Desesperanza
Despojados de aquella luminosa esperanza, huérfanos de aquella anhelada algarabía, los días no amanecen.
En el jardín, el viento mece los columpios herrumbrados por la lluvia y el tiempo. El vacío instalado en sus asientos hace que el silencio chirríe estridente, llorando la ausencia de aquellos niños que nunca llegaron.
En el jardín, el viento mece los columpios herrumbrados por la lluvia y el tiempo. El vacío instalado en sus asientos hace que el silencio chirríe estridente, llorando la ausencia de aquellos niños que nunca llegaron.
Juana, triste relato, describes perfectamente esa desesperanza. Utilizas unas palabras tan adecuadas: despojados, huérfanos, herrumbrados, vacío, silencio, ausencia. La frase "el silencio chirríe estridente" me parece magnífica.
ResponderEliminarUn relato escrito de forma muy bella, es una fotografía. Me ha encantado, enhorabuena.
Besos.
Precioso, Juana. Que bonito has contado es fotografía en blanco y negro de un otoño eterno de soledad. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn besazo.
Pablo
Hermosa forma de contar la soledad de quienes anhelaron llenar sus vidas con hijos y ven su otoño poblado de silencio. Estos no padres son los tristes huérfanos. La ambientación proyecta perfectamente ese vacío interior.
ResponderEliminarBellísimo, Juana. Enhorabuena y un beso.
Ese yermo vacío de la desesperanza plasma la frustrada ilusión de los que anhelan sobre todas las cosas tener descendencia. Contumaz y apropiada la imagen herrumbrosa del columpio chirriante. Me hace contextualizar tu relato con la desesperación de la Yerma de Federico García Lorca. Percibo la misma acidez de fondo, el regusto salino de las ilusiones muertas que nos acercan a un paisaje poco menos que apocalíptico. Y sobre ello, como un bálsamo, planean tus palabras, tu sensibilidad, que ha vista de pájaro, parece querer endulzar ese agrio paisaje con la belleza de un lenguaje que inmortaliza en su limbo la burbuja amarga de la desesperanza.
ResponderEliminarBelleza triste sobre esperanzas rotas. Precioso, Juana. Un beso.
no veas, si puedes, la h de la a; que estas letras mudas aprovechan para colarse cuando escribimos al oído de la primera impresión.
EliminarLos niños no traen un pan debajo del brazo, aunque se diga, sino trabajo, obligaciones y responsabilidades para toda la vida, sin que nada de esto tenga que ser negativo, aunque a veces lo parezca. Lo que siempre resulta gratificante es la alegría que llevan esos entrañables locos bajitos allá donde van a caer, la inocencia, lo que aportan, lo que enseñan. Hay parejas que deciden no tenerlos y otras que, si no llegan, quedan vacías de sentido. Cuando la luz de la esperanza se desvanece es como si los días no amanecieran. Bajo esa penumbra, los columpios, instalados con toda ilusión, son un monumento al desánimo, un chirriar que les recuerda su frustración sin consuelo.
ResponderEliminarUn relato que transmite tristeza de una forma muy hermosa, con un título de lo más apropiado.
Un abrazo, Juana
Este microrrelato ha hecho que recuerde la fotográfia de un parque infantil abandonado, en Chernobyl, era desoladora la imagen, se intuia la tristeza de los bancos y columpios, como si supieran que ningún niño los utilizaría de nuevo. Me ha gustado mucho su relato, transmite muy bien esa “desesperanza” que nos introduce en el título. Excelentemente narrado.
ResponderEliminarSaludos.
Juana, veo en tu relato, una añoranza por la infancia que nunca llega a ver la luz, porque ha sido abortada.
ResponderEliminarMe ha llegado al corazón.
Besito virtual
Juana, tu relato afronta con éxito uno de los múltiples retos que hacen suyos quienes escriben: hacer hablar a las cosas.
ResponderEliminarTu columpio lo hace y de qué manera, su voz llega, nos llega, y sobre todo su lloro.
Precioso, Juana. Una especie de milagro de la palabra, el tuyo.
Saludos!
Qué bellas figuras has encontrado para contarnos la historia de esta pareja, que, fracasada la ilusión, vive una existencia huérfana de sentido. Y esos columpios están siempre allí para marcar sin descanso el vacío.
ResponderEliminarPrecioso micro donde la belleza y la tristeza van de la mano.
Enhorabuena, Juana.
Abrazo.
Tu microcuento está impregnado de lirismo y es una metáfora de los deseos insatisfechos, en este caso concreto, el de unos niños a los que se esperaba con todo el amor del mundo y que nunca llegaron; pero también podría aplicarse a otros muchos deseos, sueños y anhelos que vamos teniendo durante nuestra vida y que no llegan a cumplirse, y que nos dejan como unos huecos en el alma que, en algunas ocasiones, duelen como les ocurre con la humedad a los enfermos de reuma.
ResponderEliminarPero por duro que sea todo eso, y lo es, no nos queda más remedio que sobreponernos, que encontrarle a la vida otros colores, otros matices, pues si uno se queda, cual lapa, pegado a la roca de la pena, no sólo sufre por eso tan deseado que no tuvo, además, deja de tener algunas otras satisfacciones que, quizá sin ser tan intensas como las que se soñó que se vivirían, no por ello dejan de ser importantes.
El duelo hay que pasarlo, pero también hay que luchar para que la vida brote como esas pequeñas plantas que crecen en los lugares más inverosímiles. Ojalá no fuese así. Lo que sí es así es la destreza con que has descrito esa desesperanza que, a través de tus palabras, empapa también al lector y le hace sentir empatía hacia esa pareja.
Un abrazo, Juana.
El ocaso de las cosas deja una lánguida luz de tristeza frente el desamparo de un uso imposible, cosas perseverantes en su facilidad para arrancarnos sentimientos que queremos olvidar o recuerdos que no queremos sentir.
ResponderEliminarTu relato deja posado el tiempo en forma de herrumbre sobre un anhelo tan inalcanzable como insuperable, componiendo un marco que confina completamente a la melancolía.
Es un relato que te deja empapado de pasión perdida, calado de vacíos repletos de lirismo.
Una belleza de micro, Juana. Enhorabuena.
Un abrazo.
Me gustan los micros de humor. Y, si son de humor negro, mejor. Los micros como el tuyo, Juana, aunque estén bien escritos y resulten ingeniosa la manera de tratar del tema, prefiero pasarlos rápido y, lo admito, procuro no releerlos.
ResponderEliminarSaludos
Precioso y emotivo micro Juana, se palpa la tristeza, se oye el chirriar de los columpios abandonados, movidos por el viento. La falta de hijos es a veces para muchas personas una losa bajo la que se esconde la tristeza. Abrazos.
ResponderEliminarPerfecta y bellamente plasmada la situación -y todo el dolor que está acarrea- de aquellos padres que desean con todas sus ganas tener hijos pero no lo consiguen; una frustración que quizá sólo entiendan en su completa magnitud aquellos que la sufren.
ResponderEliminarEnhorabuena, Juana. Impecable propuesta en la que dejas patente una vez más tu muy buen hacer.
Un abrazo.
¡Cuánto deja ver tu micro, Juana, y cuánto esconde!
ResponderEliminarLa tristeza, dolor y pesar de unos padres que nunca llegaron a serlo.
Todo contado con una maestría y belleza impresionante.
Enhorabuena. Un beso grande.
Malu.
¡Juana, este micro deja huella! Qué forma tan bella de narrar el dolor. Realmente quedan plasmados en esos columpios la desesperanza que logras trasmitir con aquellos niños que nunca llegaron. La naturaleza no ha podido conquistar lo que fue suyo.
ResponderEliminarMil felicidades por esta maravillosa propuesta.
Besos.
Enrique.
Hermoso y triste relato de ausencias, que deja un poso de melancolía por ese deseo nunca cumplido. Tus palabras tejen esa ansía de paternidad nunca cumplida con una gran maestría. Un beso muy grande y hasta pronto. Suerte en la votación. Gloria
ResponderEliminarMil gracias por vuestras generosísimas palabras dedicadas al micro. Un abrazo para todos.
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