El hombre que está triste y azul
El mismo día que te marchaste, cosí un gato siamés a mi espalda.
Nos costó un poco, aunque, al fin, encontramos la postura perfecta para dormir. Todavía no me he acostumbrado a sus horarios, pero él tampoco pone reparos a que, noche tras noche, vayamos a maullar bajo tu balcón.
Escrito por Carles Quílez
Nos costó un poco, aunque, al fin, encontramos la postura perfecta para dormir. Todavía no me he acostumbrado a sus horarios, pero él tampoco pone reparos a que, noche tras noche, vayamos a maullar bajo tu balcón.
Qué bonitooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!
ResponderEliminarYo le pondría música de Salvador Sobral, fíjate tú.
Aplausos y reverencias sombreriles.
Y un abrazo, Carles.
Mi entusiamática Patricia, te escribo estas líneas con el bueno de Salvador Sobral de fondo (soy un tipo muy aplicado, ya ves). De primeras no sabía quien era luego he visto que se trata del último ganador de eurovisión, quien paradójicamente, no estaría en su mejor momento, pues, según parece, está esperando un transplante de corazón. Desde este punto de vista cardiópata, tendría un punto en común con el protagonista de mi relato, y su música resulta del todo pertinente. Tan pertinente como mi agradecimiento por tu comentario.
EliminarAbrazo.
Es muy bueno, especialmente si el gato esta maullando para hacer pensar al que se fue. Es bonito muchos abrazos.
ResponderEliminarQuién sabe, Edwin, en qué o en quién estaría pensando el gato, pero me dice que te comente que te mande un saludo de su parte.
EliminarHermoso relato de un desamor. Me ha encantado, aunque me da pena el gato, cosido a la tristeza, con lo independientes que son... Jeje Enhorabuena Carles y mi abrazo.
ResponderEliminarEl gato es protagonista involuntario del cuento, pero estoy seguro de que el hombre azul le recompensará con algún arenque.
EliminarAbrazo, Carmen
Esta tristeza gatuna parte de una idea fantástica que evoluciona hacia el romanticismo de la serenata nocturna.
ResponderEliminarPrecioso y muy imaginativo, Carles. Enhorabuena y un beso.
Caramba, Carmen, muchas gracias por tu análisis. Parece hecho por una profesora de lengua y literatura ;)
EliminarBeso.
En esta página aparecen grandes relatos con asiduidad y, a veces, en contadas ocasiones, relatos que serán inolvidables, como este que nos traes hoy, Carles. Emocionante, imaginativo, magistral... Ojalá pudiera entrar en él, hablar con el hombre que está triste y azul, escucharlo y poder calmar su tristeza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Estoy seguro de que el hombre azul terminará encontrando a alguna gatita con la que intercambiará ronroneos y latitas de atún. Mientras tanto, te envía un abrazo grande, grande.
EliminarMuy al estilo del "gato que está triste y azul" de Roberto Carlos. Románticamente nostálgico tu relato Carles. Felicidades.
ResponderEliminarLa verdad es que el título de la canción es muy sugerente. Muchas gracias, Alejandro, por tu comentario.
EliminarSaludos cordiales
Siempre me gustó dar serenatas (aunque no di muchas, realmente), aunque pienso, como Carmen, en el gato. Yo lo llevara amarrado jajaja. De micro qué decir BUENÍSIMO!!!!
ResponderEliminarY fíjate que aunque dar una seranata pueda confundirse en ocasiones con dar la lata, a veces el corazón no sabe de sutilezas.
EliminarGracias por comentar y saludos cordiales.
Carles, enhorabuena!
ResponderEliminarAl hombre de tu micro lo veo triste y al gato azul.
Siameses a la fuerza, por la desesperación del hombre abandonado.
El gato le entiende: su novia, gata siamesa, negrita ella, se le despistó un día por los tejados y ya no es él el gatazo felino y feliz que era.
Por eso maulla con él y por ella.
La gata, por supuesto.
Todo el mundo habla de las mariposas que habitan en los estómagos de los enamorados, pero, ay, los que sufren de desamor tienen gusanos en las entrañas, y duelen, claro.
EliminarSaludos cordiales, Carmelo.
en el estómago
Qué cosa más bonitaaaa!
ResponderEliminarMe encanta.
Tal vez el gato es su Cyrano!
Él le va introduciendo en el arte del maullido que reclama el amor perdido.
Preciosoooo!
Hay una novela de Murakami, "Kafka en la playa", en el que un personaje, el Sr. Nakata, tiene el don de hablar con los gatos. La persona bajo cuyo balcón maúlla el hombre azul no sé si comprenderá el lenguaje de los gatos, pero seguro que le quedará claro el mensaje.
EliminarGracias, Galilea, y saludos cordiales.
Leí la novela... me encantó!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar¡Me encanta,Carles!
ResponderEliminarLos títulos o estrofas de canciones dan mucho de sí, y, tú has sabido conjuntarlo
Besicos
Gracias Carmen, como decía más arriba, es un título muy sugerente, aunque la canción original es mucho más triste, me temo, que la historia de desamor de mi relato.
EliminarBesos.
Muy original y el gato "nunca se olvida, que fuiste mía", jajaja. Muy bueno y muy bien escrito.
ResponderEliminarUn abrazo, Carles.
El gato de mi relato no podría olvidarlo ni aunque quisiera.
EliminarMuchas gracias, María José, por comentar y un abrazo de vuelta.
Una historia de desamor, de un amor imposible de olvidar. Una historia contada con mucha originalidad.
ResponderEliminarUn abrazo, Carles.
Muchas gracias, Javier. Aprovecho para felicitarte por tu impresionante ( e imagno que inolvidable también para ti) mes de agosto.
EliminarAbrazo.
Preciosa historia llena de imaginación, calidez y ternura. Los veo maullando a dúo bajo ese balcón y me encanta. Y me dan ganas de unirme al coro. Es una historia de un hombre triste entrañable, que te deja con una sonrisa.
ResponderEliminarEnhorabuena, Carles.
Un abrazo.
Qué bonito comentario, Georoges. Muchas gracias. Casi que también me dan ganas de unirme al coro y convertirlo en un grupo de mariachis.
EliminarAbrazo.
Me pongo en el lugar del gato y... pobre bicho. Maltratado y atado de por vida. Que no se enteren los animalistas, si no al pobre hombre, además de abandonarlo, lo van a crucificar. Y sí, a mi también me gustaba Roberto Carlos, aunque la del gato, lamentablemente (porque es buena), no era de mis preferidas. Sin bromas, me ha gustado, Carles. Saludos y suerte.
ResponderEliminarAnimalistas que léeis este relato: No sufráis por el gato, que a pesar de lo que pueda parecer, el hombre azul lo trata muy bien. Los domingos le da anguilas para comer y duermen sobre una mantita muy mullida (azul, claro).
EliminarMe alegro de que te haya gustado, Jesús. Abrazo.
¿No era el gato el que estaba triste y azul? Je, je... Bueeeeno, me gusta más en versión humana. Preciosa historia, me ha encantado, Carles. Las penas se sobrellevan mejor con una mascota, aunque sea de mochila.
ResponderEliminarBesitos.
Ah, sí, las penas compartidas son menos penas, en efecto.
EliminarGracias por comentar, María José, y un beso.
Roberto Carlos estaría encantado con esta versión actualizada de su clásico. La señorita que no ha aceptado al hombre azul se sentirá muy halagada (aunque no lo admitirá nunca) con esas serenatas nocturnas acompañadas de coro gatuno, un tándem artístico irresistible. Es comprensible que los vecinos, desde otra perspectiva, tengan una opinión distinta de esas actuaciones en directo.
ResponderEliminarUn relato sensible, simpático y original, que muestra una vez más que es posible extraer buenas historias hasta de debajo de las piedras o de donde menos se esperaba, cuando hay talento para ello, como es el caso. Lo que sí que se espera y, a pesar de ello, sorprende de la forma más grata, es la inventiva de un tal Carles, un autor único.
Un abrazo fuerte
Quien está verdaderamente encantado con el hecho de contar con tus maravillosos comentarios soy yo, apreciado Ángel.
EliminarAbrazo XL.
Carles, con el título de tu relato me has llevado a mí adolescencia y con el contenido de tu micro me has hecho sonreír y emocionarme a la vez.
ResponderEliminarSimpático y romántico relato.
Besos apretados.
Provocar sonrisas y emocionar. No se me ocurre mejor buen resultado para un relato.
EliminarMuchas gracias, Pilar, y un beso apretado de esos para ti también.-
¡Que triste! ¿Quién no ha maullado alguna vez por alguien? Espero que con el tiempo el gato cosido sea solo una pequeña cicatriz.
ResponderEliminarNo he podido no tararear la canción del gato triste y azul, y la de Rocío Durcal (... Y maullare por tiii), vamos, hasta de Marlon Brandon sin camiseta me he acordado.
Un abrazo
Uy, menudo cuarteto: Roberto Carlos, Rocío Durcal, Marlon Brando y el gato. Y si añadimos a cierta simpática y cinéfila relatista con sombrero de paja, ya ni te cuento.
EliminarGracias, Raquel, y un beso.
Un cuento onirico donde los haya, el gato adosado a la espalda, la ironía de la tristeza. Las garras sobre la carne y la ternura del animal cuando es mimoso y se deja querer. Una metáfora sobre el amor. Tierno y duro a la vez. Sufrimiento y alegrías. Precioso, como todos lo tuyos y lleno de una tristeza suave que adormece al alma. Besos Carles
ResponderEliminarQué bello y profundo comentario, Carmen. No sé qué decir...Muchas gracias.
Eliminar¡Toma ya! Has conseguido componer belleza con el absurdo. Partir de una escena surrealista para dejarnos con la boca abierta en el punto final, ha sido impagable.
ResponderEliminarConsidero muy difícil lo que has logrado, Carles. Me ha parecido un relato portentoso, que uno no se cansa de leer y disfrutar.
Enhorabuena, artista.
Un fuerte abrazo.
Tus estratosféricamente sensibles comentarios, Antonio, son uno de los alicientes de escribir en esta maravillosa página.
EliminarMuchas gracias y otro abrazo de esos para ti.
¿Absurdo?. Eso parece, pero gato no es...
ResponderEliminarMe intriga lo que puede guardar esa mochila cuándo su contenido canta bajo el balcón...
Suerte, Carles
Yo creo (pero es solo una opinión), que en esa mochila hay un poco de nostalgia, otro poco de inconformismo, unas cuantas astillas de las que horadan el corazón y un deseo enorme de volver a ver a cierta persona.
EliminarY también un beso para ti.
Suenen violines para acompañar a ese dúo y aplausos para premiar al autor de esta exquisitez. Saludos, Carles.
ResponderEliminarY si algún día el hombre azul y el gato te invitan a sus serenatas, yo me quedaré escuchando cómo les construyes una canción ensamblando sus maullidos.
ResponderEliminarGracias, Manuel, por tu comentario y por tu maravilloso buen hacer.
Pocas cosas hay más lastimeras que el maullido de un gato. Y nada mejor para representar ese llanto de dolor que permanece hasta vete a saber cuándo en la persona abandonada, incluso después de que las noches de insomnio hayan venido a menos, quizá por puro cansancio.
ResponderEliminarAsí entiendo yo tu colosal relato, Carles. Una verdadera preciosidad.
Un abrazo.
Me encanta tu visión del relato y la manera en la que la has contado.
EliminarGrandísimo abrazo, Enrique.
Pobre Roberto Carlos!! Que ha dado de sí el gato triste y azul.
ResponderEliminar¿Sabes que si hay gatos azules? Son los gatos azules rusos, muy aristocráticos ellos, aunque la verdad es que yo los veo más bien grises.
Un poco incomodo llevar todo el día el gato pegado, ¿no?
Me ha gustado tu micro y me ha divertido con él también.
Besotes.
Sin duda, vivir con un gato cosido a la espalda tiene que ser una lata, pero como acto de contricción es super efectivo.
ResponderEliminarBeso, Olga.
Espero que la que se fue valore el esfuerzo del híbrido en que se ha convertido su pareja. Quizás, un día se asome al balcón y responda con otro maullido convertida en mujer alegre y rosa. Muy imaginativo y romántico, Carles. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Oh... qué bonito, Notinc!
ResponderEliminarTe voy a contar un secreto, querido Carles. Un día se escapó el gato, aprovechando que el hombre triste y azul estaba dormido, dijo que la mujer que está al otro lado del balcón escucha aunque no reacciona, pero que por solidaridad sigue dando serenatas a las tantas de la madrugada. También me ha dicho que de esta se graban un disco y se ponen a dar conciertos y que seguramente ahí encuentren a otra persona que aprecie sus serenatas, aunque sabe que no va a librarse de maullar sea el balcón que sea. ¡Palabra de gato!
Hijo mío, a romántico y nostálgico no hay quién te gane, es precioso.
Un beso grande.
Malu.
Pd. No le digas al gato que te lo he contado, le prometí guardar el secreto.
Maravilloso, Carles. Una simbiosis perfecta la del gato y el hombre que creo que aún es más triste y azul que él.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha suerte.
Muy bonito, Carles. En el fondo eres un romanticón.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y mucha suerte en la final.