Catalepsia
Le dije a mi mujer que no quería flores en mi entierro. Ya he contado tres coronas y cuatro centros.
Le advertí que nada de curas, ¡soy ateo! Ha rociado el ataúd con agua bendita. Dios...
Espero que tampoco respete mi petición de incineración... Aunque empiezo a oler a quemado.
Le advertí que nada de curas, ¡soy ateo! Ha rociado el ataúd con agua bendita. Dios...
Espero que tampoco respete mi petición de incineración... Aunque empiezo a oler a quemado.
El humor negro impregna este relato del falso difunto que ve cómo su esposa traiciona sus peticiones. A ver si también se opone a la que puede salvarle la vida.
ResponderEliminarMuy divertido e ingenioso, Fernando. Feliz Navidad y un gran abrazo.
¡Feliz Navidad, Carmen! No sé si el protagonista acabará las fiestas, la verdad... No pinta muy bien.
EliminarUn abrazo.
Pues más vale que espabile este pseudodifunto, ya que pienso que la mujer habrá encargado que cierren el ataúd bien, bien...
ResponderEliminarHumor negro del bueno, Fernando.
Un abrazo,.
Con varios candados, Javier, no lo dudes...
EliminarAlgo habría hecho mal el buen señor para que lo respeten tan poco.
Un abrazo y Felices Fiestas.
La ley de Murphy querido Fernando de Casa , me gusta el tono de humor negro de tu relato.
ResponderEliminarun saludo,
Sea por cupla de Murphy o de la esposa, está claro que este señor tiene crudo escapar de ahí.
EliminarUn beso muy fuerte, Raquel.
Mordaz e ingeniosa, Fernando, esta historia donde, desde el título, aparece subrayada la intención de la esposa de dar término a aquello que le conviene y de la forma en que desea. Saludos.
ResponderEliminarY parece que lo va a conseguir, Manuel. Me temo que este hombre no se tomará las uvas.
EliminarUn abrazo y felices fiestas.
Hola, Fernando.
ResponderEliminarQué poco se respetan las últimas voluntades. Ni siquiera las relativas a las exequias. Humor negro del fino destila el texto. Y un final que se abre y parece decantarse hacia los intereses de la mujer, espurios, seguro. Un abrazo fuerte,
¡Hola Eduardo!
EliminarEs verdad, parece que este hombre ya mandó demasiado en vida como para que respeten su voluntad en esta falsa muerte. ¿Respetará la mujer su último deseo? Quién sabe...
Un abrazo y felices fiestas.
Lo de respetar la última voluntad, sin la presencia del interesado, queda sujeto a la interpretación de la persona encargada de ello. Tu protagonista está siendo testigo de que los detalles no se están cumpliendo como él quería, un incumplimiento que va a hacer que el malentendido tenga el peor desenlace.
ResponderEliminarUn relato muy divertido, Fernando
Un abrazo y felices fiestas
¡Felices fiestas Ángel!
EliminarAunque parece que no serán tan felices para este pobre hombre... No sé, tal vez el espíritu de la navidad obra un milagro y se salva, quién sabe.
Un abrazo muy fuerte.
Acabas de plasmar uno de mis miedos más grandes: la catalepsia. Cada vez que tengo que ir a un funeral o entierro no puedo dejar de pensar: ¿Y si está aún vivo? ¿Y si el médico se ha equivocado al certificar su muerte? ¿Y si es una catalepsia?... Todo esto recorre mi mente sin ningún orden. Luego se me pasa.
ResponderEliminarPero una cosa te digo, si de verdad estoy muerta cuando llegue ese día, me da igual las flores que pongan (no soy alérgica, jajaja), si me rocían con agua bendita (tampoco soy alérgica), pero lo de incinerar... no se yo.
Muy buen relato, Fernando.
Felices Fiestas. Besos.
Hay días que aún dudo si estoy vivo, Olga... Suelo vivir en estado cataléptico.
EliminarAlgunos dicen que soy tonto de remate. Cuestión de semántica.
Un abrazo muy fuerte, medio paisana.
Yo creo que desde muy niños todos hemos tenido miedo a la catalepsia, aún sin saber que se llamaba así. Me ha encantado, Fernando, la interpretación humorística que le das al tema. Me ha hecho sonreír. Gracias. ¡Feliz 2018 y un abrazo!
ResponderEliminar¡Feliz 2018, María José!Que la catalepsia nos pille trabajando.
EliminarUn bico muito forte.
Hasta ahora pensaba que la catalepsia era una de las peores cosas que te podían pasar o, al menos, eso es lo que se mostraba en algunas películas que nos daban miedo cuando éramos algo más jóvenes. Pero, por suerte, ya veo que era uno de tantos recuerdos infantiles inciertos y que su padecimiento también puede producir algo de humor negro. Sin bromas, me ha gustado, Fernando. Saludos y suerte.
ResponderEliminarMe alegro que te guste, Jesús... Aunque no creo que al prota del relato le guste tanto. Para mí que ya se ha chamuscado.
EliminarUn abrazo y felices fiestas.
Mordaz a tope, tu relato, Fernando. Quizás sea eso lo que me ha encantado.
ResponderEliminarFeliz 2018, y saludos afectuosos.
Feliz 2018, María Jesús. Mordaz es aquel que murmura con malignidad no carente de ingenio...¡Mordaz es el prota, pobrecillo! Deberíamos hablar con la mujer y salvarlo. Me lo voy a pensar, aunque quizás ya sea tarde.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Una nota de humor negro, me ha gustado mucho, por un lado esas peticiones que casi nunca se respetan y por el otro el terror más grande, no estar muerto en tu entierro. Un beso.
ResponderEliminarPara una voluntad que le respetan... Aunque tiene el consuelo de que sus cenizas están bendecidas, ja, ja, ja. Muy buen y mordaz relato, Fernando. Un abrazo y feliz 2018.
ResponderEliminarMilan Kundera tiene un libro que se titula Testamentos traicionados, y este ya es en sí mismo un gran tema. De entrada, no sé si merece la pena dejar escritas nuestras últimas voluntades, pues vete a saber quién o quiénes van a ser los encargados de cumplirlas y lo que van a hacer llegado el momento.
ResponderEliminarPero tú a tu microcuento le has dado una vuelta más de tuerca y has introducido el tema de la catalepsia, el cual, en las circunstancias en las que se ve el protagonista es bastante terrorífico, pues se une a uno de los miedos más ancestrales del ser humano: el de ser enterrado vivo.
Así que si uno se olvida del tono humorístico que le has dado a tu relato se le erizan los pelos y, en esas circunstancias, no sé lo que sería peor, si achicharrarse en un horno crematorio o asfixiarse dentro de un ataúd.
Así que a tu historia podría aplicársele la frase aquella de tiemblen después de haber reído, con lo cual, sólo me queda calificarla como magnífica.
Un abrazo, Fernando.