Batalla en vano
Se arrojó a la trinchera. Recibió una lluvia de tierra y de carne. Verificó que no le faltaran pedazos y se paró con su batallón para mandarle balas, gritos, granadas e insultos al enemigo. Lástima que las radios de cada lado fueron destruidas: la guerra había terminado hacía dos días.
Recoges muy bien el sinsentido y la crudeza de la guerra.
ResponderEliminarUn saludo.
Terrible la guerra. A ver si los robots no tardan mucho en reemplazar a los soldados y así no tener que poner en peligro el pellejo, aunque eso a lo mejor sería todavía peor. ¡Quién sabe!.
ResponderEliminarUn saludo.
Terrible la escena que nos muestras. Carne de cañón, no hombres, para los "encargados" de esa guerra; que incluso cuando deciden terminarla, no se molestan en recuperar para la vida a sus peones. suerte y un saludo, Mario.
ResponderEliminarParece que la guerra engancha hasta después de firmada la paz. Tu relato engancha antes.
ResponderEliminarSaludos
Todas las batallas y todas las guerras son en vano. Ésta última que tú has relatado, ya fuera de plazo, añade aún más dosis de absurdo e inutilidad. Complicados humanos, capaces de matarse unos a otros.
ResponderEliminarUn saludo