Para siempre
Lucía despertó, saltó de la cama y entró rápidamente en el baño. No tuvo que esperar, vivía sola.
De pronto, sintió un agudo dolor en su tobillo derecho. Bajó la vista y leyó en su piel: "Te quiero". Esta vez sabía que sería para siempre.
Al menos... su nuevo tatuaje.
De pronto, sintió un agudo dolor en su tobillo derecho. Bajó la vista y leyó en su piel: "Te quiero". Esta vez sabía que sería para siempre.
Al menos... su nuevo tatuaje.
Curiosa personalidad la de Lucía. Vive sola, sin embargo, anhela que la quieran y para siempre. Al no encontrar quien lo haga, se tatúa ella misma ese mensaje, pues sabe que las personas fallan, sus palabras pueden perder valor con el paso del tiempo, pero si están escritas en la piel permanecen.
ResponderEliminarUn relato con un trasfondo de tristeza, que trata sobre la soledad y la búsqueda de la felicidad, aunque sea una quimera. (Igual no lo he interpretado bien, si es así, me lo dices, que hay confianza).
Un abrazo, Salvador
Es un fiel retrato de alguien que fue perdiendo amores por el bolsillo roti de su corazón, Ángel. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarUna bonita sorpresa final. A alguien a quien se quiere no se le hace eso. Aunque ahora, los retatuadores arreglan cualquier cosa.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos, Salvador
Muchas gracias, Plácido. Nada hay más duradero que lo escrito.
EliminarQué desoladora tristeza la de Lucía. Tras los fracasos amorosos, decide tatuarse una declaración que no se deteriore con el paso del tiempo.
ResponderEliminarMuy buen micro, Salvador. Un fuerte abrazo.
Carmen... a fuerza de desengaños optó por una solución que le llegara directa a su mirada.... aunque fuera en un tatuaje. A partir de ahora... tendría un "tequiero" para siempre
EliminarResulta curioso ese efecto psicosomático de Lucía, pues el dolor agudo que siente en su tobillo derecho parece que no se debe a algo físico, sino a un tatuaje que parece tener vida propia, un tatuaje que, seguramente, se hizo en días felices, en los que el amor era generoso y la colmaba de dones, y en los que soñó que esa dicha la acompañaría el resto de sus días.
ResponderEliminarPero, por las circunstancias que fuesen, esa historia feliz se acabó, y ese tatuaje se lo recuerda al poco de despertarse, como un dolor que se le ha enquistado en el alma y del que sólo puede huir en el mundo de los sueños.
Hay en tu microcuento esa tristeza del abandono, de la soledad, de los sueños incumplidos, del deseo de que todo eso regrese de nuevo, de ese para siempre que, muchas veces se acaba en un breve lapso de tiempo, se haga realidad.
Un abrazo, Salvador.
Enrique... después del último párrafo... lo sé. Estabas allí. Un fuerte abrazo.
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