Alter ego
Subyugado por su desinhibida desnudez y aquella pose manierista, lo rescató del contenedor. Apreciaba, sobre todo, su silencio cómplice, pero últimamente sentía tras de sí sus ojos vigilantes. Y no descansó hasta escuchar el estertor del plástico, mientras las fauces del camión de la basura engullían la sonrisa del maniquí.
Un hombre seducido por una figura de mujer, hasta el punto de que la rescata de un fin seguro. Como en una relación entre personas de carne y hueso, a un primer deslumbramiento le sigue una realidad en la que se plantean inconveniencias con las que no se había contado.
ResponderEliminarLa historia de una soledad inevitable.
Un abrazo, Javier
Me recuerda a una canción de Serrat "De cartón-piedra". Es de un hombre que se enamora del maniquí de un escaparate, hasta que decide tirar una piedra y "rescatarla". Como es lógico acabará en un psiquiátrico.
ResponderEliminarParece que tu protagonista ya se ha cansado de su maniquí.
Mucha soledad que "entre-leer" en pocas palabras.
Me ha gustado. Besos.
Tu historia da mucho que pensar, Javier. ¿Por qué esa obsesión con el maniquí? Primero el rescate, luego otra vez al contenedor y después al camión de la basura... intrigante...
ResponderEliminarUn beso.
Malu.
Agradezco mucho vuestro tiempo para leer y comentar. Un abrazo.
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