El arduo camino hacia el nirvana
El guía detuvo el coche junto al mirador, y hasta siete vendedores ambulantes se agolparon ansiosos. Uno de ellos, que esgrimía un buda de madera, comenzó a aporrear el cristal de atrás:
—30.000 rupiah!
El turista salió indiferente con la cámara.
—25.000, boss!
Buda, visiblemente desgastado, mantenía su sonrisa imperturbable.
—30.000 rupiah!
El turista salió indiferente con la cámara.
—25.000, boss!
Buda, visiblemente desgastado, mantenía su sonrisa imperturbable.
Los tiempos mudan y hasta la realidad contante y sonante ha alterado sus parámetros dando cabida a lo virtual. Lo espiritual queda arrinconado como parte de un mundo antiguo que ya no corresponde con el presente. Me parece un relato que plantea una profunda reflexión sobre los cambios que se operan en el mundo a escala global con un planteamiento y desarrollo excelentes. Enhorabuena, Álex. Un abrazo y Feliz Año.
ResponderEliminarEntonces, el turista miró al cielo y vio cómo la noche se iluminaba al paso de centenares de cometas de luz que dejaban una estela de palabras. Sonrió y las recogió: guardaban el secreto del camino del nirvana.
ResponderEliminar¡Feliz año, Álex!
Álex, me ha gustado tu relato.
ResponderEliminarVoy con mi visión del mismo y comentario.
El pequeño y tripudo buda de madera de tu micro es grande por lo que representa, si bien no parece que nadie lo perciba. Se ve obligado a recorrer el "arduo camino hacia el nirvana" que los desaprensivos de quienes depende le marcan. De una parte el vendedor ambulante y de otra el turista disipado en pos de un souvenir más. Ambos confunden precio con valor. Le confunden a él con el intercambio de mensajes banales. El regateo le devalúa, le niega, le insulta, a nuestro buda de madera.
Si no desbarro en la interpretación, podría tratarse de un sutil homenaje a los (nobles) objetos. Pese a estar cargados de muchos valores que los harían respetables, valorables, la zafiedad mercantilista les subestima como tales, reduce su condición y "cosifica". ¿No es cierto que los budas están creados para arrodillarse ante ellos...?
Feliz año, Álex!
La espiritualidad oriental está también devaluada, convertida en objeto de mercancía para turistas. Los budas son una moda más para los occidentales.
ResponderEliminarFeliz 2018, Álex. Un gran abrazo.
Imagino el desgaste del buen Buda al comprobar de primera mano que su mensaje es apenas conocido y que todo él ha desembocado en una figurilla mercantilizada.
ResponderEliminarEs impactante el contraste entre la profundidad del hombre que revolucionó la relación del ser humano con su entorno y la superficialidad del dinero como motor de la sociedad globalizada.
Y, a pesar de todo, sonríe...
Me ha gustado mucho tu relato. Álex. Un gran colofón para hacernos pensar en vísperas del cambio de año, a dónde nos llevará el camino que estamos forjando entre todos.
Feliz año entrante, capitán.
Posiblemente para lograr el nirvana a veces también haya que dar un paso hacia atrás. Mientras tanto Buda, en su grandeza, parece sonreír, pienso que irónicamente, ante esta decadencia de la que ni su figura se salva, aguardando imperturbable mejores tiempos. Esta es la primera meditación que se me ocurre, aunque creo que tu relato sugiere muchas más.
ResponderEliminarEnhorabuena, Álex; cierras el año a lo grande.
Un abrazo.
Lo que para algunos es una representación de sus anhelos o creencias, para otros es un simple objeto del que sacar provecho, y para los demás algo que hay que traerse para casa porque alguien dijo que eso es lo que se supone que hay que hacer cuando se visitan determinados lugares. Y el pobre buda, ¿que va a hacer? Me temo que ya lo moldearon con esa sonrisa impresa en la cara. Feliz año, Álex.
ResponderEliminarFeliz 2018, Alex. Si Buda regresara a este mundo se quedaria desencantado. La virtud es el dinero para aquellos que nada tienen. Un gran abrazo. Y a ver que nos depara el destino. Felicidades en estas fechas tan familiares a todas/os los cincuentistas.
ResponderEliminarEl símbolo de la liberación del espíritu como mercancía para satisfacer al cuerpo. Aunque lo que realmente se está liberando de su materia es el dinero, ya que la criptomoneda se expande por el mundo como acto de fe. Muy buen relato, Álex. Un abrazo y feliz 2018.
ResponderEliminarEse pobre Buda acabará en la estantería de cualquier casa occidental junto a otros recuerdos de otros viajes. Nadie se arrodillará ante él y, con suerte, alguien le pasará ligeramente el plumero quita-polvo.
ResponderEliminarEs la banalización de los símbolos y de las personas. Interesantísimo micro, con mucho trasfondo para meditar. Un abrazo, Álex, con nuestros mejores deseos para el 2018. Javier y Juana.
Buda, imperturbable, mantiene su expresión, su mensaje, su filosofía para afrontar la existencia, que nada tiene que ver con el consumismo occidental y el intento de ganarse la vida de una parte del mundo menos favorecida. Por el nirvana verdadero no habría que regatear, pero tu relato pone en evidencia que cada vez somos más materialistas y menos espirituales, todo lo banalizamos prueba de que algo no va bien.
ResponderEliminarUn relato que incita a pensar en los males de la sociedad, en la degradación de ideales y valores de todo tipo, en que no somos capaces de aprender.
Buen relato para acabar el año, en el que con la excusa de la celebración del nacimiento de alguien especial montamos una parafernalia programada, a la que nos entregamos en cuerpo y alma, hasta que pasan los Reyes Magos y empiezan las rebajas, luego la semana fantástica, el día sin IVA, día de los enamorados, de la madre y del padre, etc.
Un abrazo fuerte, Álex, por un 2018 con lo mejor que pueda sucederte (y esto va de corazón, sin regateos ni postureos)
Namasté estimado Alex.
ResponderEliminarSiento no haber podido comentar antes, pero creo que los compañeros ya te han dicho y poco más puedo aportar. Un beso.
De entrada, ese buda de madera ya suele ser ridículo, un simple souvenir que nada tiene que ver con el verdadero Buda, así que toda la escena es un despropósito que refleja muy bien lo que es este mundo absurdo, sin pies ni cabeza, con países hundidos en la miseria y otros nadando en la abundancia -que no en la ambulancia, que creo que dijo en su día una folclórica-, aunque en estos también hay grandes miserias, en el que muchos turistas recorren países como si fuesen un parque de atracciones, grabando y fotografiando, pero sin ver más allá de sus narices, mientras los nativos intentan arrimar unas pocas rupias –en el caso de la India- a sus paupérrimas ganancias para poder sobrevivir.
ResponderEliminarAun así, en un guiño final, ese Buda impostor, que parece tener también su sabiduría, sonríe imperturbable, quizá porque ha calado a fondo a los seres humanos y sabe que sólo eso puede hacerse ante sus continuas estupideces, ante su ceguera incurable y, lo que es mucho peor, ante sus injusticias y crueldades sin límite.
Un abrazo, Álex.
Muchas gracias a todos por vuestros amables comentarios. Tal y como he querido plantear el relato, ni el indonesio (que intenta vender lo que puede) ni el turista (que quiere fotografiar tranquilo un paisaje) son malos ni buenos. Mi intención era pintar una realidad incómoda, con muchas aristas y difícil respuesta. Ahí es donde entra Buda, convencido de que mediante la meditación hallará la paz, pero desgastado ante el mundo que lo rodea y preguntándose si rodeado de tanta "oscuridad" podrá alcanzar realmente la iluminación, o si no será iluso o egoísta soñar con el nirvana, incluso. ¡Ahí lo dejo!
ResponderEliminarUn abrazo para todos y os veo (a la mayoría) la semana que viene.
¡Qué profundo, Álex, y qué real!
ResponderEliminarMe quedo meditando hasta el 13.
Beso grande.
Malu.