Salida de la fábrica
Cada vez que salía a la calle volvía a respirar el aire fresco mientras sentía una invasión de libertad capaz de hacerlo creerse superior al resto. Era salir del infierno, se decía todas las tardes. Libre del infierno. No le importaba saber cuántas horas le faltaban para volver a él.
Conozco ese sentimiento. Hace poco más de una hora que salí del infierno y mañana tengo que regresar a él. Y, mientras, trato de disfrutar de estas horas de libertad.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos, Luis
Hay trabajos que son un verdadero infierno. Todos deberíamos trabajar en sitios que nos apasionen y nos hagan sentirnos realizados. Pero por lo visto esto es un privilegio, que no está al alcance de todos.
ResponderEliminarSaludos Luís.
Hay tantos infiernos... Pero por lo menos tu protagonista sabe desconectar.
ResponderEliminarUn saludo.
Malu.