Capa de invisibilidad
Reúne 3 kg de timidez, un poco de acné juvenil y unas gafas gruesas. Mézclalo durante meses con cucharadas de amor por los libros y la ciencia, añade algo de torpeza junto a incapacidad comunicativa o tartamudeo. Verás como funciona. Al menos a mí nadie me ve en el instituto.
¡Ay, los complejos!. Este empollón no comprendido no está satisfecho con su sino y quiere pasar desapercibido para no soportar las burlas.
ResponderEliminarMe ha conmovido el último párrafo "Al menos nadie me ve en el instituto" Yo diría que el fondo encierra una enorme envidia de sus compañeros por su facilidad por el estudio.
Suerte y un besito
Puede que algunos compañeros sientan envidia por el protagonista, pero a mi parecer esa invisibilidad no es buscada, sino sufrida a su pesar.
EliminarNos da la receta por si queremos, como él/ella, ser invisibles.
Gracias M.Jesús por pararte a comentar.
Lo has descrito perfectamente. Siempre andamos mirando el exterior nada más. Pero luego a esa capa le añades sabiduría y personalidad y se transforma en algo realmente bueno. Me ha encantado. Un beso.
ResponderEliminarCierto Maite, ese exterior que importa tanto en la juventud... pero luego salen los bellos cisnes a relucir :-)
EliminarCelebro que te guste. Un beso.
Cuántos chicos y chicas valiosos humana y academicamente sufren eso que llaman "luz de gas" (y a veces cosas peores), por tener en baja cuantía, de forma natural, eso que llaman "glamour".
ResponderEliminarTu receta para ser invisible pone bien a la vista uno de los males de esta sociedad, que a veces parece más enferma que sana.
Un relato comprometido y bien planteado.
Un abrazo grande, Carme.
Bien lo dices Ángel, a veces sufren cosas peores. Para invalidar la receta se deberían valorar desde la juventud ciertas actitudes y aptitudes, y las series y películas no ayudan mucho a ello.
EliminarOtro buen abrazo, Ángel.
Hola, M. Carme.
ResponderEliminarHas descrito a la perfección al repelente niño Vicente. El típico empollonazo del instituto. Al sabio, que seguramente no va a jugar al fútbol con sus compañeros ni atrae ni entusiasma a las jovencitas. Bueno, al menos nadie le ve. Qué defensa tan irónica y tan estupenda. Pero, por fortuna, hay personas, ya en esa edad, que valoran positivamente todos esos ingredientes que mencionas porque dan un gran resultado: inteligencia. Felices fiestas, aunque ya te las haya deseado muy sincera y personalmente.
¡Ay, pobre del que no sigue los dictámenes de las modas!
EliminarCreo que este pobre iría a jugar a fútbol si se lo propusieran, pero no se atreve siquiera a preguntar.
Muchas gracias y buena entrada de año Eduardo.
No solo es tierno este personaje, M Carme, sino que lo encuentro encantador en su diferencia. Creo que podría ser un perfecto protagonista para una historia mayor. Como los icebergs, es casi invisible, pero esconde todo un continente en su mundo personal. Me ha encantado. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bien lo describes, Manuel, como un iceberg. Ciertamente me imaginé el personaje en una película de adolescentes, por el pasillo del instituto (por cierto, en mi mente era una chica).
EliminarCelebro que te guste.
Un beso. (¿Nos vemos en Madrid?)
Carme.
Gran verdad, M.Carme. La diferencia nos hace invisibles. Yo perdí hace mucho los granos, pero la capa todavía la conservo y he aprendido a arroparme con ella.
ResponderEliminarUn beso y feliz Navidad.
Buena frase Patricia: "La diferencia nos hace invisibles".
EliminarLa capa es buena si uno la quiere usar, luego conviene saber quitársela (y si hace falta, tapar a otros que es mejor no ver ;-)
¡¡Buena entrada de año!! (a ver si no coinciden las fechas de enero y nos vemos)
Carme.
Conmueve este adolescente aislado de sus compañeros por los prejuicios de las apariencias, pero con una gran riqueza interior que pasa inadvertida. He conocido a alguno. Y duele. Me gusta que le hayas dado visibilidad con este magnífico micro.
ResponderEliminarUn beso.
Aquí en 50 palabras tenemos magia para dar y quitar visibilidad a quien lo merezca.
EliminarAhora visibilizo un beso que va a tu encuentro :-)
Lo también lamentable es que el chaval puede considerarse con "suerte"; al menos, "solo" recibe el desprecio de la invisibilidad y no de otras vejaciones, como si esa no lo fuese ya. Relato para pensar. Muy bueno. Suerte, M. Carme. Abrazos.
ResponderEliminarYa lo dices bien, Jesús, desafortunadamente es peor si se fijan en el protagonista otros estereotipos de instituto con muchos humos y poco cerebro y educación.
EliminarMe gusta que haga pensar.
Un abrazo Jesús.
Creo que has retratado un entrañable personaje, Carme, algo tan difícil como interesante en literatura. Aunque este chico o chica aglutine en su ser muchos de los complejos de la adolescencia, creo que cualquiera se puede ver reflejado en él o ella en mayor o menor medida.
ResponderEliminarMe encanta el modo en que lo has escrito y lo bien que lo has cerrado.
Enhorabuena y un abrazo.
Encantada quedo yo con tu comentario Enrique.
EliminarY agradecida.
Un abrazo de vuelta.
Estupenda presentación del personaje con tu habitual maestría.
ResponderEliminarEnhorabuena, Carme.
Felicidades.
Georges, me suben los colores tu halago (habitual maestría), aunque no sé si merecido, sí que agradecido.
EliminarY contenta de que te guste.
Un beso.
Muy bien descrito tu protagonista, Carme. Tiene un poso grande de amargura muy bien logrado. Te felicito. ¡Feliz 2018! Un abrazo.
ResponderEliminarTienes razón, M.José, en lo de la amargura, puesto que no lleva muy bien esto de ser invisible.
EliminarMe alegro de que te guste.
Aquí dejo mis deseos de una buena entrada de año - y del resto de 2018.
La literatura lo aprovecha todo, cualquier texto puede ser transmutado en una historia, es lo que has hecho tú al escribir tu microcuento como si se tratase de una receta de cocina, por un lado, están los ingredientes: los 3 kg de timidez, el acné juvenil y las gafas gruesas.
ResponderEliminarLuego viene la elaboración: todo eso se mezcla durante dos meses con cucharadas de amor por los libros y la ciencia y se añade algo de torpeza junto a incapacidad comunicativa o tartamudeo.
Y el ‘plato’ ya está listo para ser servido y degustado por el comensal, en este caso, un alumno que, por las circunstancias que sean, quiere pasar desapercibido en el instituto.
A esa originalidad a la hora de contar la historia, se añade el trasfondo de lo que sugiere acerca de los problemas que tienen algunos niños y adolescentes a la hora de relacionarse con los demás. Y no es necesario ponerme en lo peor, es decir, que sufran acoso, sólo que ellos se sienten diferentes, que no disfrutan con los juegos y las charlas de los otros, que son extremadamente tímidos y, por tanto, se sienten extraños, de ahí ese deseo de invisibilidad, pues, en el fondo, el no ser como los demás les hace sufrir.
Excelente historia y excelente la manera de contarla. Un abrazo, Carme.
Qué detallado comentario sobre el relato, Enrique. Lo cierto es que esta receta la siguen algunos alumnos de secundaria, algunos buscan esa invisibilidad pero otros quizá la sufren sin quererla.
EliminarCelebro que te gustara.
Un beso.
Superficialidad externa que esclaviza la belleza y los valores interiores. Una visión de la simpleza de nuestra sociedad. Me ha gustado mucho, Carme. Un abrazo y feliz 2018.
ResponderEliminarLa sociedad no ayuda a los adolescentes que, con las inseguridades propias de la edad, tienden a unirse en grupos y dejar de lado a los que son algo distintos a lo marcado por las modas.
EliminarTambién te deseo un buen 2018, Salvador.
Un beso.