Libertad
Soporté demasiados años a mi jefe. Cuando por fin le dije lo que pensaba de él, mi existencia cambió. Ahora me siento bien, he recuperado el control de mi vida y además me acompaña la suerte: hoy conseguí un flamante cartón de frigorífico y un magnífico lugar bajo el puente.
Georges, tu micro me ha gustado.
ResponderEliminarEs un excelente canto a la libertad, un irónico aviso sobre el precio que conlleva.
Quizá sea, la que tú apuntas, una de las claves del tan repetido por tantos "miedo a la libertad".
Creo que sí, Carmelo. Esperemos que mi protagonista encuentre lo que Fromm llama la “Libertad positiva” y no caiga en su sustituto, que es someterse a otro sistema autoritario que reemplace al anterior.
EliminarCordiales saludos.
Triste realidad la que nos deja entrever este personaje en su testimonio, rebosante de sutil ironía. Y así es como por desgracia están las cosas, sobre todo últimamente.
ResponderEliminarMe encanta además el modo en que está escrito.
Un abrazo, Georges.
Me alegra que el micro te gustara. Creo que las cosas siempre han sido así: tener que optar entre bajar la cabeza y obtener seguridad, o rebelarse y atenerse a las consecuencias. Lo que ha cambiado últimamente es que antes había una red de seguridad, la posibilidad de encontrar rápidamente otro trabajo. Hoy ese grito de libertad es un salto al vacío sin red.
EliminarUn abrazo, Enrique.
Hay que estar dispuestos a pagar el precio que sea por recuperar nuestra libertad.
ResponderEliminarLleno de ironía y realidad.
Saludos.
Sí, María, hay que estar dispuestos a pagarlo, pero antes de tomar la decisión hay que tener muy claro cuál es ese precio.
EliminarSaludos.
Me encanta esa ironía fina que muestras, Georges, y que nos hace sonreir, en un primer momento, para pasar al gesto grave, al darnos cuenta del trasfondo serio y duro de la temática que abordas. Muy buen micro. En la línea de lo que nos ofreces siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, María José. También a mi protagonista lo visualizo con una sonrisa de oreja a oreja. Y deseo que la pueda mantener.
EliminarUn abrazo para ti.
Genial.
ResponderEliminarMe alegra que te gustara, Isidro.
EliminarSaludos.
La valentía, la sencillez y la felicidad en estado puro bailan al mismo compás en una historia con muchas lecturas, todas ellas arropadas en un micro de gran calidad. Enhorabuena George.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Antonio. Tú siempre tan generoso y con tus preciosos comentarios.
EliminarUn abrazo
George, nos presentas un relato real, muchos por decir lo que piensan sufren las consecuencias. Pero logran como tu bien titulas la libertad. Es una balanza difícil de equilibrar.
ResponderEliminarGeorges lo has contado de una forma excelente.
Muy buen relato, me ha gustado mucho.
Un abrazo, Georges.
Gracias por tu comentario, Javier. Como bien dices, es una balanza muy difícil de equilibrar porque en ambos platos es mucho lo que se pierde. El rebelarse implica perder la seguridad de tener casa y sustento, el callar es sacrificar la dignidad. Es un enfrentamiento entre las necesidades del cuerpo y las del espíritu y yo diría que casi siempre que se da esta situación, es éste último el que debe sacrificarse.
EliminarUn abrazo.
El precio a pagar por nuestras decisiones a veces es muy alto, pero hay algo impagable que es la propia integridad, el amor propio y ser fiel a ti mismo y a tus principios. Arrojado a la mendicidad, pero con la cabeza bien alta, bien por tu protagonista. La libertad es un regalo que debe valorarse y una meta por la que es lícito luchar.
ResponderEliminarUn relato valiente, si.
Saludos, George
Gracias por tu comentario, Ángel.
EliminarNo es un relato valiente sino uno con un protagonista valiente, que no es lo mismo.
Y no siempre el precio es alto. No necesariamente. Un día, en mi trabajo me trataron de imponer un cambio en las condiciones laborales que para mí era inaceptable. Les dije que eso no me servía. Nada más. Llamé a mi mujer para preguntarle si estaba de acuerdo con que yo renunciara. Me dijo que sí y al rato me volvió a llamar con una entrevista de trabajo para el día siguiente. Concluyendo, al día siguiente tenía un trabajo mucho mejor y además conservé el primero con todas las condiciones que yo puse. Suena extraño sin conocer los detalles, pero así fue.
Reconozco que tuve muchísima suerte y como a mi protagonista, a mí también me cambió la vida.
Saludos.
La libertad tiene un precio, que el protagonista paga con la pérdida de empleo y la pobreza. Pero gana en dignidad. Reflejas una realidad muy dura, Georges. No es fácil mantener una parcela de libertad cuando las circunstancias son tan adversas.
ResponderEliminarMuy bien contado, con tono irónico. Enhorabuena. Un beso.
Gracias, Carmen, es como tú dices, generalmente el patrón tiene la sartén por el mango y dispone a su gusto sobre sus empleados. Por suerte, algunas veces debe soltar el mango porque arriesga quemarse, que es lo que sucedió con la primera empresa en el caso que le conté a Ángel.
EliminarUn beso para ti, Carmen.
La libertad tiene un precio... Supongo que es un tema universal. Todos tenemos la exclavitud del trabajo, perder tiempo de vida para comprar cosas materiales... Algunas necesarias... Otras muchas no tanto. ¿Quién es el rico? ¿Quién es el pobre? Desde luego no tener independencia económica es un lastre, con el que tampoco voy a frivolizar, porque vivir en la calle es muy duro. Aquí, hablaría sobre la distribución de la riqueza... y como en una sociedad utópica el reparto de tareas sería menos exlavo para unos, y menos privilegiado para otras. Pero no es el foro. En fin, que me has dado en qué pensar. Aunque el tema realmente importante aquí, es el mandar a la mierda a tu jefe, y quedarse bien agusto. JAJAJA
ResponderEliminarUN SALUDO GEORGES (todos lo meses me aportas algo. Un placer leerte).
Sí, Raquel. Por culpa de una manzana y una mujer todos tenemos la esclavitud del trabajo. Y creo que el verdadero rico es el que se conforma con lo que tiene y no se deja seducir por los cantos de sirena de la publicidad o las modas y no tiene que demostrar quién es mediante el coche más caro o la boda más suntuosa, y disfruta de los verdaderos placeres de la vida simples y honestos, como mandar a tu jefe al carajo.
EliminarNos seguimos leyendo, porque que el placer es mutuo…aunque me pongas tareas. Ja,ja,ja.
Un cordial saludo para ti.
Hasta a mí se me ha quitado un peso de encima al leer tu relato, Georges. Enhorabuena y sigue disfrutando de la felicidad, pero vete buscando un refugio bajo techo, que se acerca el invierno.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias por su comentario, Patricia, aunque creo que un puente es un refugio más sólido que muchos áticos. Ayer, domingo, he visto en un diario que un diseñador instala su estudio debajo de un puente en Valencia, y casi tan chulo como mi caja de frigorífico.
EliminarAdemás, te informo que lo que aquí se acerca es el verano y no el invierno.
Un beso para ti.
George,la libertad siempre se vende muy cara para los que necesitan trabajar para vivir, sobre todo en estos tiempos. Cuando tu familia depende de ti, es mucho más difícil arriesgarlo todo por la libertad. Lo que nunca hay que perder es la dignidad.
ResponderEliminarBuen micro, donde nos sentimos valientes y aplaudimos la determinación del protagonista, pero luego se nos cae el alma a los pies al descubrir cuales han sido las consecuencias.
Besos.
Gracias, Pilar. Es que somos esclavos de nuestras necesidades: el tener una familia a cargo, o simplemente el llevar un nivel de vida en el que nos acostumbramos a no privarnos de nada, nos ata de pies y manos al momento de querer rebelarnos ante una injusticia.
EliminarBesos para ti.
La libertad tiene sus pros y sus contras. La vida de tu protagonista ha sido un infierno seguro. Ahora tiene libertad y esperemos que la sociedad le deje que se sienta libre.
ResponderEliminarMe ha encantado tu propuesta. Llevas una racha de buenos micros increíble
¡Enhorabuena, Georges!
Un abrazo.
Pablo
Y si, aunque te parezca increíble: ¡Hasta yo puedo tener una buena racha de micros! Jua, jua. Perdóname, Pablo, pero no he podido resistirme a la tentación de tergiversar tu comentario.
EliminarCuando trabajas en relación de dependencia, el rebelarte ante lo que consideras injusto generalmente implica un riesgo importante, te puede salir bien, pero lo más probable es que termines en la calle.
Un abrazo, Pablo.
Dignidad bajo un cartón de frigorífico. Muy bueno. Algunos ni viviendo "como reyes" (en un decir) la tienen. Felicidades.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Ma. Luisa. La dignidad a veces parece inversamente proporcional a nuestro tren de vida.
EliminarSaludos.
A veces es más importante recuperar la libertad que poder disfrutar de algunos lujos. Y si además, como parece ser el caso, te contentas con poco... Sin bromas, me gusta y me hace pensar en las muchas injusticias que la vida regala demasiadas personas, por desgracia. Suerte y un saludo, Georges.
ResponderEliminarEl problema es que uno se habitúa muy rápidamente a los lujos, y además, el círculo en el que te mueves no te permite que bajes de “standing”, lo que hace muy difícil toda decisión de cambio de vida.
EliminarY como bien dices, la vida es demasiado manirrota a la hora de repartir injusticias.
Un saludo, Jesús.
Temía lo que iba a ocurrir. Eso pasa por no trabajar para la administración.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos, Georges
Muy buen punto, Plácido, por eso son cada vez menos quienes no lo hacen…o quieren hacerlo.
EliminarSaludos.
Hay que escoger en la vida, entre morirse de hambre o de asco. Tu prota eligió la primera opción, y así mató el estrés y nació la necesidad. Todo no se puede tener.
ResponderEliminarSuerte y saludos, Georges.
Jaja. Me encanta cómo lo planteas, y si bien suena un pelín radical, en muchos casos es la cruda realidad.
EliminarGracias por tu comentario, María Jesús.
Saludos.
Está claro que en la vida no podemos tener todo. Tu protagonista pensó que era más esclavitud aguantar al jefe que ser un sintecho. La libertad se puede entender de diversas maneras. Muy de valientes tomar esta decisión.
ResponderEliminarMuy bonito, Georges.
Besitos.
Tener a un cretino como jefe es realmente insoportable y te puede llevar a tomar decisiones drásticas –una de ellas, matarlo– pero mientras sopeses bien los inconvenientes que tu decisión puede acarrearte, me parece fantástico sacarse de encima la alimaña. Jaja.
EliminarBesitos para ti, María José.
Se me viene a las "mientes" aquella buena frase que el maestro del kun-fu le decía al alumno: "Nunca desprecies a la serpiente por no tener cuernos, quizá algún día se reencarne en dragón". La vida, dicen, coloca a cada uno en su lugar. El jefe ocupa, claramente, el punto más alto de la necedad, y el empleado, tal vez, el más bajo de la imprudencia. Habría que saber si ha es justo o no el reparto. Lo que si me consta es la eficacia y estilo con la que está escrito tu micro. Una vez más, nos dejas un relato sobresaliente, Georges. Un abrazo grande.
ResponderEliminarExcelente frase, la del maestro, que refleja la sabiduría oriental. También se podría decir “Nunca desprecies al empleado por recibir palos, quizá algún día devenga jefe”, lo que no necesariamente lo convertirá en necio. Por lo menos así es como se ve, cuando llegas a mirarlo desde el sillón de jefe. Jaja.
EliminarGracias por tu generosa valoración de mi micro, Manuel. La verdad es que me gustaría escribir otro tipo de relatos, más fantasiosos. Pero es lo que hay.
Un abrazo grande para ti.
Dicen que la ironía es la inteligencia adornada con una sonrisa. Pues, bien, Georges, tu relato, me ha hecho sonreir, sí, pero, al mismo tiempo, su trasfondo también me ha provocado un mohín de tristeza.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Me alegro que el micro te llegara, Carles. Es un placer cuando con un micro puedes lograr una sonrisa, y todo un logro si provocas sentimientos encontrados.
EliminarGracias por tu amable comentario.
Saludos cordiales.
La idea es genial, pero creo que son pocos los que darían ese paso. Leo que tú fuiste valiente y renunciaste, enhorabuena. Posiblemente decir que no sea la única forma de cambiar las cosas. Pero, en un caso extremo como el del protagonista, ¿cuánto puede durar la satisfacción de haberse enfrentado al jefe, durmiendo entre cartones? El tema es muy interesante y daría para mucho debate. Me ha encantado la fina ironía que has puesto al escribirlo. Felicidades, Georges. Un abrazo.
ResponderEliminarTienes razón, Juana, no es un lujo que muchos puedan darse y más en los tiempos que corren.
EliminarPor supuesto que es un recurso extremo. Yo no llegué a renunciar, sólo conseguí otro trabajo lo que resultó una forma excelente de cambiar las cosas. Todo cambia cuando dejan de tenerte en un puño porque necesitas el trabajo.
Y en cuanto a mi prota, la satisfacción no la midió en duración sino en intensidad. Jaja.
Gracias por tu comentario, Juana. Me alegra que el micro te gustara.
Un abrazo.
La libertad a veces sale cara, al igual que el tener la boca demasiado grande.
ResponderEliminarPara darte la satisfacción de decir a tu jefe lo que piensas y ponerlo en su sitio, en el día de hoy, debes tener las espaldas bien cubiertas. Veo que tu protagonista no lo pensó. ¡Olé, por su valentía!
Muy bueno. Muchos besos, George.
¡Hola, Olga!
EliminarEn la forma en que venía tu comentario, yo creo que hubiese sido más apropiado terminarlo con un ¡Olé, por su inconsciencia! Tienes razón, no están las cosas hoy para quijotadas.
Un placer verte nuevamente por aquí. Espero la publicación de tu micro.
Besos para ti, Olga.
La libertad se paga cara, querido Georges, y tu protagonista lo ha comprobado en sus propias carnes.
ResponderEliminarUn micro que nos deja pensando sobre este sistema que tenemos que no deja de ser una cárcel para todos los que vivimos acoplados en él.
Un beso, buen micro.
Malu.
¡Hola, Malu!
EliminarGanarás el pan con el sudor de tu frente. Y soportando jefes imbéciles, le faltó decir al Creador y todo por culpa de una manzana, como nos recuerda Plácido este mes.
Un beso para ti, Malu.
Genial
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