cuentes lo que cuentes, lo haces con una belleza que emociona. Tu micro me ha recordado un taller literario en el que jugábamos con las diferentes formas que tienen los mejicanos de llamar a la muerte, haciendo lo que ellos llaman "Calaveras literarias" como esta de mi cosecha que me permito contarte:
ResponderEliminar"No entiendo a estos humanos,
dijo para sí la calaca,
no quieren venir conmigo,
pero entre ellos se matan".
Enhorabuena y un abrazo.
Genial, Antonio, igual de impactante que el anterior. Un precioso lenguaje, que, aun narrando los hechos más horribles, no deja de hacerlo con una belleza notable. Lo más negro casi lo conviertes en gris, como tocado por una varita mágica. Maravillosa expresividad. Enhorabuena por esta nueva joya que nos regalas. Muy lindo.
ResponderEliminarUn besito.
Tras los comentarios anteriores, solo puedo decir que, como siempre, nos dejas un texto muy bien escrito y que me gusta mucho, claro. Suerte, Antonio. Un saludo.
ResponderEliminarUn micro que aunque parezca de terror, es una realidad. Lo has descrito con imágenes impactantes, no exentas de poética.
ResponderEliminarMucha suerte y un saludo afectuoso, Antonio
Una visión horrible la de esta amazona, la única de los cuatro jinetes que tarde o temprano acabará con todos nosotros. La única frente a la cual todos somos iguales.
ResponderEliminarHas creado un magnífico cuarteto de micros, enhorabuena.
Un abrazo, Antonio.
Para ella todos son iguales... Ni credos, ni ambiciones, ni ideologías, a todos los acoge con la misma indiferencia. Extraordinaria saga, Antonio.
ResponderEliminarPues un mes más que se me ha pasado volando sin poder contestar como es debido a todos vosotros.
ResponderEliminarCreo que no hace falta recalcar lo importante que es para mí encontraros al pie de mis historias. Os agradezco a cada uno de vosotros el que os hayáis tomado la molestia de dejarme vuestras impresiones.
Manuel, Javier, Mª José Viz, Pablo, Ángel, Carmen Martagón, María, Carmelo, Galilea, Carmen Cano, George, Raquel, Plácido, Alejandro, Enrique Caño, Enrique Angulo, Pilar, Juana, Mª José Sánchez, Jesús, Mª José Briones, Asun y Patricia, mil gracias por tanto bueno en vuestras palabras.
Os mando un fortísimo abrazo.
Chapeau, Antonio! Creo que no se puede decir más, ni más bello, con sólo cincuenta palabras.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo.