Pacientes de riesgo
Una epidemia selectiva estaba mermando alarmantemente la población mundial de feos.
Flor y yo nos enamoramos esperando la vacuna: hermosa historia que se vio truncada cuando, al llegar nuestro turno, supimos que solo quedaba una dosis.
Juro que intentaba ser amable al decir que ella la necesitaba más que yo.
Flor y yo nos enamoramos esperando la vacuna: hermosa historia que se vio truncada cuando, al llegar nuestro turno, supimos que solo quedaba una dosis.
Juro que intentaba ser amable al decir que ella la necesitaba más que yo.
Enrique, como dicen "la belleza está en el interior" y todo es relativo, la fealdad también. Pero lo que está claro es que para los que administraban la vacuna, él era más feo que ella y creyeron que necesitaba más la vacuna.
ResponderEliminarUn relato que hace esbozar una sonrisa, pero que también, al mismo tiempo, tiene su fondo que hace pensar. La frase final es muy buena como remate al relato.
Me ha gustado, Enrique.
Un abrazo.
Gracias por tus palabras, Javier.
Eliminar¡Buenísimo, Enrique!, me has provocado una carcajada. Es que a veces no hay manera de acertar. Parece que en este caso ella lo cogió por donde no debía. Tu micro me ha recordado la canción "Que se mueran los feos" del grupo Los Sirex. Muy ingenioso y divertido tu micro. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarSupongo que este relato lo habrá inspirado esa canción, de la que nunca he sabido mucho más que el estribillo, pero que siempre me ha hecho gracia por su peculiar sentido del humor.
EliminarEn él he intentado plantear una de esas situaciones en las que, una vez provocadas, nadie sale bien parado.
Muchas gracias por todo, Juana.
Un abrazo.
Me he partido de risa, pero qué maaaaalo eres... Pobrecilla Flor, con ese nombre tan bonito.
ResponderEliminarBravo.
No dudé en bautizarla así, a la pobre, aunque ya sabes lo que se dice de la suerte de la fea, jajaj.
EliminarMe alegro de que te hayas reído.
Un abrazo, Patricia.
Qué cómico me ha resultado tu relato. Es una de esas situaciones con tu pareja en que no puedes salir bien parado, hagas lo que hagas, la tuya es de vida o muerte, pero en la vida real hay muchos detalles cotidianos que van por estos rumbos. Me los ha recordado tu relato y me ha dibujado un gran sonrisa en el rostro.
ResponderEliminarBravo Enrique.
Dicen que hay que pensar las cosas antes de decirlas, pero no creo que podamos andar así siempre. Lo malo es que la buena intención no siempre es suficiente para no hacer daño. Ya lo cantaba REM: Everybody hurts sometimes.
EliminarMuchas gracias, Alejandro.
Un abrazo.
Tienes un don especial para el humor, amigo Enrique, y es que tu ingenio no tiene límites.
ResponderEliminarA estas alturas, ¿qué quieres que te diga? Que eres un genio, que me sigues sorprendiendo con cada Micromochón y que eres muy grande. Me he partido de risa.
Una última cosa, ¿dónde puedo encontrar esa vacuna? Estoy muy interesado.
Un abrazo, padrino.
Pablo
Pero bueno, Pablo; tu caso supondría un claro ejemplo de malgasto del compuesto, y no está el sistema sanitario para derrochar nada. Me alegro de que te haya hecho gracia, sobre todo porque a veces toco temas demasiado graves y quería variar un poco sin caer en la tontería, aunque de ahí a lo que dices... Ya ves.
EliminarBueno, amigo, agradezco mucho tus palabras.
Un abrazo, ahijado.
Esto si que es humor del bueno, Enrique. La primera frase ya prepara el camino. Aunque tratándose de ti no era posible que te limitases a contar algo con gracia y acierto, que ya sería bastante. Tú siempre vas más allá. Bajo estas cincuenta palabras hay un trasfondo en el que se pone de relieve lo complejo de las relaciones humanas, los malentendidos que se pueden dar incluso entre personas que creen conocerse. A menudo no es fácil acertar, ni aunque se ponga la mejor intención. Por otro lado, la naturaleza es sabia y fomenta la diversidad. Qué aburrido sería un mundo en el que solo hubiese guapos/as.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Enrique
Resulta gratificante que me digas eso del trasfondo, Ángel. Mi intención primera era esa, simple, de contar algo simpático, pero después de leer tus palabras entiendo que siempre hay algo detrás de cada situación y de la conducta de cada personaje que responde a unos códigos, casi siempre reales, y que en este caso favorecen la interpretación de cuanto en la historia sucede. Y por supuesto que estoy de acuerdo contigo en lo buena que es la diversidad en casi todo, aunque por fortuna los menos agraciados no parece que estemos en peligro de extinción, al menos por el momento.
EliminarMuchas gracias por tu gran comentario, amigo.
Otro fuerte abrazo para ti.
El feo, como la fea, siempre han tenido mala prensa. Aunque ha habido feos que han partido la pana gracias a su contrapartida varonil o al poder de su bolsillo. En el caso de la fea, la cosa siempre ha sido peor. Si eres fea y para colmo cenicienta, la madrastra social te etiqueta de por vida y no sales ni a la esquina de la calle a dar un recado si no quieres ser objeto de burlas y rechazo. Antes, pasa por el quirófano y sométete a una remodelación estética profunda.
ResponderEliminarEl humor - lo han dicho y reafirmado grandes mentes sabias de todos los tiempos - es muestra de inteligencia, de habilidad para el artificio ingenioso, de pensamiento divergente y de flexibilidad mental, aparte de ser una herramienta maravillosa para relativizar el soberbio drama que envuelve el día a día con su encarecida tozudez por torcerse a infeliz a las primeras de cambio.
Así que como un chorro de agua fresca, como esos difusores de agua que instalan en las terrazas de los bares de Sevilla para sofocar los rigores del infierno veraniego, me llega tu relato. Me río de mí mismo y de muchas de las situaciones en que tratando de aliviar la fealdad del mundo con mi bondad, vi subrayada mi candidez poniendo en solfa mi ingenuo proceder. Los patitos feos somos así: quijotescos, empáticos, soñadores...
Para remate te diré como decía aquel, que no hay en tus relatos puntada sin hilo. Un abrazo grande, Enrique.
Dejas en primer lugar una sesuda y acertada reflexión sobre la fealdad física y el modo en el que esta circunstancia nos condiciona socialmente, y me hablas también del sentido del humor, de su naturaleza (aquí debo decir que a menudo mucha gente a la que considero inteligente me deja boquiabierto con su pésimo sentido del humor) y cualidades, para dejarme finalmente, junto a tu opinión acerca del relato, a un interesantísimo y entrañable personaje con el que no cuesta nada empatizar: el autor de tan estupendo comentario. A lo que yo te digo que muchas gracias por todo, Manuel, por tu amabilidad al leer cada relato y por ese excelente ejemplo de humanidad que ofreces con tu actitud en todo momento.
EliminarOtro abrazo grande para ti.
Humor de alto grado, calificaría yo tu "50", Enrique. Aunque profundizando en el tema hay mucha tela que cortar, y mucha fealdad que mejorar. El remate del micro, riza el rizo de los no guapos.
ResponderEliminarSaludos virtuales.
Seguramente se puede sacar punta a casi cualquier relato, y en este caso el tema de la fealdad y la belleza, siempre tan relativo por un lado, y susceptible de ser proyectado en casi cualquier concepto, por otro, no sería una excepción. Aunque la realidad es que solo pretendía componer un divertimento sin más. Así que me alegro mucho de que te haya hecho gracia.
EliminarMuchas gracias, María Jesús.
Saludos cordiales.
Ya, ya... tú siempre tan caballeroso. Y además de verdad, pues, aparentemente, prefieres palmarla y que se beneficie la interfecta de semejante vacuna. A pesar de mi juventud me pasa como a Juana, que tu relato hace aflorar en mi memoría aquello de "que no quede ninguno, ninguno, ninguno..." Me ha gustado, Enrique. Suerte y un abrazo.
ResponderEliminarPues fíjate, Jesús, que aún no sé por qué conozco ese tema, dada mi edad también, jejej.
EliminarEl tema es ese, en efecto, que el chico estaba siendo generoso, pero aún así metió la pata hasta el fondo.
Me alegro de que te haya gustado.
Muchas gracias por todo y un abrazo.
Tan sutil ironía nos cuentas que la sonrisa se abre al leerte amigo Enrique, como siempre buen cincuenta.
ResponderEliminarCuando escribes, tú no eres un paciente de riesgo.
Mucha suerte
Besicos
Pues vaya lo que me has dicho, amiga Carmen (si no he entendido mal): que al menos escribiendo me libro de la epidemia. Es broma, jajaja. Lo bueno de esta enfermedad es que muy pocos se sienten propensos del todo a padecerla. Me alegro mucho de que te haya hecho sonreír.
EliminarMuchas gracias y besicos para ti también.
Muy cómico!!!! Lo comenté ahora mismo en mi oficina (me disculpas por eso??) Quizás otro título le fuera mejor..., a mi parecer, un saludo.
ResponderEliminarNo veo nada que disculpar, Omar; muy al contrario, me alegra mucho que te haya parecido divertido hasta ese punto (podríamos decir que le has dado al "me gusta" y que además lo has compartido, jejej). En cuanto al título, seguramente había por ahí mejores alternativas, pero una vez publicado en la página se queda así para siempre. Más o menos como cuando en una foto sales con los ojos cerrados.
EliminarMuchas gracias y un saludo.
Tu micro se lee como una historia bien contada, como tantas. Pero llega la frase final con el sello de tu genialidad y el relato se transforma, pasa a otra dimensión, a la de las obras de arte.
ResponderEliminarEnhorabuena, Enrique, por otro micro de antología.
Un abrazo.
Qué generoso eres, Georges. Es cierto que esta historia depende en gran manera del final, como ocurre con los chistes, pero tu elogio al respecto es, evidentemente, desmesurado. Con todo, me resultan muy gratificantes tus palabras. Muchas gracias por todo.
EliminarUn abrazo.
Jajaja, Enrique, qué comicidad has imprimido a tu relato, sobre todo en la última frase. ¡Genial!
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Muchas gracias, María José. En realidad, cuando escribí el relato pensé que podía resultar simpático, pero le estáis dedicando adjetivos que no esperaba, desmesurados en su mayoría, por supuesto.
EliminarOtro abrazo fuerte para ti.
Vaya, Enrique, qué buen relato. Me has hecho desternillarme de risa. Ante todo me quito el sombrero ante ti, por lo genial de la historia.¿Quién iba a decirle al protagonista, que su caballerosidad le iba a llevar al desamor? Nunca se sabe cómo acertar... Un abrazo.
ResponderEliminarHay veces en que uno se mete en un jardín del que es imposible salir bien parado. Y el caso es que, aunque ella admita que la intención de su enamorado era buena, tampoco va a quedar contenta en ningún modo. Es una satisfacción que te haya divertido tanto.
EliminarMuchas gracias, Carmen.
Un abrazo.
Ingenioso y muy divertido ese final!! Me imagino la cara del pobre "feo" ... ¡que desconcierto! Jajaja! Buenísimo!
ResponderEliminarUn saludo, Enrique.
Pobre chaval, en verdad, y pobre chica también. Espero que a ella le alcance el sentido del humor para encajar adecuadamente la situación y se arreglen.
EliminarMuchas gracias, Macarena. Me alegro mucho de que te haya divertido.
Un saludo.
Divertido y un tanto surrealista desde el comienzo, el relato finaliza con un rasgo de humanidad -o caballerosidad- por parte del protagonista que provoca el enfado de su pareja y la hilaridad más absoluta en el lector.
ResponderEliminarLa vacunas para los feos serían el negocio del siglo, en este mundo tan preocupado por las apariencias. Pero es muy peligroso ceder el turno. ¡Ja, ja, ja! Me he reído mucho, Enrique, lo cual es de agradecer.
Un micro genial. Un fuerte abrazo.
Por supuesto que sería un buen negocio para las farmacéuticas una vacuna así, cuando lo cierto es que hay otras muchísimo más urgentes y necesarias, valga como ejemplo una contra la necedad. Aunque mucho me temo que sería muy peligroso ceder el turno en cualquiera de ellas. Lo mejor, como siempre, es esperar a que llamen por el nombre, jajaj.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Carmen.
Otro fuerte abrazo para ti.
El que haya una epidemia que afecta sólo a los feos ya da para pensar un rato. Es como si un científico loco se hubiese obsesionado con aquella canción que decía que se mueran los feos- que ha recordado también Juana-, aunque en el caso de la canción la inquina contra ellos se debía a que enamoraban a las chicas.
ResponderEliminarPero, al parecer, ante esa pandemia las autoridades médicas se han puesto a trabajar con diligencia y han conseguido sacar una vacuna, y ahí está nuestra pareja protagonista de feos esperando su turno para recibir su dosis de esa vacuna y no sucumbir a la epidemia; esa pareja que se ha conocido y se ha enamorado mientras esperaban que les llegase su turno.
Lo malo es que al llegarles ese turno sólo quedaba una dosis, y claro; él, que es todo un caballero, no duda en cedérsela a su amada, lo que quizá no estuvo acertado fue en la forma de decírselo.
Un microcuento lleno de ironía y de frescas dosis de humor que nos da un respiro a los muchos agobios que suelen traernos algunas jornadas, bien porque los demás nos fastidian, o bien por que nuestras propias neuras nos meten en un callejón sin salida.
Excellent, tocayo. Un abrazo.
Acertado y minucioso, como de costumbre, tu análisis del relato, tocayo. En efecto, he intentado escribir una historia ligera y desenfadada, que las otras ya irán saliendo por sí solas. Pienso de todos modos que es interesante siempre intentar captar y reflejar todas esas situaciones capaces de despertar emociones, sean de la naturaleza que sean. Me alegra que esta te haya producido ese respiro que dices.
EliminarMuchas gracias por la generosidad de tu lectura, valoración, comentario…
Un abrazo, Enrique.
Difícil lo tenía el pobre; cualquier decisión que hubiera tomado hubiese fastidiado a Flor. No tenía escapatoria. Lo que se suele decir "un callejón sin salida".
ResponderEliminarUn texto que te hace pensar... Una solución que no se vislumbraba fácil desde el principio... Y el humor en el aire...
Me ha encantado, Enrique.
Besitos.
Sin duda era una situación para la que no había solución satisfactoria, y la cosa es que ninguno de los dos la había buscado, sino que llegó por sí sola. Lo bueno, al menos, es que a nosotros nos ha pillado de espectadores y podemos verlo de otro modo. Porque, aparte de observar el lado divertido del asunto, también entendemos que el verdadero problema de ambos era el riesgo de sufrir la enfermedad, y no el de ser feos.
EliminarMuchas gracias por todo, María José.
Besos.
Enrique, qué mal lo tenía tu protagonista, hiciera lo que hiciera. Has logrado arrancarme una sonrisa, un bien tan escaso últimamente.
ResponderEliminarBuen micro.
Besos apretados.
Gracias por tus palabras, Pilar.
EliminarTienes una envidiable facilidad para crear historias, Enrique; sea cual sea el tema que abordes. Este mes te has atrevido con la comedia y lo has hecho partiendo de una original y disparatada idea que has sabido vestir de historia de amor para concluirla con un final magistral. Has conseguido dotar a esa última frase, ingenua y hasta algo infantil, de una poderosa comicidad muy difícil de lograr y que convierte al conjunto del relato en todo un deleite. Espectacular.
ResponderEliminarFelicidades, maestro.
Un fuerte abrazo.
Como viene siendo habitual en los comentarios que me dedicas, tus elogios me abruman, por exagerados, pero al igual que siempre me llenan de alegría. Este relato es el resultado de haber llevado al papel una de las muchas tonterías que se me ocurren, porque no soy tan serio como parezco, y si con ella os he hecho sonreír me quedo más que satisfecho.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo, maestro, que tú sí que lo eres.
Otro fuerte abrazo para ti, Antonio.
Relato tragi-cómico que te ha salido bordado, como siempre.
ResponderEliminarComo voy con retraso, ya te han dicho todo lo que yo pensaba, y lo que no se me ha ocurrido también. Pero está genial!!
Besotes
Muchas gracias, Olga. Cuánto me alegro de recibir tu comentario y de ver que te ha gustado la historia, y es cierto que tiene un gran componente trágico, aunque creo que, como sabemos que es mentira, preferimos quedarnos con la parte cómica.
EliminarUn abrazo.
¡Qué grande, Enrique!
ResponderEliminarMe encanta cómo has llevado la historia. Empezando por el disparatado arranque (¡¡¡una epidemia que afecta sólo a los feos!!!); siguiendo con el clímax que corona su nudo (¡qué mala apata, sólo queda una vacuna!); y el desenlace inesperado, simpático, ocurrente, pero, al mismo tiempo, con ese punto tan entrañable que sólo tú imprimes a tus personajes.
¡Brillante!
Abrazo.
Uff, Carles, me resulta muy gratificante que me digas todo esto. Hay muchas veces que desecho ideas similares, por considerarlas intrascendentes, pero parece claro que lo que verdaderamente importa es disfrutar escribiendo e intentar que guste a quien lo lea. Quizá no haya tema insignificante, siempre que lo tratemos del mejor modo que sabemos.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo.
Un abrazo.
Tu relato me parece, además de bueno divertido
ResponderEliminary muy original. La primera vez que lo leí, no me atreví a comentarlo. Gracias por darme la excusa perfecta.
Me falta una coma después de bueno.
EliminarEncantado de que te hayas "atrevido", Smokey, y muy agradecido también; dedicas a mi relato tres adjetivos muy gratificantes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ja, ja, ja... ay, Enrique, me has hecho reír, pobre Flor y pobre el enamorado, solo quería lo mejor para ella, pero metió la pata hasta el fondo.
ResponderEliminarQuerido Henri, no deseches ningún tema, contados por ti todos son interesantes, sabes sacar jugo a cada historia dotando a tus personajes de humanidad, buen saber hacer y gracia oportuna.
Quedo a la espera del siguiente Micro-Mochón.
Un beso grande.
Malu.
Muchas gracias, Malu. Creo que si dedicáramos más tiempo a escribir probaríamos más cosas. Seguro que nos pasa más o menos igual a todos. Me alegro de que te haya divertido este relato, porque no buscaba nada más com él.
EliminarOtro beso grande para ti.
Genial este micromochón, Enrique. Brillas en todos los géneros, padrino.
ResponderEliminarUn beso, este tiene muchas papeletas para estar en el lista de finalistas de este mes.
Muchas gracias, querida ahijada. Como se nota que te tira el parentesco a la hora de valorar y hacer pronósticos, jajja. Me alegra mucho lo que me dices. Lo de estar en la final cada vez me parece más difícil.
EliminarOtro beso para ti, Asun.
Maravilloso. De diez. Te has salido, Quique.
ResponderEliminarQué buenas notas pones, Isidro!! Muchas gracias, amigo. Me alegra mucho que te guste.
ResponderEliminarUn abrazaco!!
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